Manuel Castells: Comunicación y poder. Obertura (2009)
Tenía dieciocho años. Mi deseo de libertad chocaba contra el muro que el dictador había erigido alrededor de la vida. La mía y la de todos los demás. Escribí un artículo en la revista de la Facultad de Derecho y la cerraron. Actué en Calígula de Camus y acusaron a nuestro grupo de teatro de fomentar la homosexualidad. Si sintonizaba la BBC para escuchar otra versión de las cosas, no se oía nada por las interferencias radiofónicas.
Cuando quería leer a Freud debía acudir a la única biblioteca de Barcelona que tenía sus libros y rellenar un formulario explicando mis motivos. De Marx, Sartre o Bakunin mejor olvidarse. A no ser que viajara en autobús a Toulouse y escondiera los libros en la frontera arriesgándome a no se sabe qué si me cogían pasando propaganda subversiva.
Así que decidí enfrentarme a aquel estúpido y asfixiante régimen franquista y me uní a la resistencia clandestina. Por aquel entonces la resistencia de la Universitat de Barcelona la componían unas cuantas docenas de estudiantes, ya que la represión policial había diezmado a la antigua oposición democrática y la nueva generación nacida tras la Guerra Civil apenas entraba en la edad adulta. Sin embargo, la intensidad de nuestra repulsa y la promesa de nuestra esperanza nos daban fuerza para participar en una desigual lucha.
Y allí estaba yo, en la oscuridad de un cine de un barrio obrero preparado para despertar las conciencias de las masas rompiendo los muros de aislamiento en los que estaban confinados, o eso creía yo. Tenía un puñado de panfletos en la mano. Apenas se podían leer, ya que estaban impresos en una primitiva multicopista empapada de tinta malva que era el único medio de comunicación que teníamos en un país sofocado por la censura (un tío mío coronel tenía un cómodo trabajo de censor que consistía en leer todo tipo de libros -él también era escritor- y además en ver todas las películas eróticas para decidir qué cortar para el público y qué guardarse para él y sus colegas de la Iglesia y el ejército). Así que decidí compensar la colaboración de mi familia con las fuerzas de las tinieblas repartiendo unas cuantas hojas a los obreros para descubrirles que sus vidas eran realmente malas (como si no lo supieran) y convocarles a la acción contra la dictadura, sin perder de vista la derrota futura del capitalismo, la raíz de todo mal. La idea era dejar los panfletos en los asientos vacíos cuando saliera de la sala de forma que al final de la sesión, al encenderse las luces, los espectadores recogieran el mensaje, el audaz mensaje de la resistencia que les daría esperanzas para unirse a la lucha por la democracia. Esa noche entré en siete cines, yendo a locales alejados en otras madrigueras de trabajadores para evitar que me detectaran.
Esta estrategia de comunicación tan inocente no era un juego de niños, ya que, de cogerme, no me libraría de una paliza de la policía y probablemente de ir a la cárcel, como les sucedió a varios amigos. Por supuesto, disfrutábamos con nuestras proezas al tiempo que tratábamos de eludir el peligro. Cuando terminé la acción revolucionaria del día (una de las muchas hasta que tuve que exiliarme a París dos años después), llamé a mi novia muy ufano, pues sentía que las palabras que había transmitido podrían cambiar algunas mentes que finalmente cambiarían el mundo.
Entonces no sabía muchas cosas. Tampoco es que hoy sepa mucho más.
Pero entonces no sabía que el mensaje sólo es eficaz si el receptor está dispuesto a recibirlo (la mayoría no lo estaba) y si se puede identificar al mensajero y éste es de fiar. El Fronr Obrer de Catalunya (en el que el 950/0 éramos estudiantes) no era una marca tan seria como los comunistas, los socialistas, los nacionalistas catalanes ni ninguno de los partidos clásicos precisamente porque queríamos ser diferentes, buscábamos nuestra identidad como generación de posguerra. Por eso dudo que mi contribución real a la democracia española estuviera a la altura de mis expectativas. Sin embargo, el cambio social y político siempre se ha llevado a cabo en todas partes y en todas las épocas a partir de miles de acciones gratuitas y en ocasiones tan inútilmente heroicas (desde luego no las mías) que no guardan proporción con su eficacia. Gotas de una lluvia incesante de lucha y sacrificio que termina inundando los bastiones de la opresión si los muros de incomunicación entre soledades paralelas empiezan a resquebrajarse y los espectadores se convienen en actores.
Después de todo, por ingenuas que fueran mis esperanzas revolucionarias, algo de razón tenía. ¿Por qué habría de cerrar el régimen cualquier canal de comunicación que quedara fuera de su control si la censura no hubiera sido fundamental para la perpetuación de su poder? ¿Por qué los ministerios de Educación -los de entonces y los de ahora- encargan los libros de historia y, en algunos países, se aseguran de que los dioses (sólo los verdaderos) desciendan sobre la clase? ¿Por qué tenían que luchar los estudiantes por e! derecho a la libertad de expresión; los sindicatos por el derecho a colocar su información en las empresas (antes en el tablón de anuncios y ahora en las páginas web): las mujeres para abrir librerías de mujeres; las naciones sometidas para comunicarse en su idioma; los disidentes 'soviéticos para repartir literatura Samizdat; los afroamericanos en Estados Unidos y los pueblos colonizados de todo el mundo para poder leer? Lo que entonces intuía, y ahora creo, es que el poder se basa en el control de la comunicación y la información, ya sea el macropoder de! estado y de los grupos de comunicación o el micropoder de todo tipo de organizaciones. Por eso mi lucha por la libertad de comunicación, mi primitivo blog de tinta malva de la época, era realmente un acto de desafío, y los fascistas, desde su perspectiva, tenían motivos para intentar detenernos y encerrarnos para bloquear cualquier canal que conectara la mente individual con la colectiva. Poder es algo más que comunicación, y comunicación es algo más que poder. Pero el poder depende del control de la comunicación, al igual que el contrapoder de pende de romper dicho control. Y la comunicación de masas, la comunicación que puede llegar a toda la sociedad, se conforma y gestiona mediante relaciones de poder enraizadas en el negocio de los medios de comunicación y en la política del estado. El poder de la comunicación está en el centro de la estructura y la dinámica de la sociedad.
Éste es el tema de este libro: por qué, cómo y quién construye y ejerce las relaciones de poder mediante la gestión de los procesos de comunicación y de qué forma los actores sociales que buscan el cambio social pueden modificar estas relaciones influyendo en la mente colectiva. Mi hipótesis de trabajo es que la forma esencial de poder está en la capacidad para modelar la mente. La forma en que sentimos y pensarnos determina nuestra manera de actuar, tanto individual como colectivamente.
Es cierto que la coacción y la capacidad para ejercerla, legítimamente o no, constituyen una fuente básica de poder, pero la coacción por sí sola no puede afianzar la dominación. La capacidad para lograr el consentimiento o al menos para instilar miedo y resignación respecto al orden existente es fundamental para imponer las reglas que gobiernan las instituciones y las organizaciones de la sociedad. Y en todas las sociedades esas reglas representan las relaciones de poder incorporadas en las instituciones como resultado de los procesos de lucha y compromiso entre actores sociales enfrentados que se movilizan por sus intereses bajo la bandera de sus valores. Además, el proceso de institucionalización de las normas y reglas, y el desafío a dichas normas y reglas por parte de actores que no se sienten bien representados en el funcionamiento del sistema, se producen simultáneamente, en un movimiento incesante de reproducción de la sociedad y producción de cambio social. Si la batalla primordial para la definición de las normas de la sociedad y la aplicación de dichas normas a la vida diaria gira en torno al moldeado de la mente, la comunicación es fundamental en esta lucha, ya que es mediante la comunicación como la mente humana interactúa con su entorno social y natural. Este proceso de comunicación opera de acuerdo con la estructura, la cultura, la organización y la tecnología de comunicación de una determinada sociedad. El proceso de comunicación influye decisivamente en la forma de construir y desafiar las relaciones de poder en todos los campos de las prácticas sociales, incluida la práctica política.
El análisis que se presenta en este libro se refiere a una estructura social concreta: la sociedad red, la estructura social que caracteriza a la sociedad a principios del siglo XXI, una estructura social construida alrededor de (pero no determinada por) las redes digitales de comunicación.
Sostengo que el proceso de formación y ejercicio de las relaciones de poder se transforma radicalmente en el nuevo contexto organizativo y tecnológico derivado del auge de las redes digitales de comunicación globales y se erige en el sistema de procesamiento de símbolos fundamental de nuestra época. Por tanto, para analizar las relaciones de poder es necesario comprender la especificidad de las formas y procesos de la comunicación socializada, que en la sociedad red se refiere tanto a los medios de comunicación multimodales como a las redes de comunicación horizontales interactivas creadas en torno a Internet y la comunicación inalámbrica. Efectivamente, estas redes horizontales posibilitan la aparición de lo que yo llamo «autocornunicación de masas», que incrementa de forma decisiva la autonomía de los sujetos comunicantes respecto a las empresas de comunicación en la medida en que los usuarios se convierten en emisores y receptores de mensajes.
No obstante, para explicar de qué forma se construye el poder en nuestra mente a través de los procesos de comunicación, necesitamos ir más allá de cómo y quién origina los mensajes y cómo se transmiten o forman en las redes electrónicas de comunicación. También tenemos que entender cómo se procesan en las redes cerebrales. Es en las formas concretas de conexión entre las redes de comunicación y de significado en nuestro mundo y las redes de comunicación y de significado de nuestro cerebro donde se pueden identificar en última instancia los mecanismos de construcción del poder.
Este programa de investigación es de envergadura. Por ello, a pesar de los muchos años dedicados al proyecto intelectual plasmado en ese libro, no pretendo ni mucho menos dar respuestas definitivas a las preguntas que planteo. Mi objetivo, de por sí ambicioso, es proponer un nuevo enfoque para comprender el poder en la sociedad red y, como paso necesario para lograrlo, especificar la estructura y la dinámica de comunicación en nuestro contexto histórico. Para avanzar en la construcción de una teoría empíricamente fundamentada sobre el poder en la sociedad red (que para mí equivale a una teoría comunicativa del poder), me centraré en el estudio de los procesos actuales de afirmación del poder y del contrapoder político utilizando las investigaciones disponibles en la materia y analizando una serie de casos en diferentes contextos sociales y culturales. No obstante, sabemos que el poder político es tan sólo una dimensión del poder, ya que las relaciones de poder se construyen en una interacción compleja entre diversas esferas de la actividad social. Por consiguiente, mi análisis empírico será necesariamente incompleto, aunque espero estimular una perspectiva analítica similar que estudie el poder en otras dimensiones como la cultura, la tecnología, las finanzas, la producción o el consumo. Debo confesar que la e1ección del poder político como objeto principal de mi investigación ha venido determinada por la existencia de una bibliografía científica considerable que en los últimos años ha examinado la conexión entre la comunicación y el poder político en la frontera entre ciencia cognitiva, investigación en comunicación, psicología política y comunicación política.
En este libro combino mi experiencia y mis conocimientos del análisis sociopolítico y del estudio de las tecnologías de comunicación con los trabajos de especialistas que investigan la interacción entre cerebro y poder político para establecer una corriente de observación que pueda dar la medida de la importancia de este enfoque interdisciplinar. He explorado las fuentes de las relaciones de poder político en nuestro mundo intentando vincular la dinámica estructural de la sociedad red, la transformación del sistema de comunicación, la interacción entre emoción, cognición y comportamiento político y el estudio de la política y los movimientos sociales en diversos contextos. Éste es el proyecto que ha motivado el libro, y el lector valorará su utilidad. Sigo creyendo que las teorías son sólo herramientas desechables para producir conocimientos destinadas a ser sustituidas bien porque resultan irrelevantes, bien porque se incorporan a un marco analítico mejorado que alguien de la comunidad científica elabora para explicar nuestra experiencia del poder social.
Para facilitar el proceso de comunicación con el lector, esbozaré la estructura y la secuencia del libro, que, en mi opinión, sigue la 1ógica de lo que acabo de presentar, Empiezo definiendo lo que entiendo por poder, El capítulo 1 intenta aclarar el significado de! poder proponiendo algunos elementos de la teoría del poder. Para ello utilizo algunas aportaciones clásicas de las ciencias sociales que me parecen oportunas y útiles para e! tipo de cuestiones que planteo. Se trata por supuesto de una lectura selectiva de las teorías sobre el poder, y de ningún modo debe interpretarse como un intento de posicionarme en el debate teórico. No escribo libros sobre libros. Uso las teorías, cualquier teoría, de la misma forma en que espero que mi teoría se utilice: como un conjunto de herramientas pata comprender la realidad social. Por eso utilizo lo que me parece útil y no tengo en cuenta lo que no está directamente relacionado con e! objeto de mi investigación, que son la mayoría de las aportaciones a la teoría del poder. Por lo tanto no me parece especialmente interesante contribuir a la deforestación del planeta imprimiendo papel para criticar trabajos que, a pesar de su elegancia intelectual o interés político, no están en el horizonte de mi investigación. Por otra parte, sitúo mi interpretación de las relaciones de poder en nuestro tipo de sociedad, que conceptualizo como sociedad red, que es a la Era de la Información lo que la sociedad industrial fue a la Era Industrial. No entraré en detalles de mi análisis de la sociedad red, ya que a ello dediqué una trilogía hace unos años. No obstante, en el capítulo 1 he sintetizado los elementos principales de la conceptualización de la sociedad red ya que sirven para comprender las relaciones de poder en el nuevo contexto histórico.
Después de establecer las bases conceptuales del análisis del poder, en el capítulo 2 continúo con una operación analítica similar referida a la comunicación. Sin embargo, cuando se trata de la comunicación, voy más allá e investigo empíricamente la estructura y la dinámica de la comunicación de masas bajo las condiciones de globalización y digitalización.
Analizo tanto los medios de comunicación de masas como las redes horizontales de la comunicación interactiva, centrándome en sus diferencias, así como en sus puntos coincidentes. Estudio la transformación de la audiencia de receptora de mensajes a emisora-receptora y exploro la relación entre esta transformación y el proceso de cambio cultural de nuestro mundo. Por último, identifico las relaciones de poder incorporadas en el sistema de comunicación de masas y en la infraestructura de redes de los que dependen las comunicaciones y exploro las conexiones entre empresa, medios de comunicación y política.
Una vez establecidos los determinantes estructurales de la relación entre poder y comunicación en la sociedad red, cambio la perspectiva de mi análisis pasando de la estructura a la agencia. Si el poder funciona actuando sobre la mente a través de los mensajes, hemos de comprender de qué forma la mente humana procesa estos mensajes y de qué forma se traduce este proceso en el ámbito político. Ésta es la transición analítica clave de este libro y quizás el elemento de la investigación que requiera el mayor esfuerzo por parte del lector (como a mí me lo exigió), ya que el análisis político está sólo empezando a integrar la determinación estructural con los procesos cognitivos. No me embarqué en esta complicada empresa para seguir una moda. Lo hice porque me parece reveladora la gran cantidad de literatura que se ha dedicado en la última década a investigaciones experimentales para desvelar los procesos de la toma de decisiones políticas individuales en términos de la relación entre procesos mentales, pensamiento metafórico y formación de imágenes políticas. Sin aceptar las premisas reduccionistas de algunos de estos experimentos, creo que la investigación de la escuela de la inteligencia emocional, así como otros trabajos de comunicación política, proporcionan un puente muy necesario entre la estructuración social y el procesamiento individual de las relaciones de poder. Las bases científicas de muchas de estas investigaciones se encuentran en los nuevos descubrimientos de la neurociencia y la ciencia cognitiva, representados, por ejemplo, en los trabajos de Antonio Damasio, Hanna Damasio, George Lakoff o Jerry Feldman. Por eso he anclado mi análisis de la relación entre comunicación y práctica política en estas teorías y en las pruebas empíricas que hay en el campo de la psicología política, como los trabajos de Drew Westen, que pueden entenderse mejor desde una perspectiva neurocientífica. Si bien no tengo una experiencia concreta en este campo, con la ayuda de mis colegas he intentado presentar en el capítulo 3 un análisis de las relaciones específicas entre emoción, cognición y política.
Después relaciono los resultados de este análisis con lo que se sabe sobre el condicionamiento de la comunicación política por parte de los actores sociales y políticos que intervienen deliberadamente en los medios y otras redes de comunicación para promover sus intereses a través de mecanismos como el establecimiento de la agenda, el enmarcado y preparación de noticias y otros mensajes. Para ilustrar el potencial valor explicativo de esta perspectiva y simplificar su complejidad, en el capítulo 3 continúo con el análisis empírico del proceso de desinformación del público estadounidense por parte del gobierno Bush en relación con la guerra de Irak. De esta forma espero trazar las implicaciones políticas prácticas de un enfoque analítico complicado. Los procesos son complejos, pero los resultados de dichos procesos son simples e importantes, ya que los procesos de comunicación habían inculcado el marco de la «guerra contra el terror» en las mentes de millones de personas, instilando la cultura del miedo en nuestras vidas.
Por consiguiente, los tres primeros capítulos de este libro están inextricablemente unidos, pues para comprender la construcción de las relaciones de poder a través de la comunicación en la sociedad red es necesario integrar tres componentes clave de los procesos estudiados separadamente en cada uno de los capítulos:
- Los determinantes estructurales del poder social y político en la sociedad red global.
- Los determinantes estructurales del proceso de comunicación de masas en las condiciones organizativas, culturales y tecnológicas de nuestra época.
- El procesamiento cognitivo de las señales que presenta el sistema de comunicación a la mente humana en relación con las prácticas sociales políticamente relevantes.
Entonces estaré en condiciones de realizar análisis empíricos concretos que se servirán, al menos hasta cierro punto, de los conceptos y hallazgos de los tres primeros capítulos, que en conjunto constituyen el marco teórico propuesto en este libro. El capítulo 4 explica y documenta por qué en la sociedad red la política es fundamentalmente una política rnediática, con especial hincapié en su epítome, la política del escándalo, y relacionando los resultados del análisis con la crisis mundial de legitimidad política que cuestiona el significado de la democracia en muchos lugares del mundo. El capítulo 5 explora de qué forma los movimientos sociales y los agentes del cambio político avanzan en nuestra sociedad mediante la reprogramación de las redes de comunicación, por lo que pueden transmitir mensajes que presentan nuevos valores a las mentes e inspiran esperanzas de cambio político. Ambos capítulos tratarán del papel específico de los medios de comunicación de masas y de las redes de comunicación horizontales, puesto que la política mediática y los movimientos sociales usan ambas redes y las redes de los medios y de Internet están interrelacionadas. Sin embargo, lo que yo supongo, e intentaré demostrar, es que cuanta más autonomía proporcionen las tecnologías de la comunicación a los usuarios, más oportunidades habrá de que los nuevos valores e intereses entren en el campo de la comunicación socializada y lleguen a la mente colectiva. Así pues, el auge de la autocomunicación de masas, como llamo a las nuevas formas de comunicación en red, aumenta las oportunidades de cambio social sin definir por ello el contenido y el objeto de dicho cambio social. Las personas, es decir, nosotros, somos ángeles y demonios al mismo tiempo, y nuestra mayor capacidad para actuar en sociedad proyectará simplemente lo que realmente somos en cada contexto espacio-temporal.
Para el análisis empírico me basaré en la investigación disponible, así como en algunos estudios de caso propios, de distintos contextos sociales, culturales y políticos. Hay no obstante una gran parte de material relativo a Estados Unidos, por la sencilla razón de que allí hay más estudios especializados en los temas que trato en este libro. Sin embargo, estoy convencido de que la perspectiva analítica que planteo en este libro no depende del contexto y puede servir para comprender los procesos políticos en distintos países, incluidos los del mundo en desarrollo. Esto se debe a que la sociedad red es global y las redes de comunicación son globales, mientras que los procesos cognitivos de la mente humana comparten características básicas universales, si bien con diferentes variaciones en sus manifestaciones culturales. Después de todo, las relaciones de poder han sido las relaciones fundamentales de la sociedad a lo largo de la historia y en todos los países y culturas. Y si las relaciones de poder se construyen en la mente a través de los procesos de comunicación, como intenta demostrar este libro, estas conexiones ocultas muy bien pudieran ser el código fuente de la condición humana.
Las luces del cine se han encendido. La sala se vacía lentamente mientras los espectadores transitan entre las imágenes de la pantalla y las de su vida. Hay cola para salir, una salida a cualquier sitio. Quizás resuenen todavía algunas de las frases de la película. Palabras como las del final de La tapadera de Martin Ritt.
En concreto, lo que dice Woody Allen a los macartistas: (Señores, no reconozco el derecho de este comité para hacerme esa clase de preguntas y, lo que es más, pueden irse ustedes a la mierda). A continuación, la imagen de Allen esposado camino de la cárcel. Poder y desafío al poder. Y el beso de la chica. Esposado, pero libre y amado. Un torbellino de imágenes, ideas y sentimientos.
De repente ve este libro. Lo he escrito para usted y lo he dejado para que lo encuentre. La cubierta le llama la atención. Comunicación. Poder.
Le dice algo. Alguna conexión se habrá establecido en su mente, porque ahora lo está leyendo. Pero no le digo lo que tiene que hacer.
Eso ya lo he aprendido en mi largo viaje. Yo libro mis batallas, no pido a otros que lo hagan, ni siquiera que me apoyen. Sin embargo, digo lo que pienso con mis palabras, digo lo que he aprendido en mi trabajo de investigador en ciencias sociales. Palabras que en este caso cuentan una historia sobre e! poder. En realidad, la historia del poder en el mundo en que vivimos. Y lo hago a mi manera, la única que conozco de desafiar a los poderes existentes: desvelando su presencia en nuestras mentes.
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