Pierre Bourdieu: Por una izquierda de izquierda (Pensamiento y acción, 1998)

Por una izquierda de izquierda

Pìerre Bourdieu

Tomado de Pensamiento y acción

Texto elaborado en el marco de la asociación «Raisons d’agir», firmado junto con Christophe Charle, Frédénc Lebaron, Gérard Mauger y Bernard Lacroix y publicado en Le Monde el 8 de abril de 1998.

Quince días después del viernes negro de las elecciones para las gobernaciones regionales, curanderos de toda clase se agitan en la cabecera de la República. Para uno, un cambio de régimen electoral permitiría a la democracia reencontrar sus colores moderados; para otro, sabio jurista, una revisión del sistema electoral activaría una democracia casi paralítica; para un tercero, exministro y fino estratega, fue la ausencia de un «centro» lo que transformó al Estado en un barco a la deriva, oscilando de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, con el riesgo de caer en la extrema derecha.

El más alto de los personajes del Estado, en un rol de padre noble quizás algo grande para él, reta a los partidos como a niños inquietos y promete el cambio de regla que hará que el juego siga sin los skinheads. Un viejo candidato a la presidencia, en un arranque de lucidez tardío, se pregunta si los electores no estarán hartos de asistir desde hace treinta años a la misma comedia. Los expertos en resultados electorales evalúan con un error mínimo los potenciales porcentajes de las nuevas coaliciones electorales en gestación.

Los tres últimos gobernadores regionales mal elegidos ya se pasean por los estudios de televisión: más que rehenes son murallas, sólo se unieron al Front National para sofocarlo mejor; no están lejos de proponerle a su consejo regional que vote con urgencia por la construcción de su propia estatua, a fin de ayudar a los artistas locales e impulsar la cultura regional y el civismo republicano.

Pero frente al triste espectáculo de nuestros medicastros político-mediáticos no alcanza con la irrisión. La respuesta «nueva» que pretenden aportar al creciente fascismo de una parte de la clase política y de la sociedad francesa está hecha a su propia imagen, superficial. Restringen el círculo de las preguntas que incomodan al vademécum habitual del futuro candidato a la próxima elección: ¿cómo no van a perderse los comicios europeos? ¿Cómo preparar las elecciones legislativas en caso de una nueva disolución? ¿A qué nuevo partido convendrá adherirse? Y muy pronto: ¿cómo reunir las voces de centro, tan postergadas?, etc. Esta es la concepción de la política que desde hace varios años resulta la aliada más segura del Frente Nacional: instrumental y cínica, más atenta a los intereses de los elegidos que a los problemas de los electores, las únicas soluciones que espera provienen de la manipulación de las reglas del juego electoral y mediático.

Las verdaderas preguntas poseen una amplitud completamente distinta: ¿por qué la izquierda plural, en menos de un año, quebró la dinámica de su victoria de último minuto mientras que ni siquiera tiene la excusa de indicadores económicos negativos? ¿Por qué tantos sufragios para las organizaciones que pretenden hallarse —fuera del juego político? ¿Por qué una parte de la derecha en perdición prefiere radicalizarse mientras está en el poder a través de una izquierda que realiza todos sus sueños? Con su tentación extremista, la derecha vuelve a jugar la partida ya perdida por el centro y la derecha alemana de comienzos de los años '30 bajo la República de Weimar. El Estado impotente suscita la indiferencia masiva de los electores por la República: es claro que no se va a votar para repartir prebendas, sofocar escándalos, vender servicios públicos al mejor postor ni ponerse en las manos de burocracias inamovibles e inaccesibles, nacionales e internacionales.

Al hacer implosión, la derecha francesa regresa a los turbios orígenes del régimen que fundó. Cuando los conservadores ya no saben qué conservar, están listos para llevar a cabo todas las revoluciones conservadoras. La persistencia del éxito electoral de un partido como el Front National, cuyo programa representaría la ruina de los electores más desprotegidos, a menudo no expresa otra cosa que la aversión a un personal político obstinadamente sordo y ciego a la desesperanza de las clases populares. Las falsas apariencias de la izquierda plural desencantan a los electores de izquierda, desmovilizan a los militantes y conducen a los más exasperados hacia la extrema izquierda. No sorprende en absoluto que los primeros en protestar hayan sido los marginados de la demagogia plural de una izquierda realmente singular: los indocumentados, los desocupados, los docentes.

Una reforma electoral no alcanzará para calmar las reivindicaciones a las cuales los ministros responden con la caridad manifiesta, el reparto calculado o los trucos astutos. Por no hablar de los excesos verbales arrogantes o demagógicos —que constituyen el reverso de la generosidad entusiasta de un mensaje movilizador— ni de las prácticas trágicamente semejantes a las de sus predecesores. A la izquierda oficial le cuesta desembarazarse de la dudosa herencia del mitterandismo: irrita a sus fieles sin poder esperar de sus enemigos el menor signo de satisfacción; aprovecha provisoriamente la mediocridad de sus adversarios sin proponer más que una política del día a día que no cambia nada esencial en la vida cotidiana de la gran mayoría de los ciudadanos. Cuando llegue el día del balance, quizás más cercano de lo que parece, con la amenaza otra vez disponible de la disolución, ¿qué podrá invocar para movilizar a los abstencionistas y disuadirlos de votar por el Front National? ¿Las pasantías para algunos, las 35 horas[32] el rigor ininterrumpido, una reforma de la educación transformada en showministerial, la fuga hacia adelante por una Europa de los banqueros? ¿Acaso creen que se puede seguir entorpeciendo el surgimiento de una Europa social con una «izquierda plural europea» animada por la troika neoliberal «Blair-Jospin-Shroeder»?

La izquierda de base todavía cree en la república social: ya es hora de que el cuarteto «Jospin-Chevènement-Hue-Voynet[33]» recuerde que las mayorías de izquierda abrieron paso al desastre cada vez que intentaron aplicar las políticas de sus adversarios y trataron a sus electores de idiotas amnésicos. Las verdaderas respuestas al fascismo rampante o declarado sólo puede provenir de los movimientos sociales que se desarrollan desde 1995. Con la condición de que se sepa entenderlas y expresarlas en vez de desacreditarlas por la difamación pública o los golpes solapados de viejos apparatchikspolíticos convertidos en hombres del aparato de Estado. En efecto, aquellas sugieren perspectivas políticas y a veces hasta avanzan proyectos y programas constituidos. La presión local en ciertas regiones de izquierda contribuyó a hacer entrar en razón a la derecha menos cerrada. Las manifestaciones anti-Front National dan cuenta de una capacidad militante que defiende causas más ambiciosas que el mero repudio del fascismo. El movimiento por la renovación de los servicios públicos —y en especial por una educación nacional más justa, tal como se expresa en Seine-Saint— Denis[34]— es lo opuesto de la crispación identitaria en torno a una institución arcaica: afirma la necesidad de servicios públicos eficaces e igualitarios en su funcionamiento y en sus efectos. El movimiento de los indocumentados, que padece los acosos de los «responsables» de todos los extremos, representa una resistencia colectiva contra la política obtusa que, en nombre de la lucha contra Le Pen, con frecuencia toma sus ideas y sus armas (con el éxito que ya conocemos…). El movimiento de desocupados se presenta como una «lucha giratoria», reiniciada sin cesar, contra los efectos destructivos de la precarización generalizada. Los movimientos recientes contra el AMI y en favor del impuesto a los capitales[35] revelan el afianzamiento de la resistencia al neoliberalismo: esta es, por naturaleza, internacional.

Estas fuerzas, sospechadas por nuestros profesionales de la manipulación de responder al avance de operadores externos, son aún minoritarias pero muestran un arraigo cada vez mayor, tanto en Francia como en otros países europeos, en la práctica de grupos militantes, sindicales y asociativos. Al internacionalizarse, estas podrán comenzar a oponerse en los hechos a la supuesta fatalidad de las «leyes económicas» y a humanizar el mundo social. El horizonte del movimiento social es una internacional de la resistencia al neoliberalismo y a todas las formas de conservadurismo.


Notas:

[32] Durante el gobierno de Jospin se bajó la semana laboral de 40 a 35 hs. (N. del E.)

[33] Cabezas de los grandes partidos de izquierda, con los siguientes matices: Jospin, socialista; Chevénement, independiente; Hue, comunista; Voynet, ecologista. (N. del E.)

[34] Referencia a las huelgas de los docentes llevadas a cabo en esa región en 1998. (N. del E.)

[35] La movilización internacional de información sobre el contenido del Acuerdo Multilateral sobre Inversiones (AMI) consiguió impedir que los Estados del G8 firmaran el convenio. La organización ATTAC —asociada a esta movilización—, cuyo objetivo original había sido la promoción de la tasa Tobin a los movimientos de capitales, ocupó un lugar central en el rechazo internacional de las políticas liberales de desregulación. (N. del E.)

Pierre Bourdieu: Por una izquierda de izquierda (Pensamiento y acción, 1998)
Pierre Bourdieu: Por una izquierda de izquierda (1998)

Pensamiento y acción

I. Apoyo a las luchas sociales

De diciembre de 1995 a «Raisons d’agir»

7. Por una izquierda de izquierda


Título original: Interventions 1961-2001. Sciences sociales et action politique. Textes choisis et presentes par Franck Poupeau et Thierry Discepolo

Pierre Bourdieu, 2002

Traducción: Octavio Kulesz

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