El trabajo industrial en la perspectiva de Max Weber. Una confrontación con el enfoque marxista
El trabajo industrial en la perspectiva de Max Weber
Una confrontación con el enfoque marxista
María Celia Duek
Max Weber: Sociología del trabajo industrial, 1908-1909 |
En este artículo pretendemos abordar un tramo de la obra de Max Weber poco discutido por los intérpretes y especialistas, como lo son sus estudios sobre el trabajo industrial de 1908-1909. Situados en el contexto de la preocupación por los problemas de la expansión del moderno capitalismo, estos estudios empíricos buscan establecer cómo se adaptan los obreros al trabajo industrial, cómo rinden y cómo son ellos rentables para las empresas. Nuestro trabajo intenta aportar una lectura e interpretación acerca de esos análisis, que cobran significación fundamentalmente como síntomas de un determinado interés cognitivo y de una determinada problemática teórica. Al tiempo que tratamos de dilucidar esa problemática, nos cuestionamos acerca de la posibilidad de encontrar en estos trabajos un punto de encuentro o una preocupación común con Marx.
A 91 años de su muerte, la obra de Max Weber sigue despertando un gran interés en el campo de las ciencias sociales y en particular de la sociología. Y es que este gran pensador alemán constituye indiscutidamente unos de los grandes clásicos de la sociología: de esa disciplina que surge en la Europa decimonónica como un intento de “oponer una nueva ciencia de la sociedad al fantasma del socialismo”, para usar la célebre expresión de Juan Carlos Portantiero. 1.
Si proponemos un análisis que involucra una relectura de Weber es porque nos situamos en el campo disciplinar en un lugar preciso: el de la revalorización de las teorías sociológicas “clásicas”. En el debate acerca de la importancia de los clásicos, nos posicionamos del lado de los que entienden que sus teorías ocupan un lugar central en la ciencia social contemporánea, y en oposición a quienes discuten esto y muestran escepticismo hacia los clásicos, afirmando que sus textos han de considerarse exclusivamente desde un punto de vista histórico 2.
La obra de Weber es vasta y nos hemos ocupado de ella en trabajos anteriores. Lo que nos interesa particularmente aquí es la perspectiva que este autor asume sobre el trabajo industrial en algunas investigaciones empíricas sobre el tema, que constituyen una parte menos conocida y debatida de la producción weberiana, si lo comparamos con los textos más trascendentes y difundidos (Economía y Sociedad, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Historia económica general, Ensayos sobre metodología sociológica, etc).
En 1872-1873, un grupo de “socialistas de cátedra”, reformadores sociales, aunque “libres de aspiraciones de clase”, había fundado en Alemania la “Asociación de Política Social”, con el objetivo de elaborar propuestas de política social que pudieran ser tenidas en cuenta por el Estado. Los “socialistas académicos” (Lujo Brentano, Heinrich Herkner, Wilhelm Roscher, Gustav Schmoller, Adolf Wagner) eran profesores universitarios que no aceptaban el ideal de la armonía social propio del pensamiento económico liberal. Se oponían al librecambio y luchaban por mejorar la situación de la clase obrera, aunque reconocían las formas de propiedad y producción existentes. Su propuesta ante los problemas del industrialismo, diferente por cierto a la de los socialistas o socialdemócratas, era que la economía se orientara por ideales éticos y que el Estado regulara los contratos de trabajo.
1. Portantiero, J.C. (2004). La sociología clásica: Durkheim y Weber. Buenos Aires: Editores de América Latina, pág. 36.
2. Para profundizar en este debate véase el artículo de Jeffrey Alexander “La centralidad de los clásicos”, donde el autor polemiza tanto con la crítica empirista a la tesis de la centralidad de los clásicos como con la humanista-historicista. (Giddens, A.
y Turner, J. (1990). La teoría social hoy. Madrid: Alianza Universidad).María Celia Duek El trabajo industrial en la perspectiva de Max Weber. Una confrontación con el enfoque marxista.
La Asociación se jactaba de haber superado las clases y los partidos y promovía una reforma social que representara un punto medio entre las consignas del laissez-faire de Manchester y las del marxismo revolucionario.
Max Weber ingresó a esta Asociación en su juventud, en la década del 80, cuando ésta abandonó la acción política y se dedicó exclusivamente a la actividad académica.
Junto con Sombart, Tönnies y su hermano Alfred Weber, Max perteneció a la generación “joven” de la Asociación, que se planteaba el problema de la actitud a adoptar con respecto a la obra de Marx y le daba una respuesta diferente a la de la generación más vieja.
“La generación joven aceptaba unánimemente la importancia de la obra de Marx; estaban de acuerdo en que el capitalismo y el conflicto de clases que engendraba eran parte constitutiva de las relaciones sociales modernas. La generación de edad más avanzada se negaba a aceptar el concepto de capitalismo, salvo para analizar algunos problemas económicos de poca importancia; por esto, la generación más joven pensaba que tales análisis eran, en el mejor de los casos, superficiales: la sociedad moderna no podía ser comprendida sino en función de un profundo conocimiento de la obra de Marx”. 3.
3. Beetham, D. (1979). Max Weber y la teoría política moderna. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, pág. 27.María Celia Duek El trabajo industrial en la perspectiva de Max Weber. Una confrontación con el enfoque marxista.
A comienzos de la década del 90, como miembro permanente de la Asociación y por encargo de la misma, Weber investigó las condiciones de vida de los obreros agrícolas alemanes situados al este del río Elba.
Las conclusiones de este trabajo, La situación de los trabajadores de las granjas al este del río Elba, se publicaron por primera vez en 1892, y en ellas se revela la posición nacionalista de Weber.
Casi dos décadas después, hacia 1908-1909, Max Weber participó de una investigación colectiva planeada también por la Asociación de Política Social y sugerida por Alfred Weber sobre “Selección y adaptación” de los obreros en la gran industria.
Esta iniciativa debe ser situada en el contexto de la preocupación habitual por los problemas del industrialismo moderno, por las consecuencias de la expansión capitalista y por la transformación de Alemania en un Estado industrial, preocupación que Weber compartía con el resto de los miembros de la Asociación y muchos de los representantes de la cultura alemana.
Como lo señala Marianne Weber en la biografía de su esposo, él era partidario del progreso tecnológico y del industrialismo, pues los entendía como condiciones indispensables para transformar a Alemania en una gran potencia. Weber y su amigo y líder del movimiento social cristiano, Friedrich Naumann, tenían “[...] una actitud positiva hacia la mecanización y el industrialismo como condición sine qua non para una gran potencia con una población creciente. No querían hacer girar hacia atrás las ruedas de la historia, sino combatir desde dentro los defectos del moderno sistema capitalista”4. Estos datos -creemos- no pueden ser soslayados a la hora de examinar las investigaciones que tomamos como objeto de este trabajo.
4. Weber, M. (1995). Biografía de Max Weber. México: Fondo de Cultura Económica, pág. 167.María Celia Duek.
Prosigamos. El problema central de esta investigación sobre “la industria y sus obreros”, basada en una gran encuesta, era doble. Por un lado, ¿qué tipo de personas produce la industria pesada moderna?, ¿qué efecto tiene la maquinaria sobre el carácter y el modo de vida?, ¿qué cualidades psicológicas promueven los diversos procesos industriales? Por otro lado, y de esto es de lo que más se ocupa efectivamente nuestro pensador, ¿hasta qué punto depende el desarrollo industrial de las características dadas de los obreros? Los temas de investigación fueron propuestos, dentro de la Asociación, por Alfred Weber y Heinrich Herkner. Alfred elaboró el “Plan de trabajo” y el “Cuestionario” y Max Weber se encargó de redactar una exposición sobre las cuestiones metodológicas de la investigación. El escrito de Weber, Introducción metodológica para las encuestas de la Asociación de Política Social sobre Selección y Adaptación de los obreros en las grandes fábricas, se publicó como libro por primera vez en 1908.
Paralelamente a esto, Weber emprendió personalmente una investigación concreta sobre los obreros de la industria textil en una fábrica de un tío suyo en Westfalia, tratando de descubrir las causas psicofísicas de las fluctuaciones en su rendimiento. Los resultados aparecieron en la revista Archiv (Archivo para la Ciencia Social y la Política Social) con el título de La psicofísica del trabajo industrial, como una serie de cuatro artículos publicados entre 1908 y 19095.
En este último trabajo, Weber no se limita a dar indicaciones generales y de método, sino que se sumerge en la investigación concreta del asunto en una empresa textil determinada, partiendo de los trabajos de psicología experimental de E. Kraepelin. Después de comentar los efectos que en la evolución de la curva de trabajo tienen la “fatiga”, la “práctica”, la “práctica previa” (dada por la formación escolar, el estilo de vida “practicado” por las confesiones religiosas, el origen urbano o rural, etc.), la “estimulación”, los “impulsos de la voluntad”, el “cambio de trabajo”, la “habituación”, las “pausas”, el procedimiento consiste en tomar los registros salariales de la fábrica de Westfalia y elaborar curvas de rendimiento individuales teniendo en cuenta edad, sexo, estado civil, tipo de telar, etc. Insiste en la significación de las características individuales, de las “biografías individuales”, para explicar los fundamentos de las diferencias en los rendimientos de los obreros y al final, en armonía con su “individualismo metodológico”6, rescata el concepto de “destino individual” contra el de “medio social”.
“Como se trata de obreros muy homogéneos en cuanto a su proveniencia, sería el destino individual quien, con toda seguridad, desempeñaría en este punto el papel decisivo (es el destino individual y no el impreciso concepto del milieu el que hay que contraponer a las ‘disposiciones naturales’) [...]”7. El concepto de medio social, piensa Weber, no nos dice nada si no se circunscribe a un sector claramente definible de las condiciones de vida y de los probables destinos individuales en los que se mueve un individuo o grupo de individuos.
Con estas dos investigaciones (la Introducción metodológica y la Psicofísica del trabajo industrial) encaradas desde las ciencias sociales y en particular desde la “economía”, Weber quiere examinar cómo se adaptan los obreros al sistema del trabajo industrial, cómo rinden y cómo son ellos rentables para las empresas.
5. Según Marianne Weber, el interés de Weber en estos trabajos estaba puesto principalmente en lo metodológico: aclarar si las ciencias de la herencia, las ciencias naturales y la psicología podían servir al análisis sociológico y si sus métodos de experimentos “exactos” de laboratorio eran aplicables. Concluye que estos métodos no resultan adecuados al análisis de las ciencias de la cultura, particularmente la economía en este caso (Weber, M. (1995). Biografía de Max Weber. Op. cit).
6. En trabajos previos hemos abordado lo que Weber denomina su “método individualista”, por lo que no nos extenderemos aquí sobre el asunto. Véase: Duek, C. (2009). “Individuo y Sociedad: perspectivas teórico-metodológicas en la sociología clásica”. Argumentos, Estudios críticos de la Sociedad, núm. 60, pp. 9-24. México; y Duek, C. e Inda, G. (2005). “Individualismo metodológico y concepción del Estado en Max Weber. La acción individual como productora del orden político”. Universum, año 20, vol. 1, pp. 5-24. Talca.
7 Weber, M. (1994a). “Psicofísica del trabajo industrial”, en M. Weber, Sociología del trabajo industrial. Madrid: Editorial Trotta, pág. 225.
Al decir “desde la economía”, recordemos que el autor que estamos examinando, a pesar de ser considerado uno de los tres grandes clásicos de la sociología, no fue desde siempre “sociólogo” sino que transitó, a lo largo de su trayectoria intelectual, de la historia a la sociología. Estudió jurisprudencia como su padre, se doctoró en derecho, se interesó por la filosofía, la historia y la economía, se dedicó en sus primeros trabajos a la historia económica y jurídica, luego a problemas de filosofía de la ciencia, y recién en la última década de su producción (1910-1920) se “convirtió” en sociólogo8 y se dedicó de lleno a establecer las bases de la “sociología comprensiva”, claramente distinta a la sociología francesa e inglesa de raigambre positivista. No es de extrañar entonces que encare estas investigaciones de 1908- 1909 desde la ciencia económica.
El objeto esencial entonces de las indagaciones que nos ocupan lo constituyen las condiciones del rendimiento laboral: determinar qué variables o factores hacen que éste sea mayor o menor. En otras palabras, el propósito es establecer las causas y consecuencias de las “diferencias de aptitud laboral” de los obreros entre sí.
En el primero de estos trabajos, la Introducción metodológica para las encuestas, Weber va planteando una serie de interrogantes que deben servir como guía para quienes colaborarían con la investigación, y que nos ayudan a nosotros a hacernos una idea del objeto y del enfoque seleccionados. ¿Han llevado las peculiaridades de la gran producción estandarizada a una transformación en la organización interna de los obreros, en su destino profesional e indirectamente en su destino extraprofesional y en sus características “humanas”?, ¿la industria se encuentra frenada por las características dadas de su mano de obra?, ¿hasta qué punto es posible atribuir las diferencias de aptitud laboral a diferencias biológicas transmitidas hereditariamente?, ¿cómo influye la proveniencia social, cultural, étnica y geográfica de los obreros sobre su capacidad de aprendizaje?, ¿cuánto tiempo lleva el “aprendizaje en la fábrica”, según edad, sexo, proveniencia y ocupación anterior de los trabajadores?, ¿qué costes aproximados tiene ese aprendizaje para la empresa, que tiene que poner a disposición máquinas y obreros instructores?, ¿evolucionan los obreros hacia una diferenciación cualitativa o hacia una mayor uniformidad?, ¿qué tipo de obreros y con qué tipo de calificación se eliminan por la instalación de nuevas tecnologías?
8. Usamos la expresión “se convirtió en sociólogo” porque el propio Weber utiliza esos términos en su carta a Robert Liefmann del 9 de marzo de 1920: “[...] Si me he convertido finalmente en sociólogo (porque tal es oficialmente mi profesión), es sobre todo para exorcizar el fantasma todavía vivo de los conceptos colectivos. En otras palabras: también el sociólogo debe apoyarse exclusivamente sobre la conducta del individuo, o de individuos más o menos numerosos, y por consiguiente aplicar un método estrictamente ‘individualista’” (Citado en Mommsen, W.. “La sociología política de Max Weber y su filosofía de la historia universal” en Parsons, T. y otros. (1971). Presencia de Max Weber. Selección de José Sazbón. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, pág. 121). Las cursivas son nuestras.
Estas preguntas, más que encontrar respuestas certeras y definitivas en los textos de la Sociología industrial –de hecho, en 1911 Weber insistía en el carácter provisorio y preliminar de los resultados de la encuesta y en la necesidad de tiempo y materiales nuevos para poder arribar a conclusiones “valiosas”9- son síntomas del interés cognoscitivo del autor y de la problemática que aborda. Y en eso reside nuestra atención.
Una cierta mirada de los clásicos de la sociología, en nuestra opinión superficial, podría encontrar aquí una preocupación común con Marx, o con el Marx de El capital, en tanto ambos se habrían interesado por la industria, por los obreros industriales, por la producción capitalista y sus condiciones de trabajo.
En términos más generales, que exceden la observación de estos ensayos en particular, se subraya desde una perspectiva de este tipo la “amplia gama temática que ambos comparten”. Tal vez el que inauguró este enfoque fue el profesor alemán Karl Löwith, con su clásica monografía de 1932 Max Weber and Karl Marx. Este ensayo fue muy original y anticipó muchas miradas sobre ambos clásicos de la sociología. En la Argentina no ha tenido una apropiada difusión ya que nunca fue editado en castellano.
9. Véase al respecto Abellán, J. (1994) Presentación a Weber, M. Sociología del trabajo industrial. Madrid: Editorial Trotta, pág. 12.
La tesis básica de Löwith es que la esfera de investigación de las teorías de Marx y Weber es esencialmente la misma: la organización capitalista de la economía y de la sociedad moderna. Uno en términos de “alienación”, y el otro en términos de “racionalización”, ambos ofrecen interpretaciones del mundo capitalista y de la condición del hombre moderno, y se preocupan fuertemente por su emancipación10.
En nuestro país, Julio Pinto asume una perspectiva similar al sostener que para comprender la relación entre las obras de Marx y Weber “[...] es necesario aproximarse reflexivamente a la cuestión, entendiendo que no se trata de ver en ellos a los polos opuestos de una dicotomía ideológica, sino a los dos pensadores más importantes de las ciencias sociales, cuyo interés científico se concentra –desde distintas perspectivas– en un mismo problema, el de la alienación humana que caracteriza a la modernidad y como consecuencia de ello, en la búsqueda de concretar la emancipación humana”. 11 Personalmente, no acordamos con estas apreciaciones por varias razones que exceden los límites de este trabajo y hemos desarrollado en otros artículos, pero además porque creemos que las preguntas que se plantea Weber, en los textos de su Sociología industrial, 12 por ejemplo, son distintas a las que motivan a Marx. Los términos del problema son diferentes y no sólo sus respuestas. A nuestro entender, sus problemáticas, en el sentido althusseriano del término, son diferentes, ya que suponen no simplemente respuestas distintas a las mismas preguntas, diferentes soluciones a los mismos problemas, sino una discontinuidad en el sistema de problemas en su conjunto.
Se impone ahora hacer mención a la radical diferencia de puntos de vistas para el planteamiento del asunto.
10. Löwith, K. (1993). Max Weber and Karl Marx. London: Routledge.
11. Pinto, J. (1998). Max Weber actual. Liberalismo ético y democracia. Buenos Aires: Eudeba, pág. 51.
12. Este es el título bajo el que se han agrupado en la edición en castellano los textos de Weber antes mencionados: Introducción metodológica para las encuestas de la Asociación de Política Social sobre Selección y Adaptación de los obreros en las grandes fábricas y La psicofísica del trabajo industrial.
Concretamente, hay una enorme distancia entre la pregunta de Marx por los mecanismos de la explotación capitalista, por el régimen capitalista de producción y las relaciones de producción y circulación que le corresponden, y la obsesión de Weber por las fluctuaciones en el rendimiento de los obreros.
Weber propone investigar el trabajo industrial desde la perspectiva de la economía, lo que para él significa, explícitamente, desde el criterio de la rentabilidad. Quiere determinar cuáles son los fundamentos de las diferencias de aptitudes laborales entre los obreros (origen social, cultural, étnico, geográfico, educación, caracteres hereditarios), cómo son sus rendimientos individuales y cómo son esos trabajadores, en definitiva, rentables para las empresas.
“Entre las distintas ‘perspectivas’ desde las que la economía aborda el trabajo, es la perspectiva más básica de todas, la de la rentabilidad de la economía privada, la que vamos a tomar en consideración, porque las cuestiones de rentabilidad son cuestiones de cálculo. En la cuestión de la ‘rentabilidad’, la capacidad de rendimiento del obrero es considerada exclusivamente en el mismo sentido que la rentabilidad de una clase cualquiera de carbón o de un mineral o de cualquier otra ‘materia prima’, de una fuente de energía o de una determinada máquina. El obrero es aquí, en principio, nada más que un medio de producción rentable (¡a ser posible!), con cuyas capacidades y ‘fallos’ hay que contar, como se cuenta con las de cualquier medio de producción mecánico. Sus capacidades se ‘calculan’, sobre la base de la experiencia presente, respondiendo a las dos preguntas siguientes; la primera es si con el rendimiento efectivo de unos obreros determinados, fundado en su capacidad de rendimiento y en su disposición hacia el trabajo, ha sido posible un determinado nivel de utilización de determinadas máquinas y materias primas de modo que los precios fijados por el mercado permitieran una ventas con beneficios [...], la segunda pregunta es: ¿con qué medios puede aumentarse el rendimiento de los obreros –tanto su capacidad de rendimiento como su disposición hacia el trabajo– de modo que un mayor aprovechamiento de las máquinas y de las materias primas y la consiguiente reducción de los costes salariales –a no confundir con la reducción del salario, que es harina de otro costal y no nos interesa en este momento– hagan posible un precio del producto que permita unas ventas con beneficios, o con mayores beneficios?”13.
Uno de los medios –responde Weber– es la bonificación de los aumentos de rendimiento mediante un sistema retributivo de destajo puro. Otro medio es el despido (o la amenaza de despido) de los obreros que rindan menos. Frente al hecho consumado de que la industria capitalista realiza de alguna manera una “selección” continua de los obreros rentables, pues es una necesidad básica existencial suya, la cuestión –dice– es simplemente determinar en qué forma se realiza esa selección. Y habría que observar –añade– si los sindicatos no realizan también una selección similar de sus miembros.
A diferencia de Marx, el salario, o el sistema salarial, le interesan a Weber no en relación al grado de explotación o al “trabajo no retribuido” o a la “plusvalía”, sino en relación a sus efectos sobre la actitud de los obreros respecto al trabajo e indirectamente en los rendimientos laborales y rentabilidad empresarial.
En segundo lugar, las posiciones desde donde se aborda el objeto en los dos clásicos son distintas. En El capital y también en obras anteriores, Marx encaró la crítica a la economía “burguesa”, crítica que representa –según sus palabras– a la clase social que tiene como misión histórica trastocar el modo de producción capitalista y finalmente abolir las clases: el proletariado.14 Entonces, si en su crítica de la economía política Marx escribe desde el punto de vista del proletariado, y es consciente de ello, en estos ensayos sobre el trabajo industrial Weber se sitúa deliberadamente en una posición “científica”, “objetiva” y por ende “neutral”.
13. Weber, M. (1994a). “Psicofísica del trabajo industrial”, en Weber, M. Sociología del trabajo industrial. Op. Cit., pág. 131-132.
En efecto, uno de los ejes de la confrontación de Weber con Marx (y con el marxismo en general) apunta a lo que el autor de La ‘objetividad’ cognoscitiva de la ciencia social y de la política social considera una concepción “normativa” de la historia15. Esto se hace evidente en la primera página de la Introducción metodológica, a pesar de que no se mencione expresamente a Marx.
Los marxistas toman posición, toman partido, o en el lenguaje weberiano, introducen “juicios de valor”. Weber en cambio postula el imperativo de la “neutralidad axiológica” o “neutralidad valorativa” como premisa de la imparcialidad científica:.
“La ‘Verein für Sozialpolitik’ se sitúa, en esta encuesta, en el terreno de un objetivo exclusivamente científico. Las publicaciones que se quieren hacer, así como las posibles explicaciones en relación a la encuesta, son ajenas a toda intencionalidad de ‘política social’ práctica. Su objetivo es puramente ‘científico-social’. No se trata de cómo haya que ‘juzgar’ la situación social de la gran industria ni de si la situación en la que la gran industria coloca a los obreros es agradable o no, ni de si alguien tiene la ‘culpa’ de estos aspectos desagradables y quién sea ese alguien; se trata exclusivamente de establecer objetivamente hechos y de indagar si tienen fundamento en las condiciones de existencia de la gran industria y en las características de sus obreros. Y los hechos que se pretenden determinar no residen tampoco en terrenos ni conducen a problemas que puedan ser acometidos con los instrumentos de la legislación [...] La ‘Verein’ no piensa en que la encuesta suministre, por ejemplo, material para emitir un juicio ‘moral’ sobre los implicados, sean los empresarios o los obreros. Estos propósitos no servirían de ninguna manera a la neutralidad científica de esta investigación. Todo el problema de que aquí se trata es, atendiendo a su propia naturaleza, un problema totalmente neutral desde el punto de vista de la política social [...]”. 16.
14. véase el Epílogo a la 2° edición de Marx, C. (1982). El capital. Crítica de la economía política, Tomo I. México: Fondo de Cultura Económica.
15. A partir de las ideas de Weber sobre la neutralidad científica, el weberiano Julien Freund contrapone la sociología científica de este autor a la sociología reformadora de Marx, Comte o Spencer, “mucho más doctrinal que científica” (Freund, J. (1986). Sociología de Max Weber. Barcelona: Ediciones Península, pág. 14).
Es una diferencia en las concepciones marxista y weberiana del conocimiento científico, epistemológica y metodológica si se quiere, que se enraiza a su vez en diferencias teóricas.
En tanto para la teoría marxista los conceptos de productividad del trabajo, de fuerza productiva del trabajo, de intensidad del trabajo, son inseparables del de lucha de clases, y la cuestión de la duración de la jornada de trabajo y del salario no son cuestiones de productividad sino de lucha de clases entre el capital y el trabajo, para Weber el problema de la selección de los obreros en las grandes fábricas y el del rendimiento laboral son problemas totalmente neutrales.
Y es que la crítica de la economía política que hace Marx, involucra no sólo una crítica a ciertas premisas puntuales de esa disciplina sino a la disciplina misma, en sus propias pretensiones de autonomía. Y esta también es una diferencia a marcar.
“Cuando Marx dio a El capital el subtítulo de: Crítica de la economía política, no quería solamente decir que se proponía criticar a los economistas clásicos, sino también la ilusión economicista (burguesa).
16 Weber, M. (1994b). “Introducción metodológica para las encuestas de la ‘Verein für Sozialpolitik’ (Asociación de Política Social) sobre Selección y Adaptación de los obreros en las grandes fábricas”, en Weber, M. Sociología del trabajo industrial. Madrid: Editorial Trotta, pág. 27-28.
Quería criticar radicalmente la ilusión burguesa que separa cuidadosamente, por un lado, la actividad de producción e intercambio y, por otro, las clases sociales, las luchas políticas, etc. Marx quería mostrar que todas las condiciones de la producción, de la circulación, de la distribución capitalistas (por lo tanto, toda la llamada economía política) están dominadas por la existencia de las clases sociales y la lucha de clases. [...] No hay producción económica ‘pura’, no hay circulación (intercambio) ‘pura’, ni hay distribución ‘pura’. Todos estos fenómenos económicos son procesos que tienen lugar bajo relaciones sociales que son en última instancia, es decir, bajo sus apariencias, relaciones de clase, y relaciones de clases antagónicas, es decir, relaciones de lucha de clases”. 17.
Pero hay más. Mientras que Marx insiste en la sección tercera del Tomo I de El capital (La producción de la plusvalía absoluta) en la importancia capital de la legislación fabril sobre la duración de la jornada de trabajo, legislación que como señala Engels “es seguramente un acto político”18, Weber subraya en su Sociología del trabajo industrial que los hechos de los que se ocupa no tienen que ver con los instrumentos de la legislación y hace hincapié en el carácter neutral o imparcial del planteo.
Para la teoría marxista, las relaciones de producción no son algo que viene a agregarse a las fuerzas productivas o al proceso de trabajo como simple “forma”. La distinción es sólo analítica, pero en realidad, las fuerzas productivas constituyen a la vez la base material y la forma de existencia histórica de las relaciones de producción. En este sentido, desde esta perspectiva teórica se considera un error economicista y tecnocrático pretender que existe una verdadera separación entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Y en todo caso, hecha la distinción analítica, abstraídos ambos elementos, son las relaciones de producción (relaciones de clase, en todos los modos de producción clasistas) las que dominan el proceso de producción en su conjunto (al menos en la perspectiva de El capital) y no a la inversa.
Por ejemplo, la cooperación, la división del trabajo agudizada entre los individuos, la utilización de máquinas que subordinan a la actividad humana, la aplicación de las ciencias a la producción, el desarrollo de la tecnología, son los métodos utilizados por el capital para elevar la productividad del trabajo (plusvalía relativa) y designan entonces al modo de organización específico del capitalismo. Como explica Etienne Balibar en uno de sus ensayos sobre el materialismo histórico, el capitalismo determina el desarrollo de las fuerzas productivas, necesita esta transformación incesante como medio para producir plusvalía. El análisis de la plusvalía relativa ilustra “[...] de qué modo determina el capitalismo una revolución industrial ininterrumpida (mientras que la ideología burguesa sigue representando hoy al capitalismo como una variante de la ‘sociedad industrial’, concibiendo a la revolución industrial como una evolución natural cuyo contenido no dependería para nada de las relaciones de producción -esto es, de explotacióncapitalistas). Pone de manifiesto que el desarrollo de las fuerzas productivas es la realización material de las relaciones de producción capitalistas”. 19.
En síntesis, para Marx, y para la teoría marxista en general, las fuerzas productivas no existen separadas de las relaciones de producción, y por tanto los mecanismos técnicos de la producción se encuentran sometidos a los mecanismos (de clase) de la explotación capitalista. En cambio Weber escamotea las relaciones de clase, el interés de clase, la lucha de clases, por decirlo de algún modo, y propone un estudio técnico, desde un punto de vista estrictamente “científico”, economicista, de la gran industria moderna.
17. Althusser, L. (1977). Posiciones. Barcelona: Editorial Anagrama, pág. 65.
18 Engels, F. (1957). “Carta a C. Schmidt del 27 de octubre de 1890” en Marx, C. y Engels, F. Correspondencia. Buenos Aires: Editorial Cartago, pág. 314.
19. Balibar, E. (1984). Cinco ensayos de materialismo histórico. México: Distribuciones Fontamara, pág. 56-57.
No obstante, desde la consideración marxista, la perspectiva de la rentabilidad propuesta por Weber no es “neutral” sino que, muy por el contrario, es la perspectiva de la clase interesada en la rentabilidad, es decir, la capitalista.
Concluyendo, aunque Weber pretenda excluir del análisis científico toda “toma de posición”, toda “posición de clase”, esto no es posible.
En otras palabras, el tipo de preguntas que guían la investigación de Weber en estos trabajos de 1908-1909 expresan de alguna manera la posición burguesa que en otros escritos Weber reconoce tener. Según Wolfgang Mommsen, él mismo se autocalifica para esta época como “burgués con conciencia de clase”. 20.
Podemos citar también, a modo de ejemplo, el poco conocido El poder del Estado y la dignidad de la vocación académica, título bajo el que se reúnen una serie de artículos de Weber sobre problemas universitarios, dispersos en periódicos y revistas alemanas de los años 1908, 1909, 1911 y 1917, donde Weber señala: 21 “Como he sido acusado en un periódico de subvalorar a los ‘comerciantes’, permítaseme decir que mi apellido viene de una familia de pañeros de Westfalia y que en ningún momento niego mi fidelidad a esta estirpe burguesa, como lo hacen permanentemente los círculos de los cuales he estado hablando”. 22.
20 Mommsen, W. (1971). “La sociología política de Max Weber y su filosofía de la historia universal” en T. Parsons. y otros. Presencia de Max Weber. Selección de José Sazbón. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, pág. 109.
21. El párrafo transcrito corresponde al artículo Las escuelas de comercio: una respuesta, publicado originalmente en la edición matutina del Berliner Tageblatt und Handlen Zeitung (Diario y Gaceta Comercial de Berlín) del 27 de octubre de 1911.
22. Weber, M. (1990). “El poder del Estado y la dignidad de la vocación académica”. Revista Colombiana de Educación, núm. 21, pág. 42. Bogotá.
Por otra parte, el tratamiento diferencial de la producción industrial por parte de Marx y Weber, o si se quiere, la separación que establece Weber entre la organización de la producción y las relaciones sociales de producción, o lo que no es más que otra expresión de lo mismo, entre la fábrica moderna y su carácter capitalista, se refleja con total claridad en el último párrafo de su Introducción metodológica. En él recupera una reflexión de su hermano Alfred, que comparte. Dice: “[...] que la fatídica significación de la estructura de este singular ‘aparato’ que la organización de la producción de la gran industria le ‘ha puesto sobre la cabeza’ a la población sobrepasa incluso la trascendencia de la cuestión de si la ‘organización’ de la producción es ‘capitalista’ o ‘socialista’, porque la existencia de este ‘aparato’ como tal es independiente de esa alternativa. En realidad, la fábrica moderna es independiente de esa alternativa; con su jerarquía de puestos, con su disciplina, con el encadenamiento de sus obreros a las máquinas, con el hacinamiento y, al mismo tiempo, el aislamiento de los obreros (en comparación, por ejemplo, con las hilanderías del pasado), con su terrible aparato calculador, que se introduce hasta en el movimiento más sencillo de los obreros, tiene unos amplios efectos sobre los hombres y sobre su ‘estilo de vida’, que le son totalmente específicos y propios. Por supuesto que la sustitución de la actual ‘selección’ según el principio de la rentabilidad de la economía privada –que encadena la existencia de todos los proscritos (Gebannten) de la fábrica, mandando u obedeciendo, a la decisión del cálculo privado de costes y beneficios del empresario– por alguna forma de ‘solidaridad’ de una economía sin afán de lucro cambiaría radicalmente el espíritu que vive actualmente en este terrible caparazón y nadie puede ni siquiera imaginar con qué consecuencias. En la encuesta presente no entran en consideración tales perspectivas; deben contentarse para su justificación con el hecho de que el ‘aparato’, tal como es en la actualidad, y con las consecuencias que tiene y que van a ser investigadas aquí, ha transformado el rostro espiritual del género humano casi hasta no poder reconocerlo y lo seguirá transformando” 23.
23 Weber, M. (1994b). “Introducción metodológica para las encuestas de la ‘Verein für Sozialpolitik’ (Asociación de Política Social) sobre Selección y Adaptación de los obreros en las grandes fábricas”, en Weber, M. Sociología del trabajo industrial. Op. cit, pág. 73-74.
Lo que subyace a estos planteos es que para Weber el análisis del trabajo en la “gran industria” moderna puede hacerse prescindiendo del concepto de explotación: su introducción estaría a un paso de lo que constituye la formulación de un juicio de valor o de una toma de posición. Para el marxismo, por el contrario, ningún análisis de las condiciones del trabajo en el régimen capitalista de producción puede dejar a un lado esta pieza teórica esencial.
Cabe indicar, antes de terminar, que esta tesis de la independencia de la organización técnica de una asociación respecto de sus formas de funcionamiento (capitalista o socialista) no tiene sólo una aparición coyuntural en este escrito sino que reaparece nuevamente en la producción weberiana en trabajos posteriores como Economía y Sociedad y El socialismo, cuando el autor se refiere a la inevitable burocratización universal. En la economía moderna –sostiene Weber– lo mismo que en la esfera política, la del Estado moderno, la estructura burocrática, con su cuerpo de funcionarios a sueldo y su especialización profesional cada vez más intensa, es inevitable, independientemente del carácter capitalista o socialista de la organización. Sin la burocracia –afirma– es imposible dirigir la economía moderna, dada la mayor eficacia de este tipo de acción conjunta. La separación del trabajador de los medios de producción, que es sin duda una de las características de la economía moderna, está determinada por “la naturaleza misma de la técnica moderna”24.
Ya sea que las empresas sean explotadas por empresarios privados o por el Estado –agrega– el trabajador no será dueño de los instrumentos con que produce, ni consiguientemente, del producto.
Una vez más, entonces, son las condiciones “técnicas” (la naturaleza de la técnica moderna, la forma burocrática de organización, etc.) las que aparecen en el planteo como dominando las condiciones “sociales”.
24. Weber, M. (2003). “El socialismo”, en Weber, M. Obras selectas. Buenos Aires: Distal, pág. 230.
En síntesis, hemos podido advertir a lo largo del análisis las insalvables diferencias en las formas de abordar el tema de la producción capitalista entre Weber y Marx. Como hemos procurado mostrar, la problemática de Marx de la “explotación” capitalista es cualitativamente diferente de la problemática de Weber de las “aptitudes” y “rendimientos” de los obreros. El concepto de “productividad” y la cuestión de la jornada de trabajo y del salario, inseparables en un caso de la lucha de clases, son en el otro caso problemas totalmente neutrales, o susceptibles de un estudio objetivo y neutral. El aparato industrial moderno, la fábrica y su organización del trabajo, que para el marxismo son impensables abstraídos de su carácter capitalista, para Weber son “independientes” de la alternativa capitalista o socialista.
Si bien es indiscutible que no tienen la trascendencia ni el peso teórico de otros escritos muchos más célebres de la producción de Weber, los textos de la Sociología del trabajo industrial guardan interés en la medida en que nos permiten identificar el punto de vista del autor y los términos en los que es pensado un problema vital de la naciente sociología, como lo es el trabajo en la gran industria moderna. Al mismo tiempo estos trabajos empíricos nos han posibilitado relacionar posiciones teóricas y posiciones políticas, ya que como estableció Nicola De Feo en su Introducción a Weber, “la pertenencia a la clase burguesa alemana de la segunda mitad del siglo XIX, los ‘sentimientos’, la ‘visión del mundo’ y los ‘ideales’ burgueses de ese liberalismo (…) son los datos contextuales, vale decir, históricos y sociales, en cuyo seno se forma, se desarrolla y se define la compleja problemática teórica y política de Max Weber”. 25.
25. De Feo, N. (2007). Introducción a Weber. Buenos Aires: Amorrortu, pág. 9.
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