Acerca de la comunidad de Zygmunt Bauman (Modernidad líquida, 1999)
Acerca de la comunidad de Zygmunt Bauman
Reflexiones acerca del Cap. 5 de Modernidad Líquida (1999)
Este capítulo tiene un abanico amplio de temas, y Bauman salta de uno a otro con una prosa atlética. En efecto, el capítulo comienza remontándose a los iluministas y al poder de la razón al que apelaron Decartes, Bacon y Kant entre otros. La razón iluminista proponía la liberación de los prejuicios, las supersticiones y los miedos infundados, productos de la ignorancia de las leyes de la naturaleza. El poder de la razón, que sentó las bases del pensamiento político liberal, en contra de los conservadores y los reaccionarios, liberaría al hombre de la esclavitud del destino manifiesto y del peso de la tradición y la religión.
El liberalismo pondría el énfasis en la elección racional individual, en la potencia creadora del hombre, pero se produciría la “paradoja de la comunidad”. Por tal paradoja Bauman entiende que la comunidad (o la idea de comunidad) nacería de la elección individual a la vez que la comunidad (por ejemplo en el sentido de Durkheim) niega la elección individual. Si bien es una contradicción lógica, no lo es de ningún modo desde el punto de vista sociológico. Luego va a profundizar estas ideas al decir que solo podemos elegir “pertenecer a una comunidad que ya pertenecemos” (un ejemplo sería desear pertenecer a la comunidad de los alemanes, siendo que él ya sería un alemán; o a la comunidad de los católicos, siéndolo ya uno).
A partir de esta idea de comunidad nacería prontamente la ideología conservadora, que gira alrededor de ella, y estará opuesta al individualismo y a su contraparte ideológica: el liberalismo. El comunitarismo como idea política y social nace como reacción previsible a la acelerada licuefacción (vida líquida) de la vida moderna, que producirá un desequilibro entre libertad/seguridad. ¿Resignamos seguridad en nombre de la libertad, o a la inversa? Quienes ponen el foco en la seguridad adoptarán el comunitarismo como respuesta a la precarización de las condiciones laborales cortoplacistas y a la incertidumbre respecto a la vejez y la seguridad social. La comunidad es en este sentido la promesa de un refugio seguro.
Dirá Jock Young citado por Bauman: “Mientras la comunidad colapsa, la identidad se inventa”. Pero la comunidad buscada en la era de la modernidad líquida, en medio de los cambios constantes, impredecibles y confusos ya no es la Gemeinschaft de la que habló Tonnies (que podríamos equiparar con la solidad mecánica de Durkheim o con el sistema de vida monárquico o tradicional del antiguo régimen), porque ya no se puede volver atrás, a los tiempos pre-revolucionarios.
Para diferenciar aquella comunidad idílica de la idea actual de comunidad buscada por los individuos más conservadores de la sociedad, llama a aquélla (qué es la actual) la comunidad del “dogma comunitario”, y que puede vincularse al nacionalismo y al patriotismo presentes. El actual deseo comunitario en medio de la globalización surge de la búsqueda de grupos de referencia de identidad, del cual nace otra paradoja: “solo se puede elegir el grupo específico al que ya pertenecemos”. De modo que Bauman invierte la frase y dice que lo que buscamos con la pertenencia a una comunidad no es elegir una entre varias que tenemos a disposición, sino no dejar de pertenecer a la que integramos. Un español conservador, católico y antiglobalización bregará por no dejar de pertenecer a su comunidad nacional, antes que golpear a la puerta para pedir entrar en ella. En este caso, el comunitario parece ser una actitud defensiva, que entre los dilemas de “pertenencia” o “desamparo”, “hogar” o “desarraigo”, escoge lo primero.
Estado-Nación. Hacia el final del capítulo el autor traer a colación la noción moderna de Estado-nación, promotor del principio de unidad étnica cuando se busca la comunidad en los tiempos modernos.
Bauman definirá la modernidad como la “cesión de libertades como transacción por la comodidad de disfrutar de un cierto nivel de beneficios y seguridad”. La modernidad líquida invierte este proceso: mayor libertad individual produce inseguridad e incertidumbre. Pero el Estado-nación (vaya otra paradoja) avanzará rompiendo las antiguas comunidades, luchando contra las autonomías locales, contra el parroquialismo, los dialectos y las costumbres locales; y promoviendo un leguaje y una memoria histórica unificada a expensas de las tradiciones comunitarias. De este proceso nacerá un lenguaje oficial, un sistema educativo y un sistema legal unificado. La misma creación del Estado-nación, caro a los nacionalistas que buscan un refugio comunitario, nació justamente destruyendo comunidades a su paso; aunque más allá de esta posible incongruencia, es un hecho que el patriotismo y el nacionalismo buscan un nosotros defensivo, es decir, una autoprotección contra la confusión y el caos.
En los tiempos modernos la nación fue “la otra cara” del Estado, y su arma principal para lograr soberanía territorial y poblacional. Pero el mundo global sin Estado-nación es una desacreditación del principio de soberanía. Este mundo global avanza con ayuda de los estados directamente sobre las comunidades neotribales (un concepto que habría que definir) ofreciendo una violencia desregulada (quizá porque no haya un marco normativo en cual opere), y no una violencia legítima como la había conceptualizado Weber a principios del siglo XX.
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Fuente:
Bauman, Zygmunt. Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica, México, 2009.
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