Tom Bottomore: La sociología marxista (Cap. 1: Introducción)

La sociología marxista

Tom Bottomore


1. Introducción

La polémica acerca de la sociología marxista viene de hace tiempo. De hecho puede decirse que comenzó con el propio Marx. No tanto en sus referencias de pasada a Comte, cuanto en aquellos pasajes — demasiado escasos, por desgracia— en los que discurría acerca de los objetivos y métodos de sus propios estudios.

Las críticas de Marx a Comte, y aún más a sus discípulos franceses e ingleses, no iban dirigidas contra los intentos comtianos de construir una ciencia social general y de formular leyes históricas (es decir, contra su «positivismo»)l, sino contra la forma de que esa nueva ciencia se revestía y contra las doctrinas políticas derivadas de ella. La síntesis comtiana, pensaba Marx, era «pobre por comparación con Hegel» 2. Esta comparación es aleccionadora, por cuanto uno de los elementos principales de la teoría comtiana, al que Marx habría sido particularmente hostil, es la «ley de los tres estadios», que interpreta la evolución histórica en función del desarrollo de la razón, aspecto en el que se asemeja a la filosofía hegeliana de la historia. En otro momento, al referirse a las ideas del positivista inglés E. S. Beesly, Marx apuntaba que «el positivismo equivale a ignorancia de todo lo positivo» 3. Esta frase debe entenderse de nuevo como una crítica a la tendencia de los positivistas comtianos a destacar los factores morales e intelectuales por encima de los cambios económicos y las relaciones de clase a la hora de explicar la evolución social.

Marx, es indudable, estimaba que su propia ciencia social se acercaba más a lo que debe entenderse por ciencia positiva que el positivismo de Comte; éste era un aspecto de su pensamiento firmemente enraizado aún antes de haber leído a este último. En realidad, esta idea derivaba en parte de las mismas fuentes que las teorías comtianas, es decir, de los escritos de Saint-Simon, y se afianzó con el conocimiento de la nueva ciencia social que exponía Lorenz von Stein en la primera edición (1842) de su estudio acerca de los pensadores socialistas franceses titulado El movimiento social en Francia.

Pero a Marx llegaba otra corriente intelectual que provenía de sus lecturas de Kant, Fichte y Hegel. Desde esta perspectiva, la cuestión principal no residía en la elaboración de una ciencia susceptible de proporcionar una rigurosa descripción causal de los hechos sociales, sino en la superación de la barrera entre «ser» y «deber ser» que Kant había erigido y el positivismo reafirmado. Así se posibilitaría la construcción de una teoría de la ética y de la política capaz de sustentar una intervención en la vida social que se basase en algo más que el capricho personal. Marx luchó largamente con el problema de cómo hallar la «Idea de la realidad misma» 4, hasta que llegó al giro crucial en su pensamiento con el descubrimiento del «proletariado», que era al mismo tiempo producto necesario de la sociedad capitalista moderna y la encarnación o el representante en la realidad de un nuevo ideal político y moral.

En su concepción del proletariado como clase revolucionaria y, de forma más general, en su planteamiento sobre la función de las clases sociales en el desarrollo histórico de la sociedad, Marx consiguió reunir las dos corrientes que influían en su pensamiento: el positivismo y el hegelianismo. Lo que no resulta en absoluto claro es que consiguiera integrarlos en una concepción metodológica satisfactoria de la naturaleza de una ciencia social general, en vez de yuxtaponerlos en el seno de una específica coyuntura histórica que oscurecía el problema de la tensión entre explicación y valoración. Marx nunca escribió una exposición de su propia metodología al estilo de Las reglas del método sociológico de Durkheim o del largo trabajo de Max Weber sobre «La objetividad en la ciencia y en la política sociales»; tampoco su obra recibió una amplia atención crítica durante su vida, lo que le hubiese obligado a defender sus teorías de modo sistemático. Como señaló Croce, «…la doctrina del materialismo histórico no está recogida en ningún libro clásico y definitivo...». Así pues, las perspectivas metodológicas de Marx en relación con las dos líneas de pensamiento que he señalado han de reconstruirse a partir de comentarios fragmentarios y dispersos, lo que ha permitido notables divergencias entre sus intérpretes posteriores.

En este trabajo, no me ocuparé directamente de la metodología del propio Marx 5, sino sobre todo de las interpretaciones dadas por escritores marxistas posteriores, quienes a partir de aquéllas expusieron tesis sociológicas propias, criticaron a otras teorías sociológicas o, de forma más general, pusieron en cuestión el papel de la sociología como ciencia de la sociedad. Para ello, basta con señalar como punto de partida que las ideas de Marx eran susceptibles de dar lugar, por un lado, a una sociología ampliamente positivista y, por otro, a un talante intelectual que ha sido habitualmente denominado «filosofía crítica»; y que dichas posibilidades convivían desde un principio en su pensamiento, aun cuando el énfasis fuera más hegeliano en los escritos de juventud y más positivista en los de la madurez.

Si queremos iluminar esta distinción, podemos comparar las afirmaciones de Marx en sus Tesis sobre Feuerbach sobre la incapacidad de Feuerbach para «comprender la importancia de la actividad 'revolucionaria’, de la actividad 'críticopráctica’», sobre la comprensión racional de «la coincidencia del cambio de las circunstancias con el de la actividad humana o cambio de los hombre mismos» como práctica revolucionaria, y sobre la necesidad de cambiar el mundo tanto como, o en vez de interpretarlo, con su cita aprobatoria en el prefacio a la segunda edición alemana del Capital, primer tomo, de uno de los pocos recensores serios de su libro: «Marx concibe el movimiento social como un proceso histórico-natural regido por leyes que no sólo son independientes de la voluntad, la conciencia y la intención de los hombres, sino que además determinan su voluntad, conciencia e intenciones». Acerca de esto, Marx señalaba que el recensor «describe tan adecuadamente... el método que realmente he usado... el método dialéctico».

Frente a esto, habría que señalar que en sus escritos de juventud Marx formulaba ya la idea de una ciencia positiva de la sociedad al escribir en sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844 que «la ciencia natural incorporará algún día la ciencia del hombre, del mismo modo que la ciencia del hombre incorporará la ciencia natural; existirá solamente una ciencia única», o que «las ciencias naturales... se convertirán en la base de la ciencia del hombre»; y en La ideología alemana, de 1845, que «allí donde acaba la especulación — en la vida real— comienza la verdadera ciencia positiva: la representación del proceso práctico del desarrollo humano». A la inversa, todavía pueden encontrarse en los escritos de madurez de Marx — pese al dominio aparente de una sociología determinista— argumentos a favor de la libertad y creatividad humanas, y por tanto la capacidad del hombre para intervenir consciente y deliberadamente para cambiar el desarrollo de la vida social; por ejemplo, en numerosos pasajes de ' los Grundrisse (1857-8) al defender la aparición , de un nuevo tipo de hombre, más rico, más complejo, en la sociedad moderna, que tiene que luchar contra los límites que le impone el sistema social capitalista, o en el prefacio a la Etiquete ouvriére (1880) en donde llama a los obreros industriales a entrar en lucha para «remediar los males sociales que padecen».

El estudio y la elaboración de estos dos temas — ciencia y revolución— llena la historia del pensamiento marxista durante el siglo pasado. El desarrollo de este pensamiento se efectuó en medio de profundos cambios económicos y políticos, en un medio intelectual ampliamente afectado por el impresionante crecimiento de las ciencias sociales.

Pero no voy a ocuparme aquí de examinar detalladamente su contexto, de realizar una historia de las ideas o una interpretación sociológica del pensamiento marxista7. Mi primer objetivo será elucidar los fundamentos teóricos que han servido de base a los intentos de establecer el marxismo como un sistema sociológico, para proceder después a una evaluación de las críticas dirigidas contra esas empresas por aquellos pensadores que consideran al marxismo como una concepción filosófica del mundo o como una filosofía crítica de la historia — críticas que suelen convertirse en verdaderas argumentaciones en contra de la posibilidad o deseabilidad misma de cualquier ciencia social positivista. Tales controversias han girado — en su gran mayoría— en torno al problema de la relación entre teoría social y práctica social. Una descripción analítica de este problema, que de nuevo se ha convertido en el punto central de amplias discusiones metodológicas entre los sociólogos, permitirá dibujar con mayor nitidez los aspectos fundamentales de las opiniones contrapuestas. Finalmente, examinaré basta qué punto y de qué modo el uso de conceptos marxistas o de lo que vagamente se denomina «método marxista» ha servido o puede servir para hacer progresar el análisis de nuestro entorno institucional y las tendencias básicas de desarrollo en las sociedades modernas.

Tom Bottomore: La sociología marxista (1. Introducción)
Tom Bottomore: La sociología marxista (1. Introducción)

Tom Bottomore: La sociología marxista (1975).

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