Herbert Blumer: La posición metodológica del interaccionismo simbólico (El Interaccionismo Simbólico: Perspectiva y método, 1969)
La posición metodológica del interaccionismo simbólico
Herbert Blumer
Tomado de El Interaccionismo Simbólico: Perspectiva y método, Cap. 1
Se ha recurrido al término "interaccionismo simbólico" para designar un enfoque relativamente definido del estudio de la vida de los grupos humanos y del comportamiento del hombre1. Entre los numerosos especialistas que han utilizado dicho enfoque o contribuido a su consolidación intelectual, figuran autores norteamericanos tan notables como George Herbert Mead, John Dewey, W.I. Thomas, Robert E. Park, William James, Charles Horton Cooley, Florian Znaniecki, James Mark Baldwin, Robert Redfield y Louis Wirth. A pesar de existir diferencias significativas en la línea de pensamiento de los mencionados expertos, su forma de considerar y estudiar la vida de los grupos humanos es, en general, muy parecida. El concepto de interaccionismo simbólico se ha ido forjando en torno a esta semejanza general. Sin embargo hasta ahora no se ha formulado claramente la postura que defiende dicho concepto y, sobre todo, no existe una exposición razonada del valor metodológico de este tipo de enfoque. El presente ensayo es un intento de llevar a cabo dicha exposición. Me baso, principalmente, en el pensamiento de George Herbert Mead, que, más que ningún otro, puso los cimientos del enfoque el interaccionismo simbólico, pero me he visto obligado a desarrollar mi propio punto de vista para abordar explícitamente muchos temas cruciales que sólo estaban implícitos en las ideas de Mead y otros autores y para tratar cuestiones críticas que ellos habían omitido. Así pues, en su mayor parte, asumo la entera responsabilidad de las opiniones y análisis expuestos en este libro, sobre lodo en lo que se refiere al tratamiento de la metodología: la discusión de este tema me pertenece por completo. El esquema que he adoptado se propone perfilar, en primer término, la naturaleza de la interacción simbólica: a continuación trata de establecer los principios normativos de la metodología en el caso de la ciencia empírica; y por último, busca definir específicamente la posición metodológica del interaccionismo simbólico.
Naturaleza del interaccionismo simbólico
El interaccionismo se basa en los más recientes análisis de tres sencillas premisas. La primera es que el ser humano orienta sus actos hacia las cosas en función de lo que éstas significan para él. Al decir cosas nos referimos a todo aquello que una persona puede percibir en su mundo: objetos físicos, como árboles o sillas; otras personas, como una madre o un dependiente de comercio; categorías de seres humanos, como amigos o enemigos; instituciones, como una escuela o un gobierno; ideales importantes, como la independencia individual o la honradez: actividades ajenas, como las órdenes o peticiones de los demás: y las situaciones de todo tipo que un individuo afronta en su vida cotidiana. La segunda premisa es que el significado de estas cosas se deriva de, o surge como consecuencia de la interacción social que cada cual mantiene con el prójimo. La tercera es que los significados se manipulan y modifican mediante un proceso interpretativo desarrollado por la persona al enfrentarse con las cosas que va hallando a su paso. Quisiera hablar brevemente de cada una de estas tres premisas fundamentales.
Se diría que pocos especialistas consideran errónea la primera premisa: que los seres humanos orientan sus actos hacia las cosas en función de lo que éstas significan para ellos. Sin embargo, por extraño que parezca, prácticamente en toda la labor y el pensamiento de la ciencia psicológica y social contemporánea se ha ignorado o descartado este elemental aserto, o bien se da por sobreentendido el "significado" y en consecuencia, se le da de lado como poco importante, o bien se le considera como un mero vínculo neutral entre los factores responsables del comportamiento humano y este mismo comportamiento considerado como producto de dichos factores. Podemos apreciar este hecho claramente en la actitud predominante de las ciencias psicológica y social en la actualidad. Es tendencia común en ambas ramas científicas el estimar que el comportamiento humano es el producto de los diversos factores que influyen en las personas; el interés se centra en la conducta y en los factores que se considera la provocan. Así, los psicólogos atribuyen determinadas formas o ejemplos de comportamiento humano a factores tales como estímulos, actitudes, motivaciones conscientes o inconscientes, diversos tipos de input psicológico, percepción y conocimiento, y distintos aspectos de la organización personal. De modo parecido, los sociólogos basan sus explicaciones en otros factores, como la posición social, exigencias del status, papeles sociales, preceptos culturales, normas y valores, presiones del medio y afiliación a grupos. En ambos esquemas psicológicos y sociológicos típicos, los significados de las cosas para los seres humanos agentes, son ya evitados, ya englobados en los factores a los que se recurre para explicar su comportamiento. Si se admite que los tipos de comportamiento dados son el resultado de aquellos factores concretos que se considera que los motivan, no hay necesidad de preocupación por el significado de las cosas hacia las que se encamina la actuación humana: basta con determinar los factores desencadenantes y el comportamiento consiguiente o, si es preciso, con tratar de integrar en el conjunto el elemento "significado", bien considerándolo como un vínculo neutral entre éstos y la conducta a que se supone dan lugar. En el primero de los casos el significado desaparece al ser absorbido por los factores desencadenantes o causales: en el segundo se convierte en un mero lazo de transmisión que puede ser ignorado en beneficio de los factores citados.
El punto de vista del interaccionismo simbólico, por el contrario, sostiene que el significado que las cosas encierran para el ser humano constituye un elemento central en sí mismo. Se considera que ignorar el significado de las cosas conforme al cual actúan las personas equivale falsear el comportamiento sometido a estudio. por estimarse que el hecho de restar importancia al significado en beneficio de los factores que supuesta motivan la conducta, constituye una lamentable negligencia del papel que el significado desempeña en la formación del comportamiento.
La sencilla premisa de que el ser humano orienta sus actos en relación con las cosas basándose en el significado que éstas encierran, es demasiado simple para diferenciar el interaccionismo simbólico: existen otros enfoques que asimismo comparten dicha premisa. La segunda, que hace referencia a la fuente del significado, establece mayores diferencias entre dichos enfoques y el interaccionismo simbólico. Hay dos formas tradicionales muy conocidas de explicar el origen del significado. Una de ellas es la que considera el significado como parte intrínseca de aquello que lo tiene, es decir, como elemento natural de la estructura objetiva de las cosas. Según esto, está claro que una silla es una silla, una vaca una vaca, una nube una nube, una rebelión una rebelión, y así sucesivamente. Al ser inherente a la cosa que lo contiene, el significado sólo necesita ser desglosado mediante la observación del ente objetivo que lo posee. Por así decirlo, el significado emana de la cosa y, por ende, su formación no es fruto de ningún proceso; lo único que hace falta es reconocer el significado que encierra esa cosa. Se advierte en seguida que este punto de vista refleja la postura tradicional del "realismo" en filosofía; postura ampliamente adoptada y hondamente arraigada en las ciencias sociales y psicológicas. El otro punto de vista importante y tradicional considera que el "significado" es una excrecencia física añadida a la cosa por aquel o aquellos para quienes ésta posee un significado. Se considera que este "añadido" físico es una expresión de los elementos constitutivos de la psique, la mente o la organización psicológica de la persona. Entre tales elementos cabe citarlas sensaciones, sentimientos, ideas, recuerdos, móviles y 3 actitudes. El significado de una cosa no es sino la expresión de los elementos psicológicos que intervienen en la percepción de la misma: por lo tanto, se pretende explicar el significado de esa cosa aislando los elementos psicológicos concretos que producen el significado. Este hecho puede apreciarse en la práctica psicológica, en cierto modo antigua y clásica, de analizar el significado de un objeto mediante la identificación de las sensaciones que intervienen en la percepción del mismo -así como en la práctica contemporánea de seguir el significado de una cosa, la prostitución, pongamos por caso, hasta la actitud de la persona que la está considerando. El hecho de reducir el significado de las cosas a elementos psicológicos limita los procesos de formación del significado a aquellos que son necesarios para despertar y reunir los elementos psicológicos que lo producen. Tales procesos son de índole psicológica e incluyen la percepción, cognición, represión, transferencia de sentimientos y asociación de ideas.
El interaccionismo simbólico considera que el significado tiene un origen distinto a los sostenidos por los dos puntos de vista predominantes que acabamos de examinar. No cree que el significado emane de la estructura intrínseca de la cosa que lo posee ni que surja como consecuencia de una fusión de elementos psicológicos en la persona, sino que es fruto del proceso de interacción entre los individuos. El significado que una cosa encierra para una persona es el resultado de las distintas formas en que otras personas actúan hacia ella en relación con esa cosa. Los actos de los demás producen el efecto de definirle la cosa a esa persona. En suma, el interaccionismo simbólico considera que el significado es un producto social, una creación que emana de y a través de las actividades definitorias de los individuos a medida que éstos interactúan. Este punto de vista hace del interaccionismo una postura inequívoca cuyas profundas implicaciones discutiremos más adelante.
La tercera premisa, mencionada anteriormente, define y diferencia aún más el interaccionismo simbólico. Mientras que el significado de las cosas se forma en el contexto de la interacción social y es deducido por la persona a través de ésta, sería un error pensar que la utilización del significado por una persona no es sino una aplicación de ese significado así obtenido. Este error desvirtúa considerablemente la labor de muchos especialistas que, en los restantes aspectos, se ajustan al enfoque del interaccionismo simbólico. No advierten que la utilización del significado por una persona en el acto que realiza implica un proceso interpretativo. En este sentido se asemejan a los partidarios de los dos puntos de vista principales antes citados: los que incluyen el significado en la estructura objetiva de aquella que lo posee, y los que lo consideran como una expresión de elementos psicológicos. Los tres puntos de vista coinciden en estimar que la utilización del significado por el ser humano en sus actos no es más que el afloramiento y aplicación de significados ya establecidos. Por consiguiente, ninguna de las tres concepciones se percata de que la utilización del significado por la persona que actúa, o agente, se produce a través de un proceso de interpretación. Dicho proceso tiene dos etapas claramente diferenciadas. En primer lugar, el agente se indica a si mismo cuáles son las cosas hacia las que se encaminan sus actos: es decir debe señalarse a sí mismo las cosas que poseen significado. Tales indicaciones constituyen un proceso social interiorizado, puesto que el agente está "interactuando" consigo mismo. Esta interacción es algo más que una acción recíproca de elementos psicológicos; es una instancia de la persona enfrascada en un proceso de comunicación consigo misma. En segundo lugar y como resultado de este proceso, la interpretación se convierte en una manipulación de significados. El agente selecciona, verifica, elimina, reagrupa y transforma los significados a tenor de la situación en la que se halla inmerso, y de la dirección de su acto. De acuerdo con esto, no debiera considerarse la interpretación como una mera aplicación automática de significados establecidos, sin como un proceso formativo en el que los significados son utilizados y revisados como instrumentos para la orientación y formación del acto. Es necesario entender que los significados desempeñan su papel en el acto a través de un proceso de auto-interacción.
No es mi intención discutir en este momento los méritos de los tres puntos de vista que sitúan el significado respectivamente, en la cosa misma, en la psique y en la acción social, ni tampoco pretende profundizar en el tema de si el agente manipula los significados de un modo flexible en el curso de la formación de su acto. Lo único que pretendo es señalar que, al estar basado en estas tres premisas, el interaccionismo simbólico conduce necesariamente al desarrollo de un esquema analítico, muy característico de la sociedad y el comportamiento humanos. Ahora me propongo bosquejar este esquema.
El interaccionismo simbólico está cimentado en una serie de ideas básicas o "imágenes radicales", como prefiero llamarlas. Estas imágenes aluden y describen la índole de los siguientes temas: sociedades o grupos humanos, interacción social, objetos, el ser humano como agente, los actos humanos y la interconexión de las líneas de acción.
Consideradas en conjunto, estas imágenes radicales representan el modo en que el interaccionismo contempla el comportamiento y la sociedad humanas. Constituyen el armazón del estudio y el análisis. Pasaré a describir someramente cada una de estas imágenes.
Naturaleza de la vida en las sociedades y grupos humanos.
Consideramos que los grupos humanos están formados por individuos comprometidos en la acción. Esta consiste en las innumerables actividades que las personas llevan a cabo en su vida, tanto en sus relaciones con los demás como el afrontar la serie de situaciones que se les plantean. Los individuos pueden actuar de forma aislada, colectivamente o en nombre o representación de alguna organización o grupo de otros individuos. Las actividades corresponden a los individuos agentes, y éstos las realizan siempre en función de las circunstancias en que han de actuar. La importancia de esta sencilla y redundante descripción reside en que los grupos o sociedades humanos existen fundamentalmente en acción y en tal contexto han de ser considerados. Este concepto de la sociedad humana como acción tiene que ser el punto de partida (y también de retorno) de todo esquema que pretende tratar y analizarla sociedad empíricamente. Los esquemas conceptuales que la describen de cualquier otro modo sólo pueden ser derivaciones del complejo de actividades incesantes que constituyen la vida en grupo. Esto se observa en los dos conceptos predominantes sobre la sociedad en la sociología contemporánea: el de la cultura y el de la estructura social. La cultura entendida como concepto, ya sea definida como costumbre, tradición, norma, valores, reglas, etc., se derivan claramente de lo que las personas hacen. Del mismo modo, la estructura social en cualquiera de sus aspectos, como por ejemplo los que representan la posición social, el status, la función, la autoridad y el prestigio, se refiere al tipo de relaciones derivadas del modo en que las personas actúan recíprocamente. La vida de toda sociedad humana consiste necesariamente en un proceso ininterrumpido de ensamblaje de las actividades de sus miembros. Este complejo de continua actividad fundamenta y define a una estructura u organización. Uno de los principios fundamentales del interaccionismo simbólico es que todo esquema de sociedad humana empíricamente enfocada, sea cual fuera el origen, debe respetar el hecho de que, en primera y última instancia, la sociedad se compone de personas involucradas en la acción. Par que un esquema sea empíricamente válido tiene que ser consecuente con la índole de la acción social de los seres humanos.
Naturaleza de la interacción social
La vida de grupo necesariamente presupone una interacción entre los miembros del mismo: o, dicho de otro modo. una sociedad se compone de individuos que entablan una interacción con los demás. Las actividades de cada miembro se producen primordialmente en respuesta o en relación con las de los demás. Aunque este hecho está casi universalmente admitido en las definiciones de la sociedad humana, normalmente la interacción es algo que se da por descontado y es tratada como si tuviese una significación intrínseca escasa, por no decir nula. Este hecho resulta evidente en los esquemas psicológicos y sociológicos característicos, que tratan la interacción social como un simple medio a través del cual los factores determinantes del comportamiento desencadenan éste. Así pues, el esquema sociológico típico atribuye el comportamiento a factores tales como el status social, los preceptos culturales, las normas, valores, sanciones, exigencias del papel social desempeñado y requisitos del sistema. La explicación en función de estos factores es suficiente por sí sola sin tener en cuenta la interacción social que su intervención implica necesariamente. De modo parecido, en el esquema psicológico típico ciertos factores tales como los motivos, actitudes, complejos ocultos, elementos de organización psicológica y procesos psicológicos se utilizan para explicar el comportamiento prescindiendo de la interacción social. Pasamos así de este tipo de factores causales al comportamiento que supuestamente provocan. La interacción social se convierte en un simple foro a través del cual se desplazan los factores sociológicos y psicológicos determinantes para producir ciertas formas de comportamiento humano. Puedo añadir que la ignorancia de la interacción social no se remedia hablando de una interacción de elementos sociales (como en el caso de un sociólogo que habla de una interacción de papeles sociales o de una interacción entre los componentes de un sistema social) o psicológicos ¡como cuando un psicólogo menciona la interacción existente entre las actitudes mantenidas por distintas personas). La interacción social se da entre los agentes y no entre los factores que se les atribuyen.
El interaccionismo simbólico no se limita a aceptar la interacción social, sino que le reconoce una importancia vital en sí misma. Dicha importancia reside en el hecho de que la interacción es un proceso que forma el comportamiento humano, en lugar de ser un simple medio o marco para la expresión y liberación del mismo. Simplificando podría decirse que un ser humano en interacción con otras personas ha de tener en cuenta lo que cada cual está haciendo o a punto de hacer: es decir está obligado a orientar su propio comportamiento o a manejar sus situaciones en función de aquello que toman en consideración. Por consiguiente, las actividades de los demás intervienen como factores positivos en la formación de su propio comportamiento: ante les actos ajenos una persona puede abandonar una intención o propósito, reconsiderarla, verificarla o cancelarla, intensificarla o sustituirla. Los actos de los demás se incluyen en la decisión de una persona respecto de lo que proyecta hacer, pueden oponerse o impedir tal proyecto, exigir una rev;sión o motivar un planteamiento muy distinto de! mismo. Todo individuo ha de lograr que su línea de acción encaje de alguna manera en las actividades de los demás.
Estas han de ser tenidas en cuenta, sin considerarlas simplemente como un ámbito para la expresión de lo que uno está dispuesto a hacer o planea realizar.
Estamos en deuda con George Hebert Mead como autor del más profundo análisis de la interacción social hasta ahora realizado, análisis que por otra parte, se ajusta a !os datos más realistas de que se dispone. Mead señala dos formas o niveles de interacción social en la sociedad humana, denominándolos, respectivamente, "conversación de gestos" y "empleo de símbolos significativos". Yo los llamaré "ínteracción no simbólica" e Interacción simbólica". La primera tiene lugar cuando una persona responde directamente al acto de otra sin interpretarlo. La segunda implica la interpretación del acto. La interacción no simbólica se: manifiesta claramente en las respuestas reflejas, como en el caso de un boxeador que automáticamente levanta el brazo para parar un golpe. Sin embargo, si el boxeador se detuviese a reflexionar que ese golpe de su adversario que parece avecinarse es sólo una finta para calzarle, tal actitud formaría parte de una interacción simbólica. En tal caso, tendría que procurar descubrir la finalidad del golpe, es decir, su significado como parte del plan de su contrincante. En su asociación, los seres humanos entablan una clara interacción no simbólica al responder inmediata e 6 irreflexiblemente a los movimientos corporales, expresiones y tonos de voz de sus semejantes, pero su forma característica de interacción se ejerce a un nivel simbólico, puesto que tratan de comprender el significado de los actos ajenos.
El análisis de Mead sobre la interacción simbólica es de suma importancia. Considera que dicha interacción consiste en una exposición de gestos y en una respuesta al significado de los mismos. Un gesto es aquella parte o aspecto de un acto en curso que encierra el significado del acto, más amplio, del cual forma parte: por ejemplo, la amenaza de un puño como indicación de un posible ataque, o la declaración de guerra por parte de un país que manifiesta así su postura y su línea de acción. Los ruegos, órdenes, mandatos, sugerencias y declaraciones son gestos que dan a la persona que los recibe una idea de la intención y propósito del futuro acto del individuo que los formula. La persona que responde organiza su respuesta basándose en el significado que los gestos encierran para ella. La persona que realiza dichos gestos se sirve de ellos corno signos o indicaciones de lo que proyecta hacer, así como de lo que desea que el otro haga o comprenda. Por lo tanto los gestos tienen significado, no sólo para la persona que los hace, sino para aquella a quien van dirigidos. Cuando el significado es el mismo para ambas personas, éstas se comprenden mutuamente. De este breve examen se desprende que el significado de los gestos aflora a lo largo de tres líneas (la triple naturaleza del significado según Mead): esos gestos indican lo que ha de hacer la persona a quien van dirigidos, lo que la persona que los hace proyecta realizar y, finalmente, la acción conjunta que debe surgir de la coordinación de los actos de ambas. Así, por ejemplo, la orden de levantar las manos que un ladrón da a su víctima es: a) una indicación de lo que ésta ha de hacer; b) una indicación de lo que el ladrón se propone hacer, es decir, despojar a su víctima: y c) una indicación de la acción conjunta que se está formando: en este caso un atraco. Si existe confusión o malentendido en cualquiera de estas tres líneas de significado, la comunicación no se produce, la interacción se dificulta y la formación de la acción conjunta se ve bloqueada.
Para completar el análisis del interaccionismo simbólico realizado por Mead es preciso citar un aspecto más, a saber: que las partes implicadas en la interacción tienen que asumir necesariamente el papel de cada uno de los individuos involucrados. Para indicar a una persona lo que tiene que hacer, el individuo que hace ¡a indicación debe formularla, poniéndose en el lugar de quien la recibe. Para ordenar a su víctima que levante !as manos, el ladrón tiene que concebir la respuesta de la víctima poniéndose en su lugar. Por su parte, la víctima ha de captar la orden contando con el punto de vista del ladrón que la formula; debe advertir la intención y la acción subsiguiente del atracador. La mutua asunción de papeles es condición sine qua non para que una comunicación y una interacción sean eficaces.
Es evidente la importancia y el lugar preferente que la interacción simbólica ocupa en la vida y el comportamiento de un grupo humano. Todo grupo o sociedad humana se compone de personas en asociación. Esta adopta necesariamente la forma de individuos que actúan recíprocamente entablando, por lo tanto, una interacción social que, a su vez, se ejerce característica y primordialmente a un nivel simbólico en la sociedad humana.
Como individuos que actúan individual o colectivamente, o como agentes de una organización determinada que entra en contacto con otra, las personas se ven necesariamente obligadas a tener en cuenta los actos ajenos en el momento de realizar los propios. La ejecución de tales actos implica un doble proceso: el de indicar a los demás el modo en que deben actuar y el de interpretar las indicaciones ajenas. La vida de un grupo humano constituye un vasto proceso consistente en definir al prójimo lo que ha de hacer y, al mismo tiempo en interpretar las definiciones formuladas por !o demás. A través de este proceso las personas hacen que sus actividades encajen en las ajenas, a la vez que forman su propia conducta individual. La actividad conjunta y el compartimiento individual se forman dentro y a través de este procese continuo. No son meras expresiones o productos de los que las personas aportan a su interacción ni de las 7 condiciones que preceden a la misma. La incapacidad para adaptarse a este aspecto vital constituye la principal deficiencia de los esquemas que tratan de describir la sociedad humana basándose en la organización social, en factores psicológicos en cualquier combinación de ambas cosas. En virtud de la interacción simbólica, la vida de todo grupo humano constituye necesariamente un proceso de formación y no un simple ámbito de expresión de factores preexistentes.
Naturaleza de los objetos
Según el punto de vista del interaccionismo simbólico los "mundos" que existen para los seres humanos y para los grupos formados por éstos se componen de "objetos" los cuales son producto de la interacción simbólica. Un objeto es todo aquello que puede ser indicado, todo lo que puede señalarse o a lo cual puede hacerse referencia: una nube, un libro, un cuerpo legislativo, un banquero, una doctrina religiosa, un fantasma, etc. Por cuestión de conveniencia pueden agruparse los objetos en tres categorías:
a) objetos físicos, como sillas, árboles y bicicletas:
b) sociales, como estudiantes, sacerdotes, un presidente, una madre o un amigo;
y c) abstractos, como los principios morales, doctrinas filosóficas e ideas tales como la justicia, la explotación y la compasión.
Repito que un objeto es todo aquello que puede señarlarse o a lo cual puede hacerse referencia. La naturaleza de un objeto -de todos y cada uno de ellos- consiste en el significado que éste encierra para la persona que como tal lo considera. El significado determina el modo en que una persona ve el objeto, la manera en que está dispuesta a actuar con respecto al mismo y la forma en la cual se dispone a hablar de él. Un mismo objeto puede tener distintos significados para diferentes individuos: un árbol será diferente según que lo considere un botánico, un leñador, un poeta o un jardinero; el presidente de los Estados Unidos puede ser un objeto completamente distinto para un miembro leal a su partido que para uno de la oposición; los miembros de un grupo étnico pueden ser considerados como distintos tipos de objeto por los miembros de otros grupos. El significado de los objetos para una persona emana fundamentalmente del modo en que éstos le han sido definidos por aquellos con quienes "interactúa". A través de las indicaciones de los demás aprendemos que una silla es una silla, que un médico es un tipo determinado de profesional, que la Constitución de los Estados Unidos es un tipo dado de documento legal, etc. Los objetos comunes (es decir, aquellos que tienen el mismo significado para un determinado conjunto de personas y son considerados por éstas en idéntica forma) son fruto de un proceso de indicaciones mutuas.
Este comentario acerca de los objetos permite extraer varias conclusiones dignas de mención. En primer lugar, nos proporciona una panorámica distinto del ámbito o entorno en que se desenvuelven los seres humanos. Desde el punto de vista de éstos, el entorno se compone exclusivamente de aquellos objetos que unos seres humanos determinados identifican y conocen. La naturaleza del medio ambiente viene dada por el significado que para esas personas encierran los objetos que lo componen. Según esto, los individuos o grupos que ocupan o viven en las mismas coordenadas espaciales pueden tener entornos muy distintos: como se suele decir, gentes que coexisten en estrecho contacto geográfico pueden, sin embargo, estar viviendo en mundos diferentes.
De hecho, la palabra "mundo" es más apropiada que el 'término "entorno" para designar el ámbito, el medio ambiente y la configuración de aquellas cosas con las que las personas tienen contacto. Los individuos se ven obligados a desenvolverse en el mundo de los objetos, y a ejecutar sus actos en función de los mismos. De ello se desprende que para entender los actos de las personas es necesario conocer los objetos que componen su mundo; una cuestión importante que analizaremos más adelante.
En segundo lugar, otra de las consecuencias es que los objetos (en lo que conciernen a su significado) deben ser considerados como creaciones sociales en cuanto que se forman y surgen como resultado del proceso de definición e interpretación, ya que éste tiene lugar a su vez en la interacción de las personas. El significado de todas y cada una de las cosas ha de formarse, aprenderse y transmitirse a través de un proceso de indicación que constituye, necesariamente, un proceso social. A nivel de la interacción simbólica, líe vida de un grupo humano es un vasto proceso en el que las personas van formando, sustentando y transformando los objetos de su mundo a medida que les van confiriendo un significado. Los objetos carecen de status fijo, a menos que su significado se vaya configurando mediante las indicaciones y definiciones que las personas hacen de ellos. Nada es tan evidente como el hecha de que los objetos pertenecientes a las tres categorías antes señaladas pueden experimentar un cambio en su significado. Para un astrofísico moderno una estrella en el cielo es un objeta muy distinto de lo que era para un pastor de tos tiempos bíblicos. El matrimonio era un objeto muy distinto para los romanos primitivos que para las épocas posteriores. El presidente de una nación que no consigue actuar con éxito en momentos cruciales, pueden convertirse en un objeto muy distinto para las ciudadanos de su país. En resumen, desde el punto de vista del interaccionismo simbólico, la vida de un grupo humano es un proceso a través del cual los objetos van creándose, afirmándose, transformándose y desechándose. La vida y los actos de los individuos van modificándose forzosamente a tenor de tos cambios que acaecen en su mundo de objetos.
El ser humano considerado como organismo agente
El interaccionismo simbólico admite que el ser humano ha de tener una estructura en consonancia con la naturaleza de la interacción social. Se le concibe como un organismo capaz, no sólo de responder a los demás en un nivel no simbólico, sino de hacer indicaciones a los otros e interpretar las que éstos formulan. Como Mead ha demostrado categóricamente, la persona sólo puede hacer esto porque posee un "sí mismo". Esta expresión no encierra ningún significado esotérico. Quiere decir, sencillamente, que un individuo puede ser objeto de sus propios actos. Por ejemplo, puede concebirse a sí mismo, como un hombre joven, estudiante, endeudado, intentando hacerse médico, procedente de una familia humilde, etc. En todos estos casos es un objeto para sí mismo: tanto en sus actos para consigo mismo como para con los demás, se basa en el tipo de objeto que él constituye para sí. La noción de uno mismo como objeto encaja en el anterior comentario sobre los objetos. Al igual que los restantes, el "auto-objeto" surge del proceso de interacción social en el que otras personas definen a un individuo ante sí mismo. En su análisis de la asunción del papel social, Mead ha investigado la forma en que esto acontece. Señala que, para que una persona se convierta en un objeto para sí misma ha de contemplarse desde fuera. Y esto sólo puede hacerlo poniéndose en el lugar de otra y observándose o actuando en relación consigo misma desde esa nueva perspectiva. Los papeles que una persona puede asumir van desde el de individuos distintos (la "etapa de juegos") hasta los de una comunidad abstracta ("el otro generalizado"), pasando por el de grupos organizados, ("etapa del juego organizado"). Al asumir tales papeles una persona se encuentra en situación de dirigirse o aproximarse a sí misma. Tal es el caso de la niña que “juega a las mamás” y se habla a sí misma como lo haría su madre, o el de sacerdote que se juzga a sí mismo a través del prisma de sacerdocio. Formamos nuestros objetos a partir de nosotros mismos mediante un proceso de asunción de papeles. De ello se deduce que nos vemos a nosotros mismos a través de modo en el que los demás nos ven o definen: o, para ser más exactos, nos vemos asumiendo uno de los tres tipos de papeles ajenos que ya hemos mencionado. El hecho de que un individuo forma un objeto de sí mismo basándose en las distintas maneras de definirlo que tienen los demás esta sobradamente 9 admitida en la literatura actual, por lo que no haré más comentarios sobre el tema a pesar de su gran trascendencia.
El hecho de que el ser humano posea un "sí mismo" (lleva implícito algo todavía más importante; y es que ello le capacita para entablar una interacción consigo mismo.
Esta, sin embargo, no adopta la forma de una interacción entre dos o más partes de un sistema psicológico como. por ejemplo, entre necesidades, emociones, ideas, o entre el "id" y el "ego" del esquema freudiano, sino que es de índole social; es decir, una forma de comunicación en la que la persona se dirige a sí misma como tal y responde en consecuencia. Este tipo de interacción es fácilmente detectable cuando advertimos que estamos enojados con nosotros mismos, y que debemos autoestimularnos para realizar nuestros quehaceres, cuando nos recordamos que hay que hacer esto o lo otro, o hablamos para nuestros adentros, al elaborar un plan de acción. Como estos mismos ejemplos sugieren, la "autointeracción" adopta principalmente la forma de un proceso en el que el individuo se hace indicaciones a si mismo. El proceso en cuestión permanece continuamente en vigor durante la vida consciente del individuo, cuando éste advierte o considera tal o cual asunto, u observa éste o aquel acontecimiento. De hecho, en el ser humano. ser consciente o estar a! tanto de una cosa cualquiera equivale a indicarse esa cosa a sí mismo: se le reconoce como un determinado tipo de objeto y se considera la pertinencia o importancia que reviste para la propia línea de acción. La vida consciente de una persona consiste en una serie de indicaciones de este tipo que se hace a sí misma y de las cuales se sirve para orientar sus actos.
De esta suerte obtenemos una descripción del ser humano como un organismo que entabla una interacción consigo mismo a través de un proceso social de autoformulación de indicaciones. Este punto de vista sobre el ser humano es radicalmente distinto del que prevalece en has ciencias social y psicológica contemporáneas en las cuales predomina el concepto según el cual la persona es un organismo complicado cuyo comportamiento constituye una respuesta a los factores que intervienen en la ordenación del organismo. Las escuelas de pensamiento de las ciencias sociales y psicológicas difieren enormemente a la hora de elegir los factores que cada una considera significativos. Esto puede apreciarse en terrenos tan diversos y amplios como el de los estímulos, impulsos orgánicos, necesidad-disposición, motivos conscientes e inconscientes, emociones, actitudes, ideas, preceptos culturales, normas, valores, exigencias del status, papeles sociales, afiliaciones a grupos de referencia y presiones institucionales. Las escuelas difieren asimismo en su manera de concebir la organización del ser humano, que algunos consideran como un tipo de organización biológica, otras psicológica y otras, en fin, como una especie de organización social privada y adaptada a la estructura social del grupo al que pertenece. Coinciden, sin embargo, en considerar al ser humano como un organismo de respuesta, cuyo comportamiento es producto de los factores que intervienen en su organización, o bien una expresión de la acción recíproca entre las partes que conforman dicha organización. Bajo esta perspectiva muy generalizada, la persona sólo es "social" en el sentido de que pertenece a una especie social de que reacciona ante los demás (estímulos sociales) o de que ha incorporado a sí misma la organización de su grupo.
El interaccionismo simbólico mantiene un punto de vista sobre las personas fundamentalmente distinto. Considera que el individuo es "social" en un sentido mucho más profundo: como organismo capaz de entablar una interacción social consigo mismo formulándose indicaciones y respondiendo a las mismas. En virtud de esta autointeracción, la persona establece una relación con su entorno notablemente distinta a !a que presupone el tan difundido punto de vista Convencional antes descrito. En lugar de limitarse a considerarle como un organismo que responde a la acción recíproca de tos factores que actúan sobre él o a través de él, el interaccionismo ve al individuo como un organismo que debe reaccionar ante lo que percibe. Estas percepciones las afronta entablando un proceso de autoindicación mediante el cual convierte en objeto aquello que 10 percibe, le confiere un significado y utiliza éste como pauta para orientar su acción. Su comportamiento con respecto a lo que percibe no es una respuesta motivada por tal presencia, sino una acción que surge como resultado de la interpretación realizada a través del proceso de "autoindicación". En ese sentido, la persona que ha entablado una interacción consigo misma no sólo es un organismo que responde, sino un organismo que actúa, que ha de modelar su línea de acción basándose en aquello que toma en consideración en lugar de limitarse a emitir una respuesta ante la interacción de un determinado factor en su organización.
Naturaleza de la acción humana
La capacidad de la persona para autoformularse indicaciones confiere a la acción humana un carácter distintivo. Significa que el individuo se halla; ante un mundo que debe interpretar para poder actuar y no ante un entorno frente al que responde en virtud de su propia organización. Tiene que afrontar las situaciones en las que se ve obligado a actuar averiguando el significado de los actos ajenos y planeando su propia línea de acción conforme a la interpretación efectuada. Tiene que construir y orientar su propia acción en lugar de limitarse a realizarla en respuesta a tos factores que influyen en su vida u operan a través de su persona. Tal vez no lo haga con mucho acierto, pero tiene que hacerlo.
Este concepto del ser humano que orienta su acción autoformulándose indicaciones, contrasta radicalmente con al punto de vista sobre la acción humana que actualmente prevalece en las ciencias psicológica y social. Este enfoque dominante, corro ya se ha dado a entender atribuye la acción de las personas a un factor desencadenante, o a una combinación de varios factores de este tipo. El origen de la acción se remite a cuestiones tales como motivos, actitudes, necesidad-disposición, complejos inconscientes, diversos tipos de estímulo, demandas del status, exigencias del papel social y coyunturales. Se considera que relacionar la acción con uno o más de estos agentes desencadenantes es una tarea plenamente científica. Este tipo de enfoque, sin embargo, ignora y suprime el proceso de autointeracción por medio del cual un individuo maneja su mundo y construye su acción. Así se cierra el acceso al importantísimo proceso de interpretación por medio del cual el individuo, percibe y enjuicia !o que se presenta ante él, y plantea las directrices de su comportamiento público antes de ponerlas en práctica.
Fundamentalmente, la acción por parte del ser humano consiste en una consideración general de las diversas cosas que percibe y en la elaboración de una línea de conducta basada en el modo de interpretar los datos recibidos. Entre !as cosas que se tienen en cuenta a !a hora de actuar cabe mencionar los deseos y necesidades, los objetivos, los medios disponibles para su logro, los actos ajenos, tanto realizados como previstos, la propia imagen y el resultado probable de una determinada línea de acción. El comportamiento se orienta y se forma a través de un proceso de indicación e interpretación, en el cursi; del cual determinadas líneas de acción pueden iniciarse o concluirse, abandonarse o postergarse, limitarse a un mero proyecto o a una vida interior de ensueños, o bien modificarse una vez iniciados. No me propongo analizar este proceso sino insistir en su presencia y operatividad en cuanto a la formación de la acción humana.
Debemos admitir que la actividad del ser humano consiste en afrontar un caudal de situaciones ante las que se ve obligado a actuar, y que su acción se forja en función de lo que percibe, del modo en que lo enjuicia e interpreta y del tipo de líneas de acción planeadas que se propone realizar. Este proceso no se explica atribuyendo la acción a un determinado tipo de factor (por ejemplo móviles, necesidad-disposición, exigencias de la función desempeñada, expectativa o normas sociales) que se supone la desencadena y la conduce a su desenlace; esta clase de factores, o una expresión concreta de los mismos, es algo que el agente humano tiene en cuenta en el momento de planear su línea de acción. El factor desencadenante no abarca ni explica en qué forma es considerado el propio factor ni otras cuestiones en la situación que reclama la acción. Es preciso internarse en el proceso definitorio del agente para comprender sus actos.
Esta perspectiva de la acción humana es igualmente válida para aquellas actividades conjuntas o colectivas en las que intervienen una serie de individuos. La acción colectiva o conjunta constituye un dominio de interés sociológico. como se demuestra en el comportamiento de grupos, instituciones. organizaciones y clases sociales. Sea cual fuere su naturaleza, estas muestras de comportamiento comunitario se componen de individuos que hacen que sus líneas de acción encajen o se adapten recíprocamente. Es correcto y posible observar y estudiar tal comportamiento en su aspecto colectivo o conjunto en lugar de analizar sus componentes individuales. El comportamiento comunitario no pierde su rasgo constitutivo de haber sido elaborado mediante un proceso interpretativo al afrontar las situaciones en las que la colectividad se ve abocada a actuar. Tanto si dicha colectividad es un ejército en campaña, una empresa que pretende ampliar sus actividades o una nación que intenta corregir una balanza comercial desfavorable, es preciso que elabore su línea de acción interpretando lo que sucede en su campo de actividad. El proceso interpretativo se desarrolla a través de la formulación recíproca de indicaciones entre quienes intervienen en el mismo, y no sólo a través de las que cada individuo se dirige a sí mismo. La acción colectiva o conjunta es el resultado de dicho proceso de interacción interpretativa.
Interconexión de la acción
Como se ha dicho antes, la vida de todo grupo humano se basa en y depende de la adaptación recíproca de las líneas de acción de los distintos miembros del grupo. La articulación de dichas líneas origina y constituye la "acción conjunta", es decir, una organización comunitaria de comportamiento basada en los diferentes actos de los diversos participantes. A pesar de estar formada por los actos que intervienen en su composición, la acción conjunta es distinta de cada uno de ellos y del conjunto formado por su mera agrupación. Posee en sí misma un carácter distintivo que reside en la articulación o vinculación propiamente dichas, con independencia de lo que pueda ser articulado o vinculado en cada caso. Por consiguiente, la acción conjunta puede reconocerse como tal, puede hablarse de ella y se la puede utilizar sin necesidad de fragmentarla en los actos aislados que la componen. Esto es lo que hacemos cuando hablamos de cosas como el matrimonio, una transacción comercial, !a guerra, un debate parlamentario o un servicio eclesiástico. De modo parecido podemos hablar de una colectividad que realiza una acción conjunta sin necesidad de identificara cada uno de sus miembros: así, hablamos de una familia, una sociedad mercantil, una iglesia, una universidad o una nación. Es evidente que el estudio de la acción conjunta y de las colectividades que la practican constituye, precisamente, el campo en que se desenvuelve el científico social.
Al analizar las colectividades y la acción conjunta es fácil incurrir en un concepto erróneo si se pasa por alto que la acción colectiva constituye la concatenación de los actos de los individuos que componen la colectividad. Este error induce a desestimar el hecho de que toda acción conjunta ha de experimentar necesariamente un proceso de formación. Aunque se trate de una forma de acción social perfectamente conocida y claramente reiterativa, cada uno de los casos que la integran ha de formarse de nuevo.
Más aún, el curso de formación que precisa seguir para materializarse tiene lugar, necesariamente, a través del doble proceso antes mencionado: el de la designación y el de la interpretación. Los individuos que participan en la acción siguen teniendo que orientar sus actos respectivos mediante la formación y utilización de significados.
Hechas estas observaciones a modo de preámbulo, quisiera destacar tres puntos acerca de las implicaciones de la concatenación que representa la acción conjunta.
Primero me gustaría analizar los elementos estables y reiterativos de la Misma. La parte preponderante de la acción social en una sociedad humana, y especialmente en una ya consolidada, adopta la forma de modelos recurrentes de acción conjunta. En la mayoría de las situaciones en que las personas actúan con respecto a otras, los individuos cuentan de antemano con un profundo conocimiento del modo en que han de comportarse y de cómo se comportarán los demás. Comparten los significados comunes y preestablecidos de lo que se espera de cada participante en una acción determinada y; consecuentemente, rada uno de ellos es capaz de orientar su conducta de acuerdo con dichos significados. Los ejemplos de formas reiterativas y preestablecidas de acción conjunta son tan frecuentes y comunes que es fácil entender por qué los eruditos la han considerado como fa esencia o la forma natural de vida de los grupos humanos. Este punto de vista se pone especialmente de manifiesto en los conceptos de "cultura" y "orden social", que tanto predominare en la literatura sociológica. La mayoría de los esquemas sociológicos se apoyan en la creencia de que toda sociedad humana adopta la forma de un orden de vida establecido, que se resume en una adhesión general a las reglas, normas, valores y sanciones que indican a las personas el modo en que han de actuar frente a las distintas situaciones.
Este claro esquema se presta a varios comentarios. En primer lugar, no es rigurosamente cierto que la vida de cualquier sociedad humana, en todos sus aspectos, no sea sino una mera expresión de formas preestablecidas de acción conjunta. En el ámbito de la vida de grupo surgen constantemente nuevas situaciones problemáticas ante las cuales las normas existentes resultan inadecuadas. Nunca he oído hablar de ninguna sociedad exenta de problemas, o cuyos miembros no tengan que entablar un debate para proyectar un sistema de acción. Las áreas de conducta no prescrita son tan naturales, genuinas y recurrentes en la vida de los grupos humanos como las integradas en los preceptos ya establecidos y fielmente observados de la acción conjunta. En segundo lugar hemos de admitir que incluso en el caso de lo que se refiere a la acción conjunta reiterativa y preestablecida, cada uno de los casos que lo integran ha de formarse de nuevo. Los individuos participantes en la misma siguen teniendo que elaborar sus líneas de acción y adaptarlas a las de los demás mediante el doble proceso de la designación y la interpretación. Cuando se trata de una acción conjunta reiterativa lo hacen, por supuesto, empleando los mismos significados periódicos y constantes. Si admitimos esto, tenemos que advertir forzosamente que lo importante es el papel y el destino de los significados y no la acción conjunta en su forma establecida. La acción conjunta reiterativa y estable es el resultado de un proceso interpretativo en igual medida que cualquier nueva forma de acción conjunta que se desarrolle por primera vez. No es una afirmación ociosa ni pendulante: los significados subyacentes en toda acción conjunta consolidada y reiterativa son susceptibles tanto de presión como de esfuerzo, de incipiente descontento como de indiferencia; pueden ser ora combatidos, ora reafirmados; puede dejarse que actúen por sí mismos desentendiéndose de ellos o infundírseles nuevos bríos. Tras la fachada de la acción conjunta objetivamente enfocada, la serie de significados que la sustenta tiene una vida que los científicos sociales mal pueden ignorar. La aceptación gratuita de los conceptos sobre normas, valores, reglas sociales y demás no debiera ocultar a los estudiosos el hecho de que cualquiera de estos conceptos depende del proceso de interacción social, el cual le es necesario, no sólo para cambiar sin también para conservarse en una forma establecida. Es el proceso social el que crea y sustenta las normas en la vida de grupo y no éstas las que forjan y sostienen aquélla.
La segunda observación sobre el encadenamiento que constituye la acción conjunta se refiere a la extensa conexión de las acciones que componen una parte tan amplia de la vida de grupo. Estamos familiarizados con esas vastas y complejas redes de acción que implican la concatenación e interdependencia de los distintos actos de 13 diversas personas, como sucede en la división del trabajo que comienza con el cultivo de los cereales por el labrador y termina con la venta del pan en un establecimiento, o en la complicada cadena que abarca desde la detención de un sospechoso inocente a su puesta en libertad. Dichas redes, que suponen la participación regularizada de distintas personas con diversos actos a diferentes niveles, nos dan una descripción de aquellas instituciones que han revestido justificadamente el mayor interés para los sociólogos.
Asimismo proporcionan cierta consistencia a la idea de que la vida de todo grupo humano posee el carácter de un sistema. Ante tan vasto complejo de actividades diversificadas, ensambladas en un funcionamiento regular; al contemplar la organización complementaria de los participantes en una red de relaciones de interdependencia, es fácil entender por qué numerosos eruditos consideran dichas redes o instituciones como entidades de regulación autónoma, que siguen su propia dinámica sin requerir que se preste atención a los individuos que intervienen en las mismas. La mayoría de los análisis sociológicos de instituciones y organizaciones sociales apoyan este punto de vista: lo cual, en mi opinión, constituye un grave error. Habría que admitir lo que es evidente, es decir, que el amplio y diverso abanico de sujetos participantes que ocupan distintos puestos en una de estas redes emprenden sus acciones en dichos puestos basándose en la utilización de determinados conjuntos de significados. Ninguna red o institución funciona automáticamente por medio de alguna dinámica interna o de exigencias del sistema, sino porque las personas ubicadas en los distintos niveles hacen algo concreto, y lo que hacen es el producto de su modo de definir la situación en la que se sienten compelidos a actuar. Una apreciación parcial de este punto se refleja actualmente en ciertos aspectos de la labor de toma de decisiones, pero en general pasa lamentablemente inadvertido. Es forzoso reconocer que el abanico de significados que impulsa a los componentes de una cadena a actuar como lo hacen, dentro de sus puestos respectivos, ocupa su propio sitio en un proceso localizado de interacción social: y que dichos significados se forman, sostienen, debilitan, refuerzan o transforman, según el caso, a través de un proceso socialmente definitorio. Tanto el funcionamiento como la suerte que corren las instituciones son productos de este proceso de interpretación, a medida que éste se va desarrollando entre los diversos conjuntos de individuos participantes en el mismo.
Es preciso hacer una tercera observación importante, y es que todo tipo de acción conjunta, ya sea de reciente formación o hace tiempo consolidada ha surgido necesariamente de un historial de acciones previas de los participantes. Nunca surge un nuevo tipo de acción conjunta al margen del mencionado historial. Las personas que participan en la formación de una nueva acción conjunta siempre aportan a la misma el mundo de los objetos, el conjunto de significados y los esquemas de interpretación que antes poseían. Por lo tanto, la nueva acción siempre emerge de y guarda relación con un contexto de acción conjunta previa, y no puede concebirse fuera de dicho contexto. Al considerar este tema hay que tener en cuenta el citado vínculo con las formas precedentes de acción conjunta. Pensar que una forma dada de acción conjunta puede ser desgajada de su vínculo histórico, como si su estructura y su carácter surgiesen por generación espontánea en lugar de nutrirse de lo anteriormente acaecido, equivale a pisar un terreno engañoso y empíricamente inválido. Ante situaciones radicalmente distintas y plenas de tensión, las personas pueden sentirse impulsadas a desarrollar nuevas formas de acción conjunta notablemente distintas de aquellas en las que previamente han intervenido, si incluso en tales casos existe siempre cierta conexión y continuidad con lo acaecido en ei pasado. No se puede entender la nueva forma de acción sin incluir en su análisis el conocimiento de la mencionada continuidad. La acción conjunta no sólo representa una vinculación horizontal, para expresarlo de esta forma, de las actividades de los individuos participantes, sino también una conexión vertical con la acción precedente.
Resumen
Suponemos que la perspectiva general del interaccionismo simbólico habrá quedado perfectamente ciara tras este breve bosquejo de sus aspectos radicales. Este enfoque considera que una sociedad humana se compone de personas comprometidas en el acto de vivir. La vida es un proceso de continua actividad en la que los participantes desarrollan líneas de acción ante las innumerables situaciones que han, de afrontar.
Están como engranados en un vasto proceso de interacción, en el seno del cual deben hacer que sus acciones en desarrollo se adapten a las ajenas. El proceso consiste en formular indicaciones a los demás sobre lo que hay que hacer, y en interpretar las que ellos formulan a su vez. Las personas viven en un mundo de objetos y el significado de los mismos es lo que les guía en su orientación y sus actos. Sus objetos, incluyendo los que contienen en sí mismos, se forman, sustentan, debilitan, y transforman a través de su interacción con otras personas. Por supuesto, este proceso general debiera observarse a la luz del carácter diferenciado que necesariamente posee, como consecuencia del hecho de que las personas se reúnen en diferentes grupos, pertenecen a asociaciones distintas y ocupara puestos diversos. Por eso cada individuo se aproxima a los demás de un modo diferente, vive en un mundo distinto y se guía así mismo por medio de un conjunto de significados disímiles. No obstante, ya se trate de una familia, la banda de un muchacho, una sociedad industrial o un partido político, es preciso tener en cuenta que las actividades de la colectividad se van formando a través de un proceso de designación e interpretación.
Principios metodológicos de la ciencia empírica
He abordado el tema del interaccionismo simbólico no como una doctrina filosófica*, sino como una perspectiva dentro de la ciencia social empírica, un enfoque encaminado a ofrecer un conocimiento verificable de la vida de grupo y el comportamiento humanos. Según esto, sus principios metodológicos deben cumplir los requisitos fundamentales de la ciencia empírica. ¿Cuáles son estos requisitos? El pensamiento actual y la discusión de la metodología en las ciencias social y psicológica están salpicadas de numerosos malentendidos y confusiones en esta materia, por lo cual considero conveniente esbozar algunos principios básicos.
Comenzaré con la redundante afirmación de que una ciencia empírica presupone la existencia de un mundo empírico. Este mundo constituye algo susceptible de observación, estudio y análisis, y se mantiene inmutable ante el observador científico, con un carácter que debe ser explorado y descubierto por medio de la observación, el estudio y el análisis. El mundo empírico tiene que ser siempre el punto central de interés. En el caso de la ciencia empírica constituye el punto de partida y de retorno. Es el campo de verificación de cualquier afirmación que se haga sobre él. Para la ciencia empírica, "la realidad" sólo existe en el mundo empírico, en el cual ha de buscarse y verificarse.
* El interaccionismo simbólico establece las premisas de una filosofía profunda, de gran contenido humanista. Al elevar el "si mismo' a un rango de suprema importancia y reconocer que su formación y realización se producen a través de la asunción de los papeles sociales de los demás, con quienes el individuo está implicado en las actividades conjuntas de la vida de grupo, el interaccionismo simbólico proporciona los elementos esenciales para la formulación de un estimulante esquema filosófico particularmente amoldado a la experiencia social. Los escritos de George Herbert Mead y John Dewey, en especial, esbozan las líneas generales de esta filosofía.
Para que esta trivial aunque indispensable declaración no sea mal interpretada, añadiré unas palabras sobre las posturas tradicionales del idealismo y el realismo, ya que estas doctrinas filosóficas han influido considerablemente en la investigación científica dentro del ámbito de la sociología y la psicología actuales.
El idealismo sostiene tradicionalmente que "el mundo de la realidad" sólo existe en la experiencia humana y que surge exclusivamente en la forma en que los seres humanos lo "ven". Creo que tal concepto es indiscutible. Es imposible mencionar un solo ejemplo de caracterización del "mundo de la realidad" que no esté marcado por la imaginación humana. El ser humano no conoce nada que no se presente en forma de algo a lo que pueda referirse o que sea capaz de indicar. Para señalar cualquier cosa, una persona tiene que verla desde su propia perspectiva: ha de describirla tal y como aparece para ella. En este sentido no es posible hallar ninguna fisura en el argumento de que el mundo empírico existe siempre y necesariamente en forma de imágenes y conceptos humanos del mismo. Sin embargo, en contra de lo que muchos suelen deducir, esto no traslada la 'realidad" desde el mundo empírico a la esfera de las metáforas y los conceptos. Es erróneo llegar a la conclusión de que, como el mundo empírico sólo puede existir para el ser humano en forma de imágenes o conceptos, la realidad hay que buscarla en dichas imágenes o conceptos prescindiendo del mundo empírico. Esta postura solipsista es insostenible, y haría imposible toda ciencia empírica. Es insostenible debido al hecho de que el mundo empírico puede 'replicar" a nuestros conceptos o afirmaciones sobre el mismo, es decir, desafiar, resistir y no rendirse ante nuestras imágenes o ideas. Tal resistencia confiere al mundo empírico un carácter obstinado que es el sello de la realidad. Su inflexibilidad, su capacidad de resistir y replicar, exige y justifica la ciencia empírica.
Fundamentalmente, ésta persigue como objetivo el desarrollo de imágenes y conceptos susceptibles de manejar con éxito y adaptarse a la resistencia ofrecida por el mundo empírico sometido a estudio.
El reconocimiento de que el mundo empírico posee un carácter obstinado con el que hay que llegar a un acuerdo, justifica plenamente la insistencia realista de que posee una naturaleza 'real". Con todo, es necesario eludir los conceptos que han lastrado el realismo tradicional perjudicando seriamente su fecundidad. Uno de ellos sostiene que ese carácter obstinado -o realidad- del mundo empírico es fijo e inmutable en cierto aspecto esencial cuyo descubrimiento constituye el objetivo de la ciencia empírica. Por el contrario, la historia de dicha ciencia demuestra que el mundo empírico se presenta siempre "aquí y ahora' y está siempre refundiéndose debido a la realización de nuevos hallazgos. El peligro que entraña la creencia de que la realidad del mundo empírico se concreta en una forma perpetuamente inmutable desemboca en la natural disposición a considerar que el conocimiento existente de dicha realidad constituye esa forma siempre fija. La historia confirma que tal disposición supone un formidable freno a las nuevas investigaciones y descubrimientos. El segundo concepto esterilizante afirma que la realidad del mundo empírico debe ser considerada y asumida en función de los hallazgos de la ciencia física más avanzada. Esta idea ha tenido efectos particularmente perniciosos sobre las ciencias psicológica y social y nada autoriza a defenderla. Lo único que un estudio minucioso y honesto ha puesto de relieve es ese inflexible carácter del mundo empírico. Forzarlo a que encaje en un esquema diseñado para un segmento dado del mismo, es filosóficamente sectario y no representa el enfoque de la auténtica ciencia empírica.
La descripción correcta de esta ciencia es, a mi juicio, la que la define como una búsqueda de respuestas a las preguntas formuladas sobre el carácter "resistente" del mundo empírico en estudio. Hay que respetar esta obstinada naturaleza o carácter: tal es, en realidad, el principio fundamental de la ciencia empírica, la cual lleva a cabo sus investigaciones obteniendo imágenes del mundo empírico en estudio y verificándolas por medio de un severo escrutinio del mismo. Esta simple observación nos permite enfocar correctamente el tema de la metodología, la cual remite a (o abarca) los principios subyacentes que sirven de guía en el proceso analítico completo del carácter obstinado del mundo empírico en cuestión. Tal concepto de la metodología entraña tres puntos de vital importancia: (1) la metodología abarca la investigación científica en su totalidad y no sólo un sector o aspecto seleccionados de la misma; (2) cada una de sus partes, así como el acto científico en su totalidad, deben adecuarse al carácter obstinado del mundo empírico en estudio; por lo tanto, los métodos de estudio están subordinados a dicho mundo y han de ser verificados por éste; y (3) el mundo empírico sometido a estudio, y no un modelo de pesquisa científica , es el que proporcionó la respuesta decisiva sobre la investigación emprendida . Me gustaría aclarar cada uno de estos puntos.
(1) A mi modo de ver debiera resultar evidente que la metodología se aplica y abarca todas las partes del acto científico. Considero necesario hacer esta salvedad a causa de la asombrosa inclinación de la ciencia social en uso a identificar la metodología con cierto sector limitado de la indagación científica y, más aún, a atribuir a este aspecto parcial una importancia gratuita. Actualmente, la ciencia social considera con desalentadora frecuencia que el término "metodología " es sinónimo del estudio de los procedimientos cuantitativos superiores, y que un "metodólogo" es un experto versado en el conocimiento y utilización de tales procedimientos. Se le considera generalmente como alguien que aborda el estudio basándose en variables cuantificables, que intenta establecer relaciones entre ellas mediante el empleo de refinadas técnicas estadísticas y matemáticas, y que orienta su búsqueda por medio de elegantes modelos lógicos adecuados a cánones especiales de cierto "plan de investigación”. Estos conceptos son sólo una parodia de la metodología considerada como el estudio lógico de los principios subyacentes en la conducta de la indagación científica. Es evidente que el método de la ciencia empírica abarca todo el campo del acto científico, sin omitir las premisas iniciales ni la totalidad de las etapas de procedimiento comprendidas en dicho acto. Todos estos elementos son de vital importancia en el estudio científico y precisan ser analizados y respetados al desarrollar los principios de la metodología. Para facilitar la comprensión de este tema, me permitiré señalar los aspectos más importantes de la investigación científica, indispensables para la labor de la ciencia empírica.
(a) La posesión y utilización de una descripción o esquema previo del mundo empírico en estudio. Como antes hemos dicho, esto constituye un requisito previo indispensable en cualquier estudio del mundo empírico, ya que únicamente podemos contemplar ese mundo a través de un esquema o concepto del mismo. La descripción subyacente del mundo empírico utilizada orienta y configura en su totalidad el acto del estudio científico. La citada descripción marca la pauta para la selección y formulación de los problemas, la determinación de los datos, los caminos a seguir para obtenerlos, el tipo de relaciones que se pretende establecer entre éstos y las formas en que se modelan las proposiciones . Habida cuenta del efecto fundamental y omnipresente que esta descripción inicial del mundo empírico ejerce sobre la totalidad del acto de la investigación científica, sería absurdo ignorarla. Dicha descripción siempre puede determinarse mediante un conjunto de premisas constituidas por la naturaleza conferida implícita o explícitamente a los objetos clave que intervienen en la descripción. La ineludible labor del auténtico procedimiento metodológico consiste en establecer y evaluar tales premisas.
(b) Formulación de preguntas sobre el mundo empírico y transformación de las preguntas en problemas. Esta etapa constituye el origen del acto investigador. Es evidente que la clase de preguntas formuladas y el tipo de problemas planteados decide y orienta las líneas de indagación ulteriores. Por eso es de vital importancia que el metodólogo examine minuciosamente y evalúe con juicio crítico el modo en que los problemas han sido seleccionados y formulados. La superficialidad, el monótono convencionalismo y la servil adhesión a la doctrina en la selección y planteamiento de los problemas constituyen el conocido y pernicioso lastre de la ciencia empírica.
(c) Determinación de los datos de interés y de los caminos a seguir para obtenerlos. Es evidente que los datos se derivan del problema, lo que pone de relieve la importancia que tiene estar seguro del carácter satisfactorio del mismo. Aunque suministrados por éste, los datos han de ser examinados constantemente para ver si aconsejan la revisión o desestimación del problema. Al margen de esto es importante reconocer que los medios empleados para obtener los datos dependen de la naturaleza de éstos. Una razón inversa que permitiese al método seguido en la obtención de los datos determinar la naturaleza de éstos, corrompería la auténtica investigación empírica. Estas escasas observaciones revelan la evidente necesidad de determinar y recopilar los datos ateniéndose a un juicio crítico y minucioso.
(d) Determinación de las relaciones entre los datos. Habida cuenta que del establecimiento de conexiones entre los datos dependen los hallazgos del estudio, es importante conceder especial atención a la forma de conseguirlos. Esto es cierto tanto si el conocimiento de las uniones es fruto de una acertada reflexión acerca de lo que se considera tomó posibles relaciones significativas, o de un procedimiento mecánico tal como el análisis de los factores o un esquema de correlación obtenido mediante ordenador.
(e) Interpretación de los hallazgos. Esta etapa final conduce al investigador más allá de los límites del problema estudiado, puesto que al elaborar las interpretaciones tiene que relacionar sus descubrimientos con un conjunto teórico externo o con un bloque de conceptos que trasciende el estudio realizado. Esta importante fase final merece un examen metodológico en el caso de las ciencias psicológica y social. Metafóricamente hablando es en ese momento cuando pueden introducirse subrepticiamente nuevas cartas en la baraja, otorgando a la interpretación un rango "científico " injustificado por el mero hecho de que las etapas precedentes del estudio han sido cubiertas correctamente. El cuerpo teórico externo o el conjunto de conceptos utilizado para encuadrar la interpretación pueden no haber sido verificados y resultar falsos.
(D La utilización de conceptos. Los conceptos desempeñan un papel primordial a lo largo de todo el acto de investigación científica. Son elementos significativos en el esquema previo que el investigador posee del mundo empírico. Es probable incluso que sean los términos en los que el problema se plantea. Normalmente constituyen aquellas categorías para las que se intenta conseguir los datos y en el seno de las cuales se agrupan éstos. Generalmente se convierten en el medio principal de establecer las relaciones entre los datos, y suelen constituir los puntos de apoyo para la interpretación de los hallazgos. A causa de la decisiva función que desempeñan en la investigación científica es especialmente importante someter los conceptos a un examen metodológico.
Todo procedimiento metodológico de tal nombre ha de abordar los temas arriba mencionados, puesto que son una parte esencial del acto de investigación científica empírica. Sin embargo no debe abordarlos en el sentido de aventurar un determinado esquema del mundo empírico, ni tampoco esbozando un conjunto de problemas sobre el mismo, seleccionando los datos o el modo de obtenerlos, prefigurando las líneas de conexión que hay que buscar, bosquejando el marco en el cual encuadrar las interpretaciones ni determinando los conceptos a utilizar, sino que debe enfocarlos con miras a establecer los principios necesarios para llevar a cabo todo lo que antecede, de modo que se respete y luche tenazmente con el carácter obstinado del mundo empírico sometido a estudio.
En este sentido una gran parte de la actual metodología de las ciencias social y psicológica es errónea e inadecuada. La mayor parte de lo que hoy pasa por ser metodología se compone de objetivos como los siguientes: la invención y empleo de refinadas técnicas de investigación, normalmente con un carácter estadístico avanzado; la elaboración de modelos lógicos y matemáticos, presididos con demasiada frecuencia por un criterio de elegancia; la confección de esquemas formales sobre el modo de elaborar conceptos y teorías; la osada aplicación de esquemas tomados en préstamo, con los análisis del input-output, los análisis de sistemas y estocásticos; la fiel servidumbre a los cánones del plan de investigación. y el fomento de un procedimiento particular, como el análisis de los informes, considerado como método de estudio científico. Me maravilla la suprema confianza con que estos objetivos son presentados como materia de la metodología. Muchos de ellos, como los que subrayan la necesidad del empleo de técnicas estadísticas y cuantitativas, son obviamente inadecuados, por la sencilla razón de que sólo abordan un aspecto limitado del acto completo de la investigación científica ignorando otros temas tales como las premisas, problemas, conceptos, etc. Mayor gravedad reviste aún el hecho de que, casi sin excepción, prescinden de afrontar la tarea de esbozar los principios sobre el modo en que deben ser elaborados los esquemas, problemas, datos, conexiones, conceptos e interpretaciones, según la naturaleza del mundo empírico en estudio. Los mencionados objetivos representan un esfuerzo por desarrollar una metodología independiente del inflexible carácter del mundo empírico a la que ésta ha de aplicarse. No es así como la metodología se desarrolla en el caso de la ciencia empírica. Los principios que dicha metodología comprende han de abarcar el acto de la indagación científica no de una forma lógica propia e independiente, sino por los caminos que tal indagación debe seguir para explorar un determinado tipo de mundo empírico.
En este importante sentido, la metodología de las ciencias social y psicológica no puede ignorar los temas de cómo hay que considerar el mundo empírico, plantear los problemas, seleccionar los datos, determinar e interpretar las relaciones y utilizar los conceptos.
(2) Una vez admitido que la metodología abarca todas y cada una de las partes importantes del acto de investigación científica, quisiera comentar y destacar un punto de mayor importancia incluso para la metodología. Cada una de las partes de ese acto -y por consiguiente, todo el acto- debe ser sometida a la prueba del mundo empírico y válida por dicha prueba. La realidad existe en el mundo empírico y no en los métodos empleados para estudiarlo; hay que descubrirla examinando ese mundo, y no a través de los análisis o la elaboración de los métodos utilizados para estudiarlo. Los métodos son meros instrumentos concebidos para reconocer y analizar el carácter obstinado del mundo empírico, y por ello su valor reside únicamente en su capacidad de hacer posible la tarea a realizar. En este sentido fundamental, los procedimientos empleados en cada una de las partes del acto de investigación científica han de evaluarse en función de si respeta o no la naturaleza del mundo empírico en estudio; se trata pues de saber si lo que significan o implican es la naturaleza de aquél. Así pues, el esquema subyacente del mundo empírico utilizado en el acto de la investigación científica requiere un examen crítico que permita decidir si es cierto o no lo es; los problemas sometidos a estudio deben ser críticamente enjuiciados para ver si son auténticos problemas del mundo empírico. Hay que observar si los datos seleccionados poseen, de hecho, en dicho mundo el carácter que se les ha conferido en el estudio; de modo parecido es necesario examinar el propio mundo empírico, con independencia del estudio, para comprobar si las relaciones presupuestas entre los datos se dan en la forma enunciada; las interpretaciones de los hallazgos, teniendo en cuenta sobre todo que proceden de fuentes externas, ajenas al estudio, deben someterse a una prueba empírica; y por último, los conceptos utilizados a lo largo de la investigación requieren particularmente un examen para verificar si encajan en el mundo empírico al que se supone que hacen referencia. El tratamiento metodológico exige, cuando menos, todas estas etapas.
Evidentemente, sin embargo, este tipo de exámenes y evoluciones de la indagación científica son muy poco frecuentes en lo que actualmente se denomina metodología de las ciencias social y psicológica. Las premisas, problemas, datos, relaciones e interpretaciones son aceptadas casi siempre tal y como se presentan, evitándose así su análisis directo en función del mundo empírico. En lugar de ello. la metodología actual insiste en seguir otros caminos para tratar de determinar la validez empírica de los esquemas, conceptos, relaciones, etc. Estas otras vías recomendadas y ampliamente utilizadas son las siguientes: (a) sujeción a un protocolo científico; (b) insistencia en la reproducción de estudios de investigación; (c) confianza en la verificación de las hipótesis; y (d) empleo de procedimientos supuestamente operacionales. Comentaré cada uno de estos esquemas alternativos.
Existe la creencia harto difundida y profundamente arraigada en la sociología y la psicología, de que una fiel adhesión a lo que comúnmente se acepta como protocolo acertado en el procedimiento investigador permite obtener automáticamente resultados válidos para el mundo empírico. El protocolo "correcto" constituye la pauta normal en sociología y psicología; está bien representado por lo que hoy denominamos principios del plan de investigación. Se presenta a los investigadores como el modelo de indagación científica; los especialistas y directores lo emplean para evaluar los planes de estudios, y los organismos de subvención lo aplican con bastante rigor a la evaluación de los proyectos de investigación. Todo ello refleja la creencia de que una fiel adhesión al protocolo del procedimiento investigador es una garantía de que se respeta la naturaleza del mundo empírico. Tal garantía no existe, desde luego. En el seno del "protocolo científico" se puede trabajar inconscientemente con falsas premisas, problemas erróneos, datos falseados, relaciones deformadas, conceptos inexactos e interpretaciones sin verificar. El protocolo no lleva incorporado ningún mecanismo que permita comprobar si las premisas, datos, relaciones, conceptos e interpretaciones son corroborados por la naturaleza del mundo empirico.
Esta observación es igualmente aplicable a la confianza depositada en la reproducción de estudios que utilizan un protocolo de investigación preestablecido. Esta reproducción no satisface la necesidad de validar empíricamente las premisas, problemas, conceptos y demás elementos fundamentales de estudio científico. El hecho de que un estudio de este tipo, que se basa en un determinado protocolo, proporcione o no el mismo resultado que un estudio anterior es independiente de la cuestión de la validez empírica de las premisas, problemas. etc., que se utilizan.
Sin lugar a dudas, la verificación de las hipótesis es el sistema que la psicología y la sociología emplean con preferencia actualmente para determinar la validez empírica de un enfoque concreto. El razonamiento que se sigue en este caso es muy sencillo. Se comienza elaborando un esquema, teoría o modelo del mundo empírico o área en estudio. Los esquemas, teorías y modelos representan la forma en que se supone que el mundo empírico funciona o está estructurado. A continuación se deduce del esquema la afirmación de lo que cabría esperar que suceda bajo tal o cual conjunto de circunstancias. Esta aseveración constituye la hipótesis. Luego se emprende el estudio de un área empírica determinada que represente dichas circunstancias. Si los descubrimientos derivados de este estudio confirman la hipótesis, se da por sentado que el esquema, teoría o modelo a través del cual se ha deducido aquélla son empíricamente válidos. Lógicamente, este punto de vista se basa en una noción del tipo "como si...-, es decir, se enfoca el mundo empírico como si poseyese tal o cual estructura, se extraen conclusiones restringidas y específicas sobre lo que podría descubrirse si el mundo empírico poseyese realmente la estructura que se le atribuye, y a continuación se comprueba si tales conclusiones se dan en el citado mundo empírico.
Hay una parte de verdad en este enfoque, pero sólo si: (a) la hipótesis compendia realmente el modelo o la teoría de los cuales se ha deducido; y (b) si la verificación de las hipótesis va seguida de una minuciosa búsqueda de casos empíricos negativos. Con excesiva frecuencia estas condiciones no se cumplen en las ciencias social y psicológica. La hipótesis raramente encarna o refleja la teoría o modelo de un modo tan decisivo que éstos corran la misma suerte que la hipótesis sometido a ensayo. Más aún, la corroboración de la hipótesis es inequívocamente inadecuada cuando se limita a una situación empírica particular circunscrita por aquélla; es necesario comprobar si se mantiene igualmente ante una serie de otras situaciones empíricas relevantes cuyos planteamientos sean lo más variados posible. A menos que se cumplan estas dos condiciones específicas, lo único que se verifica es la hipótesis, no el modelo o esquema teórico del cual se ha deducido. Como veremos más adelante, y tenemos buenas razones para comprenderlo, los esquemas teóricos de la psicología y la sociología se han distinguido siempre por la facilidad con que se verifican las hipótesis de ellas deducidas o, como sucede a veces, por la notable capacidad que dichos esquemas poseen para conservar intacto un sólido rango, incluso cuando se comprueba que determinadas hipótesis deducidas de las mismas carecen de fundamento. Esto se aprecia ad nauseum en esquemas teoréticos tales como la doctrina de los instintos, el conductismo watsoniano, la psicología de la Gestalt, o la concepción de estímulo y respuesta. el psicoanálisis, el modelo inputoutput, el concepto orgánico de la sociedad humana, el determinismo cultural y el funcionalismo estructural. Los defensores y partidarios de estas teorías nunca tienen dificultades para verificar las hipótesis que formulan a partir de sus esquemas.
Tampoco veo que éstos, ya trasnochados, desaparezcan por el hecho de que las hipótesis de ellos deducidas hayan perdido validez. Las causas de su desaparición tienen distinto origen. Estas observaciones debieran despertar el más absoluto recelo ante la general confianza que las ciencias social y psicológica depositan en la verificación de las hipótesis como medio de determinar la validez empírica de los esquemas y modelos teoréticos. Habida cuenta de sus antecedentes existen serias razones La posición metodológica ciet interaccionismo simbólico 23 para dudar de la eficacia de este procedimiento socio-psicológico en cuanto a determinar la validez empírica de las premisas, problemas, datos, relaciones, conceptos e interpretaciones.
El último tipo de procedimiento -el llamado 'operacional"- es aún menos apropiado para determinar la validez empírica de los elementos clave del acto de investigación científica. El "procedimiento operacional" se basa en la idea de que a una aseveración o concepto teoréticos se les puede conferir validez y referencia empíricas desarrollando un procedimiento específico y regularizado de aproximación al mundo empírico. Dicho procedimiento u operación puede consistir en el uso de un test, una escala, un instrumento de medida o una modalidad normalizada de investigación. El procedimiento "operacionaliza" el concepto o proposición teoréticos. Si la operación en cuestión supera con éxito las pruebas de fiabilidad, es utilizado como instrumento seguro para la obtención de datos empíricos específicos. A su vez, se presume que tales datos constituyen referencias empíricamente válidas del concepto o proposición "operacionalizada". El empleo de los tests de inteligencia es un típico ejemplo de procedimiento operacional. Los tests son instrumentos exactos y normalizados que proporcionan datos empíricos precisos y dignos de reproducción, y estos datos (cocientes de inteligencia) pueden ser considerados con justicia como firmes y válidas referencias empíricas del concepto de inteligencia. En realidad, una cuidadosa reflexión pone de relieve que el procedimiento operacional no constituye en absoluto una validación empírica de lo que está siendo "operacionalizado". El concepto o proposición que se -operacional iza— -el concepto de inteligencia, por ejemplo-, se refiere a algo que se considera está presente en el mundo empírico, con distintas formas y bajo diversos planteamientos. Así, por ejemplo, en la vida empírica se considera que la inteligencia es algo presente en terrenos tan diversos como la hábil planificación estratégica de un general del ejército, la ingeniosa explotación de una situación de mercado por parte de un empresario, los eficaces métodos de supervivencia puestos en práctica por un desheredado de la fortuna, la hábil resolución de problemas de su competencia por parte de un campesino o un miembro de una tribu primitiva, la astucia de baja estofa que una delincuente juvenil despliega en un reformatorio y la composición de buenos versos por un poeta. Salta a la vista lo ridículo e injustificado de creer que la "operacionalización" de la inteligencia, por medio de un determinado test de evaluación, pueda proporcionar una descripción satisfactoria de la misma. Para obtener una descripción que posea validez empírica es preciso captar y estudiar la inteligencia tal y como se desenvuelve en la vida empírica real, en lugar de recurrir a la selección especializada y normalmente arbitraria de un área en la que supuestamente se manifiesta. Esta observación es igual y perfectamente válida para todos los casos de procedimientos presuntamente operacionales. Si el concepto o proposición 'operacionalizados" se utilizan con referencia a algo que está presente en el mundo empírico, un auténtico científico empírico no puede eludir la necesidad de abarcar y estudiar las formas representativas de dicha presencia empírica. Seleccionar (generalmente de modo arbitrario) una forma determinada de referencia empírica y suponer que el estudio `bperacionalizado" de la misma engloba en su totalidad el alcance empírico del concepto o la proposición equivale, por supuesto, a dar por sentado lo que se pretende probar. Esta deficiencia, que afecta de modo tan uniforme al procedimiento operacional, demuestra que el "operacionalismo" está muy lejos de poder proporcionar la validación necesaria a la ciencia empírica.
Resumiendo la anterior exposición, ninguno de los cuatro medios habitualmente empleados (sujeción al protocolo científico, insistencia en la reproducción, verificación de hipótesis y aplicación del procedimiento operacional), proporciona la validación empírica que requiere la auténtica ciencia social empírica. Ninguno de ellos permite tener la certeza de que las premisas, problemas, datos, relaciones, conceptos e interpretaciones sean empíricamente válidos. Exponiéndolo en una forma muy sencilla, la única manera de obtener suficientes garantías en este sentido es acudiendo directamente al mundo social empírico y comprobando mediante un minucioso examen del mismo si las premisas e imágenes esenciales establecidas, las cuestiones y problemas planteados, los datos seleccionados a partir de dicho mundo, los conceptos a través de los cuales éste es observado y analizado. y las interpretaciones formuladas se confirman realmente. La metodología actual no alienta ni aprueba este examen directo del mundo social empírico. Por lo tanto, al margen del estudio o investigación que pueda emprenderse, casi nunca se hace un esfuerzo diligente para comprobar si el área empírica en estudio corresponde en realidad a las imágenes subyacentes que se tienen de la misma. De modo semejante tampoco se realizan apenas exámenes minuciosos e independientes del área empírica para verificar si el problema planteado es ilustrativo con respecto a lo que ocurre en ésta. Un detenido análisis independiente del área empírica al objeto de averiguar si los datos elaborados constituyen realmente una parte significativa de la misma, es algo inusitado. Del mismo modo que un minucioso reconocimiento de aquello a lo que se supone que los conceptos hacen referencia, seguido de un examen independiente del área empí- rica para ver si su contenido respalda, rechaza o califica el concepto, está lejos de ser una práctica habitual en este tipo de trabajo, etc. etc. No creo tergiversar las investigaciones social y psicológica actuales al afirmar que el procedimiento predominantemente empleado consiste en dar por sentadas las premisas sobre la naturaleza del mundo empírico sin detenerse a examinarlas; en admitir ciertos problemas como válidos porque parecen correctos o porque han sido extraídos de algún esquema teorético; en adherirse a un determinado modelo porque es elegante y lógicamente impecable; en considerar empíricamente válidos los datos escogidos porque se ajustan a nuestro concepto personal del problema; en contentarse con la conveniencia empírica de los conceptos personales porque poseen una agradable resonancia connotativa o porque son moneda intelectual de uso corriente en ese terreno.
(3) A nadie debe sorprender que el vasto dominio de la investigación en las ciencias social y psicológica revista el carácter de una gran exposición y pugna de filosofías sociales. En lugar de acudir en primera y última instancia al mundo social empírico, se recurre a esquemas teoréticos a priori, a un abanico de conceptos no verificados y a los protocolos canonizados de ciertos procedimientos de investigación. Estos métodos se convierten en los agentes predominantes en toda relación con el mundo social empírico, obligando a la investigación a que sirva a sus fines y sometiendo aquél a sus premisas. Quienquiera que considere injustificada esta acusación deberá tener en cuenta lo siguiente: la ingente cantidad de esquemas contradictorios sobre la naturaleza y composición de la sociedad humana y la notable facilidad con que sus defensores los "hacen válidos" en el curso de sus propias investigaciones; el asombroso hecho de que falta por concretar la referencia empírica de una abrumadora proporción de conceptos clave, en el sentido de que se puede recurrir a casos del mundo empírico y afirmar tranquilamente si se trata o no de un caso del concepto en cuestión (pruébese a hacer esto con algunos conceptos centrados de modo decisivo en problemas concretos y facilitando el aislamiento de relaciones nítidamente perfiladas. Este punto de vista, según el cual al seguir los protocolos científicos establecidos se está procediendo a un examen directo del mundo social empírico, se encuentra muy arraigado entre los sociólogos. Por ello considero necesario aclarar lo que entiendo como exhortación a volver al examen directo del mundo social empírico.
Comenzaré por determinarlo en el caso de los seres humanos, para quienes ese mundo empírico constituye su auténtica vida de grupo. Consiste en lo que las personas hacen y experimentan, individual y colectivamente, al dedicarse a sus respectivas formas de vida. Abarca los amplios complejos de actividades entrelazadas que van desarrollándose a medida que las acciones de algunos se extienden y afectan a las de otros. Expresa, por último, la amplia variedad de relaciones entre los individuos participantes. El mundo empírico se pone de manifiesto, por citar unos cuantos ejemplos, al observar lo que sucede en la vida de una pandilla de muchachos, en la alta dirección de una sociedad industrial, entre grupos raciales militantes, en la policía que se les enfrenta, entre la juventud de un país, entre el clero católico -) en la experiencia de los individuos en sus distintas profesiones. El mundo empírico social, en suma, es el ámbito de la experiencia cotidiana, cuyas capas superiores podemos ver en nuestras propias vidas y reconocemos en las ajenas. La vida de una sociedad humana, o de cualquier sector de la misma, de todas sus organizaciones o de todos cuantos en ella participan, se compone de la acción y experiencia de las gentes al afrontar las situaciones que se producen en sus mundos respectivos. Los problemas de la psicología y de la sociología proceden y retornan necesariamente, a ese organismo que constituye la incesante vida de grupo.
Esto se cumple tanto en el caso de que los problemas se refieran a algo que está sucediendo en ese momento (una manifestación estudiantil, por ejemplo) como en el caso de que se refieran al trasfondo de las causas de la revuelta, a la organización de las instituciones, o a las relaciones estratificadas de la gente, a las maneras conforme a las cuales las personas orientan su vida o a la organización personal de los individuos, formada a través de su participación en la vida de grupo. Esta, que es ininterrumpida, constituye el mundo social empírico de las ciencias social y psicológica, ya se trate del pasado o del presente, de éste o aquel pueblo, o de tal o cual área geográfica.
Con respecto al estudio de este mundo, es necesario formular varias observaciones elementales, aunque de suma importancia. La primera es que, casi por definición, el investigador especializado carece de información de primera mano sobre la esfera de la vida social que se propone estudiar. Muy raras veces participa en la vida de esa esfera y, normalmente, no se halla en estrecho contacto con los actos y experiencias de la gente que se desenvuelve en ese mundo. Su posición es casi siempre la de un intruso, como tal, posee unos conocimientos elementales notablemente limitados, de lo que sucede en esa determinada área de la vida. No pretendo acusar exclusivamente a los investigadores: la simple objeción mencionada se aplica a todos los seres humanos relacionados con un área de la vida que no conocen a fondo por medio de una asociación personal. El sociólogo que se propone estudiar el crimen, los desórdenes estudiantiles en Latinoamérica, o las élites políticas de África, y el psicólogo que resuelve estudiar el uso de drogas entre los adolescentes, las aspiraciones de los niños de las escuelas negras, o los criterios sociales de los delincuentes, ejemplifican esta casi inevitable ausencia de un íntimo conocimiento del área vital considerada. La postura inicial del sociólogo y del psicólogo es, prácticamente, la de una falta de familiaridad con lo que realmente acaece en la esfera de la vida elegida para su estudio.
Esto me lleva a hacer otra sencilla observación, a saber: que a pesar de esta carencia de un íntimo conocimiento, el investigador compondrá inconscientemente un cierto tipo de descripción de la zona vital que se propone estudiar. Pondrá en juego las creencias e imágenes que de antemano posee, a fin de conformar una perspectiva más o menos inteligible del área de vida en estudio. En este sentido es como cualquier otro ser humano. Seamos legos o especialistas, necesariamente hemos de recurrir a las imágenes que ya poseemos para analizar cualquier aspecto de la vida de grupo con el que estamos poco familiarizados. Aunque carezcamos de un conocimiento de primera mano sobre la vida de los delincuentes, los sindicatos, los comités legislativos, los ejecutivos de un banco o cierto culto religioso, nos bastan unos cuantos datos clave para configurar unas imágenes prácticas de esos aspectos vitales. Como todos sabemos, en ese momento intervienen las imágenes estereotipadas y se hacen con el control. Todos nosotros, en nuestra calidad de especialistas, poseemos una serie de estereotipos comunes a los que recurrimos para enfocar una esfera de la vida social empírica que desconocemos. En el terreno de las ciencias sociales el investigador utiliza, además, otro conjunto de imágenes preconcebidas (producto de sus teorías), las creencias vigentes en sus propios círculos profesionales y las ideas sobre cómo ha de estructurarse el mundo empírico para que le permita desarrollar su procedimiento de investigación. Ningún observador meticuloso puede negar con honradez que esto sea cierto. Lo vemos claramente en el hecho de que continuamente se configuran descripciones del mundo empírico de forma que se acomoden a criterios personales, se les estructura en función de las creencias y conceptos que gozan de general aceptación entre un conjunto determinado de colegas, y se les modela de manera que cumplan las exigencias del protocolo científico. Debemos reconocer honradamente que cualquier investigación por parte de un experto en ciencias sociales, encaminada a estudiar una esfera concreta de la vida social que no conoce por sí mismo, concluye siempre con el trazado de un cuadro de esa vida según imágenes preconcebidas.
Nada habría que objetar a esta predisposición natural y modo de hacer si la investigación científica en cuestión se rigiese por un esfuerzo constante y consciente, encaminado a revisar y someter a prueba las imágenes personales, pero no es és.: la tendencia predominante en las ciencias social y psicológica de nuestros días. Las posturas teoréticas son defendidas obstinadamente, se aceptan gratuitamente los conceptos y creencias del terreno de cada cual como si fueran intrínsecamente acertados, y los cánones del procedimiento científico se consideran sacrosantos.
Nada tiene de particular, por lo tanto, que las imágenes procedentes de dichas fuentes dirijan la investigación y modelen la descripción de la esfera de vida en estudio. En lugar de ser ensayadas y modificadas por un conocimiento directo de ese área de vida, se convierten en un sustituto de dicho conocimiento. Dado que esto constituye un grave reproche, pasaré a aclararlo.
Para empezar, la mayor parte de las investigaciones científicas (configuradas, desde luego, según la metodología en vigor) no están concebidas con miras a desarrollar una estrecha y razonable familiaridad con el área de vida en estudio. Al investigador no se le plantea la necesidad de explorar este área libre y exhaustivamente, entrando en contacto con las personas implicadas, contemplando aquélla a la luz de las diversas situaciones que éstas han de afrontar, anotando sus problemas y cómo los resuelven, participando en sus conversaciones y observando cómo transcurre su vida. En lugar de esta exploración e intento flexible de entablar un íntimo contacto con lo que sucede, se deposita la más absoluta confianza en el hecho de partir de determinada teoría o modelo, de plantear un problema en función de éste, de formular una hipótesis en relación con el problema, de esbozar un método de investigación para verificar dicha hipótesis, de emplear instrumentos normalizados para la obtención de datos precisos, etc. Sólo quiero reiterar aquí que los planes "apropiados" de investigación actuales no fomentan ni garantizan el desarrollo de un conocimiento directo de la esfera de vida en estudio." Además, es harto improbable que el especialista carente de esta estrecha familiaridad reconozca que está equivocado. Al no ser consciente de los conocimientos que podría adquirir a través de un profundo contacto con el medio, ignora que los está desaprovechando. Como se da por descontado que el esquema de investigación científica aceptado es la vía correcta de tratamiento y análisis, no siente la necesidad de familiarizarse con una esfera de vida determinada. En este sentido, el protocolo de investigación establecido se convierte eli sustituto inconsciente del examen directo del mundo social empírico. Las preguntas que se formulan, los problemas que se plantean, los caminos que se siguen, los tipos de datos que se buscan, las relaciones que se toman en consideración y la clase de interpretaciones que se aventuran al respecto, son el resultado del esquema de investigación, en lugar de ser producto de un intimo conocimiento del área empírica sometida a estudio.
No hay duda sobre la autenticidad de la sustitución de la que hablo, La pregunta lógica que surge al respecto es: ¿Por qué es tan importante o necesario adquirir un conocimiento directo del área de vida social en estudio? Se podría ignorar rápidamente tal interrogante como pregunta tonta, si el tema no tuviese unas implicaciones tan extensas y profundas en la investigación social y psicológica de nuestra época". Por consiguiente, es preciso abordarlo. La respuesta más sencilla a esta pregunta es que el mundo social empírico contempla una incesante vida de grupo que es preciso observar muy de cerca para conocer lo que en ella sucede. Si se ha de respetar el universo social, los problemas, conceptos orientativos, datos, esquemas de relación e ideas de interpretación personales tienen que ser fieles a ese mundo Obsérvese la escasa acogida que tienen las propuestas de estudios exploratorios formuladas a las entidades subvencionadoras, con sus cuadros profesionales de asesores, o en el caso de las tesis doctorales en las facultades de sociología y psicología. Nótese la muralla de preguntas que se plantean: "¿Dónde está su plan de investigación?"; "¿qué modelo sigue?"; "¿por qué hipótesis se rige?; “qué variables dependientes e independientes piensa adoptar?"; "¿qué instrumentos normalizados va a utilizar para obtener los datos necesarios para sus variables?"; "¿cuál es su muestra?"; "¿y su grupo de control ?"; etc., etc. Estas preguntas dan por sentado que el investigador posee el conocimiento de primera mano que el estudio exploratorio pretende precisamente conseguir. ;Como no lo posee, el procedimiento de investigación rotocolizado se convierte en el sustitutivo para obtenerlo! Actualmente el mérito en estos terrenos se consigue ante todo concibiendo una teoría sorprendente, elaborando un gran sistema teorético , proponiendo un esquema de análisis atractivo , confeccionando un modelo lógico claro o elegante, cultivando y desarrollando técnicas matemáticas y estadísticas superiores, realizando estudios que sean auténticos modelos de investigación planificada o (por mencionar algo que no he abordado en este ensayo), emprendiendo brillantes análisis especulativos de lo que sucede en un área determinada de la vida social . Al estudio basado en una observación directa de lo que acontece en una determinada esfera social sólo se le concede un valor secundario o periférico; tachándosele de ciencia "floja— o de periodismo empírico. Esto es especialmente cierto en el caso de la vida de grupo, debido a la persistente tendencia del ser humano a construir en su vida colectiva universos independientes , caracterizados por un milieu operativo de diferentes situaciones vitales y por la posesión de distintas creencias y conceptos para reaccionar ante tales situaciones . Basta con pensar en los mundos tan dispares que constituyen una élite militar, el clero de una iglesia, las prostitutas de las ciudades modernas, un organismo revolucionario campesino, los políticos profesionales , los habitantes de los barrios bajos, la alta dirección de una gran empresa industrial , un sindicato de juego, una facultad universitaria, la lista sería interminable . Los modos de vida de tales grupos, el desfile de situaciones a las que se enfrentan, sus instituciones y organizaciones, las relaciones entre sus miembros, los puntos de vista y las imágenes por medio de las cuales se forman una opinión de su universo, las organizaciones personales creadas por sus miembros, todos estos aspectos y otros más configuran sus diferentes mundos empíricos. No hay que cerrar los ojos ante el hecho de que los seres humanos, en su vida colectiva, forman los tipos de mundo más dispares.
Para poder estudiarlos de forma consciente hay que conocerlos, y para conocerlos es preciso examinarlos a fondo. Abstenerse de seguir teorías, por muy ingeniosas que se consideren y prescindir del protocolo científico, por muy meticuloso que sea, son otras tantas formas de familiarizarse con lo que realmente sucede en la esfera de vida sometida a estudio.
Debemos añadir que la continua vida de grupo, ya sea considerada en su totalidad o en cada una de sus esferas, se desenvuelve, hasta donde alcanza nuestra percepción, en distintos niveles. Quien no percibe nada de esta vida, nada esencial conoce de ella. Quien la examina desde tanta distancia que únicamente alcanza a ver una pequeña parte, sólo podrá adquirir unos conocimientos limitados sobre la misma. Quien participa en ella tendrá un conocimiento más amplio, si bien éste será muy restringido e inexacto si la persona es ingenua y poco observadora. Un participante muy observador poseerá un conocimiento más profundo y exacto. Pero existen niveles de acontecimientos que están ocultos a todos los participantes. Si consideramos de este modo el proceso de la incesante vida de grupo, como creo que estamos obligados a hacerlo, el estudio de la misma requiere que ampliemos y profundicemos nuestra percepción. Tal es la dirección en que debemos orientar nuestros esfuerzos para alcanzar un conocimiento exacto, es decir, desde una posición de ignorancia o carencia de información a una conciencia más precisa de lo que está sucediendo. Mi metáfora preferida a este respecto es la de la caída de los velos que ensombrecen u ocultan lo que sucede. La finalidad del estudio científico consiste en arrancar los velos que ocultan el área de la vida de grupo que uno se propone estudiar. Dichos velos no se levantan sustituyendo, en la medida que sea, el conocimiento directo por unas imágenes preconcebidas. Se descorren aproximándose todo lo posible al área en cuestión y profundizando mucho en ella mediante un minucioso estudio. Los esquemas metodológicos que no favorecen o permiten el cumplimiento de tales requisitos están traicionando el principio fundamental según el cual se ha de respetar la naturaleza del mundo empírico personal.
¿Cómo podemos aproximarnos tanto al mundo social empírico y profundizar en él? No se trata simplemente de acercarse a un área determinada y ponerse a contemplarla. Es una ardua tarea que requiere un método de sondeo minucioso y honesto, una imaginación creativa pero disciplinada, iniciativa y flexibilidad en el estudio, una serena reflexión sobre los hallazgos realizados y estar permanentemente dispuesto a poner a prueba y refundir los puntos de vista y las imágenes personales sobre el área en estudio. Entre las grandes figuras de las ciencias naturales puede servir de ejemplo la de Charles Darwin. No es un estudio "fácil" por el mero hecho de que no emplea procedimientos cuantitativos ni se ciñe a un protocolo científico prefigurado , sino que exige un juicio auténticamente riguroso , como lo demuestra el análisis de sus dos partes fundamentales, a las que denominaré , respectivamente, "exploración" e "inspección ". Estos dos métodos de investigación diferencian claramente el examen naturalista directo del mundo social empírico del modo de investigar que se practica en la metodología actual. Quisiera esbozar lo que estos dos términos significan.
Exploración.
El estudio exploratorio de la vida de un grupo humano es el medio de lograr dos objetivos complementarios e interrelacionados. Por un lado, es el camino a través del cual el investigador puede adquirir un conocimiento extenso y profundo de una esfera de la vida social que por no serle familiar le resulta desconocida. Por otra parte , es el modo de desarrollar y agudizar su investigación, de suerte que su problema , la dirección de sus pesquisas , los datos, las relaciones analíticas y las interpretaciones emanen de y permanezcan arraigadas en el mundo empírico sometido a estudio. Por definición , la exploración es un procedimiento flexible mediante el cual el especialista se traslada de una a otra línea de investigación, adopta nuevos puntos de observación a medida que su estudio progresa , se desplaza en nuevas direcciones hasta entonces impensadas y modifica su criterio sobre lo que son datos pertinentes conforme va quedando más información y una mayor comprensión. A este respecto, el estudio exploratorio contrasta con el procedimiento prescrito y restringido que exige el protocolo científico actual. La flexibilidad del procedimiento exploratorio no implica que la investigación carezca de rumbo; sino que, partiendo de un enfoque amplio, se va reduciendo progresivamente a medida que avanza la investigación. El propósito de la exploración es caminar hacia una comprensión más clara del modo en que se plantean los problemas, averiguar qué datos son idóneos, concebir y desarrollar ideas acerca de lo que puede considerarse como líneas de relación significativas, y hacer evolucionar los instrumentos conceptuales de que se dispone, a la luz de lo que se va aprendiendo sobre ese área de vida.
En este sentido, difiere de la postura, en cierto modo pretenciosa, del especialista a quien el protocolo científico preestablecido exige, antes de emprender su estudio, presentar un problema clara y concretamente estructurado, conocer qué tipo de datos ha de recopilar, disponer de un conjunto de técnicas preparadas de antemano y ceñirse a ellas, clasificar sus hallazgos con arreglo a ciertas categorías previamente determinadas.
Debido a su carácter flexible, la investigación exploratoria no se halla sujeta a ningún conjunto de técnicas en particular. Su máxima es utilizar cualquier procedimiento, éticamente lícito, que ofrezca las mayores posibilidades para obtener un cuadro lo más exacto posible de cuanto acontece en el área de vida social estudiada.
Por lo tanto, puede recurrir a la observación directa, a entrevistar personas, escuchar sus conversaciones, obtener informes sobre la vida real, utilizar cartas y diarios, consultar documentos públicos, organizar discusiones de grupo, y efectuar documentos públicos, organizar discusiones de grupo, y efectuar recuentos de determinados elementos siempre que se considere conveniente. No es necesario ceñirse a un protocolo para aplicar dichos procedimientos. Estos deben adaptarse a sus circunstancias respectivas y guiarse por el criterio de lo que es correcto y fructífero.
Con todo, es preciso tener en cuenta ciertos puntos especiales a lo largo de la investigación exploratoria. Hay que buscar asiduamente personas que participen en la esfera social que se estudia y que sean observadores perspicaces y bien informados. Una persona así vale por cien participantes poco observadores. Un pequeño número de tales individuos, reunidos en un grupo de discusión y toma de iniciativas, es mucho más útil que cualquier muestra representativa. Un grupo de este tipo, discutiendo colectivamente su esfera de vida y sondeándola a través de las discrepancias que van surgiendo entre sus componentes, contribuye en mayor medida a descorrer los velos que vienen ocultando esa zona que cualquier otra invención que yo conozca.
En la investigación exploratoria es particularmente importante para el especialista el estar constantemente alerta sobre la necesidad de revisar y verificar sus imágenes, creencias y conceptos sobre el área que está estudiando. Estas revisiones y ensayos las realizará en parte a través del examen directo y de lo que le digan sus informadores pero, dado que su tarea comprende también el sondeo de zonas ajenas a las que sus informadores conocen, tendrá que estar preparado a modificar con frecuencia la forma de considerar el área en estudio. Darwin, reconocido como uno de los mejores observadores naturalistas de que se-tiene noticia, señaló la facilidad con que la observación es y permanece esclavizada por las imágenes. Recomienda dos formas de liberarse de dicha servidumbre. Una de ellas consiste en plantearse todo tipo de preguntas sobre la materia que se está estudiando, incluso las que parezcan más absurdas. El planteamiento de las mismas contribuye a sensibilizar al observador con respecto a nuevas y distintas perspectivas. El otro procedimiento recomendado consiste en anotar todas aquellas observaciones que pongan en tela de juicio los conceptos utilizados en el trabajo, así como las que revistan curiosidad o interés, aunque su aplicación inmediata no sea evidente. Conforme a su experiencia personal, Darwin ha señalado la rapidez con que las observaciones desaparecen de la memoria mientras que si se retienen y someten a reflexión, suelen convertirse en instrumentos que, cuando es necesario, permiten enderezar de nuevo fructíferamente la perspectiva abordada.
La finalidad de la investigación exploratoria consiste en desarrollar y confeccionar un cuadro del área en estudio tan completa y precisa como lo permitan las condiciones vigentes. La imagen debe permitir al experto moverse a sus anchas en la esfera sometida a estudio así como hacer afirmaciones basadas en hechos y no en especulaciones. Proporciona al estudioso la certeza de que las preguntas que plantea sobre el área empírica son significativas y pertinentes, que los problemas abordados no son artificiales, que los tipos de datos que busca son significativos por lo que se refiere al mundo empírico, y que los caminos que sigue se ajustan a la naturaleza de éste. Habida cuenta de la crucial necesidad e importancia que la investigación exploratoria reviste para la psicología y la sociología, resulta difícil entender que sus inquietudes metodológicas actuales en relación con este tipo de investigación sean prácticamente nulas.
Debe señalarse que la mera información descriptiva obtenida por medio de la investigación exploratoria, puede ser suficiente por sí misma para aportar las respuestas a las preguntas teoréticas que el especialista pueda estar formulándose respecto al objeto de su estudio. Con demasiada frecuencia, el investigador confrontado con un área de la vida social que le resulta poco familiar elabora, por anticipado, esquemas analíticos que él considera necesarios para reseñar los aspectos problemáticos del área en cuestión. Uno de los aspectos interesantes del estudio exploratorio es que el informe descriptivo, más completo, que suele ofrecer, proporciona frecuentemente una explicación adecuada al problema planteado, sin necesidad de recurrir a ninguna teoría ni esquema analítico. No obstante, la imagen de la esfera de la vida social obtenida por medio de una exploración eficaz, no es suficiente por sí sola cuando la tarea exige un cuidado examen directo del mundo social empírico. El examen directo impone la necesidad de otro procedimiento que juzgo conveniente denominar "inspección".
Inspección.
El examen directo del mundo social empírico no se limita a la confección de un extenso y detallado relato de lo que acontece, sino que debe incluir asimismo el análisis. El investigador que emprende el examen directo ha de procurar conferir al problema una forma teorética, descubrir relaciones genéricas, profundizar en la referencia connotativa de sus conceptos y formular proposiciones teoréticas. Tal análisis constituye la finalidad intrínseca de la ciencia empírica; lo que la diferencia de la mera elaboración de informes descriptivos. ¿Cómo hay que llevar a cabo el examen directo del mundo social empírico, especialmente en el caso de la información revelada por medio de la exploración? El procedimiento habitual consiste en aplicarle el esquema de análisis científico inherente a la metodología actual.
Dicho esquema adopta la siguiente forma: empezar con una teoría encuadrada en función de las relaciones entre conceptos o categorías; utilizar la teoría para plantear un problema específico del área en estudio; convertir dicho problema en determinados tipos de variables , dependientes o independientes , que representen conceptos o categorías ; emplear técnicas precisas para la obtención de datos; descubrir las relaciones existentes entre las variables y explicar dichas relaciones utilizando la teoría y el modelo . La aplicación de este esquema convencional a la información suministrada por la exploración representa un avance en relación con lo que se viene haciendo normalmente, puesto que significa trabajar con datos derivados de lo que sucede realmente y no de lo que se cree que sucede. No obstante, a mi juicio, este protocolo de análisis científico no es satisfactorio ni apropiado al tipo de análisis que requiere el examen directo del mundo social empírico. Aunque se empleen los datos, más realistas, proporcionados por la exploración, el protocolo convencional de análisis científico sigue obligando a los datos a encajar en un marco artificial que restringe y perjudica seriamente el auténtico análisis empírico, ya que el análisis científico requiere dos cosas: unos elementos analíticos claros y discriminantes y el aislamiento de las relaciones entre los mismos. El protocolo convencional no concreta con exactitud la naturaleza de los elementos analíticos en el mundo social empírico ni revela con el debido rigor la relación existente entre éstos. A mi entender se requiere un procedimiento analítico distinto: el de la "inspección".
Entiendo por "inspección" un examen profundo y debidamente enfocado del contenido empírico de cualesquiera elementos analíticos utilizados con miras al análisis, y este mismo tipo de examen con respecto a la naturaleza empírica de las relaciones entre dichos elementos. Trataré de aclarar esta definición abstracta. Al hablar de elementos analíticos me refiero a toda clase de temas generales o categóricos que son vitales para el análisis como, por ejemplo, la integración, movilidad social, asimilación , liderazgo carismático, relaciones burocráticas, sistema autoritario, supresión de la disidencia, moral, carencia relativa , actitudes y compromiso institucional. Como los citados ejemplos sugieren, tales elementos analíticos pueden referirse a procesos, organización, relaciones, redes de relaciones, estados del ser, elementos de organización personal y acontecimientos. Pueden adoptar diversos grados de generalidad, desde uno muy amplio, como la integración, hasta los de ámbito más restringido, como la aspiración de movilidad en el caso de los adolescentes negros de las ciudades. El procedimiento de inspección consiste en someter los elementos analíticos a un meticuloso examen por medio de un escrutinio minucioso y flexible de los casos empíricos que aquéllos comprenden. Dichos casos empíricos son los que aparecen dentro del área estudiada y su examen minucioso y flexible se realiza en el contexto del área empírica en la que suceden. De este modo, si tomamos un elemento analítico como la asimilación, por ejemplo, la de las muchachas que se entregan a una prostitución organizada, los casos empíricos serán, por supuesto, los historiales individuales de las chicas que sucumben a la mencionada asimilación. El estudio concienzudo de esos casos con miras a descubrir la naturaleza genérica de la asimilación, constituye lo que yo entiendo por "inspección".
Como procedimiento, la inspección consiste en examinar el elemento analítico dado, enfocándolo de distintas maneras; en considerarlo desde diferentes ángulos, en plantear diversas preguntas y en examinar nuevamente a la luz de las mismas. La manipulación de un objeto físico extraño ilustra el prototipo de inspección: podemos cogerlo, mirarlo detenidamente, darle vueltas mientras lo observamos, contemplarlo desde éste o aquel ángulo, preguntarnos qué puede ser, manipularlo de nuevo a la luz de nuestros interrogantes, experimentar con él de tal o cual forma. Este examen detenido y profundo es la verdadera esencia de la inspección; una inspección que no tiene nada de rutinaria, forzada o preestablecida: sólo se convierte en tal cuando sabemos lo que es y recurrimos a un ensayo específico, como hace el técnico. La inspección, por el contrario, es flexible, imaginativa, creativa y libre de tomar nuevos rumbos. Este tipo de examen es asimismo aplicable a un objeto social, un proceso, una relación, o a cualquiera de los elementos que intervienen en el análisis teorético de un área o aspecto determinados de la vida social empírica. Abordamos los casos empíricos del elemento analítico, los consideramos en sus diversos planteamientos concretos, los observamos desde distintos ángulos, nos hacemos preguntas acerca de ellos en lo relativo a su carácter genérico, volvemos sobre ellos y los examinamos de nuevo, los comparamos con otros, y de esta manera va surgiendo la naturaleza del elemento analítico que representan. Esta concreción de su naturaleza se realiza mediante un examen de la vida empírica misma, al descubrir la luz que arroja cuando se la somete a este proceso de ensayo minucioso y flexible. No conozco otra forma de determinar la naturaleza del elemento analítico que uno se propone utilizar en el análisis de un área empírica concreta de la vida social, teniendo la certeza de que dicho elemento guarda relación con ese empleo y es válido para el mismo.
Debe quedar claro que la inspección, como sistema de investigación, es la antítesis de la investigación científica tal y como se concibe en la metodología actual de la psicología y la sociología. La inspección no se ajusta a ningún enfoque o procedimiento rígido; no cuenta desde el principio con elementos analíticos cuya naturaleza haya sido determinada de antemano y nunca revisada o verificada en el curso de su utilización, sino que desarrolla la naturaleza de dichos elementos por medio del examen del mundo empírico propiamente dicho. Es todo lo contrario de lo que supone otorgar una "naturaleza" al elemento analítico mediante su "operacionalización- (por ejemplo, definir la inteligencia por medio del cociente intelectual). En lugar de ello, se propone descubrir esa naturaleza a través de un detenido examen de sus instancias en el mundo empírico. La ausencia del empleo del procedimiento de inspección, hace que el uso de los elementos analíticos en las investigaciones de la ciencia social actual, sea, en cierto modo, escandaloso. Esto se aprecia principalmente en el enunciado de nuestros conceptos que, en último análisis, constituyen nuestros elementos analíticos. La gran mayoría de nuestros conceptos es notablemente vaga e imprecisa en su connotación empirica, y sin embargo los usamos a diestro y siniestro en nuestros análisis, sin preocuparnos de elaborar, purificar y verificar sus connotaciones. La necesaria mejora de su significado empírico no puede realizarse a ningún nivel mediante la "operacionalización" de los conceptos; sólo puede llevarse a cabo por medio de una concienzuda inspección de sus casos empíricos, en el curso de la cual se aclara y concreta su carácter.
La inspección es también el procedimiento adecuado para efectuar la otra parte del análisis social, es decir, el aislamiento de las relaciones entre los elementos analíticos. Dicha relación presupone la existencia de un vínculo significativo entre los componentes del mundo empírico.* Dado su carácter de conjetura, la relación exige un examen de ese mundo, y lo mismo puede decirse de las connotaciones empíricas de los elementos analíticos. La relación declarada debe ser concretada y verificada por medio de un examen minucioso y flexible de sus casos empíricos. Sin la inspección nos vemos cautivos del concepto o imagen previas de tal relación, sin saber siquiera si son empíricamente válidos y sin la posibilidad de depurarlos y mejorarlos mediante un detenido examen de los casos empíricos.
La exploración y la inspección que representan, respectivamente, a la descripción y al análisis, son los procedimientos necesarios para un examen directo del mundo social empírico. Corresponden a lo que en ocasiones se denomina investigación "naturalista', es decir, un proceso encaminado a abordar el mundo empírico en cuestión en su carácter natural y continuo, en lugar de limitarse a una simulación del mismo, a una abstracción (como es el caso de los experimentos de laboratorio) o a su sustitución por una imagen preestablecida. El mérito de un estudio naturalista reside en que respeta el dominio empírico y permanece cerca de él. Este respeto y aproximación son particularmente importantes en las ciencias sociales, debido a que los seres humanos, en su existencia de grupo, forman mundos y esferas de vida distintos. Estos mundos representan y configuran la vida social de la gente, sus actividades, relaciones e instituciones. Son casi siempre remotos y desconocidos para el investigador; tal es, precisamente, la razón principal que le impulsa a estudiarlos. Para llegar a conocerlos tendrá que acercarse a ellos en su carácter empírico-real. Sin esto nunca podrá tener la certeza de que sus imágenes orientativas de esa esfera o mundo, el problema que se plantea a su respecto, los caminos que traza, los datos que selecciona, las clases de relaciones que prefigura entre ellos, o los puntos de vista teóricos que orientan sus interpretaciones, sean empíricamente válidos. La investigación naturalista, que comprende el doble procedimiento de la exploración y la inspección, es a todas luces necesaria para el estudio científico de la vida humana de grupo y puede ser calificada de "científica" en el más estricto sentido de la palabra.
* Para que este reproche no quede flotando en el aire, invito al lector a que trate de concretar el significado empirico de la siguiente serie representativa de conceptos sociológicos normalmente utilizados: costumbres, integración , papel social, alienación, socialización, actitud, valor. anomia y desviación. El significado empírico no viene dado por una definición que simplemente sirve al propósito de la disertación. sino que existe en una especificación que nos permite acudir al mundo empírico y afirmar con convicción, refiriéndonos a cualquier elemento empírico, si se trata o no de un ejemplo del concepto en cuestión. El lector puede intentar hacer esto mismo con los conceptos arriba mencionados, observando simplemente lo que sucede en torno suyo.
Mi exposición ha puesto de relieve de un modo bastante nítido la oposición existente entre la investigación naturalista, constituida por la exploración y la inspección, y el tipo de investigación formalizada, tan enérgicamente defendida por la metodología actual. Es necesario insistir en esta oposición para intentar liberar a los sociólogos de su inconsciente cautiverio y adhesión a un formato de investigación que se presupone es el modo naturalmente correcto de llevar a cabo el estudio científico. A pesar de que muchos trabajos notables en el campo de la psicología y la sociología contemporáneas son producto de un estudio naturalista, pocos son hoy los defensores de este tipo de investigación, apenas considerado en la metodología actual. Por lo que he podido comprobar, en nuestros principales centros de estudios superiores no se concede gran importancia a la investigación naturalista o ésta no se enseña en absoluto. Existe una general ignorancia respecto a este tipo de investigación con la consiguiente ceguera sobre su necesidad, lo cual es deplorable para las ciencias social y psicológica, cuya misión como ciencias empíricas consiste en estudiar el mundo empírico en profundidad.
Orientación metodológica
El interaccionismo simbólico es un enfoque realista del estudio científico del comportamiento y la vida de grupo humanos. Su mundo empírico es el mundo natural de esa vida y ese comportamiento. Remite al mundo sus problemas, realiza sus estudios en su seno y extrae sus interpretaciones de esos estudios naturalistas. Si se pretende estudiar, por ejemplo, el comportamiento característico de los cultos religiosos, se acudirá a los cultos reales y se les observará detenidamente en su desarrollo. Si se desea estudiar los movimientos sociales, se seguirá detenidamente la trayectoria, historia y experiencias vitales de dichos movimientos en la realidad. Si lo que se pretende es estudiar el uso de drogas entre los adolescentes, se recurrirá a la vida real de éstos para observar y analizar el uso que hacen de ellas y así sucesivamente con respecto a cualquier otro tema digno de atención. Consecuentemente, la postura metodológica del interaccionismo simbólico es la del examen directo del mundo empírico social, enfoque metodológico que ya he comentado anteriormente. Esta doctrina sostiene que el examen directo permite al especialista satisfacer todos los requisitos básicos de la ciencia empírica: enfrentarse a un mundo empírico susceptible de observación y análisis, suscitar problemas abstractos con respecto al mismo, reunir los datos necesarios a través de un examen detenido y disciplinado, descubrir las relacione entre las respectivas categorías de estos datos, formular proposiciones respecto a dichas relaciones, incorporar esas proposiciones a un esquema teorético y verificar los problemas, datos, relaciones, proposiciones, y teoría por medio de un nuevo examen del mundo empírico. El interaccionismo no sucumbe a la mítica creencia de que un estudio, para ser científico, tiene que configurarse de forma que se acomode a un protocolo preestablecido de investigación científica, como por ejemplo, el procedimiento de trabajo de las ciencias físicas superiores, concibiendo de antemano un modelo lógico o matemático fijo, encasillando el estudio en la rígida disciplina de los experimentos de laboratorio, imponiéndole un marco matemático o estadístico determinado, organizando el estudio con arreglo a unas variables preestablecidas, o limitándolo a un procedimiento normalizado concreto; como es el caso de la investigación estadística. El interaccionismo sostiene que el auténtico distintivo de toda ciencia empírica reside en el respeto a la naturaleza de su mundo empírico: en hacer que sus problemas. criterios fundamentales, procedimientos de investigación, técnicas de estudio, conceptos y teorías, se amolden a dicho mundo. Sustenta el convencimiento de que esta determinación de los problemas, conceptos, técnicas de investigación y esquemas teoréticos han de proceder del examen directo del mundo social empírico real, en lugar de ser elaborados por medio de una simulación del mismo, o de un modelo predeterminado, de una descripción derivada de algunas observaciones dispersas, de un cuadro confeccionado de antemano para satisfacer los dictados de algún esquema teorético concreto, de un esquema de procedimiento "científico" o. finalmente, por medio de un retablo de ese mundo construido a base de informes parciales y no verificados acerca del mismo. Según el interaccionismo, la naturaleza del mundo social empírico ha de ser desentrañada, sacada a la luz mediante un examen directo, minucioso y ponderado.
Esta postura metodológica refuta la frecuente acusación de que el interaccionismo simbólico no se presta por sí mismo a la investigación científica, lo cual constituye un reproche desconcertante. Es evidente que quienes lo formulan utilizan las ideas de la investigación científica en la actual metodología como patrón de medida para enjuiciar el interaccionismo. Se preguntan, por ejemplo, cómo podría este método "operacionalizar " el "sí mismo", crear una escala adecuada para medir la interpretación de los gestos, realizar un experimento controlado sobre el proceso de desarrollo de nuevos conceptos del "sí mismo", utilizar procedimientos estadísticos para analizar la formación de nuevos objetos sociales o incluir el concepto del "otro generalizado" dentro del marco de procedimientos tales como el análisis de sistemas, el análisis estocástico y la investigación operacional. Tales exigencias carecen de fundamento (a pesar de que algunos interaccionistas simbólicos las toman en serio y tratan de cumplirlas), y evidencian una profunda incomprensión, tanto de la investigación científica como del interaccionismo simbólico. Los conceptos y proposiciones de este último se encaminan al examen directo del mundo social empírico. Su importancia y validez sólo pueden ser determinadas a la luz de dicho examen, y no en función del criterio ajeno de una metodología inadecuada.
Desde luego, las premisas fundamentales del interaccionismo -las imágenes radicales a las que antes me he referido- tienen que demostrar su validez empírica. Si no la confirman mediante algún tipo de prueba, deberán ser descartadas inexorablemente junto con el esquema del interaccionismo simbólico que comportan. (Esta misma prueba deberla realizarse con todos y cada uno de los esquemas propuestos para el estudio y análisis de la sociedad y conducta humanas.) Puesto que las premisas son declaraciones de la naturaleza del mundo social empírico, la mejor manera de verificarlas será recurriendo al mismo. Permítaseme recordar al lector estas premisas básicas: la vida de un grupo humano consiste en la acomodación de la línea de acción de cada uno de los participantes a las de los demás: esa alineación de acciones tiene lugar, principalmente, cuando las personas participantes indican a las demás lo que hay que hacer y a su vez interpretan las indicaciones que éstas les formulan: a partir de esta interpretación, los individuos conforman los objetos que constituyen su mundo; las personas se aprestan a actuar con respecto a sus objetos partiendo del significado que éstos encierran para ellas; los seres humanos afrontan su mundo como organismos provistos de un "si mismo" y, por lo tanto, capaces de formularse sus propias indicaciones; la acción humana es realizada por el agente, en función de lo que éste percibe, interpreta y enjuicia y el entramado de esta acción incesante constituye las organizaciones, instituciones y vastos complejos de relaciones interdependientes. Para corroborar la validez de estas premisas es preciso recurrir al examen directo de la vida humana de grupo y no a un planteamiento artificial de laboratorio, a un esquema que "operacional ice" conceptos, a una confirmación de las hipótesis o a un examen para ver si las premisas se adaptan a un protocolo de procedimiento interpretativo. Las premisas son bastante simples. Pienso que pueden ser rápidamente corroboradas y validadas sólo con observar lo que sucede en la vida social ante nuestros propios ojos. Con cierto espíritu contencioso quisiera invitar a los sociólogos a que efectúen este mismo tipo de prueba sobre las premisas subyacentes de otros esquemas, actualmente en boga, para el estudio de la sociedad humana y de la acción social.
Admitiendo que la vida humana de grupo posea el carácter consignado por las premisas del interaccionismo simbólico, quisiera abordar el tema general de cómo se estudian la vida de un grupo humano y la acción social. No me refiero a la determinación y al análisis de los numerosos procedimientos individuales que pueden emplearse en una u otra fase de la exploración y la inspección. Existe una extensa literatura, demasiado discrepante para ser verosímil, sobre muchos de estos procedimientos individuales, tales como la observación directa, estudio sobre el terreno, observación participante, análisis de casos, entrevistas, empleo de cartas y diarios, historias reales , documentos públicos , discusión de tablas y conversaciones. Puedo añadir que existe una gran necesidad de estudios concienzudos y circunspectos sobre tales procedimientos, no para conferirles un formato normalizado, sino para mejorar su capacidad como instrumentos aptos para descubrir lo que acontece en la vida real de grupo. Mi actual preocupación, sin embargo, se orienta en una dirección distinta: el señalar algunas de las consecuencias metodológicas más importantes del punto de vista del interaccionismo simbólico a propósito de la vida humana de grupo y de la acción social. Deseo examinar estas consecuencias en el marco de cada uno de los cuatro conceptos centrales del interaccionismo, a saber: (1) individual o colectivamente,-las personas están preparadas para actuar en función del significado de los objetos que configuran su mundo. (2) La asociación de las personas adopta necesariamente la forma de un proceso en el curso del cual cada uno formula indicaciones a las demás e interpreta las que recibe de éstas. (3) Los actos sociales, tanto individuales como colectivos, surgen de un proceso en el que el agente advierte, interpreta y enjuicia las situaciones con las que tropieza. (4) La compleja concatenación de los actos que configuran las organizaciones, instituciones, división del trabajo y redes de interdependencia no constituye algo estático, sino dinámico.
Ahora quisiera comentar cada uno de estos puntos.
(1) La aseveración de que la gente actúa en función del significado de sus objetos tiene profundas implicaciones metodológicas. Una de las más evidentes es que si el especialista desea comprender los actos de las personas, es preciso que vea los objetos como ellas los ven, ya que de lo contrario sustituirá los significados de dichos objetos por sus propios significados, incurriendo con ello en el error más grave que un sociólogo puede cometer. Llegará a plantearse un mundo ficticio.
Dicho de un modo más sencillo, las personas actúan con respecto a las cosas basándose en el significado que éstas encierran para ellas, y no sobre el que poseen para el especialista intruso. A pesar de ello, por todas partes vemos estudios de la vida de grupos humanos y del comportamiento de las personas realizados sin que el especialista se haya esforzado en descubrir de qué manera considera la gente la finalidad de su propia actuación. Dos perniciosas tendencias de la metodología actual alientan oficialmente esta negligencia: (1) el convencimiento de que la sola pericia en el uso de las técnicas científicas, unida a la facilidad para aplicar una determinada teoría, es suficiente para el estudio de un área poco conocido; y (2) el empeño que se pone en ser objetivo, lo que con excesiva frecuencia conduce a enjuiciar las cosas desde la perspectiva de un observador imparcial externo. Poseemos infinidad de estudios sobre grupos, tales como los constituidos por delincuentes, la policía, las élites militares, los estudiantes inquietos, las minorías raciales y los sindicatos, en los que los investigadores no estaban familiarizados con la vida de estos grupos y se esforzaron poco o nada por penetrar en sus mundos de significados. Me temo que hemos de reconocer que esta actitud es una práctica muy difundida en las ciencias sociales.
Para el estudioso que no está familiarizado con el mundo de un individuo o una colectividad no es fácil reconocer los objetos comprendidos en dicho mundo. Ante todo se requieren unas aptitudes especiales para situarse en el puesto de una persona o comunidad. Para que sea eficaz es preciso cultivar esta capacidad de asumir los papeles ajenos, al igual que sucede con cualquier otra habilidad potencial. Por lo general, los centros de formación de expertos en ciencias sociales no se preocupan en la actualidad por cultivar esta aptitud, ni tampoco las prácticas usuales de los estudios de investigación fomentan su desarrollo. En segundo término, para identificar los objetos de interés primordial es preciso disponer de un conjunto de observaciones adecuadas. Estas, a pesar de ser indispensables, no las proporcionan sino muy raramente los procedimientos de investigación normalizados como, por ejemplo, los cuestionarios, encuestas, escalas, elementos de estudio estadístico o planteamiento de variables predeterminadas. Pueden obtenerse fácilmente, por el contrario, de los informes descriptivos emitidos por los propios agentes sobre la manera en que éstos ven los objetos, el modo en que actúan con respecto a los mismos en distintas situaciones y la forma en que aluden a ellos en sus conversaciones con otros miembros de su grupo. Un grupo de participantes bien informados en un mundo cualquier deberá, a su vez, someter a verificación y discusión crítica colectiva el cuadro de objetos clave obtenido por medio de los referidos informes. Este último procedimiento constituye una "garantía" contra las deficiencias reconocidas de los informes individuales. En tercer lugar, como ya se ha dicho antes, los investigadores, como cualquier otro ser humano, son siervos de sus propias imágenes prefabricadas y, en consecuencia, propensos a considerar que los demás ven los objetos en cuestión como ellos los ven. El investigador ha de ponerse en guardia contra esta inclinación y conceder una prioridad absoluta a la deliberada verificación de sus imágenes.
Si se considera seriamente la proposición de que las personas actúan con respecto a los objetos en función del significado que éstos encierran para ellas, todas estas observaciones ponen de manifiesto la necesidad de un enfoque metodológico dis-
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Una segunda implicación metodológica importante derivada del aserto según el cual la interacción humana es un proceso de indicación e interpretación, es la ausencia de garantías en el intento de conferir una forma especial al proceso de la interacción social. Esta tentativa es uno de los peores hábitos de la sociología, tanto antigua como actual. Lo vemos reflejado en la curiosa noción de que la interacción social es un proceso consistente en desarrollar "expectativas complementarias", noción que Talcott Parsons ha fomentado notablemente y que le sirve de base para su esquema de la sociedad humana considerada como un sistema social armoniosamente dispuesto. También lo vemos representado en la premisa contraria, que afirma que la sociedad está básicamente organizada en forma de un proceso conflictivo. Una vez más lo vemos en la opinión actualmente tan generalizada de que la interacción humana sigue los principios de la "teoría del juego". Cualquiera que observe atentamente la interacción social reconocerá en seguida que los participantes humanos, tanto a nivel individual como colectivo, reaccionan ante los actos ajenos de distintas y diversas formas. A veces cooperan entre sí; otras entran en conflicto, en ocasiones son tolerantes con los demás, otras indiferentes, a veces su interacción obedece a normas rígidas, y otras entablan un juego libre y reciproco de comportamiento expresivo. Considerar que toda la interacción humana (y, consecuentemente, la sociedad) está organizada con arreglo a algún tipo especial de interacción, equivaldría a negar la variedad de formas que se advierte si se está dispuesto a observar. El hecho mismo de que cada ser humano formule indicaciones a los demás e interprete las que éstos expresan en función de la situación en las que se halla inmerso, debería evidenciar que el proceso de interacción social no se limita a ninguna forma en particular. La tarea del investigador que estudia una esfera cualquiera de la vida social consiste en averiguar qué forma de interacción está en juego en lugar de imponerle una determinada. La identificación del tipo de interacción del juego no se consigue, sin embargo, salvo por azar, cuando el propio estudio presupone una forma determinada de interacción. Se requiere un procedimiento de investigación distinto. Sé por experiencia que la interacción se desplaza habitualmente de una a otra forma, según las situaciones que las partes "interactuantes" van afrontando. En cualquier caso, la forma que reviste una interacción social determinada es una cuestión de descubrimiento empírico y no algo que pueda fijarse de antemano.
(3) El punto de vista sobre la acción social que defiende el interaccionismo simbólico implica una serie de consecuencias metodológicas significativas. El interaccionismo estima que la acción social consiste en las actividades individuales y colectivas de las personas que intervienen en la interacción social, es decir, aquellas actividades cuya propia formación es fruto de las actividades recíprocas de los individuos. Dichas actividades estructuran la incesante vida social de todo grupo humano, tanto si se trata de uno pequeño (una familia) o de uno grande (una nación). De la observación de la acción social extraemos las categorías que utilizamos para asignar un orden conceptual a la estructura y a la vida social de un grupo humano determinado. Cada una de estas categorías representa una forma o aspecto de la acción social. Por lo tanto, un jefe, un sacerdote, un papel social, un orden estratificado, una institución o un proceso social representan otras tantas formas o aspectos de la acción social; la categoría carece de significado a menos que se la considere y moldee, en última instancia, en función de la acción social. En un sentido válido, la acción social es la materia primordial de la sociología, aquella que constituye el punto de partida y el de retorno de sus esquemas analíticos. De ahí la posición metodológica del interaccionismo simbólico 41 enorme importancia que reviste una descripción completa y exacta de la acción social.
En la discusión inmediatamente precedente hemos esbozado ya una parte de esta acción social según los principios del interaccionismo simbólico, a saber: la necesidad de considerar que la acción social tiene lugar ineludiblemente en el seno del proceso de interacción social. La otra parte se refiere a la actividad del participante en la interacción social, tanto si se trata de un individuo como de una colectividad.
En otras palabras, es preciso enjuiciar la acción en función del agente, puesto que son sólo los agentes quienes actúan. La postura del interaccionismo simbólico sostiene que el propio agente construye su acción, y que ésta no es el mero desencadenamiento de la actividad producida por la influencia de los factores determinantes sobre su organización. En este sentido, como ya se ha dicho antes, la perspectiva desde la cual el interaccionismo simbólico enjuicia la acción social, difiere notablemente de la utilizada por la psicología y sociología actuales. Estima que el agente (primero trataremos del agente individual) es una persona enfrentada a una situación en la que se ve compelido a actuar. Ante esta situación, advierte, interpreta y valora las cosas con las que tiene que contar para decidir su acción. Esto puede hacerlo gracias a que es capaz de establecer una comunicación o interacción consigo mismo. Por medio de esta autointeracción elabora su línea de acción, percibiendo lo que desea o lo que le exigen, fijándose una meta, evaluando las posibilidades que encierra la situación y prefigurando su línea de acción. En el curso de esta interacción puede dejar en suspenso el acto premeditado, abandonarlo, verificarlo en alguno de sus puntos, revisarlo o considerar la conveniencia de sustituirlo por otro. El interaccionismo simbólico sostiene que ésta es la manera en que el ser humano aborda su acción social. Invito -suplico más bien- a sociólogos y psicólogos a observar su propia acción y a comprobar si es o no cierto lo que digo. El ser humano no es solo un organismo que reacciona, y que sólo responde a la influencia de los factores de su mundo o de sí mismo; es un organismo activo que ha de afrontar y manejar dichos factores y que al hacerlo así debe forjar y orientar su línea de acción. Como antes he indicado es posible que no sepa construir su acción con mucho acierto, pero no tiene más remedio que construirla.
La misma clase de imagen está presente en el caso de la acción social de una colectividad, como una sociedad mercantil, un sindicato, un ejército, una iglesia, una pandilla de muchachos o una nación. La diferencia reside en que la colectividad dispone de un grupo dirigente o de un individuo facultado para enjuiciar la situación confrontada, decidir los diversos aspectos a tener en cuenta y planear una línea de acción. La interacción en el seno de una colectividad adopta la forma de deliberación, asesoramiento y debate. La colectividad se encuentra en el mismo caso que un individuo a la hora de afrontar una situación, interpretarla y decidir la línea de acción a seguir.
La premisa según la cual la acción social es elaborada por un agente que opera a través de un proceso en el que advierte, interpreta y valora las cosas, elaborando un plan de acción premeditado, configura en gran medida el enfoque a adoptar para el estudio de la acción. Básicamente hablando, esto significa que para abordar y analizar la acción social hay que observar el proceso mediante el cual se lleva a cabo.
Esto, por supuesto, no se hace ni es factible utilizando un esquema basado en la premisa de que la acción social es un mero producto de los factores preexistentes que influyen en el agente. Se requiere una postura metodológica distinta. Al contra río del enfoque que considera a la acción social como un producto y que a continuación trata de identificar los factores determinantes o causativos de la misma, se precisa uno que estime que el agente individual se enfrenta a una situación concreta, que debe actuar ante ella y, en función de la misma, trazar una línea de acción. De este modo, desde una posición en la que es un medio neutral a merced de los factores determinantes, el agente es promovido a la categoría de organizador activo de su acción. Esta postura distinta implica que el investigador interesado en la acción de un grupo o individuo dados, o en un tipo concreto de acción social, debe estudiarla desde la perspectiva del autor de la acción, sea quien sea. Debe seguir el rastro a la formación de la misma tratando de averiguar el modo en que se forma realmente. Esto significa que hay que observar la situación con los ojos del agente, ver los aspectos que éste tiene en cuenta, y cómo interpreta dichos aspectos, anotar los actos alternativos programados de antemano y tratar de seguir la interpretación que conduce a la selección y ejecución de uno de esos actos prefigurados. La determinación y análisis de la trayectoria de un acto es esencial para la comprensión empírica de la acción social, ya se trate de la delincuencia juvenil o el suicidio, la conducta revolucionaria o el comportamiento de los negros militantes, el modo de actuar de los grupos reaccionarios de derechas o cualquier otra cosa.
La resistencia, y de hecho la renuncia, de sociólogos y psicólogos a prestar atención a la formación del acto social por parte de un agente, es incomprensible si se tiene en cuenta que dicha formación acaece realmente en el mundo empírico social. Este desinterés es un interesante ejemplo de cómo los expertos se aferran a un punto de vista colectivo, en este caso un punto de vista que considera la acción social como un producto y que recurre a factores antecedentes como causas explicativas*. La posición metodológica del interaccionismo simbólico es que la acción social debe estudiarse atendiendo al modo en que se forma. Dicha formación es algo muy distinto de las condiciones precedentes que se consideran como "causas" de la misma, y ninguna especificación de estas causas puede abarcarlo.
(4) Por último, quiero decir algo acerca de las consecuencias metodológicas que se derivan del modo en que el interaccionismo simbólico contempla las partes o aspectos más amplios de la sociedad humana. Estas partes o aspectos constituyen aquello que tradicionalmente capta en mayor medida el interés sociológico: instituciones, estratificación social, sistemas de clases, división del trabajo, unidades colectivas a gran escala y otras grandes formas de organización social. El sociólogo tiende a considerar estos vastos complejos como entidades que operan por sí mismos, con su propia dinámica. Se estima que cada uno de ellos es un sistema completo, compuesto por determinadas partes dispuestas en una ordenación interdependiente y sujeto a la influencia de los mecanismos intrínsecos del sistema. El funcionamiento estructural, tan popular actualmente, es un buen ejemplo (aunque sólo un ejemplo) de este punto de vista. Desde esta perspectiva, los individuos participantes en una determinada unidad de organización societaria son lógicamente simples medios para la actuación y expresión de las fuerzas o mecanismos del sistema, y se recurre a estos últimos para explicar lo que sucede. La organización social en cuestión se asemeja a un organismo o máquina enorme (no lo digo injustamente) cuyo comportamiento y el de sus piezas han de explicarse ateniéndose a los principios de funcionamiento de la propia organización.
*Si no se observa ni rastrea el proceso de formación de la acción social, se corre el riesgo de cometer inconscientemente numerosos errores graves. Un ejemplo es cuando se agrupan casos de acción social en una misma categoría por tener un aspecto parecido como productos y a continuación deduciendo que deben de tener causas comunes puesto que existe tal semejanza. Esto se hace con especial asiduidad en lo que constituye una de las ocupaciones favoritas de muchos sociólogos, la de estudiar "porcentajes" relativos al comportamiento social, como, por ejemplo, el índice de suicidios, y después de lo cual se esfuerzan en explicar el tipo de conducta en cuestión apelando a las modificaciones en el porcentaje. Los casos que intervienen en la proporción de un determinado patrón de comportamiento humano son casos de acción social, cada uno de los cuales ha sido formado siguiendo su propia trayectoria por el agente respectivo. Dar de lado el estudio de este proceso central de formación y suponer que una explicación de las modificaciones sufridas por un porcentaje engloba el proceso de formación, es algo totalmente gratuito. Un conocimiento del proceso de formación de los casos en litigio, tendría repercusiones muy interesantes sobre la imagen elaborada acerca de lo que el porcentaje representa realmente.
El interaccionismo simbólico considera de modo distinto estas grandes organizaciones sociales, enfocándolas como una ordenación de personas vinculadas recíprocamente en sus actos respectivos. La organización e interdependencia tiene lugar entre los actos de individuos ubicados en diferentes puntos. En cualquiera de ellos los participantes se enfrentan a las actividades organizadas de otros individuos, a las cuales deben amoldar sus propios actos. La concatenación de tales actos, localizados en distintos puntos, constituye la organización en cuestión o el área a gran escala considerada. La descripción esquemática de dicha organización basada en el interaccionismo simbólico será igual a la confeccionada con arreglo a otros enfoques, pero el primero adopta otro punto de vista al considerarla como una serie de acciones oganizadas. En lugar de describir la actividad de la organización y de sus elementos atendiendo a principios organizativos o de sistema, busca la explicación en el modo en que los participantes definen, interpretan y afrontan las situaciones a su nivel respectivo. El ensamblamiento de este conocimiento de las acciones concatenadas permite formar una imagen del complejo organizado. Los principios organizativos o de sistema pueden de hecho determinar los límites más allá de los cuales no podría existir una concatenación de acciones, pero no aclaran la forma o naturaleza de dicho encadenamiento. Ciertamente, una organización cualquiera concebida en base a principios organizativos puede imponerse a una unidad o área colectivas, como en el caso de la reorganización de un ejército o de un sistema industrial, pero supone aplicar alguna definición acerca de cómo debería ser la organización. Lo que sucede como consecuencia de dicha aplicación es algo distinto, como bien sabemos a través de recientes y sorprendentes ejemplos. El punto de vista del interaccionismo simbólico es que la organización a gran escala debe observarse, estudiarse y explicarse a través del proceso de interpretación realizado por los agentes participantes, a medida que van afrontando las situaciones desde sus lugares respectivos en el seno de la organización. Debe señalarse que un estudio de este tipo arrojaría bastante luz sobre multitud de asuntos de interés para el teórico de la organización o el analista de sistemas: problemas tales como la moral, el funcionamiento de la burocracia, el bloqueo de una comunicación eficaz, la corrupción y los tipos de soborno, "la explotación del sistema", el favoritismo y el exclusivismo, el auge (y el declive) del control oligárquico, la desintegración de la organización o la inyección de nuevo vigor en la misma. El conocimiento de las organizaciones a gran escala y de las áreas de compleja organización debe obtenerse del examen de la vida de las mismas en función de lo que hacen los participantes. Esto no significa, como pretendería la fraseología actual, un desplazamiento de lo capital a lo minúsculo, sino el estudio de lo primero a la luz de su carácter empírico, que se manifiesta por un "encadenamiento" de la acción.
La configuración de una investigación encaminada a estudiar lo que hacen las personas que componen una organización compleja o un área de complicada organización no plantea al interaccionismo simbólico problemas metodológicos distintos de los comentados anteriormente. Es aplicable el mismo tipo de procedimiento de exploración e inspección previamente esbozado. Con todo, me gustaría añadir dos puntos dignos de mención en relación con el cambio que supone pasar de una perspectiva que considera la organización como un elemento global con sus propios principios, a otra que la considera como una articulación de las actividades de sus componentes.
Uno de estos puntos hace referencia a lo que he comentado anteriormente al indicar que las formas recurrentes y estables de acción conjunta no se desarrollan automáticamente en una forma fija, sino basándose en los significados que las personas atribuyen al tipo de situación en la que la acción conjunta se produce de nuevo. Esta observación es aplicable a la organización a gran escala. Bajo las normas y reglas que especifican la clase de acción que debe emprenderse en cualquier punto dado de un complejo organizativo, existen dos procesos concurrentes en los que las personas definen sus perspectivas recíprocas y el individuo, a través de la autointeracción, redefine su propia perspectiva. Lo que sucede en el curso de ambos procesos determina en gran medida el rango y el destino de las normas o reglas.
Aunque éstas sigan observándose, es posible que su observancia sea desganada o vacía, o bien, a la inversa, revigorizada. Tales modificaciones en el mantenimiento de las normas o reglas son independientes del hecho de aplicar sanciones o no hacerlo. Apuntan a un área distinta de acontecimientos en la interacción entre las personas. El estudio del investigador o el análisis de la organización no pueden permitirse ignorar el proceso de interacción entre los individuos, que no sólo es lo que sostiene a la organización, sino que la afecta en diversos sentidos.
El otro punto recuerda la necesidad de admitir que toda acción conjunta está temporalmente vinculada a la acción conjunta precedente. Si ignoramos este vínculo obstruimos una vía importante para la comprensión de toda forma o ejemplo de acción conjunta. La aplicación de este punto general al tema de la organización social a gran escala es particularmente apropiada. En sus investigaciones y en la formulación de sus principios, los teóricos de la organización y los analistas de sistemas olvidan evidentemente este vínculo histórico. Por así decirlo, desgajan a la organización compleja o al área de complicada organización de los antecedentes a partir de los cuales han ido creciendo. Esto sólo puede conducir a una desfiguración. Las indicaciones e interpretaciones mediante las cuales los individuos forman y mantienen sus relaciones organizadas son siempre, en cierta medida, un bagaje de su pasado. Ignorarlo representa un auténtico riesgo para el especialista. A este respecto, la postura metodológica del interaccionismo simbólico consiste en prestar atención a la vinculación histórica de lo que se está estudiando.
Conclusión
En contraste con la excesiva longitud de este ensayo, mi conclusión será breve. Puede resumirse en un simple precepto: respetar la naturaleza del mundo empírico y organizar un plan metodológico que la refleje. Esto es lo que considero que el interaccionismo simbólico se esfuerza en hacer.
Notas.
1. El término "interaccionismo simbólico" es en cierto modo un barbarismo que acuñé con carácter informal en un artículo publicado en "Hombre y Sociedad" (Emerson P. Schrnidt, editor, New York: Prentice Hall, 1937). El vocablo acabó siendo aceptado y hoy es de uso general.
Herbert Blumer: La posición metodológica del interaccionismo simbólico |
El Interaccionismo Simbólico: Perspectiva y método (1969)
Cap. 1: La posición metodológica del interaccionismo simbólico
Herbert Blumer
También en
Blumer, H. y Mugny, G. (1992): Psicología social. Modelos de interacción. CEAL. Bs. As.
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