José Félix Tezanos: Cultura, persona y sociedad (Cap. 6 de La explicación sociológica: una introducción a la Sociología, 1995)

Cultura, persona y sociedad

José Félix Tezanos

Capítulo 6 de La explicación sociológica: una introducción a la Sociología


Lo primero que se puede comprobar cuando se estudia una sociedad, es que existen multitud de comportamientos, pautas de actuación, formas de organización y agrupamientos y costumbres similares y repetitivas entre unos y otros individuos. Precisamente la Sociología basa sus estudios en el carácter repetitivo y regular de los comportamientos humanos. Lo social se produce en nuestras sociedades conforme a una determinada lógica y a un cierto orden. Y estas regularidades sociales permiten situar los estudios sociológicos en unas coordenadas de cierta coherencia lógico-racional.

Pero ¿cuáles son los referentes generales, a partir de los cuales los sociólogos nos enfrentamos con el estudio del comportamiento social humano? En el capítulo segundo ya vimos que uno de los conceptos sociológicos fundamentales para entender la naturaleza de lo social es el concepto de «cultura». Pero este concepto, a su vez, no puede entenderse al margen de los propios conceptos de «personalidad» y de «sociedad».

Como ha señalado Chinoy, para «dar cuenta y explicar las aparentes regularidades de las acciones humanas y el hecho de la vida colectiva, los sociólogos han desarrollado dos conceptos, cultura y sociedad, que pueden considerarse básicos para toda investigación posterior. A pesar de variaciones considerables en la forma precisa de utilizarlos, estos conceptos definen de un modo general la naturaleza y los límites del objeto de análisis sociológico. Aunque podemos distinguir entre ellos conceptualmente, los fenómenos a que se refieren no pueden existir independientemente uno de otro; la sociedad no puede existir sin la cultura y la cultura sólo existe dentro de la sociedad».


1. CULTURA Y SOCIEDAD

El análisis realizado en el capítulo segundo sobre «el hombre y la sociedad» no puede cobrar su pleno sentido si no es a partir del desarrollo del concepto de cultura. La respuesta a la pregunta de por qué ha sobrevivido el hombre y por qué se ha logrado adaptar satisfactoriamente al medio, en un proceso de evolución, quizás, poco previsible, a partir de la lógica de lo natural-originario, sólo puede obtener cumplida satisfacción por medio de la utilización de este concepto nuclear.

La cultura es el rasgo distintivo de lo humano; los hombres nos diferenciamos por nuestra cultura. Los estudios realizados por los etólogos han permitido comprobar-como veremos en el capítulo siete-que en las sociedades de los monos más desarrollados, sobre la base de una importante inclinación gregaria, hay un significativo desarrollo de las prácticas sociales que tienen que ser objeto de aprendizaje. En estas sociedades existen unas formas básicas de socialización y unos ciertos esquemas generales de «protoculturas», que pueden llegar a contener gérmenes susceptibles de evolución, pero no existen «culturas» desarrolladas en el estricto significado sociológico del término. De ahí la importancia que tiene la clarificación de este concepto para una adecuada comprensión de lo social, en el contexto expositivo más general de la argumentación que estamos trazando en este libro.

En efecto, como ha señalado Herskovits, la «tendencia a desarrollar culturas consolida en un conjunto unificado todas las herzas que actúan en el hombre, integrando para el individuo el ambiente natural en que se encuentra él mismo, el pasado histórico de su grupo y las relaciones sociales que tiene que asumir. La cultura reúne todo esto y así aporta al hombre el medio de adaptarse a las complejidades del mundo en que nació, dándole el sentido, y algunas veces la realidad, de ser creador de ese mundo, al mismo tiempo que criatura de él..., la cultura -concluirá- es la parte del ambiente hecha por el hombre».

De la misma manera que el hombre ha sido calificado como animal constructor de cultura, la cultura ha podido ser descrita, a su vez, como el verdadero «nicho ecológico del hombre, o la «herencia social de la humanidad.

El hombre no sólo hereda unos determinados rasgos biológicos, sino que hereda también un importante componente social. En contraste con otras criaturas, los seres humanos no nacen con un fuerte instinto social, sin embargo nacen con una estructura psicomotora fuertemente dependiente, desarrollando lentamente una capacidad de aprendizaje que les permite ir interiorizando el componente social de su herencia. Es decir, mientras que la vida social de otros seres vivos está fundada básicamente en el instinto, la nuestra está basada en el aprendizaje.

«En el momento del nacimiento-dirá Johnson- la criatura humana es incapaz de tomar parte en ningún tipo de sociedad... Y sin embargo los niños se convierten en miembros más o menos adecuados de sociedades humanas..., este desarrollo es en gran medida un proceso de aprendizaje. La socialización es el aprendizaje que capacita a un individuo para realizar roles sociales... La cultura es lo que se aprende en la socialización.

La comprensión de lo que verdaderamente es el hombre, y de lo que lo social supone en nuestro caso, resulta imposible, por tanto, sin entender correctamente qué significa la socialización, o lo que es lo mismo, sin captar la importancia del proceso de aprendizaje por el que los seres humanos llegan a adecuarse a las características y al mismo sentido de lo que hoy entendemos por hombre.

La socialización ha sido definida de muchas maneras; en un sentido general ha sido descrita como «lo referido a todos los factores y procesos que hace que un humano se encuentre preparado para vivir en compañía de otros~7, y, en sentido más preciso, como «el proceso por medio del cual: a) los individuos desarrollan una personalidad como resultado del aprendizaje de los contenidos de una cultura dada y por medio del cual: b) una cultura es transmitida de una generación a otra»8.

La cultura se aprende mediante un proceso de socialización por medio del cual los individuos son enseñados-e impelidos socialmente- a comportarse de acuerdo con los patrones culturales que una determinada sociedad ha desarrollado a través de largos procesos históricos de acumulación. En este sentido, en la medida que en las sociedades existen diferentes patrones sociales y diferentes pautas de conducta establecidas y, también, diversas formas de presión social orientadas a buscar la conformidad individual a estos patrones y pautas, puede decirse que las personalidades humanas son moldeadas e influidas por los contextos culturales en que se desarrollan.

Como vimos en el capítulo cinco, en toda sociedad existen determinadas formas de conducta institucionalizadas socialmente establecidas, a las que calificamos como roles sociales, y que implican unas obligaciones y unas pautas de comportamiento que todo el mundo espera que sean cumplidas. De esta forma, en las sociedades todos los individuos tienden a ajustarse a sus papeles y a actuar conforme a lo que de ellos se espera en cada caso, de acuerdo con el papel social que desempeñan en cada circunstancia y con los diferentes roles que se pueden asumir en unos u otros momentos de la vida cotidiana (el profesor respecto a sus alumnos, respecto a sus colegas, o como padre con sus hijos, o como miembro de una asociación...).

Precisamente, en virtud de la manera en que se desarrollan estos procesos de socialización y de interacción en la cultura, y en la medida que los comportamientos sociales se producen repetitivamente de acuerdo a pautas relativamente predecibles, resulta posible que lo social sea objeto de un estudio científico. Estudio que, obviamente, sería imposible sin una regularidad de los comportamientos humanos y sin su ubicación en la lógica de los patrones de una cultura determinada.

Corno ha subrayado Kluckhohn, «la cultura determina en parte cuál de los muchos caminos de conducta elige característicamente un individuo de una determinada capacidad física y mental. El material humano tiene tendencia a adoptar formas propias, pero de todas maneras una definición de la socialización en cualquier cultura es la posibilidad de predicción de la conducta diaria de un individuo en varias situaciones definidas. Cuando una persona ha sometido mucha de su autonomía fisiológica al dominio cultural, cuando se comporta la mayor parte del tiempo lo mismo que lo hacen los demás, en la ejecución de las rutinas culturales, está ya socializada. Los que conservan demasiada independencia -concluirá-necesariamente se encuentran recluidos en el manicomio o en la cárcel^^.

En definitiva, el concepto de cultura es no sólo un concepto fundamental para entender muchos de los interrogantes que planteamos en el capítulo segundo sobre los orígenes y la evolución de la humanidad, sino que es también, al mismo tiempo, una herramienta metodológica de gran utilidad, que nos permite situar y precisar la verdadera naturaleza y contenido de lo social. Por ello ha podido decir Linton, con razón, que «el trabajo del sociólogo debe comenzar con la investigación sobre las culturas, o formas características de vida de las diferentes sociedades». En este sentido, pues, es en el que el concepto de cultura ha podido ser considerado como el concepto «de mayor importancia para la Sociología».

En las páginas que siguen vamos a detenernos, en primer lugar, en el análisis de la problemática que plantea la definición del concepto de cultura, para pasar a continuación a delimitar sus campos específicos, acabando finalmente con algunas consideraciones sobre las relaciones entre cultura y personalidad)).Sin embargo, antes de pasar a estas cuestiones, conviene hacer algunas precisiones sobre los propios conceptos de cultura y sociedad, en lo que tienen de conceptos mutuamente imbricados y complementarios.

En efecto, a veces ocurre que los conceptos de cultura y sociedad, en esta perspectiva general que aquí hemos trazado, tienden a ser utilizados prácticamente como términos equivalentes. Esta comparación ha intentado ser explicada como resultado de la influencia intelectual que en determinados ambientes europeos ejerció la escuela de Durkheim, que en opinión de algunos tendía a atribuir al concepto de sociedad contenidos parecidos, pero más radicales, que los que había planteado Tylor en su definición de cultural2.

Sin embargo, la cuestión, tal como está establecida hoy en día, presenta más complejidades y matices que los que tienen que ver con una mera cuestión de preferencias terminológicas.

La cultura, como veremos en el epígrafe siguiente, sea cual sea la definiciñón que de ella adoptemos, presenta diferentes facetas y contenidos, pudiendo identificarse en ella, al menos, un componente socio-estructural, un referente conductual y una base material.

Si cl concepto de cultura lo ciñéramos básicamente a los aspectos organizativos de lo social, entonces el contenido del concepto de sociedad se solaparía con aquél, precisamente, en los aspectos socio estructurales de la cultura. Sin embargo, es obvio, y por ello casi ocioso recordarlo, que el concepto de sociedad es un concepto mucho más global e inclusivo, en el que resulta más difícil separar los contenidos de los continentes. Por ello los conceptos de cultura y sociedad deben considerarse como conceptos íntimamente imbricados, habiendo llegado a hablarse de ellos, incluso, como verdaderos términos»l4, como conceptos cuyo sentido no puede entenderse cabalmente si no es en su mutua relación.

Como se ha subrayado, «están estrecha la integración entre individuo, sociedad y cultura, y tan continua su acción recíproca, que el investigador que intente trabajar con alguna de estas tres entidades, sin tomar en consideración las otras dos, bien pronto llegará a un callejón sin salidasl5.

El matiz que puede establecerse en estos conceptos es básicamente de naturaleza analítica, según consideremos lo social preferentemente en referencia a sus componentes organizativos, a sus marcos estructurales, o en referencia a los contenidos sociales más generales heredados. En esta perspectiva la complementariedad de tales conceptos se entiende en función del mayor énfasis que se ponga, o bien en los contenidos, o bien en los continentes de lo social.

Las características de un libro como éste nos llevan a poner más énfasis, en este momento, en los aspectos del contenido de lo social, en cuanto que nos situamos en el campo de las aclaraciones y definiciones básicas sobre la naturaleza de lo social-como uno de los requisitos previos para comprender mejor qué es la Sociología-, en tanto que el tratamiento más sustantivo y sistemático de lo social, en cuanto sociólogos, nos llevaría, entre otras cosas, al estudio detallado de las estructuras sociales concretas existentes en determinados tipos específicos de sociedades, como ya vimos en el capítulo 5 .


2. EL CONCEPTO DE CULTURA

Una de las peculiaridades del concepto sociológico de cultura estriba en que este término es utilizado por los científicos sociales con un significado específico diferente al que tiene en el lenguaje común. La mayor parte de la gente identifica la expresión «cultura» con determinados conocimientos o aficiones por el arte, la literatura, la música... Por ello se dice que una persona es culta si practica, o conoce bien, alguna de estas expresiones artísticas o intelectuales.

Sin embargo, el concepto de «cultura» en las ciencias sociales es mucho más concreto y específico.

Los antecedentes de este desarrollo conceptual particular pueden rastrearse en distintas direcciones. Sin embargo fue en determinados círculos intelectuales alemanes donde se fue forjando un significado bastante similar al que ha llegado a adquirir el concepto de cultura en las ciencias sociales en nuestros días.

Aunque existen varias aproximaciones definitorias importantes a este tema, principalmente en la obra de Gustav Klemm, la primera definición moderna de cultura la dio Tylor en 1871. «La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio-dijo-, es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad. La situación de la cultura en las diversas sociedades de la especie humana, en la medida en que puede ser investigada según principios generales, es un objeto apto para el estudio de las leyes del pensamiento y la acción del hombre. Por una parte, la uniformidad que en tan gran medida caracteriza a la civilización debe atribuirse, en buena medida, a la acción uniforme de causas uniformes; mientras que, por otra parte, sus distintos grados deben considerarse etapas de desarrollo o evolución, siendo cada una el resultado de la historia anterior y colaborando con su aportación a la conformación de la historia del futuro»l6.

En esta definición de cultura nos encontramos, por un lado, con una clara ubicación del concepto en una perspectiva evolutiva y comparativa, y, por otro lado, con una íntima conexión con el concepto de sociedad («en cuanto miembro de la sociedad», «uniformidad», etc.).

No obstante, la decantación del concepto moderno de cultura ha venido directamente asociada a la generalización más reciente de su utilización por sociólogos y antropólogos. Difusión que, en algunos aspectos, ha corrido también pareja a una cierta diversificación sobre su sentido y alcance. Así la cultura se ha entendido, básicamente, como elemento de determinación de las conductas, como mecanismo adaptativo, como sistema coherente, como «comportamiento pautado~, etc. Kroeber y Kluckhohn en un célebre libro sobre este tema, inventariaron más de 150 definiciones de cultural7, y es evidente que en nuestros días aún sería posible añadir algunas más.

Por esta razón, en las páginas que siguen vamos a limitarnos a exponer algunas de las definiciones recientes de cultura que han logrado un mayor grado de aceptación, para intentar perfilar a continuación algunos de los rasgos fundamentales con que puede ser descrito este concepto, terminando con una breve referencia a los diferentes elementos que integran la cultura.

Un hito importante en el desarrollo del concepto de cultura lo encontramos en la obra de Malinowski. Malinowski se referirá a la cultura como «el conjunto integral constituido por los utensilios y bienes de consumo, por el cuerpo de normas que rige los diversos grupos sociales, por las ideas y artesanías, creencias y costumbres.

Ya consideremos-dirá- una muy simple y primitiva cultura o una extremadamente compleja y desarrollada, estaremos en presencia de un vasto aparato, en parte material, en parte humano y en parte espiritual, con el que el hombre es capaz de superar los concretos, específicos problemas que lo enfrentan. Estos problemas surgen del hecho de tener el hombre un cuerpo sujeto a varias necesidades orgánicas y de vivir en un ambiente natural que es su mejor amigo, pues lo provee de las materias primas para sus artefactos, aunque es también peligroso enemigo, en el sentido de que abriga muchas fuerzas hostiles».

Entre los aspectos de esta definición general que Malinowski quiso subrayar, hay que referirse, en primer lugar, a su acento en que «la teoría de la cultura debe basarse en los hechos biológicos», en cuanto que «los seres humanos constituyen una especie animal».

En segundo lugar hay que precisar que, «con todo el equipo de artefactos, con su aptitud para producirlo y valorarlo, el hombre crea un ambiente secundario», para mejor adaptarse al medio y para mejorar sus condiciones de vida y de ser.

En tercer lugar, Malinowski insistirá en que la definición de cultura ha de tener en cuenta otro «concepto esencial», como es el de «organización», ya que «con el propósito de lograr cualquier objetivo o alcanzar un fin, los hombres deben organizarse. «El rasgo esencial de la cultura, tal como lo vivimos y experimentamos, como lo podemos observar científicamente, es la organización de los seres humanos en grupos permanentes. Tales hechos-dirá Malinowski- están relacionados por cierto acuerdo, por leyes o costumbres tradicionales, por algo que corresponde al contrato social de Rousseau. Los vemos siempre cooperando dentro de un determinado ámbito material: un sector de ambiente geográfico reservado para su uso, un equipo de herramientas y artefactos, una porción de riqueza que les pertenece por derecho. En esa cooperación ellos siguen tanto las reglas técnicas de un status o profesión, las normas sociales de etiqueta y consideraciones consuetudinarias, como las costumbres religiosas, jurídicas y morales que informan su conducta»22.

Ralph Linton, por su parte, propondrá definir la cultura de manera más elemental y sintética, como a la configuración de la conducta aprendida y de los resultados de la conducta, cuyos elementos comparten y transmiten los miembros de una sociedad~~3.

Herskovits, como ya hemos visto, se referirá a la cultura como ala parte del ambiente hecha por el hombre» y proporcionará una definición simultánea y paralela de cultura y sociedad. «Una cultura-dirá- es el modo de vida de un pueblo; en tanto que una sociedad es el agregado organizado de individuos que siguen un mismo iodo de vida...; una sociedad está compuesta de gentes; el modo como se comportan es su cultura»24.

Recapitulando, pues, podemos decir que la cultura puede ser enmarcada a partir de los siguientes rasgos:

- es básicamente una característica específica de los seres humanos. Aunque actualmente se ha puesto mucho énfasis en las protoculturas de algunos primates, y no puede excluirse la hipótesis de que a lo largo de la evolución hayan existido formas intermedias entre las protoculturas de los simios y las culturas humanas más primitivas hoy conocidas, lo cierto es que desde la perspectiva de nuestro tiempo el hombre es el único ser con cultura como tal, el único ser viviente capaz de crear y transmitir una cultura humana.

-La cultura es el factor fundamental dela sociabilidad humana, y sólo puede desarrollarse en sociedad. La cultura proporciona el componente básico de referencias que identifica a las sociedades y da a los individuos vocación y sentido de pertenencia a las comunidades.

-La cultura es una adquisición. Constituye algo que no es innato al hombre, lo que supone que los rasgos culturales son asumidos por medio de procesos de aprendizaje y socialización.

Por tanto, la cultura precisa del establecimiento social de sistemas de transmisión cultural adecuados, así como de mecanismos eficaces de endoculturación, es decir, de interiorización de los rasgos culturales, y procedimientos de coerción y sanción social, para lograr una efectiva conformidad de los individuos a los patrones culturales.

- La cultura está articulada institucionalmente, de forma que en toda sociedad existen determinados mecanismos institucionalizados de comportamiento-pautas culturales establecidas-que tienden a conformar la personalidad de los individuos de acuerdo con los papeles sociales que desempeñan y con los estereotipos de comportamiento existentes.

- La cultura hace posible una mejor adaptación del hombre al medio físico, con la utilización de todo un componente de medios materiales e instrumentos muy diversos que, unidos al componente físico originario, nos permiten elevarnos por encima de las posibilidades originarias fijadas por la lógica natural. Mediante la cultura el hombre «recrea» un «ambiente» propio, que le proporciona una autonomía y una libertad de posibilidades sobre la naturaleza muy importantes, aunque a su vez-y paradójicamente-queda «atrapado» por la nueva lógica de su obra histórica. El hombre es al tiempo artífice y esclavo de sus creaciones culturales.

Finalmente, respecto a los componentes y contenidos de la cultura, de lo hasta aquí señalado ya se desprende que éstos pueden ser bastante amplios y variados, dependiendo de los diferentes tipos de culturas, de su complejidad y desarrollo, etc. Sin embargo, por encima de estas variaciones posibles, los componentes de una cultura pueden ser divididos en varios tipos de elementos diferentes. Por ejemplo, Linton se ha referido a los elementos materiales de la cultura (los productos de la artesanía, de la industria), a los elementos cinéticos (las conductas manifiestas) y a los elementos psíquicos, es decir, «los conocimientos, las actitudes y los valores de que participan los miembros de una «sociedad», lo que constituye el «aspecto encubierto» de la cultura, en oposición a los otros elementos que constituyen los aspectos manifiestos y tangible.

Los inventarios y clasificaciones que pueden hacerse sobre los elementos de una cultura son muy numerosos, incluso partiendo de unos grandes alineamientos generales como los antedichos. Así por ejemplo, Johnson, refiriéndose sólo a los elementos no materiales de la cultura, en una clasificación más amplia, hace mención a: los elementos cognitivos (todos los conocimientos teóricos y prácticos sobre el mundo físico y social, así como los sistemas y métodos de conocimiento), las creencias (todo el cuerpo de convicciones que no puede ser objeto de verificación), los valores y normas (los modelos de conducta pautados y los principios que los orientan, entre los que se comprenden no sólo los valores predominantes, sino también los secundarios),los signos (que incluyen las señales y símbolos que orientan las conductas y los que permiten la comunicación entre ellos y principalmente el lenguaje), y finalmente las formas de conducta no normativas (todas las formas de comportamiento que no son obligatorias y que generalmente se realizan de manera inconsciente, como los ademanes, los gestos, las posturas, etc.)26.

Clasificaciones aún más exhaustivas de los componentes de la cultura pueden encontrarse en Goodenough, por ejemplo, que se refiere: al lenguaje, a las obligaciones sociales, a las formas en que la gente organiza sus experiencias (en diferentes planos), a las proposiciones, a las creencias, a los valores, a las reglas y valores públicos, a las recetas, a las rutinas y costumbres, a los sistemas de costumbres, a los significados y a las funciones, etc.


3. CULTURA Y PERSONALIDAD

Una dimensión importante en la consideración de la problemática de la cultura es la determinación del influjo real de lo socio-cultural en la personalidad. Este influjo debe ser valorado teniendo en cuenta que para las ciencias sociales también el concepto de personalidad tiene un significado diferente al de individuo o al de temperamento; lo que exige algunas precisiones iniciales.

En todo tipo de sociedad se pueden encontrar distintos tipos de individuos con caracteres diferentes, influidos por las propias inclinaciones innatas de carácter biológico. Sin embargo, en estos casos, lo que nos encontramos no son realmente personalidades diferentes, sino distintos tipos de temperamentos (flemáticos, coléricos, etc.).

Por ello, en la consideración de esta problemática es necesario empezar por precisar que el concepto de personalidad es más amplio y rico que el de individuo. En concreto el concepto de personalidad hace referencia específicamente a los «contornos sociales estereotipados conformados por la cultura», tal como son asumidos por los individuos.

La mayor parte de la gente tiene asumida la idea de que toda cultura suele influir en determinados contornos de la personalidad, como lo demuestra el hecho de que existen estereotipos nacionales bastante perfilados que se atribuyen a los habitantes de unos u otros países o regiones. De acuerdo a estos estereotipos se dice: el escocés es tacaño, el alemán «disciplinado», el francés «chauvinista», el suizo «preciso», el italiano «extrovertido»...; de manera que en cada uno de estos estereotipos se piensa que se encuentran reproducidas las peculiaridades históricas, geográficas, culturales y sociales, que representan los rasgos más significativos y de mayor identidad para cada zona geográfica o nacional.

Aunque la experiencia demuestra que los estereotipos nacionales nunca se dan en toda su puridad y para todos los individuos por Igual, lo cierto es que cuando se habla de «personalidades básicas tipo», o «estereotipos nacionales», simplemente se está haciendo referencia u hechos tan sencillos como que en todas las sociedades existen distintas tipologías predominantes de personalidad y que en cada sociedad existen determinadas peculiaridades más arraigadas. Por ello se dice que un zulú o un mongol son distintos de un inglés o un sueco.

Con el concepto de personalidad, pues, se hace referencia a las formas más típicas de comportarse de una determinada cultura.

Como ya hemos visto, toda cultura ejerce una fuerte presión en todos los individuos, que tienden a comportarse según unas determinadas personalidades, que reflejan las características propias de los contornos sociales estereotipados de dicha cultura. Esto es lo que los científicos sociales llaman personalidades básicas.

Las investigaciones de Kardiner y Linton sobre varias comunidades primitivas y la sociedad norteamericana, constituyeron una fuente importante de aportaciones empíricas orientadas a intentar demostrar que cada cultura tiende a crear una cierta «personalidad básica tipo», formada por el conjunto de características de la personalidad concordantes con el «orden total de las instituciones»de una determinada sociedad. Tal conclusión, en la medida que coincidía también con los resultados procedentes de otras fuentes diversas de información, no era otra cosa, como el mismo Kardiner señaló, que «el perfeccionamiento de la observación de sentido común de que un hindú es «diferente» que un esquimal. Cada uno de ellos es producto de una cultura diferente^^^.

Aunque las interpretaciones sobre la verdadera naturaleza y alcance del «carácter nacional», o de «la personalidad nacional» no son unánimemente compartidas por los analistas, lo interesante de los estudios de Kardiner y Linton fue que, al centrarse en los desajustes de los individuos a las instituciones, contribuyeron a aportar luz a un campo de investigación de tanto interés como el de las relaciones cultura-personalidad.

La importancia de las interrelaciones entre cultura y personalidad ha dado lugar a que los sociólogos hayan intentado situar su análisis en una amplia perspectiva, reivindicando el uso de una teoría general de la personalidad y del conocimiento de las características distintivas de las personalidades de los participantes en el sistema social, tanto en su totalidad como en sus subsistemas principales y en sus roles particulares. «Aunque la acción de los individuos en cualquier situación es personal -dirá Inkeles-, sin embargo en su mayor parte refleja determinadas influencias del contexto social. Y el contexto social, por su parte, puede ser reflejado en la acción individual sólo en la medida en que está mediatizado a través de los sistemas personales o de personalidad. En consecuencia, una comprensión plena de cualquier situación social y de sus consecuencias probables-concluirá-, debe comprender no sólo el conocimiento de los principales factores de la estructura social-cuya acumulación es presumiblemente la parte especial del estudio sociológico-, sino también de los principales factores relativos a las personalidades actuantes en determinada estructura»29.

De esta manera, pues, el concepto sociológico de personalidad debe considerarse también como uno de los elementos importantes para una adecuada intelección de lo social. En torno a este concepto se han desarrollado una buena cantidad de investigaciones en las que se ha intentado profundizar en la comprensión de los modelos sociales de personalidad propios de las sociedades de nuestro tiempo; lo que ha contribuido a dar un impulso notable a esta área de referencia.

Así, por ejemplo, algunos estudios importantes de esta clase son los de Whyte sobre el «hombre organización», los de Karen Horney sobre la «personalidad neurótica de nuestro tiempon31.O el famoso estudio de Riesman sobre las correspondencias entre determinados ((caracteres sociales» típicos y las distintas fases de evolución demográfica y el desarrollo económico de las sociedades; lo que llev6 a distinguir entre «el tipo de personalidad dirigida por la tradición», propio de las sociedades agrarias y de alto potencial demográfico, «el tipo dirigido internamente», por sus propios criterios, que se corresponde con las sociedades en fase de crecimiento industrial y can un crecimiento demográfico transicional, y «el tipo dirigido por los otros))orientado desde fuera por los demás, que se localiza principalmente en las sociedades terciarizadas, altamente industrializadas y en fase de declinación demográfica incipiente32.

En cualquier caso, la diversidad posible de desarrollos de este campo de atención permite que los análisis puedan ser situados en varios planos analíticos diferentes. Como ha señalado Stephan Spitzer, la relación entre personalidad y estructura social puede ser vista desde varias perspectivas. La personalidad puede verse como un producto de la estructura social, o recíprocamente, la estructura social puede contemplarse como un producto de las características de la personalidad de sus miembros. La primera perspectiva nos lleva a plantear la cuestión de cómo las instituciones sociales transmiten los valores y orientaciones, cómo se determinan las formas por medio de las cuales la personalidad se desenvuelve y se estructura, y cómo se ejerce el control social en orden a minimizar el comportamiento desviado. La segunda perspectiva lleva a plantear la cuestión de cómo la personalidad contribuye al mantenimiento y funcionamiento de los sistemas sociales y cómo la personalidad determina las características de las instituciones sociales. Una tercera forma de contemplar las relaciones entre personalidad y estructura social es la de ver ambas como niveles de análisis separados aunque interdependientes~33.

Sea cual sea el enfoque predominante que se adopte, lo cierto es que la idea de que existe una interdependencia entre los referentes de los conceptos de cultura y personalidad, y de que en toda cultura se plasman ciertas formas estandarizadas de comportamientos sociales-tipo, se basa en una serie de supuestos que es conveniente explicitar.

Así, un primer punto de referencia lo constituye la convicción de que en toda sociedad existen determinadas experiencias y determinadas necesidades comunes a todos los hombres, y también determinadas formas institucionalizadas de enfrentarse con tales experiencias y de resolver tales necesidades. Por ejemplo las necesidades de reproducción y renovación de la población dan lugar a las instituciones familiares, las necesidades de socialización de nuevos individuos generan las instituciones educativas, las necesidades de mantenimiento y sustento, son resueltas mediante las instituciones económicas, etc.

Kardiner ha sido uno de los analistas que más enfáticamente ha reclamado la «universalidad de determinadas experiencias comunes a todos los seres humanos cualquiera que sea la cultura de que proceden~35, e igualmente ha subrayado que «el número de posibilidades de intentar la satisfacción de ciertas necesidades biológicas del hombre es limitadan36. Las instituciones, es decir, las modalidades fijas y aceptadas para resolver tales necesidades en cada cultura fueron divididas por Kardiner en dos grandes grupos: las instituciones primarias (organización de la familia, formación del grupo propio, las disciplinas básicas, la lactancia, el destete, el cuidado institucionalizado del niño, la educación anal, los tabúes sexuales, las técnicas de subsistencia, etc.) y las instituciones secundarias (sistemas de tabús en general, la religión, los ritos, los cuentos populares y las técnicas de pensamiento)37.

Teniendo en cuenta que el ser humano es bastante moldeable y que, como hemos visto, es un producto de la cultura, podremos llegar fácilmente la conclusión de que todo esto implica que las estructuras básicas de personalidad son imitadas fundamentalmente mediante la asunción de las pautas culturales establecidas. La experiencia, sin embargo, demuestra que aunque la mayor parte de los individuos de una sociedad se adaptan bastante bien a los tipos predominantes de personalidad-buscando una aproximación a la idea de «normalidad», de «común denominador», etc.-, siempre hay grupos e individuos no adaptados, no integrados culturalmente. Estas faltas de adaptación revelan que la relación individuo-sociedad no es siempre una relación armónica, exenta de tensiones y conflictos.

Lo cual nos lleva a plantear dos cuestiones importantes y mutuamente relacionadas.

En primer lugar, al hablar de las relaciones entre cultura y personalidad, es necesario precisar cuáles son los límites y el alcance de la capacidad conformadora de la cultura. Evidentemente los seres humanos poseemos importantes márgenes de libertad e independencia que, a un nivel global, garantizan las posibilidades de desarrollo dinámico, innovador y creativo de las culturas, y a un nivel particular, hacen posibles las propias singularidades personales, e incluso las «desviaciones», por muy fuertes que sean las presiones sociales y por muy sutiles y eficaces que puedan ser los procedimientos de endoculturación.

En segundo lugar, es necesario plantear cuáles son las consecuencias y cuáles los problemas que crean, o pueden crear, a los individuos los desajustes con los marcos institucionales de la cultura. En este sentido, la idea de «desajuste cultural» está abriendo en nuestros días nuevas y sugerentes perspectivas al campo de la enfermedad mental, a partir de la toma en consideración no sólo de los desajustes de los individuos respecto a la sociedad, sino también del mismo carácter perturbador que algunas formas sociales sumamente competitivas, agresivas o individualistas pueden tener en el propio desarrollo de la personalidad. Es el caso, por ejemplo, de los estudios sobre la «personalidad neurótica de nuestro tiempo» de Karen Horney, o la misma posibilidad, más claramente planteada por Erich Fromm, de considerar el carácter enfermo o enfermizante de determinados tipos y formas de sociedad, que no satisfacen adecuadamente las verdaderas necesidades humanas39.

Sin embargo, y sin necesidad de llegar a plantear las cosas en estos términos, la realidad es que los datos empíricos en las sociedades complejas demuestran que: a) realmente existen más clases de variación en los tipos de personalidad que los que se establecen en algunas clasificaciones esquemáticas; b) en las sociedades concretas se dan distintos grados de ajuste y acomodo a las pautas culturales dominantes y que, por tanto, c) hay también bastantes tipos de desarreglos y conflictos de personalidad como consecuencia de los problemas y tensiones de ajuste entre las diversas influencias culturales posibles y hasta en las mismas diferencias en los papeles sociales que deben desempeñar simultáneamente los individuos y que, lógicamente, pueden dar lugar, como ya vimos en el capítulo 5, a distintos tipos de colisiones y conflictos de roles.

El hecho de que en sociedades complejas como las actuales todo individuo tenga que desempeñar simultáneamente varios roles lleva aparejado un importante germen de conflictividad. «En cierto sentido -dirá Nisbet-, el conflicto-al menos en una medida leve-se edifica en la propia naturaleza de los roles y de su interrelación. Sólo si un individuo asumiera un rol único en su vida, y dicho rol quedara aislado de algún modo de los roles asumidos por otros, resultaría posible imaginar la desaparición total del conflicto. Pero en cualquier sociedad moderna occidental han de existir-en virtud del elevado nivel de diferenciación social en tal sociedad-muchas más posibilidades de conflictos de roles. Los conflictos de rol nos van acompañando a lo largo de toda nuestra vida. Cuanto más variada sea ésta, cuantos más roles se asuman y cuanto mayor sea el número de normas y aspiraciones a las que se está expuesto, mayor será, evidentemente, el número de conflictos de rol en la propia vidan40.

No resulta, pues, extraño que en estas complejas situaciones puedan surgir diversos tipos de conflictos y de colisiones de roles, que incluso lleguen a producir «incertidumbres» de conducta, comportamientos atípicos y no esperados y perturbaciones de personalidad (anemias, agresividades, pasividades, etc.).

En suma, pues, todo lo hasta aquí indicado nos lleva a la conclusión de que la idea de ajuste absoluto a los patrones culturales no se corresponde con la realidad. Y no se corresponde, en primer lugar, porque la cultura absolutamente homogénea no existe en nuestro tiempo. Solamente una forma muy simple de cultura en una sociedad muy rígida daría lugar a modelos con muy pocas «desviaciones» posibles.

En las sociedades complejas de nuestro tiempo, lo que en realidad existe es una cultura predominante y otras culturas secundarias, más o menos diversas y plurales; lo que abre la posibilidad de que los individuos reciban las influencias de ambientes culturales diferentes y, a veces, contrapuestos. Hay, incluso, quienes opinan que se ha llegado a un punto en el que «las normas de toda sociedad forman una mezcolanza inconsistente y contradictoria (en especial en las sociedades grandes y complejas), de manera que si un individuo viola una norma es bastante posible que al mismo tiempo se esté conformando con otra~41.

Si a todo esto añadimos que la interdependencia mundial y la revolución en los sistemas de comunicación han multiplicado enormemente en toda sociedad las posibilidades de conocimiento-y de influencias- de formas culturales muy diversas, comprenderemos por qué se ha podido decir que el concepto de influencia cultural, entendido en un sentido rígido, lineal y uniforme, ha entrado en una cierta crisis. En las sociedades complejas y diversificadas de nuestros días resulta más pertinente y exacta, por tanto, la utilización del concepto de pluri-cultura.

A veces, incluso, en algunas sociedades actuales, la aceleración de los cambios, el creciente pluralismo cultural, y los mismos conflictos de patrones culturales, están conduciendo a nuevas situaciones y experiencias sociales, en las que muchos individuos empiezan a sentir que han perdido criterios de orientación claros. Posiblemente la emergencia de nuevos tipos de personalidades, muy dúctiles y ~dirigidas por los otros», como aquellas de las que hablara Riesman, no obedece sino a una situación en la que se conjuga un fuerte deseo de conformismo y de adaptación a los criterios mayoritarios, con la búsqueda inmediata entre los seres circundantes de los criterios -y expectativas de conducta-a partir de los que poder actuar con cierta seguridad.

En las sociedades de nuestro tiempo se puede constatar también la existencia de importantes tendencias culturales grupales, a partir de la acentuación de las diferencias con el conjunto social en modos de vestir, de peinarse, de actuar, etc. Un ejemplo de estos procesos de diferenciación y de identificación socio-grupa1 se está dando a través de las llamadas «nuevas tribus urbanas juveniles».

En una perspectiva mucho más general el aumento de los procesos migratorios, y la mayor complejidad social, tienden también a agudizar en las mismas sociedades las interinfluencias de tradiciones culturales de raíz histórica y geográfica muy diferente. Por ejemplo, esto es lo que está ocurriendo con muchas de las influencias que se están ejerciendo en determinados sectores de la población de occidente por el pensamiento oriental, especialmente en cuanto a orientaciones religiosas y formas de entender la vida y la dialéctica hombre-naturaleza.

Finalmente-y como matización a todo lo que hemos señalado hasta aquí- hay que tener asimismo en cuenta que los ajustes entre cultura y personalidad están también influidos por otro conjunto muy diverso de circunstancias, entre las que no podemos dejar de mencionar las propias cualidades innatas de los individuos, o la misma manera diferenciada en que los distintos individuos experimentan los procesos de socialización y aprendizaje, así como la eficacia relativa de los diversos sistemas de socialización, etc.

Por todo ello, pues, hay que tener en cuenta que, más allá de determinados niveles básicos y elementales, realmente la cultura influye en los individuos-como ha señalado Linton- a dos niveles y por dos vías diferenciadas. Por una parte «a la cultura se debe el grueso del contenido de cualquier personalidad y, también, por el énfasis que pone en determinados intereses y objetivos, una gran parte de la organización superficial de las personalidades. Sin embargo, por otra parte, la organización central de las personalidades individuales, es decir, «los tipos psicológicos, no pueden explicarse completamente sobre la base de las influencias culturales», ya que las personalidades en sus perfiles más concretos y detallados son el resultado de la interacción de factores extraordinariamente múltiples y variados.

En resumen, y como conclusión, podemos decir que la dialéctica cultura-personalidad es una dialéctica muy compleja que se produce tanto a partir de las influencias ejercidas desde la sociedad, como a partir de opciones que pueden ser libremente desarrolladas por los individuos-e incluso pueden ser estimuladas culturalmente-, en unos contextos sociales caracterizados por unas crecientes complejidades y una considerable heterogeneidad de las influencias culturales.


EJERCICIOS Y TÓPICOS PARA LA REFLEXIÓN

1) ¿En qué se diferencian las sociedades humanas de otras sociedades animales?

2) Establecer una comparación entre la concepción del sentido común del término «cultura» y el concepto sociológico de cultura.

3) ¿Qué partes o facetas básicas implica una cultura?.

4) ¿Qué diferencias existen entre el concepto de «cultura» y el de «sociedad»?.

5 ) Explicar qué es y en qué consiste el proceso de socialización: poner varios ejemplos.

6) Realizar un esquema de los principales aspectos de la cultura señalados por Malinowski.

7) Comparar las principales definiciones de cultura formuladas por distintos autores.

8) Hacer una clasificación de los diferentes elementos de una cultura, según las propuestas de Linton, Johnson, etc.

9) Diferenciar entre los conceptos de «individuo», atemperamento» y «personalidad».

10) ¿A qué nos referimos cuando hablamos de temperamento? Poner algunos ejemplos.

11) ¿Qué se entiende por estereotipos nacionales y por (~personalidades básicas tipo»? Poner ejemplos.

12) Hacer una relación de algunos de los estereotipos regionales que se dan en la sociedad española.

13) La interacción entre la «orientación individual» de cada personalidad y el «contexto social», ¿suele, ser siempre armónica? ¿Por qué?

14) ¿Cómo se lleva a cabo la dialéctica de influencias entre cultura-personalidad en las sociedades complejas de nuestro tiempo?

15) Analizar los principales desequilibrios y conflictos que pueden darse en las personalidades de los individuos en las saciedades más avanzadas, profundizando en sus causas. Poner ejemplos.

José Félix Tezanos: Cultura, persona y sociedad (Cap. 6 de La explicación sociológica: una introducción a la Sociología, 1995)
José Félix Tezanos: Cultura, persona y sociedad (Cap. 6 de La explicación sociológica: una introducción a la Sociología, 1995)

La explicación sociológica: una introducción a la Sociología

José Félix Tezanos

UNED, Madrid, 2006

Fecha de publicación original: junio de 1995


LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA
José Félix TEZANOS TORTAJADA

UNED, 2006 - 585 páginas

Manual introductorio para los estudiantes de Sociología y Ciencias Sociales, en el que se intenta dar respuesta a las preguntas sobre el qué, quién, cuándo, dónde,cómo y por qué de la Sociología. El libro resulta accesible para todo estudiante universitario, ofreciendo en cada tema una visión plural a partir de distintos enfoques y opiniones, con la finalidad de que el lector pueda tener una comprensión amplia y documentada de los temas tratados, para llegar a fraguarse sus propias conclusiones.

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