Karl Manheim: La función social de la juventud (1943)
La función social de la juventud
Karl Manheim
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Karl Manheim: La función social de la juventud (1943) |
El primer problema que tenemos que resolver es éste: ¿es siempre la misma la importancia de la juventud en la sociedad? Evidentemente no. Hay sociedades donde los individuos más viejos gozan de mayor prestigio que los jóvenes, los cuales carecen de importancia. Por ejemplo en la vieja China. En cambio hay otras sociedades, como en Estados Unidos, donde se considera a un hombre de cuarenta años como demasiado viejo para un empleo y en donde sólo cuenta la gente joven. (...)
No es muy difícil sospechar cuáles son las sociedades en las que domina el prestigio de los viejos y en donde las fuerzas revitalizadoras de la juventud no se integran en un movimiento, sino que permanecen como reserva latente. Creo que las sociedades estáticas, que se desarrollan sólo gradualmente y en las cuales la velocidad del cambio es relativamente baja, han de descansar fundamentalmente en la experiencia de los viejos. Tienen que estar mal dispuestas a fomentar las nuevas potencialidades latentes en la juventud; su educación tiende a concentrarse en la trasmisión de la tradición, y sus métodos son, por tanto, meramente reproductivos y repetidores. En esa sociedad tiene que hacerse caso omiso deliberadamente de las reservas espirituales y vitales de la juventud, pues no existe en ellas ningún deseo de romper con las tendencias existentes en la sociedad.
En contraste con estas sociedades estáticas o de cambio lento, las sociedades dinámicas deseosas de nuevos avances, cualquiera que sea su filosofía política o social, tienen que apoyarse de modo fundamental en la cooperación de la juventud. Á este respecto, entre las sociedades revolucionarias y las reformistas, sólo hay diferencias de grado. En ambos casos siempre que se quiera partir de nuevos comienzos, tienen éstos que estar iniciados por la juventud. Las generaciones viejas O intermedias pueden ser capaces de prever la naturaleza de los cambios futuros y pueden emplear su imaginación en formular las nuevas políticas, pero la verdadera vida nueva sólo la vivirán las generaciones más jóvenes. Ellas son las que habrán de vivir los nuevos valores que las viejas generaciones profesan meramente en teoría. Si esto es cierto, la función específica de la juventud es la de ser un agente revitalizador; es una especie de reserva que sólo sale a superficie cuando se desea una revitalización que sirva para adaptarse rápidamente a circunstancias cambiadas o del todo nuevas.
La movilización de esta reserva vital puede compararse de nuevo con la que tiene lugar en el cuerpo humano. Según los modernos biólogos, el proceso fisiológico más importante consiste en que la acción pueda transformarse en función. Por ejemplo, el recién nacido muestra una gran cantidad de movimientos casuales que en sí mismos nada significan, como no sea una pura expresión de vitalidad. El crecimiento, la experiencia, el aprendizaje y la educación, consisten en transformar esos movimientos casuales y sin ton ni son, en actividades funcionales mediante procesos de integración y coordinación. Lo mismo se aplica a la sociedad. Existen muchas actividades latentes que permanecen sin empleo; ahora bien, tanto el pensamiento como la emoción y el sentimiento sólo llegan a ser socialmente importantes si se integran en alguna forma. Veamos un ejemplo. Todos sabemos que la mayor opresión ocurrida en la historia no ha sido la de los esclavos, siervos u obreros asalariados sino la de las mujeres en las sociedades patriarcales. Y, sin embargo, los sufrimientos y el resentimiento de estas mujeres carecieron de importancia por miles de años mientras sólo fueron los sufrimientos de millones de mujeres aisladas. Pero su resentimiento se hizo de repente creador y socialmente significativo cuando estos sufrimientos y sentimientos se integraron en el movimiento de las sufragistas, contribuyendo de esta suerte a alterar nuestras opiniones relativas al lugar y función de la mujer en la sociedad moderna. De igual manera, la insatisfacción de las clases oprimidas (siervos, esclavos y obreros) careció de significación social por todo el tiempo que fue mera experiencia de individuos aislados. Y sólo cuando estos sentimientos se integraron en un movimiento con propósitos de formular una base de crítica constructiva y no meramente como expresión de rencor y odio, pudo ocurrir que las emociones y acciones casuales se transformaran en funciones sociales.
Este ejemplo muestra en forma suficiente que sólo mediante formas específicas de integración pueden movilizarse y ser integradas creativamente en la sociedad sus reservas latentes. Cuando se trata, pues, de la importancia de la juventud para la sociedad tiene igual peso preguntarse por la naturaleza del potencial representado por la juventud, como preguntarse cuáles son las formas de integración mediante las cuales puede esta reserva transformarse en función. O dicho con mayor sencillez: ¿qué es lo que queremos decir realmente cuando hablamos de la juventud como de un agente revitalizador?
Nos encontramos inmediatamente con un peligro. Cuando yo era joven era general creer que la juventud es progresiva por naturaleza. La experiencia del tiempo transcurrido nos ha mostrado que esto era una completa falacia, pues hemos aprendido que por medio de movimientos juveniles pueden producirse también corrientes conservadoras o reaccionarias. Cuando se afirma que la juventud es un agente revitalizador es de desear que se señalen con gran claridad los elementos de la adolescencia que, movilizados e integrados, contribuyen a la renovación de los puntos de partida de la sociedad.
En nuestra opinión la mayor ventaja que posee la juventud en su contribución a la renovación social, consiste, aparte de su mayor espíritu de aventura, en que todavía no está completamente implicada en el status quo del orden social.
Las modernas psicología y sociología del adolescente nos enseñan que la clave para la comprensión de la mentalidad de la juventud moderna no puede encontrarse tan sólo en la efervescencia biológica de esa fase del desarrollo humano. Trátase con esto, en realidad, de algo que es universal, no limitado por el lugar y por el tiempo. El hecho decisivo respecto a la edad de la pubertad para nuestro punto de vista es que la juventud entra en esa edad en la vida pública y que es entonces cuando en la sociedad moderna tiene que enfrentarse por vez primera con el caos de las valoraciones antagonistas. Se ha probado que en las sociedades primitivas se desconocen los conflictos psíquicos de la juventud porque en ellas no existe una separación radical entre las normas enseñadas por la familia y las dominantes en el mundo de los adultos. El hecho de que el conflicto sea un elemento más agudo en la conciencia de nuestra juventud es sólo un reflejo del caos dominante en nuestra vida pública, puesto que el aturdimiento y perplejidad que se producen son una reacción natural de los espíritus sin experiencia. Sin embargo, a los efectos de nuestra discusión, más que la conciencia agudizada del conflicto nos importa otra faceta de la situación en que la juventud se encuentra. En el contexto de nuestros problemas el hecho importante es que la juventud llega desde fuera a los conflictos de nuestra sociedad moderna. Y éste es el hecho que hace a la juventud el iniciador predestinado de todo cambio social.
La juventud no es ni progresiva ni conservadora por naturaleza, sino una potencialidad dispuesta siempre a toda renovación. Hasta la edad de la pubertad el niño vive la mayoría de las veces con su familia y sus actitudes se conforman por las tradiciones afectivas e intelectuales en ella dominantes. En el período de la adolescencia tiene sus primeros contactos con la vecindad, la comunidad y ciertas esferas de la vida pública. Por eso el adolescente no sólo se encuentra en lo biológico en un estado de efervescencia, sino que sociológicamente entra en un mundo nuevo, donde los hábitos, costumbres y sistemas de valor son diferentes de los conocidos por él hasta ese momento. Lo que para él es una novedad estimulante, es para los adultos cosa cotidiana y por entero natural. Pues bien, esta penetración en la sociedad hecha desde fuera es lo que hace a la juventud especialmente apta para simpatizar con movimientos sociales dinámicos que, por razones la mayor parte de las veces diferentes de las suyas, están insatisfechos con la situación actual de las cosas. La juventud no tiene intereses arraigados, ni en el sentido económico ni en el sentido de los hábitos y valoraciones, mientras que todos los adultos suelen tenerlos. Ésta es la explicación del hecho peculiar de que en la adolescencia y su prolongación muchos individuos sean revolucionarios ardorosos o reformadores, y que unos años más tarde, cuando ya han aceptado una situación estable y fundado una familia, adquieran ellos mismos una actitud defensiva y de apoyo del status quo.
En el lenguaje de la sociología ser joven equivale a ser un hombre marginal, un extraño en muchos respectos. En efecto, el hecho más notorio de la actitud de los estudiantes es que no tienen todavía intereses creados en el orden social, no habiendo integrado aún su contribución a la estructura económica y psicológica de la sociedad existente. En mi opinión, esta posición de extrañamiento es un factor mucho más importante que la agitación biológica en la producción de las tendencias favorables al cambio y a la inquietud intelectual, y tiende a coincidir con las actitudes de otros grupos e individuos marginales que por otras razones viven también en las fronteras de la sociedad, como son las clases oprimidas, los intelectuales independientes, el poeta, el artista, etc. Desde luego, esta situación sólo es, como he dicho, una potencialidad, y de las influencias directivas externas depende su supresión o la posibilidad de su movilización e integración dentro de un movimiento.
— Manheim, Karl. Diagnóstico de nuestro tiempo. F.C.F. México, 1961. Págs. 50 a 54.
Comentarios
1. Resume esquemáticamente las ideas centrales del texto.
2. Análisis semántico de los siguientes términos: latentes, falacia, pubertad, aturdimiento y perplejidad.
3. Análisis semántico del enunciado: «La juventud no es ni progresista ni conservadora por naturaleza, sino una potencialidad dispuesta siempre a toda renovación».
4. ¿En qué se distingue una sociedad revolucionaria de una reformista?
5. ¿Cuál es el papel que desarrolla la juventud en las sociedades estáticas y en las dinámicas?
6. ¿Tienen los jóvenes algo en común con los marginados sociales? Razona la respuesta.
7. ¿Estás tú de acuerdo con la opinión del autor acerca de la función social de la adolescencia? ¿Tienen los jóvenes de hoy algunos rasgos específicos que los distinguen de los de otros tiempos? Argumenta tus conclusiones.
8. ¿Crees que hay algunas diferencias importantes entre la juventud trabajadora y estudiante? En caso afirmativo, señálalas.
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