Guy Rocher: Las ideologías (Introducción a la sociología general, 1973)

Las ideologías

Guy Rocher


Guy Rocher, Introducción a la sociología general (1973)
Guy Rocher: Introducción a la sociología general (1973)

Una larga tradición

Una larga y sólida tradición atribuye a la ideología un papel dinámico en la historia. No pocos pasajes de la obra de Auguste Comte, por ejemplo, demuestran que este autor consideraba el estado positivo como el fruto de una revolución ideológica. La futura sociedad industrial por él entrevistada resultaría del triunfo de lo que cabría llamar la ideología de la organización técnico-científica. Se trataba de una nueva visión del mundo, que transformaría tanto la mentalidad del hombre como sus condiciones de vida. Otro tanto cabe decir de la conciencia revolucionaria de clase de Marx y Engels.

A juicio de estos autores, dicha conciencia, que debe animar la lucha de clases y acabar con la figura del explotador, sólo puede ser esclarecida y motivada por una ideología nueva que exprese las contradicciones de la sociedad y las alienaciones de los proletarios. Cuando Alexis de Tocqueville analiza la democracia norteamericana a comienzos del siglo XIX, la considera simultáneamente como ideología del igualitarismo, estilo de vida y estructura gubernamental.

Más recientemente, la ideología ha sido objeto de varios estudios precisos. Dichos estudios han tenido sobre todo por origen y por objeto el papel que las ideologías han desempeñado y siguen desempeñando en las jóvenes naciones y en los países en vías de desarrollo. Otros estudios han versado sobre determinados fenómenos ideológicos en las sociedades altamente industrializadas. Intentaremos resumir las principales conclusiones que se desprenden de todas estas investigaciones.


Definición de ideología

Empezaremos por recordar la definición de ideología antes transcrita (cap. IV): un sistema de ideas y de juicios, explícito y generalmente organizado, destinado a describir, explicar, interpretar o justificar la situación de un grupo o de una colectividad, y que, inspirándose ampliamente en unos valores, propone una orientación precisa a la acción histórica de ese grupo o de esa colectividad. La ideología es pues, en la cultura, algo así como un conjunto particularmente coherente y organizado de percepciones y representaciones.

En este sentido, cabe hablar de ella como de un «sistema», según ha demostrado el sociólogo Léon Dion, de Quebec.

Por otra parte, este sistema de pensamiento tiene por objetivo explicar una situación social y proponer unas orientaciones a la acción histórica. A este título, la ideología es, para el sociólogo, un fenómeno estratégico que le permite comprender desde dentro una realidad social y su historia. La ideología, en efecto, se sitúa al nivel de la sociedad y de la historia vividas, es decir, de la sociedad tal como es pensada y experimentada, y de la historia tal como es deseada, por los actores o un grupo concreto de actores. Por su misma naturaleza, la ideología es pues un instrumento de acción histórica. La elaboran y difunden unos actores que intentan influir sobre el curso histórico de su sociedad.

Existen, sin embargo, otros aspectos inherentes a la ideología, que contribuyen a hacer de la misma un poderoso factor dinámico.

Merece la pena que los consideremos brevemente.


53. Léon Dion, Opinion publique el systémes idéologiques, en «Ecrits du Canada Trancais», vol. XIIL, 1952, p. 9-171.


La racionalidad de la ideología

En primer lugar, la ideología, adoptando la forma de un «sistema de ideas y de juicios», se presenta bajo el aspecto de la racionalidad, e incluso de la ciencia a veces. Pretende ser ante todo una explicación de la realidad, de una realidad a menudo compleja y difusa, cuándo no confusa. Esa explicación no carece por regla general de lógica ni de coherencia, aun cuando sea también casi siempre relativamente simple o, por lo menos, intelectualmente satisfactoria, y no sólo para una intelligentsia que la depura, sino también para quienes absorben únicamente sus líneas fundamentales o sus formulaciones más elementales.


La ideología esclarece e infunde seguridad

En segundo lugar, este sistema de ideas y de juicios permite a quienes viven una situación dada definir mejor esa situación, captar su sentido y darle una justificación. La ideología dice por qué y por quién es uno explotado, por qué se ve uno subdesarrollado, por qué el blanco se cree superior, por qué el país se encamina hacia la ruina, por qué es preciso cambiar de gobierno, etc. Cabe pues decir que la ideología, según los casos, esclarece o infunde seguridad, o ambas cosas a la vez.


La ideología al servicio de unos intereses

En tercer lugar, la ideología aun siendo un sistema de ideas y de juicios, no es abstracta, sino que remite a unos-intereses individuales y colectivos inmediatos. Tanto si se dirige a quien quiere proteger y conservar su posición como si atrae a quien desea mejorar la suya, lo cierto es que la ideología habla siempre a oídos interesados. Se refiere a unas situaciones de hecho, para justificarlas o para ponerlas en entredicho, conforme a los intereses que-expresa y representa.


La ideología incide sobre estados psíquicos fuertes

En cuarto lugar, dada su referencia a unos intereses, la ideología incide sobre estados psíquicos fuertes, aunque difusos o latentes a menudo. Dichos estados psíquicos son de dos órdenes sobre todo. Puede tratarse de estados de ansiedad, provocados generalmente por unos cambios, unas perturbaciones, o por la mera perspectiva de posibles cambios, y también por la inseguridad y la incertidumbre que entrañan. La ansiedad puede no ser mucha y manifestarse bajo la forma de un malestar o de una vaga inquietud; o puede, por el contrario, ser aguda y adoptar la forma de un fuerte temor, hasta dar lugar a la angustia e incluso al pánico. Los estados de ansiedad suelen segregar ideologías de tipo conservador o de tipo reaccionario. Los estados psíquicos pueden también caracterizarse por la agresividad, fruto de un largo período de frustraciones individuales y colectivas. La agresividad, por regla general, da lugar a una mezcla de actitudes hostiles frente a un adversario o a una cabeza de turco, y de aspiraciones nuevas, sueños o utopías. De ahí que los estados de agresividad sean más bien de índole propia para producir ideologías de tipo reformista o de tipo revolucionario.


La acción común de un nosotros

En quinto lugar, la ideología procura satisfacer esos estados psíquicos fuertes proponiéndoles una acción común que infunda cierta seguridad en los estados de ansiedad, o que libere la cólera y las aspiraciones reprimidas en los estados de agresividad. La ideología es pues invitación a un nosotros. Induce a formar un conjunto en el que las personas puedan identificarse, conjunto o reagrupación capaz de infundirles una sensación de poder y de fuerza. El nosotros puede ser una clase social, un partido político, la nación, un movimiento social, etc.

El nosotros de la ideología es a menudo simplificado y a veces personalizado incluso, a fin de que los individuos puedan identificarse con él y con lo que representa, y proceder respecto a él a una especie de transferencia de su ansiedad o de su agresividad.


Valores e ideología

En sexto lugar, el nosotros de la ideología suele servir para simbolizar y cristalizar los valores invocados por la ideología y sobre los que ésta se apoya. Dichos valores pueden ser los de un pasado más o menos remoto, pueden ser actuales y hasta pueden ser nuevos.

Subrayemos el hecho de que la ideología constituye uno de los lugares principales en que se crean los valores nuevos. Difusos o latentes a menudo, esos nuevos valores acaban por encontrar su formulación en un esquema ideológico que los explicita. También se da el caso de que los pretendidos nuevos valores sean en realidad valores antiguos o actuales que la ideología redefine con respecto a un contexto nuevo, o a los que presta una sentido hasta entonces implícito, o que son presentados por la ideología bajo una luz nueva por la reordenación a que los somete en un nuevo sistema de ideas y juicios.

Esa referencia a los valores constituye la principal diferencia existente entre ideología y ciencia, con la que la primera intenta a menudo identificarse. La ideología emite simultáneamente juicios de hecho y juicios de valor: juzga la realidad al tiempo que la describe, y la explica al tiempo que la juzga.


Carácter voluntario de la ideología

La ideología, por último, es voluntaria. Significa esto que lanza una llamada a la voluntad de actuar, proponiendo unos objetivos, indicando los medios de alcanzarlos y elaborando más o menos exactamente el proceso a seguir. Los juicios que emite apuntan a soluciones concretas que pretenden ser realistas o realizables e inducen - a un nivel de acción que debiera permitir su aplicación en un futuro más o menos próximo. La ideología desea explícitamente incurvar en el sentido por ella propugnado el curso de la historia. Ya sea bajo capa de un determinismo cualquiera («ir en el sentido de la historia»), ya sea con un manifiesto propósito voluntario, la ideología persigue _siempre el mismo objetivo: provocar la acción histórica de una colectividad.


La ideología, fenómeno psicosocial

Las principales características de la ideología que acabamos de enumerar muestran claramente que nos encontramos, propiamente hablando, ante un fenómeno psicosocial. La ideología, en primer lugar, releva en varios aspectos del ámbito sociológico: por la situación colectiva que ella explica, justifica y juzga, por los valores sobre los que descansa, por el simbolismo de que se rodea, por la adhesión al nosotros que puede suscitar, por la acción común que preconiza. De ahí que la hayamos presentado en páginas anteriores (cf. cap. IV) como parte integrante de la cultura. Hasta decíamos que constituye una especie de «núcleo» sólido y firme de la cultura, precisamente en razón de su carácter sistemático, riguroso, explícito y voluntario. Por otra parte, las ideologías han dado ya lugar a incontables estudios sociológicos, la mayoría de los cuales se mantienen sin embargo en la perspectiva de una sociología del conocimiento, sobre todo bajo la influencia de Marx y de Mannheim. En ciencia política, la ideología ha s1do asimismo objeto de buen número de estudios.

Pero la ideología releva también del ámbito psicológico: se nutre de los estados de ansiedad o de agresividad latentes en los miembros de una colectividad; provoca un fenómeno de transferencia de esos sentimientos a un nosotros, mediante un movimiento de identificación de las personas al grupo o a la colectividad que ese nosotros representa. Tal es la razón de que algunos autores hayan intentado «el psicoanálisis de las ideologías», muy mal conocido todavía. | Esta fusión, en la ideología, de los ámbitos sociológico y psicológico le confiere ciertamente una excepcional fuerza de acción. En torno a ella, en efecto, se concentran energías psíquicas oscuras pero potentes, a veces explosivas incluso, al servicio de colectividades exactamente definidas, de objetivos claramente identificados, de esquemas de acción metódicamente elaborados. Las necesidades y las aspiraciones de los individuos se suman aquí a las angustias y -a las ambiciones de las colectividades, fusión en la que los estados psíquicos individuales y las actitudes colectivas se refuerzan mutuamente por acumulación.


54. Karl MANNHEIM, Idéologie et utopie, colección «Petite Bibliothéque Sociologique In-- ternationale», Riviére, París 1956. Versión castellana: Ideología y Utopia, Aguilar, Madrid 21966. El lector puede consultar, en particular, la bibliografía crítica de Norman BIRNBAUM, The Sociological Study of Ideology (1940-1960), Current Sociology, Oxford 1961.

55. Ejemplo de ello es el análisis de Jean MEYNAUD y Alain LANCELOT, Les attitudes politiques, colección «Que sais-je?», PUF, Paris 1964, como también la obra de J. MEyNAUD, Destin des idéologies, Lausana 19%61. El lector encontrará una abundante bibliografia en Ideology and Discontent, publicado bajo la dirección de David E. ArTER, The Free Press, Glencoe, III., 1964.

56. En particular, Charles HANLEY, A Psychoanalysis of Natzonalzst Sentiment, en Nationalism in Canada, publicado bajo la dirección de Peter RusseLL, McGraw-Hill, Toronto 1966, p. 303-319.


Conciencia falsa y conciencia clara

Llegados a este punto, es innegable la existencia de una profunda divergencia entre el análisis marxista de la ideología y el análisis de las ideologías practicado por la sociología contemporánea.

En el modelo marxista, la ideología y sus funciones sociales son definidas exclusivamente en la perspectiva de la clase dominante: la ideología es la percepción que de la situación tiene la clase dominante, conforme a su posición y a sus intereses; adoptada por las restantes clases sociales, la ideología resulta para ellas un «opio», por cuanto aliena su conciencia y adormece sus energías revolucionarias. Así concebida, la ideología es una «conciencia falsa» de la realidad, por tratarse de una percepción viciada de la misma, destinada a mantener un statu quo favorable a la clase dominante.

A la ideología, opone Marx la conciencia de clase. Consiste esta última en un despertar a los verdaderos intereses de clase y a la acción política y revolucionaria necesaria para desposeer a la clase dominante. Por la conciencia de clase, las contradicciones de la situación objetiva son claramente percibidas, juzgadas y combatidas.

Esta radical oposición entre la ideología y la conciencia de clase olvida un punto esencial, a saber, que la conciencia de clase pasa también por la ideología. La «conciencia clara» — por oposición a la «conciencia falsa» — no emerge de sí misma ni procede por vía natural de un estado de no conciencia, sino que casi siempre es el resultado de una explicación sistemática de la situación a cargo de los «definidores» de una nueva ideología. Esta nueva ideología ofrece una visión de la situación que difiere de la que hasta entonces había prevalecido. Constituye una contraideología con respecto a la ideología imperante.

Se comprende que la sociología contemporánea estime que la ideología puede producir tanto la conciencia clara como la conciencia falsa. La ideología, de suyo, ni es alienante ni es esclarecedora.

Todo depende del contexto en que opera. Pero, sobre todo por contribuir a la conciencia clara, la .ideología es un factor de cambio social, y bajo este aspecto ha sido primordialmente estudiada en nuestros días.


Ideología y conciencia clara

Cuando decimos que la ideología puede desarrollar una conciencia clara en los miembros de una colectividad, o siquiera en un determinado número de ellos, entendemos que la ideología, al describir y explicar una situación, al explicitar unos valores, al proponer un sistema de ideas y de juicios, suscita simultáneamente al nivel de la conciencia unos sentimientos y unos pensamientos hasta entonces no conscientes o semiconscientes, dadas su confusión, represión, inhibición y falta de verbalización. La ideología presta a estas ideas y a estos sentimientos unos términos y unas formulaciones por los que pueden ser expresados e identificados. Lo que hasta el momento sólo era subjetivamente presentido adquiere de pronto la cualidad propia de un objeto. La ideología revela así a los miembros de un grupo o de una sociedad lo que éstos ya pensaban y presentían oscuramente y como ignorantes de ello. De otro lado, la ideología se presenta a menudo, de modo explícito, como una «toma de conciencia».

La ideología contribuye también a la conciencia clara por los objetivos que propone y por los medios de acción que sugiere. La ideología bosqueja un futuro posible. Precisa el sentido de aspiraciones todavía implícitas. Suscita y nutre expectaciones, deseos, ambiciones. La ideología induce a mirar el futuro y despierta esperanzas nuevas, hasta entonces aletargadas y reprimidas.

La ideología, por lo demás, suele simplificar las cosas. Selecciona determinados elementos de la situación, los relaciona entre sí a base de razonamientos «evidentes» o de fácil comprensión y elabora con éstos un sistema aparentemente irreprochable. De ahí que una ideología se exprese a menudo bajo la forma de slogans (Yankee, go home, Vive le Québec libre!) o de fórmulas estereotipadas («los negros son perezosos», «los judíos son ladrones»). Esta capacidad de simplificación hace de la ideología un poderoso instrumento de toma de conciencia.

Acción de las ideologías Por la conciencia clara que desarrolla, la ideología libera y canaliza a la vez unas energías. Algunos autores han emitido la hipótesis de que, con el ocaso de la fe religiosa en el mundo moderno, las ideologías han recogido las energías empleadas antes en el orden sobrenatural, místico y mágico, para desplegarse en el orden temporal y social. Esta hipótesis.es interesante y no carece de fundamento. En todo caso, es cierto que las ideologías se multiplican y que aumenta su atractivo en el mundo moderno. Esas ideologías, como lo demuestran muchos ejemplos concretos, han conseguido elevar el nivel de aspiraciones de los individuos y de las colectividades, .despertar ambiciones y esperanzas, sostener vastas empresas colectivas y alterar radicalmente, en ciertos casos, el curso de la historia.

Algunos autores se han preguntado si no asistimos hoy al «ocaso de las ideologías». En un libro que lleva precisamente este título, Daniel Bell escribía en 1960: «En la última década, hemos sido testigos del ocaso de las ideologías del siglo XIX, del marxismo sobre todo, en cuanto sistemas intelectuales supuestamente poseedores de la verdad en su visión del mundo». Pero, al parecer, asistimos en realidad, no al ocaso de las ideologías, sino a su extensión al mundo entero, y a una gran efervescencia ideológica en Occidente, y quizá más aún en África y. en Asia. En la sociedad industrial avanzada, marcada a un tiempo por la elevación del nivel de instrucción y por la complejidad de la organización social y de las estructuras del poder, resultaría harto sorprendente asistir a un ocaso de las ideologías. Todo induce a creer que, por el contrario, éstas seguirán encontrando condiciones psicosociales favorables a su difusión y a su acción.


Clasificación de las ideologías

Pero, para explicar plenamente la acción de las ideologías y comprender mejor en qué contexto desarrollan una conciencia clara y no una conciencia falsa, debemos recurrir a una tipología de las ideologías. Hasta el momento hemos hablado de la ideología como de un fenómeno relativamente simple. Se trata, en realidad, de un fenómeno harto complejo, dada la diversidad de formas concretas que puede revestir.

Cabe clasificar las ideologías de acuerdo con cuatro criterios por lo menos: el grupo al que se dirige la ideología, la relación entre la ideología y el poder, los medios de acción que preconiza y, finalmente, su contenido.

1. Tocante al primer criterio, podemos distinguir tres casos:

— La ideología puede dirigirse a uno o a varios grupos particulares en el seno de una sociedad global: una clase social, una profesión, etc. La ideología sindical, por ejemplo, está destinada a los trabajadores, a los empleados. Existe asimismo una ideología de las profesiones liberales.

— La ideología puede expresar las aspiraciones de una sociedad global, como es el caso del nacionalismo en particular. — La ideología puede dirigirse a una colectividad internacional o supranacional. El comunismo marxista se dirigía, en sus orígenes sobre todo, a la clase obrera internacional («proletarios del mundo, ¡uníos!»).

2. La ideología se polariza siempre (o casi siempre) en torno al poder y asume por consiguiente un carácter político. Cabe distinguir pues entre: — La ideología que expresa el punto de vista del grupo que detenta el poder (la ideología de una clase dominante o de una tecnocracia, por ejemplo).

— La ideología de un grupo que aspira a tomar el poder (la de un partido político minoritario o de la oposición, pongamos por caso).

— La ideología de un grupo que se propone influir sobre el poder, sin apoderarse de él (la ideología de lo que se ha dado en llamar los «grupos de presión»). ; 3. Por lo que respecta a los medios de acción, la ideología puede ser:

— reformista, si preconiza un plan progresivo de transformación de una situación dada; — revolucionaria, si sugiere el recurso a medios violentos e ilegales: agitación, subversión, etc.

4. Finalmente, por su contenido, la ideología puede ser:

— reaccionaria, si propone soluc1ones que representan un retorno al pasado; — conservadora, si opta por el statu quo; — progresista o liberal, si propone el abandono de ciertas tradiciones en aras de unos cambios que se estiman necesarios.

— radical, si preconiza una ruptura completa, o casi completa, con la situación existente.

A menudo, se procede también a distinguir entre:

— una ideología de izquierda, generalmente de inspiración marxista, socialista o socializante, o a veces simplemente democrática; — una ideología de derecha, de inspiración más tradicional, más conservadora o reaccionaria.

Estas dos últimas expresiones («izquierda» y «derecha»), ya ambiguas con harta frecuencia, inducen a considerar una amplia gama de matices, desde la «extrema izquierda» y el «centro izquierda» hasta el «centro derecha» y la «extrema derecha», pasando por el «centro».

A este respecto, cabe subrayar la riqueza del vocabulario habitual en materia ideológica, la confusión que a menudo le es inherente o a la que sirve quizá para expresar, y los diferentes sentidos que todas estas expresiones pueden revestir según los contextos. La ideología dista pues mucho de ser una realidad simple. Un análisis mínimamente detallado del fenómeno en cuestión debiera poder tener en cuenta todas estas distinciones impuestas por la realidad concreta. Evidentemente, esta tarea no es posible aquí. Nos limitaremos a unas cuantas indicaciones.


La ideología conservadora de un grupo particular

La ideología de un grupo particular que detenta unos poderes o tiene fácil acceso al poder político, será generalmente conservadora, reaccionaria a veces. Se situará entre el centro y la derecha. En caso de aceptar o apoyar unos cambios recurrirá siempre a medios moderadamente reformistas.

Este tipo de ideología ha sido singularmente evidenciado en los estudios que algunos sociólogos norteamericanos han hecho de la ideología de los hombres de negocios de Estados Unidos. Los hombres de negocios necesitan encontrar una justificación a su estatuto privilegiado, a su autoridad y a su poder. Están, por lo demás, sujetos a toda clase de tensiones, de coacciones, de presiones. Su ideología les resulta pues justificadora y les infunde seguridad, por su conservadurismo, por su moderación y por la idea devaluada que les proporciona de quienes están sujetos a ellos.

- Por otra parte, los hombres de negocios tienen que habérselas con sus colegas de la competencia, con quienes comparten sin embargo unos intereses comunes. Su ideología carga el acento sobre lo que les une más allá de lo que les separa.

— Mantienen, en fin, con el poder político unas relaciones ambiguas: están próximos al mismo, temen su intervención, pero persiguen al mismo tiempo sus favores. Esta ambigüedad se refleja en su ideología, que .constituye una mezcla de conservadurismo y liberalismo.

Por lo que respecta al cambio social, una ideología de esta índole es más bien adaptativa: no provoca el cambio, pero apoya una adaptación progresiva al cambio cuando éste se ha producido o resulta inevitable. Así se desprende del magnífico estudio histórico de R. Bendix.


58. Reinhard ABENDIX, Work and Authority in Industry: Ideologies of Management in the Course oj Industrialization, Harper and Row, Nueva York 1956; F.X. SurrtoN, S.E. HaRRIS, C. KAYSEN y J. ToBIN, The American Business Creed, Hatvard Univetsity Press, Cambridge, Mass., 1956.


La ideología reaccionaria o radical de un grupo particular

Un grupo particular que impugna el poder vigente o intenta influir sobre él, puede desplegar una ideología, o bien reaccionaria y de derecha, o bien progresista o radical y de izquierda. De hecho, una ideología de derecha tiene a menudo más raíces comunes con una ideología de izquierda que con una ideología centrista. La ideología del centro es una ideología conservadora y adaptativa, en tanto que las ideologías de derecha y de izquierda se proponen cambiar un estado de cosas tenido por insatisfactorio.

Las ideologías reaccionarias y radicales pueden pues coexistir simultáneamente, por ejemplo, en la clase obrera: traslucen entonces una situación ambigua y unas aspiraciones compartidas. También cabe a menudo observar idéntico fenómeno en las ideologías de los movimientos populistas campesinos y en las insurrecciones violentas, pronto reprimidas por regla general, suscitadas por aquéllas. Sólo pasado un cierto período de tiempo, el suficiente para dejar atrás tales ambigüedades, logra una ideología radical arraigar finalmente en un grupo desfavorecido, como es el caso de la ideología del «poder negro» entre los negros de Estados Unidos.

La ideología de un grupo desfavorecido, alejado del poder, puede pues constituir un factor de cambio, si bien en direcciones diversas y hasta opuestas. No debemos incurrir en el error de creer que la ideología elaborada en esos grupos ha de ser siempre y necesariamente radical. En realidad, suelen darse en tales grupos diversas ideologías, cuya gama es muy extensa, desde la extrema derecha a la extrema izquierda.


59. El lector encontrará algunos elementos para el análisis de una ideología de clase obrera en el interesante estudio de Ely CHINoy, Automobile Workers and the American Dream, Doubleday, Garden City 1955, como también en el estudio, más antiguo, de W.L. WARNER y J.O. Low, The Social System of the Mcdern Factory, Yale University Press, New Haven 1941.

60. Véase, por ejemplo, Roland MOUSNIER, Fureurs paysannes. Les paysans dans les révoltes au XVII* siécle (France, Russie, Chine), Calmann-Lévy, París 1967. — 61. C£., a este respecto, The Black Power Revolt. A Collection of Essays, publicado bajo la dirección de Floyd B. BarBoUR, Porter Sargent, Publisher, Boston 1968.


La ideología nacional de una sociedad global

Una colectividad étnica o nacional, una sociedad global necesitan una ideología que defina lo que ellas son, lo que las singulariza y caracteriza. A toda colectividad nacional o étnica, quizá más aún a la que se busca a sí misma y se interroga sobre su destino y su identidad, la ideología nacional o nacionalista le dice claramente qué territorio le pertenece, precisando sus fronteras y hasta dándole a veces una nueva denominación; delimita los contornos del grupo nacional, especificando quiénes forman parte del nosotros y quiénes quedan excluidos de él; define sus derechos, sus aspiraciones, su destino; designa -a sus enemigos o adversarios, y lee su futuro en su pasado y en su presente.

El nacionalismo sirve pues para clarificar lo que se ha dado en llamar «la identidad nacional», expresión esta que implica, nivel sociológico, la definición de una entidad colectiva y, a nivel psicológico, una invitación a las personas a identificarse con ese nosotros y a encontrar en él una parte de su identidad personal. Estas funciones psicosociales de la ideología resultan particularmente necesarias a las jóvenes naciones que nacen y se desarrollan.


Complejidad de la ideología nacional

Pero la ideología nacional es un fenómeno complejo: se dirige a una sociedad global (o con pretensiones de serlo), integrada por grupos y subgrupos múltiples: y diversificados. Es, pues, singularmente importante, en su caso, saber qué grupo la define, la sostiene y propaga. Desembocamos así en las élites y en los grupos que definen y difunden la ideología nacional, hecho que estudiaremos en el próximo capítulo. Limitémonos de momento a una consecuencia importante: la ideología nacional no es de suyo conservadora, reaccionaria o radical. Su orientación depende de los grupos que la preconizan.


62. El lector encontrará un buen ejemplo de.ello en el análisis de Bernard Lewis, The Emergence of Modern Turkey, Oxford University Press, Londres 1961.


La ideología nacional puede asimismo transformase profundamente en un corto período de tiempo. Esa evolución trasluce el sucesivo predominio de los grupos o élites que se enfrentan o se suceden, y que pretenden ser, o quieren ser, los portavoces de la colectividad global. Marcel Rioux ha descrito esa evolución en el caso de la ideología nacionalista en Quebec, Observa, a este respecto, la sucesión de tres ideologías nacionales: «la ideología de conservación», conservadora y hasta reaccionaria, que dominó el Canadá francés desde la segunda mitad del siglo XIX  hasta la segunda guerra mundial; «la ideología de contestación y de afianzamiento» que ejerció una creciente influencia entre los años 1940 y 1960, y que, contrariamente a la anterior, «está resueltamente orientada hacia el presente, pide que se ponga al día la cultura de Quebec y se fomente su irradiación por todo Canadá»; por fin, «la ideología de desarrollo y de participación», aparecida en estos últimos años, «más radical» que las precedentes, define no ya al Canadá francés, sino a un Quebec independiente, socialista y laico.

Esta evolución de las ideologías es a un tiempo un reflejo y un factor del cambio social. Es, en parte, indicio de las transformaciones estructurales. Pero, de otro lado, cada una de esas ideologías ha ejercido y sigue ejerciendo en Quebec una influencia sobre la acción histórica de la colectividad nacional.

Unanimidades, divisiones y oposiciones A través de las diferentes formas de acción adoptadas por la ideología — formas que acabamos de bosquejar de un modo sucinto —, podemos ahora deducir ciertas influencias más generales de la misma. Se comprueba, en efecto, que la ideología provoca el cambio o se opone a él, porque crea unanimidades y entraña al mismo tiempo divisiones y oposiciones. La ideología es de índole propia para reunir y distinguir a la vez.


63. Marcel Rioux, Sur Vévolution des idéologies au Québec, en «Revue de lInstitut de sociologie», 1968-1, p. 95-124.


De un lado, la ideología crea unanimidades. Invita a identificarse o a unirse con un nosotros dado. Invoca intereses comunes, una causa común. Preconiza una acción colectiva. Hasta se da el caso de que la ideología disimule las divisiones reales o pida incluso explícitamente olvidarlas, siquiera temporalmente. Tal es el caso, en particular, de las ideologías que se dirigen a sociedades globales: nacionalismo, patriotismo, federalismo, internacionalismo. Pero, tanto si se dirige a unos grupos particulares como si está destinada a una sociedad global, el objetivo perseguido por la ideología es siempre el mismo: que los interesados se encuentren de nuevo o se descubran a sí mismos en el sistema de ideas por ella preconizado y que, de esa fusión de los intereses y de los espíritus, nazca una solidaridad, una unanimidad. En este sentido, la ideología suscita actitudes y reacciones de tipo más «comunitario» que «societario», según la distinción de Tónnies.

Pero, de otro lado, la ideología entraña al mismo tiempo diferenciaciones y divisiones sociales. En la medida misma en que reúne, la ideología distingue y separa de quienes quedan excluidos. Establece una segregación entre quienes pertenecen al mosotros y quienes permanecen fuera de él. Pone de relieve los rasgos distintivos comunes a una colectividad (características culturales, nacionales, intereses de clase, rasgos regionales) que permiten identificarla por contraste con las demás. A este respecto, la ideología será particularmente selectiva en la visión que elabora de la realidad. Y, en la elección que hace de los elementos de su sistema, todo lo que sirva para particularizar una colectividad será subrayado y valorizado.

En algunos casos, la diferenciación llega incluso a la oposición. La unanimidad se crea entonces sobre la base del rechazo o de la impugnación de «lo otro», o a causa del conflicto con «lo otro».

«Lo otro», a este fin, es descrito por la ideología como una realidad peligrosa, amenazadora y hasta perversa. Las' intenciones de «los otros» son puestas en tela de juicio, no se cree en su buena voluntad, son reinterpretados sus motivos y sus acciones, y denunciados sus complots. «El otro» no es solamente diferente, sino que se convierte en un adversario contra el que la ideología llama a combate.


Las ideologías y su contexto

— Si bien es cierto que la ideología constituye ese poderoso factor de cambio que acabamos de describir, no debe olvidarse sin embargo que no puede obrar por sí misma. Debe ser expresada y manipulada por agentes del cambio, sobre todo por las élites, los grupos de presión, los partidos, los movimientos sociales, como se verá con mayor detalle en el próximo capítulo.

No cabe pues considerar la ideología como siendo por sí misma un factor único de cambio. El análisis de las ideologías remite siempre a su contexto, porque una ideología expresa unas aspiraciones particulares, los temores o las ambiciones de una colectividad, las luchas de un grupo o de varios grupos concretos en un período histórico específico.

Si, como indican Meynaud y Lancelot, las ideologías pueden adquirir «una especie de vida autónoma, alguna clase de autonomía relativa, hasta el punto de que ciertas ideologías no responden al curso actual de la evolución (algunas por adelantarse a su tiempo, y otras por no corresponder ya a las exigencias de la época)», también es cierto, sin embargo, según estos mismos autores, que «la ideología expresa una perspectiva del mundo: un sistema racionalizado y abstracto que deriva, siquiera parcialmente, de la lucha social al tiempo que contribuye a modelarla». El mayor interés del estudio ya citado de Bendix sobre la ideología de los hombres de negocios y de los empresarios, estriba en haber evidenciado cómo esa ideología ha evolucionado en su contenido y en su rol, como consecuencia de los cambios tecnológicos, de la evolución de los valores, de las transformaciones políticas, etc. «Las ideologías — dice — se formulan a través de un incesante juego de interacciones entre las contingencias presentes y la herencia del pasado». Y Marcel Rioux observa por su parte: «En una sociedad compleja, el conflicto de las ideologías traduce sobre todo el conflicto de los subgrupos que luchan por lograr que la mayoría acepte su respectiva teoría de la sociedad, con miras, en definitiva, a dirigir esa sociedad».

La ideología releva pues de una coyuntura particular. Está vinculada a unas formas estructurales, a unos valores y a unos símbolos. Así se desprende del hecho de que algunas ideologías nazcan y mueran sin ejercer influencia alguna, mientras que otras marcan profundamente la- historia. Los factores y las condiciones favorables y desfavorables a la acción eficaz de las ideologías son, sin duda alguna, múltiples y misteriosos. Esperan aún el estudio que los ponga en claro.


64. J. MEYNAUD y A. LANCELOT, o.c., p. 101-102.

65. R. BENDIX, o.c., p. 443.

66. Marcel RIOUx, o.c., p. 110.




Cultura e Ideología


La noción marxista de ideología

Antes de concluir el presente capítulo, debemos esclarecer una última ambigüedad, la que puede darse entre la cultura y la ideología. Dicha ambigüedad arranca del hecho de haber sido Karl Marx quien ha introducido el uso generalizado de la noción de ideología en las ciencias sociales. Ahora bien, Marx prestó a su noción de ideología una considerable extensión al tiempo que una significación equívoca. En primer lugar, el término en cuestión fue empleado por Marx en un sentido tan amplio que acabó, prácticamente, por abarcar el conjunto de lo que actualmente se da en llamar la cultura.

En La ideología alemana, habla de «la moral, la religión, la metafísica y el resto de la ideología». El resto de la ideología es, en particular, el derecho, la política, las ideas, las representaciones y la conciencia que los hombres tienen de las cosas y de la sociedad, y también la lengua, que sirve para introducir toda esa «producción» espiritual o mental en el pensamiento y en la conducta.


17. Karl Marx, Idéologie allemande, según las Oeuvres philosopbiques de K. Marx, traducidas por J. Molitor, Alfred Costes éditeur, París 1937, vol. 6, en particular las p. 156-158. Versión castellana: La ideología algmana, Ed. Grijalbo, Barcelona 1970.


Marx ha utilizado esa misma noción de ideología en el prefacio a la Critica de la economía política, en el que puede leerse que la ideología abarca «las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas, filosóficas», y en el que, a juzgar por el contexto, la ideología se extiende también a la ciencia. En resumen, la ideología de Marx abarca, según la expresión de Georges Gurvitch, «todas las obras de civilización».

Pero, simultáneamente, la noción de ideología reviste en Marx una connotación netamente peyorativa, connotación que ya poseía antes de él, como ha subrayado Gutvitch, pero que fue amplificada y profundizada por Marx. Norman Birnbaum basa esta connotación peyorativa en el hecho de que «la concepción marxista de la ideología no puede comprenderse sin una referencia a las nociones de alienación; de “reificación” y de mistificación... La misma ideología no es más que una parte del proceso general de la alienación por la que los productos de la actividad humana escapan al control humano y reinan sobre los hombres, aunque sin ser considerados como encarnación de su vida y de sus trabajos. La “reificación” es el proceso por el que se atribuye a las cosas una existencia independiente de sus creadores (ilustrado en el fetichismo de la mercancía). La atribución de una existencia real a los productos del pensamiento constituye la mistificación... En la sociedad de clases, la clase que controla los medios de producción controla asimismo los medios de la producción ideológica»: En La ideología alemana, K. Marx había explicado que «las ideas de la clase dominante son, en todas las pocas, las ideas dominantes; es decir, la clase que es la potencia material dominante de la sociedad es al mismo tiempo la potencia espiritual dominante. La clase que dispone de los medios de la producción material dispone simultáneamente y por esto mismo de los medios de la producción espiritual, de modo que, por regla general, también están sometidas a ella las ideas de quienes carecen de los medios de la producción espiritual. Las ideas dominantes son simplemente la expresión ideal de las condiciones materiales dominantes; esas mismas condiciones materiales dominantes tomadas como ideas».


18. Oeuvres de Karl Marx, «Bibliotheéque de la Pléiade», Galhmard Paris 1963, vol. 1, p. 273.

19. Georges GURVITCH, La vocation actuelle de la sociologie, PUF, Paris 1963, vol. 2, D. 285.

20. Norman BIRNBAUM, L'étude sociologique de l'zdeologze (1940-1960), colección -«La sociologie contemporaine», vol. 1x, Basil Blackwell, Londres 1962, p. 118.


La ideología, en definitiva, es, pues, la conciencia y la representación que la clase dominante se forja de la realidad, de acuerdo con su posición y sus intereses, conciencia y representación de las que no pueden por menos de impregnarse todos aquellos que «carecen de los medios de la producción espiritual», dada su alienación respecto a los medios de la producción material. De ahí que la ideología sólo pueda ser una «falsa conciencia» de la realidad, tamizada, viciada en su base, alienante y mistificadora, una «concepción errónea de la historia humana», un «opio del pueblo».

Formulada por Marx con firmeza, si no con claridad, e inherente a una obra destinada a ejercer una profundísima influencia sobre el pensamiento moderno, la noción de ideología conoció el éxito. Demasiados éxitos quizá. Tras haber identificado trece sentidos diferentes atribuidos al término «ideología» por el propio Marx y por la tradición marxista, Gurvitch concluye: «Es innegable, a nuestro juicio, que la sociología marxista habría de operar una selección entre esos trece sentidos del término “ideología”. En caso contrario, ese término corre el riesgo de perder su valor científico».


Definición de la ideología

No pretendemos transcribir aquí la historia del concepto «ideología» desde Marx. Semejante empresa nos llevaría demasiado lejos, En líneas muy generales, cabe resumir esa historia diciendo que, al margen de la tradición marxista, se ha intentado, de un lado, prestar al concepto en cuestión un sentido más restringido, que considera la ideología como un elemento de la cultura, y no como un sinónimo de la misma; y se ha procurado, de otro lado, suprimir el sentido peyorativo atribuido a esta noción durante tanto tiempo, sentido que sigue conservando en el lenguaje corriente, como también en algunos escritos científicos o filosóficos.

A partir de los estudios más recientes, empíricos y teóricos, sobre la ideología, particularmente los de Fernand Dumont, puede afirmarse que los sociólogos contemporáneos suelen utilizar este término para designar un sistema de ideas y de juicios, explícito y generalmente estructurado, que sirve para describir, explicar, interpretar o. justificar la situación de un grupo o de una colectividad, y que, inspirándose ampliamente en unos valores, propone una orientación precisa a la acción histórica de ese grupo o colectividad. Así definida, la ideología se parece bastante a lo que W.I. Thomas ha dado en llamar una «definición de situación», es decir, el modo como una colectividad o unos miembros de una colectividad explican e interpretan la situación actual de la misma y atribuyen una significación a esa situación. Pero, a la noción de «definición de situación», debemos añadir en particular tres elementos implicados en nuestra definición:.

1.° La ideología reviste una forma bastante sistemática, coherente, organizada, por el hecho de ser explícita y verbalizada. Asume así el carácter de una «doctrina», en la acepción más amplia de la palabra. Esa sistematización exige que unos aspectos de la situación sean puestos de relieve, que un acento particular recaiga sobre determinadas vinculaciones entre los elementos integrantes de esa situación, hecho que confiere a la ideología lo que F. Dumont ha dado en llamar su sincretismo.

2.° La ideología se refiere abundantemente a unos valores, en los que se inspira y a los que reorganiza en el esquema mental por ella formulado. F. Dumont dice que cabría considerar la ideología como «la racionalización de una visión del mundo (o de un sistema de valores)».

3.° La ideología posee una función conativa, impulsa o insta a una colectividad a la acción, o, por lo menos, la orienta proponiéndole unos objetivos y unos medios.


21. O.c., p. 193.

22. 23. G. GURvITCH, o.c., vol. 11, p. 287-288.El lector encontrará los principales elementos de esta historia en el estudio, muy condensado sin embargo, de Norman BIRNBAUM, O.C.

24. Cf. en particular sus dos artículos Notes sur Vanalyse des idéologies, en «Recherches sociographiques», vol. 1v (1963), n.° 2, p. 155-165, e ldéologie et savoir bistorique, «Cahiers internationaux de sociologie», vol. xxxv, julio-diciembre 1963, p. 43-60.

25. Idéologie et savoir bistorique, p. 50.

26. Notes sur Vanalyse des idéologies, p. 163.


La ideología en la cultura

En el sentido más preciso que acabamos de atribuirle, la ideología no es ya la totalidad de la cultura, sino sólo un elemento de la misma. Tampoco está necesariamente vinculada a la sociedad global, como pretendía Marx, quien hacía de la ideología el producto de una clase social dominante. Cabe pues hablar de la ideología de un grupo reducido o parcial (partido político, sindicato de trabajadores, ejército, profesión, etc.), tanto como de la ideología de una sociedad global (nación, país, etnia).

Pero, aun cuando la ideología no pase de ser un elemento de la cultura, sí podemos considerarla como un elemento singularmente importante de la misma, como «su verdadero núcleo», según expresión de Dumont. La ideología, en particular, es una especie de sociología de primer grado o sociología natural para una colectividad dada. En la ideología, la colectividad se forja una representación de sí misma, se otorga a sí misma una interpretación de lo que ella es y explicita sus propias aspiraciones. Inspirándose a un tiempo en determinados valores y en determinados elementos de la situación, entre los que procura establecer una vinculación, e inspiradora a su modo de modelos culturales, de sanciones y de símbolos, la ideología goza ciertamente, en la cultura, de una posición privilegiada.

De ahí el creciente interés que cabe observar en la sociología contemporánea por el estudio empírico de las ideologías. A través de las ideologías, el sociólogo accede directamente a una perspectiva subjetal sobre la colectividad, que puede por esto mismo servirle de punto de partida pata su propio análisis y evidenciarle las fuentes y los agentes principales del cambio social, como veremos en otro capítulo. Nos hallamos pues muy lejos de la concepción marxista de la ideología como falsa conciencia de la realidad.

La noción de ideología que acabamos de exponer da por supuesto que la ideología no es necesariamente conservadora ni necesariamente radical. A juicio de Marx, la ideología, secretada por la clase dominante, es conservadora por definición. Resulta un tanto paradójico el hecho de que, con harta frecuencia, se haya asimilado luego la ideología a un pensamiento radical o revolucionario. Creemos nosotros que la ideología, tal como acaba de ser definida, puede ser radical o conservadora, extremista o moderada, totalitaria o liberal; puede proponer unos cambios o preconizar la preservación del statu quo. Su contenido y la orientación por ella propuesta en nada afectan a su naturaleza, según hemos intentado definirla y explicitarla.

Lo más importante, sin embargo, radica en el hecho de que la ideología procura siempre provocar, mantener o salvaguardar una ‘unanimidad; unanimidad de representación, de motivación, de acción. No siempre lo logra, y hasta cabe decir que generalmente no lo consigue. La ideología es a menudo principio de división, fuente de conflictos en el seno de una colectividad y entre dos o más colectividades. Éste es el punto en que la ideología se distingue más de los valores y de la cultura, y aparece claramente como un elemento de esta última: la ideología lleva en sí una voluntad de unanimidad, mientras que la cultura y los valores exigen un consenso en cierto modo natural, consenso del que cabría decir que «se da por supuesto». La ideología cobra pues, en el seno de la cultura, un sesgo más racional, más explícito y también más militante que los modelos y los valores. Constituye como un «núcleo» sólido y firme en medio de la pulpa, más blanda y menos apretada, de la cultura.

Este sucinto análisis de la ideología nos ha permitido pues delimitar otro aspecto del sistema cultural y de la influencia que éste ejerce sobre la orientación de la acción. La totalidad de la cultura es orientación de la acción, y la ideología es ese sector de la cultura que propone una orientación más explícita, más voluntaria y menos ambigua de la acción.



Guy Rocher, Introducción a la sociología general (1973)
Guy Rocher: Introducción a la sociología general (1973)


Rocher, Guy. Introducción a la sociología general. Herder. Barcelona, 1990 [1973].



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