Ely Chinoy: Diversidad y uniformidad en la sociedad humana (La sociedad, 1966)

Diversidad y uniformidad en la sociedad humana

Ely Chinoy

Capítulo III de La sociedad. Una introducción a la sociología.


La variedad de las formas sociales

Tanto la cultura como la organización social revisten una variedad casi infinita de formas, hecho que formula muchas cuestiones y sugiere numerosas hipótesis de gran importancia en la investigación sociológica.

En una época en que el mundo está unido diariamente gracias a los medios modernos de transporte y de comunicación, la gran variedad de costumbres, creencias, hábitos y formas de organización social que hay en la sociedad humana apenas necesitaría una documentación elaborada.

El velo utilizado por las mujeres musulmanas, las extrañas costumbres de los esquimales, el amor en los mares del sur, las medidas económicas y políticas implantadas por los comunistas, todos estos y otros muchos ejemplos de tradiciones, prácticas y estructuras sociales que difieren de las nuestras nos son constantemente informados por la prensa, la radio y la televisión, y, para los más cultos, descritos en libros que son fácilmente asequibles. Además, es tan fuerte la actual tendencia a confrontar todas las otras costumbres con las nuestras, que la extensión y las formas de la diversidad requieren ser, pues, constantemente subrayadas.

La gama completa de las variaciones culturales y sociales puede encontrarse en la vasta bibliografía de estudios antropológicos, en los informes de viajeros y periodistas perspicaces, y en los relatos del pasado que nos ofrecen los historiadores. Estaríamos tentados a escoger ejemplos de todas clases, desde los más triviales o exóticos, pasando por los comunes y familiares, hasta los más insólitos y extraños, para demostrar cuán ampliamente puede variar la conducta humana, e, incidentalmente, estimular al lector a desarrollar y mantener un criterio objetivo cuando examina su sociedad y su cultura. Porque los ejemplos insólitos que otros toman como normal o convencional, pueden conducirnos a observar con nuevos ojos aquellas costumbres que siempre hemos considerado como debidamente establecidas.

Los habitantes de las Islas Andaman, en la Bahía de Bengala, no silban de noche porque creen que esto atrae a los espíritus; entre los norteamericanos se supone que el silbido es una forma de mantener la calma cuando se pasa por un cementerio durante la noche. Entre los indios comanches, los hermanos pueden, bajo ciertas circunstancias, prestarse mutuamente las esposas para propósitos sexuales, y ciertos grupos de esquimales se caracterizan por el hecho de ofrecer sus esposas a los visitantes para que pasen la noche con ellas, práctica que los norteamericanos y muchos otros considerarían como algo sumamente inmoral.

Los hindúes se rehusan a comer carne de vaca y los musulmanes tienen prohibido comer carne de puerco, mientras que los cristianos, excepto en un pequeño grupo de vegetarianos, disfrutan de ambas. En la Europa Occidental y en los Estados Unidos, las mujeres usan los cabellos largos, mientras los hombres cortan su pelo; entre' los polinesios de Tikopia, ocurre precisamente lo contrario. Los americanos se estrechan las manos al saludarse, mientras los polinesios se frotan las narices.

Estos ejemplos sorprendentes no deben hacernos ignorar algunas diferencias sociales y Culturales más familiares pero menos obvias, las cuales, consideradas de cerca, parecen ser el producto de meras prelerencias individuales o características de la personalidad. El interés por la música sinfónica está muy extendido entre algunos grupos de los Estados Unidos, pero los montañeses de Kentucky, los trabajadores negros de las ciudades y los escolares prefieren otra clase de música. La población rural tiende a identificar los alimentos de la noche como cena, mientras que la población urbana los toma como comida, aunque algunos habitantes de las ciudades, particularmente entre las clases trabajadoras, pueden conservar la costumbre rural. La conciencia de clase parece scr más clara entre los muy ricos que entre otros grupos económicos.

Los norteamericanos que tienen altos ingresos tienden a ser republicanos, mientras que aquellos con bajas percepciones son frecuentemente demócratas.

La existencia de marcadas diferencias entre las normas que se encuentran en las sociedades de todo el mundo —y dentro de las propias sociedades— formula no solamente la cuestión científica de saber cómo tomarlas en cuenta en lo tocante a la diversidad social y cultural: también presenta problemas éticos o morales que requieren al menos un breve comentario. La gente de todas partes tiende a considerar sus propios valores y creencias como absolutos. Pero si hay marcadas diferencias en las reglas y valores que rigen la vida familiar, la conducta sexual, las relaciones y prácticas políticas, las actividades económicas, los rituales y dogmas religiosos, etc., ¿puede haber patrones absolutos? "Las costumbres, escribía William Graham Sumner, pueden hacer a cualquier cosa correcta o incorrecta." ¿En qué campos, si hay alguno, es posible concluir que un conjunto de normas y creencias es correcto o incorrecto? Una posible respuesta sería la existencia de pautas universalmente aceptadas. Quizás la aproximación más cercana a una norma universal es el tabú relativo al incesto; sin embargo, aun cuando las relaciones sexuales entre hermanos y entre padres e hijos están normalmente prohibidas (excepto en el caso de algunas familias dirigentes, como, por ejemplo, los Ptolomeos del Antiguo Egipto), hay una variación considerable en lo que toca a otros parientes que están incluidos dentro de ese tabú.

Partiendo de estos hechos relativos a las variaciones culturales, ha surgido una doctrina llamada relativismo cultural, que considera que las normas y creencias son solamente válidos en relación a la sociedad particular en la que se encuentran. Esta doctrina se enfrenta obviamente a cualquier afirmación de que existen verdades absolutas, y algunas veces ha sido condenada como subversiva de la creencia establecida y aun del mantenimiento del orden social. Como ocurre frecuentemente, sin embargo, las mismas ideas pueden ser usadas en forma distinta. Desde un punto de vista, es cierto, el relativismo cultural puede proporcionar las bases para una crítica radical de las prácticas y creencias existentes.

Si otros pueblos parecen vivir adecuada y felizmente bajo normas diferentes y con distintas creencias, entonces es probable que nuestra propia cultura no sea la mejor o no esté exenta de defectos. Si los samoanos permiten o estimulan las relaciones sexuales premaritales sin resultados desastrosos, o incluso con consecuencias positivas, entonces probablemente las costumbres sexuales convencionales de la sociedad nortcame ricana podrían ser mejoradas. Si las actividades económicas pueden desarrollarse sin acentuar la competencia, entonces es probable que no sea verdad el difundido supuesto de que la competencia es inevitable y representa una fuente de progreso.

Esta crítica radical, que alguna vez fue ampliamente difundida, ha sido atemperada al reconocer el hecho de que las creencias o prácticas no podían ser interpretadas o evaluadas propiamente sin hacer referencia al contexto total en el que están incluidas. Si las prácticas sexuales de los samoanos no produjeron consecuencias destructivas, ello se debió a otros aspectos de la cultura y la estructura social samoana. La copia de los rasgos culturales individuales era difícil debido a la estrecha interdependencia de los elementos de una cultura. Con estas consideraciones, sería obvio que el relativismo cultural pucde también conducir a una actitud conservadora frente a las normas y los valores. Si la cultura es relativa, entonces cualquier cosa que exista en nuestra propia sociedad es obviamente apropiada —para esa sociedad— y no necesita ser puesta en entredicho. Si los samoanos creen en la relación sexual premarital y la practican, ello quiere decir entonces que es bueno para ellos, pero no tiene por qué ser practicada en otra parte. La conveniencia de las costumbres sexuales puritanas de los norteamericanos sólo puede entonces ser impuesta dentro de los confines de la cultura y la sociedad norteamericanas; la experiencia de otras sociedades sería indiferente. Esta inferencia, sacada de la doctrina del relativismo cultural, es tan limitada como la crítica radical que sólo rechaza algunas normas o valores sin referirse al contexto total en que se localizan.

La solución del conflicto entre cualquier tipo de absolutismo y relativismo culturales, así como una evaluación de todas las implicaciones éticas o morales del relativismo cultural, formula un repertorio de problemas tan complejo, que difícilmente podríamos analizarlos aquí con algún detalle. Sin embargo, el relativismo cultural conduce al menos a una conclusión importante sobre la cual puede lograrse un acuerdo considerable: que cada sociedad, con sus normas y valores, es solamente una de tantas, capaz de cambiar —en varias direcciones—, y es también un producto de los esfuerzos del hombre para entenderse con el mundo que lo rodea y resolver las necesidades de un orden social dinámico. La conciencia de la diversidad cultural lleva consigo una comprensión más acabada del género humano.


Uniformidades sociales

Dentro de la diversidad y variedad, sin embargo, hay varias clases de uniformidades. Basándose en los datos contenidos en los Registros sobre Relaciones Humanas, de la Universidad de Yale, George Murdock ha compilado una lista de aquellos rasgos SN que ocurren, hasta donde llega el conocimiento del autor, en toda cultura conocida a la historia o a la etnografía: escala de edades, deportes, adornos corporales, calendarios, práctica de la limpieza, organización de la comunidad, cocina, trabajo cooperativo, cosmología, cortejo, danza, arte decorativo, adivinación, división del trabajo, interpretación de los sueños, educación, escatología, ética, etnobotánica, etiqueta, curación por sistemas de fe, familia, festejos, obtención del fuego, folklore, tabús sobre los alimentos, ritos funerarios, fuegos, gestos, obsequios, gobiernos, saludos, estilo de peinados, hospitalidad, vivienda, higiene, tabús sobre el incesto, reglas sobre la herencia, bromas, grupos de parentesco, nomenclatura de parentesco, lenguaje, leyes, supersticiones sobre la suerte, magia, matrimonio, horas de comida, medicina, pudor sobre las funciones naturales, luto, música, mitología, sistemas de numeración, obstetricia, sanciones penales, nombres personales, política sobre la población, cuidados posnatales, usos en el embarazo, derechos de propiedad, propiciación de los seres naturales, costumbres de la pubertad, ritos religiosos, reglas de residencias, restricciones sexuales, conceptos sobre el alma, diferenciación en el status, cirugía, construcción de utensilios, comercio, visitas, sistemas de destete y control del tiempo.!1 La lista, por supuesto, representa un conjunto de abstracciones dentro de la amplia categoría de la cultura, aunque incluye también obviamente formas de organización social (familia, grupos de parentesco, diferenciación en el status, división del trabajo). Dicha lista podría ser igualmente aumentada o disminuida, sustituyéndose con otros tipos de uniformidades; no hay una clasificación definitiva de los elementos de la cultura y de la organización social. Clark Wissler, por ejemplo, identificaba un patrón universal de cultura con la manera de hablar, los rasgos materiales, el arte, la mitología y el pensamiento científico, la religión, la familia y los sistemas sociales, la sociedad, el gobierno y la guerra.2 En sus descripciones clásicas del "'Middletown", una comunidad norteamericana del Medio Oeste, Robert y Helen Lynd utilizaron un conjunto de categorías derivadas de Wissler: obtención de una manera de Vivir, construcción de una casa, la preparación de los jóvenes, utilización del ocio, iniciación en las prácticas religiosas y participación en las actividades de la comunidad (incluyendo el gobierno).3 En otros términos, uno se encuentra en todas las sociedades un sistema familiar, una estructura del poder y de la autoridad, creencias y prácticas religiosas, e instituciones que rigen la asignación y el uso de los recursos escasos (instituciones económicas). Los elementos universales en la cultura y en la sociedad pueden por tanto ser identificados en diferentes niveles de abstracción; las variedades de la vida socia] pueden ser incluidas en categorías O conceptualizadas en diferentes términos. Las explicaciones que son en consecuencia ofrecidas para las regularidades y los patrones que se encuentran en la vida social pueden entonces depender de las categorías utilizadas.

Además de las normas universales de carácter social y cultural, hay también aquellas formas que ocurren o aparecen sólo en algunos casos.

La burocracia, como tipo de organización social, se encuentra en todas las sociedades industriales modernas. Históricamente, ha aparecido en el antiguo Egipto, en la China clásica, en el Imperio Romano, y en la Iglesia católica medieval y moderna. De modo similar, las instituciones consideradas como "feudales" han existido en muchas épocas y regiones: la Europa medieval, el Islam moderno, el Japón premoderno, y algunas partes de América Latina. La monogamia es un patrón muy difundido, pero muchas sociedades estimulan otras formas de matrimonio. La escala de edades aparece en numerosas sociedades, como ocurre en el Levirato (la exigencia de que un hombre se case con la viuda de su hermano ), los matrimonios entre primos, y los sistemas que consideran que la herencia se trasmite solamente a través de la familia de la madre o del padre. Aunque algunas de estas normas son frecuentes, ninguna es universal.

Una tarea fundamental de la sociología consiste en tomar en cuenta tanto la diversidad que se encuentra en la vida social como los elementos recurrentes en la cultura y en la organización social. ¿Por qué es universal el tabú del incesto? ¿O la religión? ¿O la magia? ¿O la diferenciación en status? ¿O la división del trabajo? ¿Por qué los grupos difieren unos de otros en los objetos que veneran? ¿Por qué difieren en sus prácticas sexuales? ¿Por qué en la distribución del poder y la autoridad? ¿Y en la organización en las actividades económicas? Pero sociedades que difieren en muchos aspectos también exhiben patrones culturales y formas de organización social semejantes. Los Estados Unidos y la Unión Soviética son muy distintos en diversos aspectos; sin embargo, ambas naciones poseen tecnologías altamente desarrolladas, una organización burocrática muy elaborada y una concentración creciente de la población en las áreas urbanas. Virtualmente todos los países de la Europa Occidental y los Estados Unidos han experimentado un repentino aumecuto en la tasa de nacimientos desde el final de la segunda Guerra Mundial; sin embargo, sus sistemas familiares difieren en muchos aspectos. Las similaridades, tanto como las diferencias, exigen una explicación.

La historia humana está llena de teorías alternativas que tratan de interpretar estos hechos. En los capítulos siguientes desarrollaremos una explicación sociológica que, sostenemos, es la manera más fructífera de explicar tanto los rasgos recurrentes de la vida social como las diferencias que existen entre las sociedades y dentro de ellas. Pero están tan difundidas y arraigadas las teorías no sociológicas, especialmente las que subrayan los hechos biológicos y geográficos, que merecen ser revisadas y evaluadas.


Biología y sociedad

La recurrencia universal de ciertos tipos de patrones culturales y formas de organización social sugiere la posibilidad de que exista una estrecha relación entre ellos y la naturaleza biológica del hombre. Aun si la cultura es aprendida, más que heredada, ¿es posible que lo que se aprende dependa de características innatas? Dicho en forma un tanto diferente, ¿hasta dónde o en qué forma están la cultura y la organización social determinadas, conformadas o influidas por la contextura biológicamente heredada del hombre, como los impulsos y las tendencias? ¿Hay un "instinto" hacia la vida familiar o hacia la creencia y la práctica religiosas? ¿El carácter universal del tabú del incesto se debe acaso a alguna repulsión innata hacia el contacto sexual con miembros de la propia familia? ¿Es la gente púdica de un modo inherente en lo que concierne a sus funciones naturales? ¿Es natural que los hombres traten de adquirir bienes o de obtener poder sobre los otros?  Dada su diversidad, la cultura y la organización social difícilmente pueden ser configuradas o moldeadas por las tendencias heredadas, excepto quizás en sus formas más generales. Aunque todas las sociedades tienen algún tipo de sistema familiar, las variaciones en dimensión, arreglos maritales y división de las responsabilidades entre los miembros, así como en las nórmas que rigen la descendencia, la herencia, la residencia y las relaciones entre parientes, descartan la posibilidad de que las características innatas determinen la naturaleza de la organización familiar.

El hecho de que hay solamente dos sexos, y no tres o cuatro, obviamente supone límites en las formas de matrimonio: monogamia, poligamia (un hombre y más de una mujer), poliandria (una mujer y más de un hombre), y un matrimonio de grupo (es decir, aquel matrimonio de varios hombres y varias mujeres, sistema tan poro frecuente que algunos investigadores llegan incluso a negar su existencia). Pero la adopción de cualquiera de estas formas, por un grupo determinado, depende de la cultura, no de los impulsos heredados. La familia está basada en hechos biológicos, ciertamente, pero sus formas no pueden ser explicadas biológicamente.

La vasta gama de creencias, prácticas y objetos sagrados demuestra también la carencia de patrones específicos heredados en lo que toca a la conducta religiosa. Hay una enorme cantidad de objetos que son adorados o a los cuales se les atribuye una significación religiosa: animales, árboles, plantas, el sol y la luna, personas particulares, ancestros, espíritus y muchos tipos de dioses. La observancia religiosa abarca todas las formas de acción y de ritual. Pero podría argúirse que, aun si no hay formas religiosas específicas de carácter inherente o instintivo, la existencia de religiones en todas las sociedades parecería demostrar alguna necesidad o impulso innatos en la naturaleza del hombre. Se ha dicho que la Unión Soviética proporciona una prueba para demostrar la necesidad inherente de alguna religión, ya que el gobierno soviético ha fallado en sus intentos para extinguir la religión. No sólo hay evidencia de que persisten la fe y las prácticas religiosas, sino, se argumenta, cl propio comunismo ha llegado a convertirse en una nueva religión "secular". Parece claro, sin embargo, que la religión tradicional persiste principalmente entre los viejos ciudadanos soviéticos, y cs incluso posible que una continua agitación antirreligiosa llegara cventualmente a eliminar la religión tradicional en la Unión Soviética; las creencias arraigadas profundamente son difíciles de destruir en poco tiempo. Todavía está por ser demostrado completamente el supuesto carácter religioso del comunismo. Éste no puede ser considerado como religión por el hecho de que cumpla las mismas funciones: porque si la religión es definida simplemente por las funciones que cumple, es imposible entonces distinguir las creencias y prácticas religiosas de otras que explican o interpretan cl carácter de la vida humana y sus relaciones con lo divino, o vinculan a los hombres en una comunidad moralmente unida.

En todo caso, hay en muchas o quizá en todas las sociedades, incrédulos que rechazan o nicgan los criterios religiosos prevalecientes; a pesar del popular aforismo, hay ateos en las trincheras. (En una investigación sobre los soldados norteamericanos durante la segunda Guerra Mundial, se encontró que el 17% de un grupo que pelcaba cn el Pacífico, y el 8% de un grupo que estaba en Italia, informaban que la oración no "ayudaba a nada cuando la acción cra ruda".)4 Parece más consistente con los hechos que nos son asequibles, concluir que no hay una inevitabilidad biológicamente determinada en lo que concierne al surgimiento de la creencia y la práctica religiosas. A la larga, hay quizá una fuerte tendencia para que surja la religión, consistente en la necesidad que tiene el hombre de responder a ciertos problemas fundamentales de la existencia humana, problemas que frecuentemente son compartidos dentro de un grupo; pero en cualquier ¿poca y lugar, la extensión, el grado y la forma de la creencia religiosa pueden variar grandemente.

De estos ejemplos y del conocimiento proporcionado por la Psicología y Biología, podemos sacar en claro que los impulsos o las tendencias, las potencialidades para las respuestas emocionales y el aprendizaje, son tan generales y difusas que pueden ser moldeados o canalizados en las innumerables formas que revela una inspección de las sociedades humanas. Como hemos señalado anteriormente, la ausencia de ciertos modos heredados de conducta hace posible el desarrollo de la cultura y las variaciones sustanciales en los medios gracias a los cuales los hombres aseguran su supervivencia y regulan sus relaciones recíprocas. Los insectos sociales —hormigas, abejas y otros— no pueden modificar su conducta debido a que sus respuestas y los papeles que desempeñan dependen del instinto; en la compleja vida social de las colmenas, cada participante obedece los dictados de su carácter genético. Los primates no humanos —chimpancés, monos, mandriles y otros— están menos constreñidos por el instinto que los insectos, y poseen una considerable capacidad para el aprendizaje, pero están limitados en su conducta y en su desarrollo social por la ausencia de cultura, carencia que deriva en gran medida de su incapacidad para aprender o adquirir un lenguaje abstracto. La mayoría de los primates poseen O aprenden un vocabulario sustancial formado por signos con los cuales pueden comunicarse, pero tanto la gama de sonidos que pueden emitir como su capacidad para la abstracción son sumamente limitados. Las características biológicas que distinguen al hombre de otros animales —la posición erguida, los pulgares opuestos, el cerebro más grande y altamente desarrollado, y la capacidad para el lenguaje— son las condiciones necesarias para la cultura; pero no son factores determinantes de ella.

Otros hechos biológicos, sin embargo, proporcionan "puntos de referencia" o "focos" en torno a los cuales se desarrollan inevitablemente los patrones culturales y las estructuras sociales. Estos focos son las diferencias estructurales y funcionales que hay entre los sexos; el hecho que los niños dependen durante largo tiempo de otras personas para poder sobrevivir; las tendencias orgánicas generadas por el hambre, la sed y el sexo; los procesos de maduración y vejez; y el hecho de la muerte. En torno a estos puntos de referencia se desarrollan patrones que rigen las relaciones entre los sexos, las prácticas relacionadas con el cuidado de los niños, las técnicas para asegurar y preparar los alimentos y las bebidas, las prácticas funerarias, los ritos de la pubertad, etcétera. En toda sociedad los hombres y mujeres, los niños y los adultos, tienen diferentes papeles. Pero el contenido de estos papeles —los determinados alimentos que comen los hombres, así como el momento y la forma como los comen, la estructura real de las relaciones entre hombres y mujeres, las técnicas específicas para el cuidado de los niños, el hecho de que los muertos sean sepultados o incinerados, venerados, temidos, O simplemente se les guarde luto— no depende del instinto, sino de la naturaleza de la sociedad en la que viven los hombres y de  sus prescripciones institucionales. "La biología humana, ha dicho Clyde  Kluckhohn, establece límites, crea potencialidades y tendencias, proporciona pistas que las culturas ignoran o elaboran." 5.


La raza

Si los hechos biológicos no pueden explicar los tipos de instituciones de carácter universal y las estructuras sociales que se encuentran en la sociedad humana quizá podrían explicar las diferencias entre ellas. Puede argumentarse que las diferencias sociales y culturales que se dan entre los pueblos del mundo provienen de diferencias biológicas inherentes, y que las cualidades instintivas €. determinados grupos son hereditarias.

Algunos partidarios de la supremacía blanca han argumentado que el bajo nivel de educación y el débil desarrollo económico de los negros americanos proviene de una inferioridad inevitable, fundada biológicamente. Se ha dicho también que los norteamericanos y los ingleses poseen y valoran las instituciones políticas democráticas debido a una predisposición y talento innatos para el autogobierno.. Se supone que los chinos, los rusos, los franceses, los alemanes, y otros pueblos heredan talentos y características particulares. "Por mi raza hablará el espíritu", reza el lema de la Universidad Nacional Autónoma de México.

La idea de que las diferencias culturales y sociales provienen de diferencias biológicas o están determinadas por ellas —idea que tuvo resultados trágicos en años recientes—, tienen una larga historia, aunque su elaboración más acabada, más sistemática e influyente data apenas de un siglo. Aristóteles observó las diferencias entre gobernantes y gobernados, entre griegos, asiáticos y curopeos del norte, considerándolas como inherentes y naturales. "Porque algunos hombres están por naturaleza destinados a caer bajo el dominio de un amo; otros, de un rey; otros destinados a ser ciudadanos de un estado libre justo y útil."7 La formulación explícita de una teoría que divide a la humanidad en razas distintas apareció, sin embargo, en el siglo XvIHt, cuando el gran botánico sueco Linneo identificó cuatro razas sobre la base del color de la piel: Americanus rufus, Europaeus albus, Asiaticus luridus y Afer niger. Estableció además una categoría a la cual designó como "monstruosos", en la cual se incluirían los tipos anormales con los que Linneo no estaba familiarizado. Estas categorías, por supuesto, han sido después refinadas y elaboradas por biólogos y antropólogos físicos. El intento por ligar estas diferencias biológicas con las variaciones sociales y culturales surgió en el siglo x1x, fundamentalmente en los trabajos del Conde Arthur de Gobineau, un aristócrata francés que, con su discípulo, Houston Stewart Chamberlain, proporcionó sin quererlo los fundamentos teóricos para la doctrina y las prácticas racistas de los nazis.

Como concepto biológico, la raza se refiere a un número de personas que posee características comunes heredadas. La mayoría de las clasificaciones raciales se basan en los rasgos físicos externos: color de la piel, del pelo, y de los ojos, la forma de la cabeza, el tipo de pelo, la configuración de la nariz y la quijada, la estatura, la configuración corporal y la cantidad del vello corporal. La interpretación racial de las variaciones sociales y culturales afirma que estas características biológicas determinan el nivel y la naturaleza de una cultura particular, la forma de gobierno, o la frecuencia de los distintos patrones de conducta. De acuerdo con tales teorías, la civilización europea fue superior a la del resto del mundo debido a la superioridad innata del hombre blanco.

Dicha teoría sostiene que los negros tienen una proporción de enfermedades venéreas y de ilegitimidad mayor que los blancos en los Estados Unidos, debido a su inmoralidad innata. Cualesquiera que sean las cualidades distintivas que se les atribuyan a los judíos (a los cuales se identifica como perversos capitalistas y perversos comunistas, así como una amenaza para los otros debido a que son superiores o inferiores) están fundadas en las aptitudes hereditarias. Tales teorías parecen plausibles debido a que hay algunas correlaciones empíricas entre las características raciales y las formas sociales y culturales. Es posible advertir diferencias reales en la conducta, las creencias, los valores y la organización social en grupos que son más o menos distintos desde el punto de vista racial, por ejemplo entre los nórdicos altos, rubios y de ojos azules, y los mediterráneos bajos, oscuros y de ojos cafés, o entre los blancos europeos y los negros africanos, entre los chinos amarillos y los blancos norteamericanos. Es entonces un paso fácil, aunque no legítimo, el partir de estos hechos obvios nara llegar a la conclusión de que los rasgos raciales determinan las características culturales y sociales.

La evidencia que refuta este determinismo racial es extremadamente fuerte. Hay, en primer lugar, serios problemas técnicos para establecer clasificaciones raciales y situar a los individuos dentro de estas categorías. Los rasgos biológicos que se usan para identificar a las razas varían ampliamente, tanto entre los grupos como dentro de ellos. Algunos europeos nominalmente "blancos" son más oscuros que ciertos africanos supuestamente "negros". Muchos nórdicos "altos" son en realidad más bajos que los mediterráneos. "Con cada carácter escogido para la medida, aunque difieren los promedios, los extremos se traslapan." Además, los rasgos físicos utilizados en las clasificaciones raciales no se manifiestan en relaciones estables. Los pueblos de piel negra están entre los más bajos y los más altos; la gente de piel blanca tiene por igual cabezas muy largas (dolicocéfalos) y cabezas muy redondas (braquicéfalos). En un estudio hecho en Suecia en 1897-98 se encontró que sólo el 11% de la población correspondía al tipo nórdico "puro" —alto, de ojos azules, rubio, de cabeza larga—, aunque los suecos están considerados como uno de los pueblos más nórdicos de Europa.

La historia humana está llena de mezclas raciales, y las actuales categorías raciales incluyen muchos individuos que no son racialmente "puros". Las grandes migraciones que han ocurrido en la historia humana frecuentemente produjeron contactos entre tipos físicos distintos con el resultado de mezclas inevitables. Ninguna nación europea es racialmente distintiva; los norteamericanos "blancos" son una compleja mezcla de grupos oscuros y blancos, todos los cuales pertenecen nominalmente a la misma raza. Muchos o quizá la mayoría de los norteamericanos considerados como negros poseen realmente una procedencia racial mixta, ya que en el pasado ha habido una mezcla considerable de negros y blancos. Un grupo de distinguidos antropólogos físicos y biólogos concluía recientemente lo siguiente: "debido a la complejidad de la historia humana, hay... muchas poblaciones que no pueden ser fácilmente situadas dentro de una clasificación racial".1M.

Aun si fuera posible establecer razas claramente diferenciadas y colocar a cada persona en una o en ótra de estas razas, no hay hasta ahora evidencia de ninguna conexión entre los rasgos raciales y las formas de la vida social. Los datos antropológicos, sociológicos e históricos proporcionan testimonios abrumadores de que culturas similares pueden darse entre pueblos con características físicas muy distintas, y que la cultura y la organización social pueden cambiar rápidamente sin ninguna modificación correspondiente en la identidad racial. Los nórdicos han vivido bajo instituciones políticas totalitarias y bajo instituciones democráticas. Durante el periodo de la primera Guerra Mundial muchos escritores americanos sostenían que los pueblos teutónicos tenían peculiares e instintivos talentos para el autogobierno; alrededor de 1930, Hitler creó un Estado totalitario y justificó sus actos aduciendo la superioridad innata de la raza nórdica. En África, los pueblos hasta ahora primitivos están siendo transformados bajo nuestros ojos en estados nacionales modernos, que juegan un importante papel en la escena mundial.

Para tratar el asunto en términos más concretos y familiares, la cocina francesa es distinta de la norteamericana o la inglesa no a causa de innatos talentos culinarios, sino debido a diferentes formaciones culturales y sociales. Los hindús rehusan comer carne de res no porque sean naturalmente supersticiosos e ignorantes, sino porque consideran sagradas a las vacas. Las actitudes de aprobación o de complacencia hacia la experiencia sexual premarital que podemos encontrar en muchas sociedades, no son el producto de una inmoralidad innata o de un estadio más bajo de desarrollo humano, sino de circunstancias sociales y culturales. Si la mayoría de los negros en los Estados Unidos tienen poca educación y desempeñan trabajos inferiores, ello no se debe a que posean poca aptitud para la educación o sean menos capaces de trabajos calificados o de responsabilidad, sino debido al hecho de que sus incapacidades son el producto de la posición social en que los ha colocado la sociedad norteamericana.

Si es cierto que el color de la piel, la forma de la cabeza, la talla y otros supuestos rasgos raciales no determinan lo que la gente come O piensa, o la forma como se gobierna, también cs un hecho que estas características físicas no pueden ser totalmente excluidas del análisis sociológico. Ellas pueden proporcionar algunas de las pistas biológicas que una cultura utiliza. Los hombres pueden desarrollar aptitudes y sentimientos hacia el color de la piel; pueden responder favorable o desfavorablemente a la forma de los párpados. Pueden organizar sus relaciones sobre la base de diferencias raciales, confinando aquellos que tienen piel oscura a trabajos domésticos, o excluyéndolos de las escuelas y de ciertas formas de intercambio social. Pueden justificar tal conducta con complejas teorías sobre la raza, o con citas bíblicas para probar que Dios trató de mantener separados a los negros y a los blancos. La apariencia física, pues, llega a ser un elemento de significación sociológica de la cual dependen sentimientos y valores. (Debe notarse que no solamente las características raciales, sino también otros rasgos físicos, llegan a tener frecuentemente un significado social. Los actuales patrones del atractivo femenino en Norteamérica, por ejemplo, hacen hincapié en una relativa esbeltez, en líneas suaves: entre los ibou del África Occidental, la belleza femenina "no es sino aquella que se identifica con la obesidad". Una sociedad puede tratar de cultivar las aptitudes físicas del guerrero o del atleta, reducir al mínimo estos atributos en favor de las habilidades artísticas o intelectuales, o darles igual importancia en distintos grados.)  En consecuencia, las concepciones populares sobre la raza deben ser distinguidas del conocimiento comprobado que se obtiene mediante la investigación científica. El análisis sociológico de las ideas raciales es distinto del análisis biológico sobre las características raciales. El primero se ocupa de las opiniones y actitudes de la gente hacia la raza y los grupos raciales específicos, así como de la manera cn que afectan la conducta y la estructura social. El segundo trata de descubrir el carácter genético de las razas humanas, hasta donde éstas existen realmente, y encontrar si cada raza posee rasgos o habilidades específicas. Parece que hay rasgos racialmente vinculados; por ejemplo, sólo los negros pueden padecer una enfermedad llamada anemia celular, pero, como hemos visto, hay poca evidencia de que el color de la piel, forma del cabello o cualquier otro de los atributos biológicos que hemos examinado hasta ahora, ejerza una influencia determinante sobre la cultura o la organización social. Las ideas suscritas por los hombres, sin embargo, han jugado un papel histórico muy importante; seis millones de judíos fueron exterminados por los nazis, que consideraban inferiores a los judíos, y la segregación y discriminación raciales en los Estados Unidos, la Unión Sudafricana y otros lugares, han sido justificadas y mantenidas a base de ideologías raciales, o racistas, para decirlo con mayor propiedad. Con el tiempo, los hechos y las teorías científicamente establecidos pueden obtener arraigo popular, como parece que está ocurriendo en algunas regiones y entre ciertos grupos, remplazando así el mito, la tradición y el folclore. Semejante transición tendrá por supuesto sus propias consecuencias sociológicas.


Diferencias debido al sexo

Hasta ahora, hemos reducido los hechos biológicos a un papel secundario en la explicación de los fenómenos sociológicos: el de ser condiciones importantes más que factores determinantes. ¿Podemos también reducir al mínimo en la misma forma las diferencias entre hombres y mujeres? ¿Hasta dónde está su conducta determinada por características heredadas vinculadas a su sexo? La considerable variación que hay en los papeles desempeñados por hombres y mujeres en diferentes sociedades sugiere la posibilidad de que, con excepción del embarazo, no hay diferencias inherentes, y que la masculinidad y la femineidad, los papeles masculinos y los papeles femeninos, dependen solamente de lo que la cultura les atribuya.

Las diferencias que existen en las actitudes, los intereses y la conducta parecen fácilmente explicables, en muchos respectos, si hacemos referencia a los hechos culturales: las formas de acuerdo con las cuales los niños son educados y las expectativas atribuidas a hombres y mujeres.

A las niñas norteamericanas se les dan muñecas, estimulándoseles a que sean "pequeñas madres" y a actuar como "pequeñas damas". Se les premia cuando actúan de una manera "femenina" y son regañadas si tratan de imitar a sus compañeros masculinos de juego, o a sus hermanos.

Los niños, por otro lado, reciben pistolas de juguete o aparatos mecánicos y se espera que sean agresivos; tienen más facilidades para ensuciarse sin ser regañados, para correr, saltar, brincar y actuar como un "auténtico muchacho". No cumplir con estas expectativas supone el epíteto poco grato de "hermanita" y otras formas de presión para obligarlos a adaptarse a la apropiada conducta masculina. Los pequeños se imaginan que las mujeres actúan como damas y los varones como hombres.

No obstante, a pesar de la evidencia de que las diferencias sexuales son por muchos conceptos más bien culturales que biológicas, subsisten bastantes diferencias recurrentes y amplias entre los hombres y mujeres que refutan un absoluto determinismo cultural. En cada sociedad se asignan a hombres y mujeres diferentes papeles, y existe alguna división sexual del trabajo. Las mujeres participan rara vez en combates militares, en trabajos de metal, o en la caza y la pesca. La historia ha registrado muy pocas mujeres de auténtica distinción en las artes, las letras, política, la ciencia y la filosofía. Hay evidentes contrastes entre las personalidades de hombres y mujeres en nuestra sociedad y en otras; aunque hay mujeres "masculinas" y hombres "afeminados", así como pocas sociedades en las que las mujeres desempeñen mucho de lo que podríamos definir como el papel y la personalidad masculinos,12 los hombres son por lo general más agresivos y dominantes. Estas diferencias en la personalidad están claramente ligadas a las actitudes y a la conducta. Por otro lado, las mujeres parecen ser biológicamente superiores, ya que sus tasas de mortalidad son más bajas y su expectativa de vida más larga. ¿Se deben estas diferencias solamente a la cultura y a la sociedad, o provienen, por lo menos en parte, de la compleja interacción entre las diferencias inherentes y las pautas culturales?  No hay una clara respuesta a estas cuestiones. No sabemos hasta dónde y cómo las características psicológicas y anatómicas de cada sexo y sus rasgos psicológicos concomitantes configuran los papeles sexuales.

Aun si, como parece probable, hay diferencias psicológicas inherentes que afectan los papeles sociales de hombres y mujeres, las evidencias sugieren que dichas diferencias pueden ser tan oscurccidas por las exigencias culturales que su influencia no es fácilmente observable, por lo menos en lo que toca a una observación superficial, o que se reflejan solamente en profundos niveles psicológicos. La cultura puede virtualmente invertir los papeles usuales de hombres y mujeres, aunque posiblemente con serias repercusiones psicológicas para ambos sexos. El aparente sometimiento "natural" de la mujer, por ejemplo, puede ser remplazado por una agresividad sancionada culturalmente, aunque con amplias consecuencias psicológicas y aun sociológicas.

Parece, pues, cierto que ninguna explicación sociológica puede desdeñar los hechos biológicos, aunque la sociología no debe ser reducida a la biología. Si los rasgos distintivos de la especie humana hacen posible la cultura, no son, sin cmbargo, determinantes de su contenido. Si la naturaleza impone necesidades de comida, bebida, abrigo, y placeres sexuales, ello no determina la manera como serán satisfechos. Las características raciales pueden influir la conducta de los hombres, pero sólo debido a los valores que los hombres les asignan, y no porque estén biológicamente vinculadas a modos definidos de acción.

El clima y la geografía Otra importante alternativa para el análisis sociológico de la conducta regulada y de la vida de grupo subraya el papel del medio físico. Las interpretaciones climáticas y geográficas de la vida social tienen una larga historia, remontándose, como la mayoría de las teorías sobre el hombre y la sociedad, por lo menos hasta los antiguos griegos. Como ejemplo acabado de una teoría que atribuye una importancia fundamental a las variaciones climáticas podemos referirnos al filósofo francés del siglo xv111, Montesquieu:.

Hemos ya observado que el calor elevado debilita la fuerza y el valor de los hombres, mientras que en los climas fríos éstos tienen un cierto vigor de cuerpo y de mente que los hace pacientes e intrépidos, permítiéndoles emprender tarcas difíciles. Esta observación es válida no solamente entre diferentes naciones, sino incluso en diferentes partes del mismo país. En el norte de China, la gente es más valerosa que la que vive en el sur; y los que viven en el sur de Corea tienen menos valentía que los que habitan en el norte.

No debemos, pues, asombrarnos por el hecho de que el afeminamiento de los pueblos que viven en climas cálidos haya sido siempre causa de que sean esclavos; y que el valor de aquellos que habitan en climas fríos les haya permitido mantener sus libertades. Esto es un efecto que emana de una causa natural...

De acuerdo con estos hechos, razono así: Asia no tiene propiamente una zona templada, puesto que los lugares situados en un clima muy frío colindan inmediatamente con aquellos que tienen un calor excesivo, como en el caso de Turquía, Persia, India, China, Corea y el Japón.

En Europa, por el contrario, la zona templada es muy extensa, aunque situada en climas muy diferentes uno del otro; no habiendo afinidad entre los climas de España e Italia y los de Noruega y Suecia. Pero como el clima frío crece insensiblemente a medida que avanzamos del sur al norte, en proporción a la latitud de cada país, se sigue de allí que cada uno de ellos se parece al país vecino; que no hay una diferencia muy notable entre ellos, y que... la zona templada es muy extensa.

De allí que en Asia las naciones fuertes se oponen a las débiles; los pueblos guerreros, valerosos y activos colindan inmediatamente con los que son indolentes, afeminados y tímidos; uno de ellos debe, pues, conquistar, y el otro ser conquistado. En Europa, por el contrario, las naciones fuertes se oponen a las fuertes, y aquellas que colindan con otras tienen prácticamente el mismo valor. Ésta es la gran explicación   de la debilidad de Asia, y de la fuerza de Europa; de la libertad de Europa, y la esclavitud de Asia... 13.

Los hechos sobre los que descansa esta interpretación pueden, por supúcsto, resultar dudosos a la luz del conocimiento moderno, pero hay, sir embargo, muchas y buenas correlaciones empíricas entre el clima y la cultura y las organizaciones sociales que dan crédito al determinismo climático. Los índices del crimen, del suicidio y del matrimonio varían durante el año, siendo altos en algunas épocas y bajos en otras. La vida en cl Ártico es obviamente distinta en la que existe cn Bali; como lo es también la vida en el Sahara, muy distinta de la que encontramos en las junglas tropicales.

Los hechos topográficos, las condiciones del terreno, y los recursos naturales constituyen otra posible explicación de las diferencias culturales y sociales. Así, un distinguido geógrafo ha explicado la forma de la mayoría de las ciudades del mundo, haciendo referencia a la topografía y al terreno de los lugares en que han sido construidas.1+ La existencia del Canal Inglés ha sido citada con frecuencia como causa de muchos de los rasgos distintivos de Inglaterra. La presencia o ausencia de recursos naturales ha sido tomada como un factor fundamental y determinante en el carácter de una nación, y como un elemento constante en el marco de todas las naciones del mundo.

Las evidencias en contra del determinismo tanto climático como geográfico son claras y convincentes. Los mismos patrones de conducta y la organización social han sido observados en climas y condiciones geográficas muy distintas. La historia quizá apócrifa referente a los ingleses que se visten para cenar en los trópicos ilustra este punto, así como la evidencia histórica sobre la amplitud con la que los europeos llevan sus formas de vida a las distintas partes del globo en que ellos se establecen.

Junio es el mes favorito para el matrimonio en los Estados Unidos, pero algunas sociedades campesinas de Europa han preferido siempre el mes de noviembre. Inversamente, el clima y la geografía siguen siendo los mismos en muchas áreas en las que han ocurrido notables cambios dentro de la cultura y la organización social. La rápida transformación de sociedades tan distintas como la rusa y la de la Isla de Manus, del Archipiélago Admiralti en el Pacífico, pueden servir como ejemplos.

Rusia ha cambiado en menos de 50 años, de una sociedad fundamentalmente campesina, con apenas algunos comienzos de industrialización, a una sociedad fundamentalmente urbana, industrial, de primer rango.

En un periodo de apenas 10 años, la sociedad de Manus abandonó una gran parte de su cultura tradicional y de su estructura social, adoptando nuevas costumbres, creencias y prácticas derivadas fundamentalmente de la influencia norteamericana durante la segunda Guerra Mundial.!?  No obstante, al igual que los hechos biológicos, los hechos geográficos y climáticos na pueden ser ignorados en el análisis de la vida social y cultural. El inglés de la clase alta puede vestirse frecuentemente para la cena, pero mientras que en Inglaterra usará una chaqueta y pantalones formales para cenar, en las Bermudas se utilizará más bien una chaqueta ligera y probablemente pantalones cortos con medias hasta la rodilla. El clima y la topografía pueden no determinar la manera como actúa la gente, pero crean problemas que los hombres deben resolver.

No hay necesariamente una uniformidad en la manera en que son vesueltos estos problemas; uno puede soportar el clima tropical desnudándose hasta la cintura, durmiendo durante los momentos más calurosos del día o desarrollando y utilizando aparatos de aire acondicionado, pera no podemos escapar del calor.

La manera como la gente responde al calor o al frío, al terreno montañoso o a las planicies; la forma como utiliza los recursos que tiene, O resuelve los problemas creados por la ausencia de ellos, depende de su equipo cultural —su conocimiento, habilidades y valores—, así como de su organización social. Una investigación reciente sobre las reacciones a las condiciones climáticas, llevada a cabo por Ja Fuerza Aérea, indicaba que "...estudios sobre los esquimales no probaron que sus cuerpos estén mejor dotados para el frío que los de los hombres blancos que llegan a sus dominios. La habilidad de los esquimales para soportar temperaturas extremadamente bajas parece estar basada únicaniente en prácticas adquiridas, así como en una vestimenta y una dieta sumamente bien adaptadas".**.

Al examinar el actual escenario político, hechos geográficos tales como la influencia de los depósitos de petróleo, la existencia de estaño, hule y uranio, y la extensión de tierra cultivable que poseen las naciones, tienen una importancia evidente. Pero es útil advertir que estos hechos sólo tienen significado debido a los valores que se les asignan. Su utilidad depende del conocimiento y la tecnología desarrollados por los hombres. El Medio Oriente era mucho menos importante en los asuntos mundiales cuando los navíos no quemaban petróleo; y llegará a ser menos importante si desarrollamos barcos movidos por energía atómica.

Los depósitos de carbón de Pennsylvania, y los minerales de hierro de la cordillera Mesabi, en Minnesota, no tenían significado o valor alguno para los indios aborígenes de América; los modernos norteamericanos han erigido una civilización industrial con tales elementos.

La geografía no sólo es incapaz de determinar la forma de la sociedad y su cultura, sino que ella misma puede ser afectada por la acción humana, ya que los hombres pueden cambiar hasta cierto: punto el medio físico en el que viven. Las prácticas agrícolas pueden provocar la erosión de tierras anteriormente fértiles; ejemplo de ello, el actual estado en que se encuentran los valles del Tigris y del Éufrates, que alguna vez fueron el centro de una agricultura floreciente y una gran civilización. La tala irrestricta de bosques puede producir fugas excesivas de agua v, por tanto, inundaciones dañinas. Pero si los hombres pueden crear desiertos, también pueden hacerlos florecer, como están tratando de hacerlo los israelíes en las zonas anteriormente áridas de su pequeña nación.

Pueden desviarse los ríos, construirse presas, y regarse tierras áridas, disminuirse montañas y construirse túneles. En la medida en que el hombre deja su huella en el suelo, en la topografía y en la corriente de las aguas, debe cambiar necesariamente el efecto de estas circunstancias naturales sobre la sociedad.


Conclusión

La biología, la geografía y el clima no tienen, pues, ninguna significación independiente en cualquier explicación sobre la forma y cl contenido de la cultura y la organización social. Desde muchos puntos de vista, son elementos importantes, tanto social como culturalmente, en la medida en que se trata de condiciones necesarias, circunstancias que imponen límites, formulan problemas, proveen oportunidades. Pero el enfoque central de cualquier análisis sobre las diferencias y uniformidades que encontramos al comparar o examinar las normas culturales y las estructuras sociales, debe permanecer en un nivel claramente sociológico. Como decía el distinguido sociólogo francés, Émile Durkhcim, "Debemos...

buscar la explicación de la vida social en la naturaleza de la propia sociedad." 17 La sociología, como hemos dicho, no puede ser reducida a la biología, ni trasladada a la geografía o a la meteorología. Ella contiene una variedad de teorías, pero todas éstas tienen como común denominador la premisa de que la sociología posee un objeto de estudio especifico y puntos de vista que son independientes de las teorías y perspectivas de otras disciplinas.

Queda, sin embargo, un problema final del que debemos ocuparnos antes de aceptar esta premisa como la base de todos nuestros análisis y discusiones subsecuentes. ¿Es posible que la sociedad y la cultura sean meras proyecciones del individuo? ¿Nos permitirá el conocimiento de la psicología explicar los fenómenos sociales? Por lo dicho hasta ahora, es claro que la sociología no puede reducirse a la psicología, pero es necesario examinar el problema y considerar la relación entre el individuo y la sociedad. Nos ocuparemos de esta cuestión en el capítulo 1v.


Notas

1 George Peter Murdock, "The Common Denominator of Cultures", en Ralph
Linton (ed.), The Science of Man in the World Crisis, Nueva York: Columbia University Press, 1945, p. 124.

2-Clark Wissler, Man and Culture, Nueva York: Crowell, 1923, p. 74.

3 Robert S. y Helen M. Lynd, Middletown and Middletown in Transition, Nueva York: Harcourt, Brace, 1929 y 1937.

4 Samuel A. Stouffer y otros, The American Soldier, Princeton: Princeton University Press, 1949, 11, Combat and lts Aftermath, p. 174. v Clyde Kluckhohn, "Universal Categories of Culture", en Alfred L. Kroeber y otros, Anthropology Today, Chicago: University of Chicago Press, 1953, p. 513.

8 Véase, por ejemplo, John W. Burgess, Political Science and Comparative Constitutional Law, Boston: Ginn, 1896, 1, 37-39,

7 Aristóteles, Política.

8 Para una revisión del desarrollo de las categorías raciales hasta 1900, véase Gustav Retzius, "The Development of Race Measurements and Classification", en Alfred L. Kroeber y Thomas T. Waterman (eds.), Soturce Book in Anthropology, ed. rev.: Nueva York: Harcourt, Brace, 1931, pp. 94-102.

9 Raymond Firth, Human Types, ed. rev.: Nueva York: New Amcrican Library, 1958, p. 20.

11 The Race Concept, París: Unrsco, 1952, p. 11.

12 Véase Margaret Mcad, Sex and Temperament in the Three Primitive Societies, Nueva York: Morrow, 1935, Parte 1: "The Mountains-Dwelling Arapesh".

13 Charles Louis de Montesquieu, El espíritu de las leyes.

14 Griffith Taylor, Urban Geography, Nueva York: Dutton, 1949.

15 Véase Margarct Mead, New Lives for Old, Nueva York: Morrow, 1956.

18 New York Times, 23 de julio de 1957. El relato describe un ensayo hecho por la Fuerza Aérea para probar ciertas píldoras que ayudarían a los hombres a conservarse calientes en las condiciones árticas. Se suponía que los investigadores poscían alguna certeza de que los negros tendían a enfriarse más fácilmente que los blancos, aunque no eran claras las razones para explicar esta diferencia.


Ely Chinoy: Diversidad y uniformidad en la sociedad humana (La sociedad, 1966)
Ely Chinoy: Diversidad y uniformidad en la sociedad humana (La sociedad, 1966)

La sociedad. Una introducción a la sociología
Ely Chinoy

Fondo de Cultura Económica, 1966

Fecha de publicación original: 1966

Comentarios

  1. Conducta regulada y vida colectiva

    La sociología comienza con dos hechos básicos: la conducta de los seres humanos muestra normas regulares y recurrentes, y los seres humanos son animales sociales y no criaturas aisladas. Los hechos fundamentales como nacer, morir y casarse; los detalles privados de bañarse, comer y hacer el amor; los sucesos públicos de votar y producir o comprar mercancías, y las otras múltiples actividades realizadas por los hombres, siguen usualmente normas reconocibles.

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  2. Cap. XVI: Conformidad y control social de La sociedad. Una introducción a la sociología.

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