Macionis y Plummer: Clases, pobreza y bienestar (Sociología, Cap. 10)

Clases, pobreza y bienestar

Cap. 10 de Macionis, John J.; Plummer, Ken. Sociología. Pearson Educación, Madrid, 2011.

Me duele este niño hambriento.
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Miguel HERNÁNDEZ. El niño yuntero.


En todas las sociedades contemporáneas hay clases sociales, aunque no en todas esta es una cuestión social de primer orden. En los Estados Unidos, donde la población es muy consciente de las divisiones raciales, existe solo un interés moderado por las cuestiones de clase y la gente apenas se ve a sí misma como perteneciente a una clase social u otra. Por el contrario, cualquiera que viaje por el Reino Unido enseguida oirá a la gente hablar de clases sociales. De hecho, es muy probable que pronto vean indicios de ellas: las escuelas de elite, las escuelas públicas (que en el Reino Unido son en realidad las privadas), las universidades de Oxford y Cambridge, los clubes privados de caballeros y las casas famosas de la aristocracia. Valerie Walkerdine y sus colegas sugieren que:

La clase no se produce simplemente económicamente. Está representada, marcada, escrita en las mentes y los cuerpos. Podemos divisarla desde lejos, a pesar de nuestro deseo de que desaparezca.

(Citado en Roberts, 2001:91) En este capítulo examinaremos la naturaleza de las clases sociales, la riqueza y la pobreza en las sociedades industriales capitalistas, centrándonos en el Reino Unido. Preguntaremos cómo se pueden identificar las clases sociales, presentaremos un «retrato» de las clases sociales en el Reino Unido y examinaremos la pobreza. Finalmente hablaremos de la emergencia de los «Estados de bienestar» como respuesta política a algunos de los problemas que se derivan de la desigualdad.


Temas clave

● La naturaleza de las clases sociales y cómo se pueden cuantificar

● Examinando la estructura de las clases sociales en diferentes países

● Midiendo la pobreza en el Reino Unido

● La naturaleza de los «Estados de bienestar» y la ciudadanía como respuesta a algunos de los problemas que se derivan de la desigualdad


La naturaleza de las clases sociales

En este capítulo trataremos muchos temas en torno al concepto de clase social y, para estudiarlos mejor, centraremos nuestra atención en el Reino Unido por dos razones: desde hace tiempo se considera una de las sociedades más clasistas del mundo, y ha sido objeto de profundo estudio por parte de los sociólogos. Como veremos, los sistemas de clases modernos son dinámicos, fluidos y siempre cambiantes. Sin embargo, los sociólogos contemporáneos suelen analizar la cuestión bien desde una perspectiva marxista que, como esperaríamos, enfatiza la centralidad de factores económicos, bien desde una perspectiva weberiana, que examina más la relación entre las clases, el estatus, y el poder, y, por tanto, es más multidimensional.


MARX: la perspectiva económica

Karl Marx entendió que existen dos clases sociales: una formada por aquellos que son dueños de los medios de producción y otra formada por aquellos que no lo son (hallándose una clase residual entre ambos grupos).

Cualquier definición de clase marxista tiene que dar prioridad a la propiedad de los medios de producción y al mundo del trabajo. Por tanto, el principal teórico de las clases sociales norteamericano, Erik Olin Wright (1985, 1992), desarrolló el modelo de Marx dividiendo la propiedad en tres categorías: los que controlan la distribución de recursos, los que controlan los medios físicos de producción, y los que controlan la fuerza de trabajo.

Olin Wright define a los empleados de baja cualificación como clase trabajadora, mientras que el resto ocuparía una posición contradictoria en la que pueden identificarse o bien con la clase capitalista, o bien con la clase trabajadora. Otros autores llegan más lejos y dividen el esquema original de Marx en seis (Warner y Luna, 1941) o incluso siete (Coleman y Rainwater, 1978) categorías diferentes. La separación entre la dirección y la propiedad de la empresa, y la ausencia de lo que Marx llamaba «conciencia de clase» entre la inmensa mayoría de los trabajadores, hacen que todas estas clasificaciones sean difíciles de medir cuantitativamente.


WEBER: la perspectiva multidimensional

Otros académicos apoyan la tesis de Weber, quien sostiene que en vez de clases sociales claramente definidas, existe una jerarquía multidimensional de estatus. Los que siguen esta perspectiva suelen hablar de estatus socioeconómico como un indicador que hace referencia a la posición social de las personas. Entienden que las personas ocupan una u otra posición social dependiendo de factores como la clase social, el estatus, el poder, el puesto de trabajo, la riqueza y los ingresos, la dimensión de estatus (estilo de vida), la conciencia y la identidad, y hasta las posturas políticas. Claramente se trata de una ecuación compleja y estas definiciones de clase son siempre problemáticas debido a la escasa consistencia de estatus que caracteriza a las sociedades modernas. Especialmente en los niveles intermedios del contínuum jerárquico, la ubicación en un punto de una de esas dimensiones (el nivel de rentas, por ejemplo) a menudo no se corresponde con la ubicación en otra dimensión (el estatus profesional o el poder, por ejemplo). Un alto cargo del gobierno puede tener en sus manos la capacidad de administrar un presupuesto millonario y tener, sin embargo, unos ingresos personales relativamente modestos. De forma similar, algunas profesiones pueden gozar de mucho prestigio, aunque proporcionen poco poder y procuren rentas escasas.

Quizás la manera más común de definir la clase sea a través de la situación laboral del individuo (sus tareas laborales, y el nivel de control que ejerce sobre su horario laboral y sobre los métodos de realizar el trabajo), y a través de su situación en el mercado de trabajo (que implica sus oportunidades de ascenso o de movilidad). John Scott (1997), por ejemplo, distingue entre tres tipos de capitalistas: los empresarios, que poseen y dirigen sus propios negocios; los directivos o altos cargos; y los capitalistas financieros, propietarios y administradores de grandes compañías financieras o conglomerados de empresas (Scott, 1997).


Algunas dimensiones de clase y desigualdad social en el Reino Unido


Renta

Una primera dimensión importante de la desigualdad es la renta. La renta incluye los ingresos salariales más los beneficios que se derivan de las inversiones. En abril del 2003, el sueldo medio bruto semanal de un trabajador a tiempo completo era de 476 libras, pero esta cifra esconde enormes diferencias entre un trabajador y otro. Aquellos trabajadores del sector de la informática, consultoría de software, y radio y televisión ganaban entre 690 libras y 770 libras semanales, mientras que aquellos que trabajaban en el sector de hostelería ganaban un sueldo medio de 288 libras semanales (el 64 por ciento de estos últimos ganaba menos de seis libras por hora). En 2003, las mujeres ganaban un 18 por ciento menos por hora que los hombres (aunque en 1986 todavía ganaban un 26 por ciento menos, de modo que su situación ha mejorado un poco). Si el trabajador poseía un título académico entonces el sueldo medio era mucho mayor. También existían diferencias regionales. En la Ciudad de Londres el sueldo medio era mucho más alto que en Gales, Escocia, y Cornualles (Social Trends, 2004:74-77). Se estableció un salario mínimo nacional en abril de 1999, inicialmente fijado en 3,603,70 libras para aquellos que superaban los 22 años (3,20 libras para aquellos entre 18 y 21 años). Esta cifra se incrementó a 4,10 libras en 2001, y a 4,85 libras en 2004 (www.lowpay.gov.uk/). La Tabla 10.1 indica el ingreso semanal medio en el Reino Unido.

Al mismo tiempo, en 2000 había unos 200.000 millonarios en el Reino Unido (¡en 1997 había 120.000, así que esto demuestra un crecimiento importante!). Visto desde otra perspectiva, una de cada 480 personas era millonaria. Este conjunto de cifras sugiere que mientras algunos se están enriqueciendo bastante, otros muchos más ganan muy poco y se están empobreciendo. Ello significa que los ingresos reales en un país industrial importante son a menudo muy bajos, y que también está aumentando la brecha entre los que tienen altos ingresos y los que los tienen bajos. Aquellos que se preocupan por la igualdad y la clase social entienden que la existencia de esta brecha es un problema importante.

Durante los años 80, la diferencia entre las rentas altas y bajas aumentó en el Reino Unido más que en ningún otro país de la OCDE con la excepción de Nueva Zelanda. A comienzos de los años 90 la diferencia tendió a estabilizarse, pero desde entonces ha empezado a aumentar de nuevo. Como veremos adelante, la Fundación Joseph Rowntree y el Low Income Unit sugieren que en el Reino Unido todavía existe mucha pobreza. Observan que entre 1979 y 1992 las rentas totales de la población han aumentado un 36 por ciento, pero se han reducido en un 17 por ciento para la décima parte más pobre la población. Entre 1983 y 1993, la renta media del cinco por ciento de los hogares más ricos aumentó casi un 50 por ciento, mientras que el cinco por ciento de los hogares más pobres apenas ha visto incrementado sus rentas. Observan también que casi uno de cada diez hogares en el Reino Unido no tiene cuenta corriente ni inversiones. (Véase Joseph Rowntree Foundation, 1999; Social Trends, 2001; Low Income Commission, sitio Web.) El Reino Unido puede tener menos desigualdad de rentas que Venezuela, Kenya o Sri Lanka, por ejemplo, pero la desigualdad de renta en estos países es más alta que en muchas otras sociedades industriales. Las Figuras 10.1 y 10.2 muestran algunos países y la proporción de sus habitantes que viven en la pobreza (véase también el Capítulo 9).


Patrimonio

La renta es uno de los componentes del patrimonio de una persona. En el patrimonio incluimos el valor total de los bienes muebles e inmuebles, deduciendo las deudas pendientes. Los bienes pueden ser la casa u otras propiedades inmobiliarias, las joyas, las obras de arte, los automóviles, los yates, las acciones en bolsa, el dinero en depósito o los caballos de carreras. Como se puede ver en la Figura 10.2, una proporción cada vez mayor de la población tiene una parte cada vez más grande del patrimonio nacional. En 1911 el uno por ciento más rico de los británicos controlaba el 69 por ciento de la riqueza total del país, mientras que hoy solo controla el 20 por ciento.

Se calcula que el uno por ciento más rico de individuos controlan entre un quinto y un cuarto de la riqueza total. Por el contrario, la mitad de la población posee solo el seis por ciento de la riqueza total (Social Trends, 2001:109).

Aunque actualmente la riqueza está más repartida, la población más rica aún es la propietaria de una cantidad considerable de recursos. Entre las 25 personas más ricas del Reino Unido están el ex-Beatle Sir Paul McCartney, cuyo patrimonio en 2004 sobrepasó los 760 millones de libras; Sir Richard Branson (el empresario fundador de las compañías Virgin, cuya historia se relata en Branson, 1998), con una fortuna personal que se calcula entre dos y 3.000 millones de libras; y el duque de Westminster, con un patrimonio de 5.000 millones de libras. Esta riqueza se puede convertir en capacidad para influir tanto en el ámbito político nacional como en el empresarial. En Italia, el empresario de medios de comunicación Silvio Berlusconi ha reunido una fortuna de unos 5.400 millones se libras en 2004 y también se convirtió en Primer Ministro (Sunday Times Rich List 2004). Los superbillonarios tienden asimismo a reforzar y proteger sus intereses mutuamente. Tal como señala John Scott, las personas que componen el 0,1 por ciento más rico de la población de los países industriales suelen tener el mismo origen social, intercambian los cargos directivos en las compañías punteras entre ellos, y son los accionistas mayoritarios de las empresas más importantes.


Prestigio

Durante más de medio siglo los sociólogos han estudiado el prestigio, que es la consideración o valor social que tiene una profesión u ocupación. Hay profesiones, como la medicina, la judicatura o las ingenierías, que suelen tener mucho prestigio y generar ingresos relativamente altos.

Pero el prestigio de que gozan estas profesiones no se debe solamente a los ingresos que reportan, ya que en general estas profesiones requieren un alto grado de preparación y esfuerzo educativo. En el otro extremo hay ocupaciones como limpiador o vendedor que reportan menos ingresos y gozan de menos prestigio. No obstante, tal y como se dijo antes, el prestigio y la renta no siempre van de la mano.

Aun así, las escalas de prestigio profesional son bastante parecidas en todas las sociedades industriales (Ma, 1987; Lin y Xie, 1988). Prácticamente en todos los países las ocupaciones que gozan de más prestigio son las que requieren cierta actividad mental y las que dejan al criterio del profesional decidir cómo va a hacer su trabajo. Por el contrario, las ocupaciones que tienen menos prestigio son las manuales y las que implican una supervisión estricta por parte de un superior, quien dice cómo se debe ejecutar el trabajo. En todas las sociedades los grupos más privilegiados tienden a ejercer las profesiones más prestigiosas.


Medidas de clase en el Reino Unido

Hasta ahora hemos examinado varias variables y temas en nuestro intento de identificar las clases sociales. Para examinar los retos de definir la clase de forma más directa, analizaremos tres sistemas de clasificación que se utilizan actualmente en el Reino Unido.


La escala del Registrador General del Censo

La escala del Registrador General del Censo es quizá el sistema más sencillo y más ampliamente utilizado en el Reino Unido en el siglo XX para clasificar a las personas según su clase social. Originalmente utilizado en el censo de 1911, la escala agrupa a los trabajadores del mismo nivel social, desde «profesionales» a «trabajadores manuales». En la Tabla 10.3 se muestran las seis categorías de esta escala de estratificación, la cual dejó de ser utilizada con la llegada de la nueva escala NS-SEC, implantada en el censo del 2001, y que se explica más adelante.

A pesar de ser muy utilizada, la escala del Registrador General del Censo presenta muchos problemas. Entre los más significativos destacan los siguientes:

● Una proporción considerable de la población actualmente se clasifica en las categorías 3a y 3b, debido a los cambios ocupacionales acaecidos en el siglo XX.

● El escalafón de los sueldos y el prestigio dentro de la misma categoría pueden ser muy diferentes entre sí, o bien pueden haber cambiado con el tiempo. Por ejemplo, los que se encuentran en la categoría 1 pueden ganar 12.000 libras (un profesor universitario principiante) o más de 400.000 libras (un abogado importante). Esto hace que la categoría pierda utilidad y sentido.

● A las mujeres se les atribuía el nivel de clase en función de su relación con el pariente masculino más cercano. Hoy en día este criterio es cuestionado porque muchas mujeres trabajan (había menos mujeres trabajando cuando el sistema de clasificación fue introducido en 1911).

Por estas y otras razones, en la segunda mitad del siglo XX, algunos sociólogos en el Reino Unido intentaron encontrar mejores maneras de medir la clase, como el Essex University Class Scale (escala de clases) (Marshall et al., 1988) y el Surrey Occupational Scale (escala de ocupaciones) (1986).


La modificación de Goldthorpe

John Goldthorpe, un sociólogo británico y uno de los más destacados especialistas en estratificación, modificó la escala del Registrador General del Censo. Goldthorpe agrupa a los trabajadores en tres categorías principales las cuales, a su vez, se dividen en varios subgrupos. Las mencionadas tres categorías son:

● clase de servicios, que se compone de (a) profesionales y trabajadores administrativos y (b) supervisores de trabajadores no manuales;

●clase intermedia, que comprende a (a) empleados no manuales que tienen trabajos relativamente rutinarios, (b) pequeños propietarios, (c) supervisores de trabajadores manuales y (d) técnicos de baja cualificación;

● clase trabajadora, donde están los (a) trabajadores manuales cualificados, (b) los semicualificados y (c) los no cualificados.

Esta escala permite tener en cuenta tres dimensiones que determinan el poder social derivado de la ocupación: el prestigio de la profesión u ocupación, las rentas y la riqueza.


El Sistema Nacional de Clasificación basado en Estadísticas Socio-Económicas (NS-SEC)

Existe un sistema de clasificación más reciente. Fue presentado en diciembre de 1998 y se utilizó por primera vez en el censo británico de 2001. Incluye varios factores de la escala de Goldthorpe, pero en vez de simplemente clasificar ocupaciones, también tiene en cuenta (a) la seguridad laboral, (b) las expectativas de ascenso, y (c) la habilidad y oportunidad de trabajar de forma independiente y de tomar decisiones. Esto se muestra en la Tabla 10.4.


Las clases sociales en el Reino Unido

Según Goran Thernborn, la clase social es uno de los rasgos definitorios de la Europa moderna, pues fue en Europa donde tuvo lugar la primera industrialización. Aquí, más que en ningún otro lugar del mundo, se puede hablar de clases sociales (Thernborn, 1995: 68). Europa fue el primer continente en experimentar el surgimiento de una clase trabajadora manual en el periodo de la industrialización, cuya importancia numérica ha ido decreciendo en las últimas décadas. Hoy día, menos de un tercio de la población activa trabaja en el sector industrial (1995: 76).

Sin embargo, todos los partidos políticos en el Reino Unido, al menos retóricamente, dicen querer crear condiciones que favorezcan la movilidad social. De hecho, dos políticos que fueron Primeros Ministros conservadores, John Major y Margaret Thatcher, provenían de familias humildes: él, hijo de un malabarista de circo y vendedor de gnomos de jardín; ella, hija de un tendero de Grantham.

Existen varias maneras de representar visualmente la estructura de clase. Tradicionalmente, se la describe como una escalera, con peldaños que representan la movilidad ascendente a medida que la gente va subiendo.

Otra imagen, más común, es la de una pirámide formada por una base (una clase trabajadora muy amplia), sobre la que se sitúan una clase media más pequeña y una clase alta minúscula. Pero estudios recientes sobre clases sociales sugieren que esta representación es inadecuada y que sería mejor la imagen de una pelota de rugby: una amplia clase media, en el centro, y las clases alta y trabajadora en los extremos. Entre el 45 y el 50 por ciento de la población de las sociedades de Europa occidental pertenecen a la clase media; esta ha ido creciendo a medida que el sector de trabajos manuales se ha ido reduciendo (Edye y Lintner, 1996: 108, —véase la Figura 10.3).

Pero la sociedad europea sigue siendo una sociedad muy desigual. Los más ricos no solo controlan la mayor parte de la riqueza, sino que tienen mejores colegios, mejores médicos y consumen la mayor parte de casi todos los bienes y servicios (Scott, 1991). Estos privilegios contrastan dramáticamente con el aumento de las tasas de desempleo en toda Europa y con las condiciones de vida de millones de personas, quienes al levantarse cada día no saben si se van a poder llevar algo a la boca.

Los sociólogos llevan tiempo debatiendo la naturaleza de las clases sociales, y hemos visto algunos de estos debates en el Capítulo 8. Algunos son muy teóricos, y parten de las ideas de Marx y Weber que desarrollamos en el capítulo anterior. Otros desarrollan una perspectiva basada en los resultados de estudios realizados con encuestas administradas a grandes muestras de la población, intentando de esta manera «medir» las clases. Y otros aportan estudios de caso descriptivos. Examinaremos algunos de estos estudios a medida que vayamos avanzando en el capítulo. En lo que sigue, exploraremos algunas de las maneras más importantes de medir la clase, debatiremos acerca de las características de las diferentes clases, y consideraremos si hay movilidad entre diferentes clases sociales. Sin embargo, no entraremos en detalle en cada debate, pues para nuestros propósitos bastará con trazar los contornos más generales.

Runciman (1990) ha producido un mapa que documenta las proporciones aproximadas de la población que pertenece a los diferentes niveles de la estructura de clase social en el Reino Unido, como se aprecia en la Tabla 10.5.

En el apartado siguiente, examinaremos algunas de estas diferencias y agrupaciones.


Las clases altas

En los países industrializados las clases altas constituyen entre el cinco y el diez por ciento de la población, e incluyen un muy pequeño grupo de súper ricos (en torno al 0,2 por ciento de la población). Tradicionalmente, se ha asociado a las clases altas con las viejas costumbres aristocráticas y las grandes propiedades (sobre todo de tierra).

Pero a este dinero «viejo» se ha ido sumando un dinero «nuevo». Podemos, pues, distinguir entre dos grupos: la clase alta-alta y la clase alta.


La clase alta-alta

La pertenencia a la clase alta-alta es casi siempre el resultado del origen o nacimiento. En buena parte de Europa las grandes propiedades de tierra se han transmitido de generación en generación durante siglos. La aristocracia británica es propietaria del 40 por ciento de la tierra. Estas familias poseen enormes patrimonios que, por lo general, han sido heredados en vez de adquiridos. Por ello, a veces nos referimos a los miembros de este grupo como dinero viejo. Diferenciadas del resto de la población por su riqueza, las clases altas superiores viven en un mundo de relaciones exclusivas. Los hijos de estas familias, por lo general, estudian en colegios privados con compañeros del mismo origen social y completan sus estudios en las universidades más prestigiosas.


La clase alta

La mayor parte de lo que a menudo se denomina «clases altas» se podría en realidad clasificar dentro de la clase alta. Para la mayor parte de la gente, este grupo es tan privilegiado como la clase alta-alta. Una diferencia importante, no obstante, es que los miembros de la clase alta suelen ser personas que dependen de sus ingresos y no de un patrimonio heredado como fuente principal de recursos. En este grupo incluimos a los que coloquialmente llamamos «peces gordos», cuyas rentas a veces alcanzan niveles extraordinarios. La clase alta incluye también a lo que popularmente conocemos como los ricos de la «jet set», los que son muy visibles y muy famosos, como los futbolistas multimillonarios, los genios de la informática que diseñan programas que fijan el estándar para la industria, o los músicos de moda. Personajes como Elton John o Andrew Lloyd Weber (el compositor de El Fantasma de la Ópera) serían ejemplos típicos de este grupo, pero también se encuentran en él los emprendedores ricos, tales como Richard Branson, la familia Guinness (los cerveceros), la familia Sieff (los dueños de los grandes almacenes Marks and Spencer) y Anita Roddick (dueña de The Body Shop). Los empresarios, altos ejecutivos o grandes financieros generalmente ganan la mayor parte de su dinero a través de inversiones en bolsa.

Para algunos, y en especial para los miembros de viejas familias de apellidos nobles de la alta sociedad, los miembros de la clase alta no son más que «nuevos ricos», personas que nunca podrán alcanzar el estatus que disfrutan los que nacieron con abuelos ricos y famosos. Por tanto, aunque los nuevos ricos generalmente viven en las casas más grandes, a menudo se encuentran excluidos de los clubes privados y de las asociaciones de las familias con dinero viejo.


Las clases medias

Históricamente las clases medias estuvieron constituidas por los grupos situados entre los ricos y los pobres: personas que se ganaban la vida gracias al comercio y a la industria manufacturera. Weber predijo su crecimiento y Marx su desaparición. La realidad es que las clases medias se han ido convirtiendo en un grupo cada vez más amplio en la sociedad europea. Las profesiones u ocupaciones de clase media reportan, por lo general, mayores ventajas materiales y económicas que las ocupaciones de la clase trabajadora. Las profesiones u ocupaciones de las clases medias tienen, generalmente, más prestigio y proporcionan una mayor seguridad en el mercado de trabajo.

Entre las clases medias existe una mayor diversidad étnica y racial que entre las clases altas. Mientras muchos de los miembros de las clases altas (en especial de la clase alta-alta) se conocen entre ellos, esta familiaridad no se da entre las clases medias. Podemos identificar tres grupos principales entre las clases medias: la clase mediaalta (o tradicional), la clase media y la clase media-baja.

La clase media está caracterizada por una gran diversidad de estilos de vida (véase Savage et. Al., 1992).


La clase media-alta

La clase media-alta es la más privilegiada dentro de las clases medias. Los ingresos medios de los hogares de esta categoría son superiores a los ingresos medios del conjunto de la población. La renta familiar puede ser todavía mayor si tanto el hombre como la mujer trabajan. Los altos niveles de renta permiten a las familias de clase media-alta acumular de forma gradual una considerable cantidad de propiedades: una segunda residencia en una zona turística privilegiada, varios coches y una cartera de inversiones. La mayor parte de los hijos de clase media-alta reciben educación universitaria, y muchos de ellos siguen formándose después de terminar una licenciatura (masters, doctorados, etc.). Al acabar su formación, suelen incorporarse al mercado de trabajo ocupando puestos de responsabilidad (como médicos, ingenieros, ejecutivos de empresas, abogados, etc.). Si bien los miembros de la clase media-alta no tienen la misma capacidad de influencia política nacional e internacional que los miembros de las clases altas, sí pueden desempeñar un papel importante en la política local.


La clase media

Los miembros de la clase media son generalmente profesionales del sector servicios muy valorados y bien pagados. Son, por ejemplo, empleados públicos, maestros y profesores de educación secundaria, secretarias de dirección y ejecutivos o mandos intermedios. Aquí también se incluye a los que trabajan en los medios de comunicación, la enseñanza, la industria del ocio o de la moda y a los terapeutas. Los miembros de esta clase tienen gran autonomía en su trabajo: ejercen y delegan autoridad, y siguen trayectorias profesionales relativamente seguras (véase Goldthorpe, 1982; Lash y Urry 1987). David Lockwood (1992) subdivide a su vez a la clase media en: profesionales con alta formación universitaria, gestores y pequeña burguesía (comerciantes y pequeños propietarios). Las familias de la clase media son por lo general propietarias de su vivienda habitual (aunque en barrios menos elegantes), tienen vehículo propio (aunque son modelos económicos), y sus miembros han alcanzado un nivel educativo relativamente alto, aunque muy probablemente se hayan formado en el sistema educativo público y no hayan estudiado en colegios o universidades de elite.


La clase media-baja

Los miembros de la clase media-baja suelen tener trabajos de menor prestigio. Son, o bien empleados o trabajadores de «cuello blanco» (oficinistas, contables, etc.), o bien trabajadores cualificados de «cuello azul» (electricistas o carpinteros, por ejemplo). Lo habitual es que las rentas de los hogares de clase media-baja estén en torno a la media nacional.

Estas rentas proporcionan una calidad de vida modesta pero relativamente segura. A lo largo de su vida laboral, lo normal es que los miembros de la clase media-baja acumulen algún patrimonio, casi siempre en forma de una vivienda.

Por lo general, las personas de esta clase realizan algún tipo de formación profesional (o mejor dicho, formación para algún tipo de oficio) tras la educación obligatoria.


La clase trabajadora

La historia de la clase trabajadora ha estado marcada por dos fases claramente diferenciadas. La vida de la clase trabajadora solía definirse en términos de fuertes sentimientos de identidad enraizados en comunidades asociadas a una industria determinada, como era el caso de las tradicionales comunidades mineras (Dennis et al., 1956), de los trabajadores de la industria siderúrgica (Beynon et al., 1991), los pescadores, etc. Este tipo de comunidades compactas, con un fuerte sentimiento de identidad y de pertenencia de clase, está en declive. En el Reino Unido, las viejas minas de carbón alrededor de Durham o los hornos de acero de Middlesborough han desaparecido, y las comunidades pesqueras de todo el país están en franco declive. Con la desaparición de minas y hornos se evaporaron también los empleos, los sueldos, la seguridad y las comunidades. Después de un largo periodo de desmoralización y desempleo, han surgido nuevas formas de empleo en estas áreas. Sin embargo, estos trabajos son muy distintos, y a menudo implican traslados y una ocupación más irregular, lo que explica el declive de estas viejas comunidades de clase trabajadora: han pasado del trabajo en las minas al trabajo en McDonald’s.

No obstante, ha surgido una nueva clase trabajadora. Esta posee sus propias viviendas, reside en áreas suburbanas, y lleva una vida más acomodada, con automóviles y reproductores de DVD. Es incluso probable que sus miembros no se ubiquen a sí mismos como miembros de la clase trabajadora. De hecho, el trabajo etnográfico de Beverly Skeggs sobre mujeres jóvenes de familias de clase trabajadora en un pueblo del norte de Inglaterra demuestra que hoy día, ser de clase trabajadora supone un estigma y la gente se esfuerza por aparentar ser de familia «respetable» (Skeggs, 1997).

Las ocupaciones de cuello azul de la clase trabajadora reportan unas rentas familiares que por lo general son inferiores a la media nacional. Las familias de la clase trabajadora son por tanto más vulnerables a los ciclos económicos y a otras muchas contingencias como las enfermedades. Además de proporcionar menos ingresos, los trabajos de la clase trabajadora producen menos satisfacción personal. Las tareas suelen ser rutinarias, requieren disciplina pero poca imaginación, y los trabajadores suelen estar sometidos a un fuerte control por parte de la empresa o sus superiores. Estos trabajos, además, no suelen ser remunerados con otro tipo de beneficios, como planes privados de pensiones, seguros médicos privados, etc. En el Reino Unido, solo en torno a la mitad de las familias de clase trabajadora posee su propia vivienda, que suele estar ubicada en distritos o barrios modestos.


La exclusión social y el concepto de la subclase


La exclusión social

Recientemente ha entrado en el lenguaje sociológico un nuevo concepto importante: la exclusión social. El término probablemente tiene sus orígenes en Francia. Ahí, «les exclus» (los excluidos) eran aquellos que no habían podido aprovecharse de la red de protección social en los años 70: los padres solteros, los minusválidos, y los desempleados sin seguro de desempleo (Buchard, 2000:385). El término está relacionado con la idea de la subclase, ya que hace hincapié en aquellos que son apartados de la sociedad. Ha sido utilizado tanto en las Naciones Unidas (donde suele usarse para indicar la falta de acceso a instituciones básicas de la sociedad civil) como en Europa, donde ha sido adoptado ampliamente. En el Reino Unido la Unidad de Exclusión Social (SEU) fue fundada bajo el gobierno Laborista en 1997, y su labor va dirigida a grupos específicos, como los sin techo y las adolescentes embarazadas.

Se han realizado varios intentos de cartografiar los principales indicadores de la exclusión social. El Instituto Rowntree/New Policy ha desarrollado una lista de indicadores muy completa, que incluye rentas, niños, jóvenes adultos, adultos, ancianos y comunidades (Gordon y Townsend, 2000:367). El Institute for Public Policy Research analiza la exclusión social en cuatro dimensiones: la pobreza, la exclusión del mercado laboral, la exclusión educativa y la sanidad. La Poverty and Social Exclusion Survey (encuesta sobre Pobreza y Exclusión Social) distingue otras cuatro: empobrecimiento, o carencia de recursos adecuados; exclusión del mercado laboral; exclusión de acceso a los servicios; y ausencia de relaciones sociales.

En 1997, bajo mandato del gobierno laborista, fue establecida en el Reino Unido una Unidad de Exclusión Social (SEU, por sus siglas en inglés) que debía centrarse en determinados grupos, como las personas sin hogar y las adolescentes embarazadas. El objetivo inicial fue sustituido en 2006 por otro mucho más concreto: «personas con alto perjuicio, alto riesgo o alto coste de vida», una situación que habían ido encontrando durante los años anteriores. El nuevo equipo debía intervenir en las vidas de estas personas tan pronto como fuera patente el riesgo de exclusión, fracaso o conducta criminal (Guardian, 13 de junio de 2006).


La subclase

El término subclase presenta más dificultades. Para algunos sociólogos, la subclase abarca a todas aquellas personas que están al margen (o debajo) de la estructura de clases: son las personas marginadas y excluidas económica, política y socialmente. Estas son las personas que (sobre)viven entre el desempleo y el empleo precario.

Generalmente los subsidios o ayudas sociales que reciben son indispensables para la economía familiar. También se incluye aquí a los que reciben pensiones bajas, a las familias desestructuradas (con problemas de empleo, incapacidad laboral, minusvalía, abandono escolar, etc.) y a los desempleados de larga duración; esto es, en términos generales, los que viven «fuera» del mercado laboral. En 1987 Dahrendorf calculó que al menos el cinco por ciento de la población británica pertenecía a este grupo. Este porcentaje está aumentando a gran velocidad.

El concepto de subclase tiene una larga y controvertida historia. Marx hablaba del lumpenproletariado (los vagabundos, los inválidos y la escoria social). Booth (1901-02), Rowntree (1902) y Mayhew (1861) se referían a las «clases peligrosas», formadas por «indigentes, mendigos y marginados a los que les repugnaba el trabajo regular», lo que coincide bastante con el colectivo de personas a las que se referían las leyes de peligrosidad social, o las leyes de «vagos y maleantes» en la vieja legislación española. El hecho es que existe una vieja tradición que distingue a las personas calificadas como indignas, sospechosas, o de escasa reputación (y por tanto «no merecedoras» de compasión o ayuda), por un lado, y los pobres «respetables», atrapados en un «círculo vicioso de la pobreza», por otro (Morris, 1994). Hemos dedicado un recuadro de «Polémica y Debate» (p. 295) a explicar estas dos posturas. Todos estos escritos señalan un grupo profundamente estigmatizado, excluido del trabajo y que vive en condiciones de extrema pobreza. Las posturas menos generosas, en cualquier caso, identifican delincuencia y pobreza. Como veremos más adelante, también se suele asociar pobreza y delincuencia con cuestiones raciales y de la subclase.

Fue el sociólogo americano Charles Murray quien popularizó recientemente el empleo del término «subclase».

Murray investigó la pobreza en Estados Unidos. En su libro Losing Ground (1984), Murray se lamentaba del fracaso de las políticas de bienestar, las cuales, según él, solo habían conseguido que sectores crecientes de la población pasaran a depender del Estado. Al final de los años ochenta Murray exportó sus ideas al Reino Unido donde fueron publicadas semanalmente en The Sunday Times (26 de Noviembre 1989). Según Murray, la subclase vive en un mundo aparte, educa a sus hijos de forma distinta y posee distintos valores.

En Europa, el problema de la subclase a menudo va asociado a problemas de migración. Los trabajadores que no pueden encontrar trabajo en sus propios países se desplazan a otros donde sí existe empleo. Como recién llegados y étnicamente diferentes, solo pueden encontrar trabajos precarios. Es el caso de los argelinos en Francia, los turcos en Alemania, los bengalíes en el Reino Unido o los magrebíes en España, que se encuentran con muchos obstaculos formales e informales para integrarse en el mercado laboral. Los inmigrantes ilegales se encuentran en una posición mucho más difícil todavía, pues en muchos casos ni siquiera pueden solicitar ayudas sociales con las que atender sus necesidades básicas. La lucha por la vida diaria obliga a los individuos de la subclase a poner toda su atención en el presente. Sin perspectivas de trabajo, la subclase vive al margen de la sociedad.

Aunque son muchos los que viven en las condiciones que sugiere el término «subclase», el uso académico o científico de este término es problemático. La «subclase» se emplea a menudo como un cajón de sastre en el que se agrupan personas con experiencias vitales muy diferentes, y luego se procede a estigmatizarlas. Por ello, los sociólogos han de ser muy cuidadosos al emplear este término.


La pobreza: Los niveles más bajos de la desigualdad en la sociedad capitalista

Los sociólogos han abordado el concepto de pobreza desde dos perspectivas. La pobreza relativa se refiere a la privación de recursos que experimentan algunas personas respecto al resto de la sociedad. Entendida en términos relativos, la pobreza es universal e inevitable, pues incluso en las sociedades más ricas siempre existe un sector de la población que, en comparación con el resto, tiene muchos menos recursos. Podemos medir la pobreza relativa en una sociedad teniendo en cuenta lo que en esa sociedad se entiende como un nivel de vida digno, y contando el número de hogares que no tiene ese nivel de vida.

De un modo opuesto, la pobreza absoluta se refiere a una privación tal de recursos que pone en peligro la misma supervivencia de las personas. Para medir la pobreza absoluta tenemos que tener en cuenta la satisfacción de las necesidades nutritivas o de otro tipo que son mínimas para la supervivencia. Incluso en Europa, una de las regiones más ricas del mundo (definida esta riqueza en términos de su PIB), hay un sector de la población que pasa hambre y que tiene graves problemas de salud debido a la terrible realidad de la pobreza.


Cómo medir la pobreza

Algunos de los primeros intentos para medir la pobreza fueron llevados a cabo en el Reino Unido en la segunda mitad del siglo XIX. El filántropo y empresario Charles Booth, consciente de las terribles condiciones de vida imperantes en ciudades como Manchester y Londres causadas por el rápido proceso de industrialización, llevó a cabo un estudio que consistía en recorrer puerta a puerta amplias zonas de Londres, contar el número de personas que ocupaban cada vivienda y medir su nivel de pobreza de acuerdo con los ingresos de cada hogar. Para Booth, la pobreza era un concepto absoluto y se podía medir con criterios objetivos: era pobre el que no tenía la suficiente cantidad de dinero para cubrir las necesidades nutritivas.

Un poco después, Seebohm Rowntree llevó a cabo tres estudios entre 1899 y 1951 en la ciudad de York, concluyendo en el último de ellos que la pobreza en el Reino Unido había sido más o menos erradicada. Rowntree también definió la pobreza absoluta en términos de subsistencia: «nada debe ser comprado salvo lo que es absolutamente necesario para el mantenimiento de la salud física y lo que se compra debe ser de lo más económico y sencillo» (para una revisión excelente de las investigaciones de Booth y Rowntree, véase John Scott, 1994).

Desde mediados de los años cincuenta, Peter Townsend ha investigado la pobreza en el Reino Unido. Townsend define la pobreza como «la falta de los recursos necesarios para participar en las actividades, costumbres y hábitos que son considerados como normales por la sociedad» (Townsend, 1979: 81). Las investigaciones de Townsend (basadas en encuestas a muestras aleatorias de la población), mostraron que la definición oficial de pobreza (la que se emplea para otorgar beneficios asistenciales) era demasiado restrictiva. Según la definición de la pobreza relativa de Townsend, hay muchos pobres que se quedan fuera del sistema asistencial porque en la definición oficial de la pobreza no se tiene en cuenta la satisfacción de las necesidades básicas para «participar» en la sociedad.

Posteriormente, y también desde la perspectiva de la pobreza relativa, Mack y Lansley realizaron otra investigación, con el propósito de elaborar un documental televisivo titulado Breadline Britain. Mack y Lansey diseñaron una encuesta cuyo objetivo era identificar las cosas que la gente consideraba necesarias para tener una vida digna. Una vez que obtuvieron esta información estudiaron dichas necesidades básicas en una muestra aleatoria de la población de más de 1.000 personas (véase la Tabla 10.6). Concluyeron que la definición de «pobre» es aquella persona que está «excluida de un estilo de vida que la mayoría de gente da por sentado» (Mack y Lansley, 1985:15). Encontraron que el número de pobres, especialmente niños, aumentó en el Reino Unido entre 1983 y 1990.

Esta estrategia de investigación, consistente en medir la pobreza a partir de las percepciones de la gente de lo que constituye un nivel de vida digno, tiene un problema: a medida que aumentan las expectativas de la población sobre la calidad de vida, aumenta automáticamente el número de pobres (véase la Tabla 10.6). Si hoy día, por ejemplo, muchos estudiantes universitarios piensan que es necesario tener un ordenador para estudiar, ¿hemos de considerar pobres a los estudiantes que no pueden comprarse un ordenador? Recientemente este método ha sido desarrollado y empleado en muchos sitios de Europa (Gordon y Townsend, 2000).

Dada la diversidad de perspectivas sociológicas, muchos prefieren medir la pobreza relativa a través de la renta y no de las percepciones de la población. Hasta 1987, en el Reino Unido se clasificaba como pobre a todo aquel que vivía bajo un determinado nivel de renta, lo cual daba derecho a recibir una ayuda suplementaria.

En la práctica, al medir la pobreza mundial es habitual considerar a aquellos que viven con ingresos inferiores a un dólar americano al día (a veces dos dólares americanos). En el Reino Unido (y en Europa) para determinar el umbral de la pobreza se utiliza el 60 por ciento de la media de los ingresos nacionales por hogar. La información más utilizada en el Reino Unido es la que proviene de Households Below Average Income, que puede encontrar en (http://www.dwp.gov.uk). En 2003-2004 el umbral de la pobreza se calculaba según la siguiente tabla (tenga en cuenta que no se incluyen los gastos de vivienda):

Una persona 98 £
Pareja Pareja con dos niños (5–11) Persona sola con dos niños 178 £ 262 £ 182 £


La extensión de la pobreza

La extensión de la pobreza en el Reino Unido

Dada la complejidad que entraña medir la pobreza, los datos sobre el número de pobres pueden variar mucho doras» de compasión o ayuda), por un lado, y los pobres «respetables», atrapados en un «círculo vicioso de la pobreza», por otro (Morris, 1994). Hemos dedicado un recuadro de «Polémica y Debate» (p. 295) a explicar estas dos posturas. Todos estos escritos señalan un grupo profundamente estigmatizado, excluido del trabajo y que vive en condiciones de extrema pobreza. Las posturas menos generosas, en cualquier caso, identifican delincuencia y pobreza. Como veremos más adelante, también se suele asociar pobreza y delincuencia con cuestiones raciales y de la subclase. Fue el sociólogo americano Charles Murray quien popularizó recientemente el empleo del término «subclase».

Murray investigó la pobreza en Estados Unidos. En su libro Losing Ground (1984), Murray se lamentaba del fracaso de las políticas de bienestar, las cuales, según él, solo habían conseguido que sectores crecientes de la población pasaran a depender del Estado. Al final de los años ochenta Murray exportó sus ideas al Reino Unido donde fueron publicadas semanalmente en The Sunday Times (26 de Noviembre 1989). Según Murray, la subclase vive en un mundo aparte, educa a sus hijos de forma distinta y posee distintos valores.

En Europa, el problema de la subclase a menudo va asociado a problemas de migración. Los trabajadores que no pueden encontrar trabajo en sus propios países se desplazan a otros donde sí existe empleo. Como recién llegados y étnicamente diferentes, solo pueden encontrar trabajos precarios. Es el caso de los argelinos en Francia, los turcos en Alemania, los bengalíes en el Reino Unido o los magrebíes en España, que se encuentran con muchos obstáculos formales e informales para integrarse en el mercado laboral. Los inmigrantes ilegales se encuentran en una posición mucho más difícil todavía, pues en muchos casos ni siquiera pueden solicitar ayudas sociales con las que atender sus necesidades básicas. La lucha por la vida diaria obliga a los individuos de la subclase a poner toda su atención en el presente. Sin perspectivas de trabajo, la subclase vive al margen de la sociedad.

Aunque son muchos los que viven en las condiciones que sugiere el término «subclase», el uso académico o científico de este término es problemático. La «subclase» se emplea a menudo como un cajón de sastre en el que se agrupan personas con experiencias vitales muy diferentes, y luego se procede a estigmatizarlas. Por ello, los sociólogos han de ser muy cuidadosos al emplear este término.

Dada la complejidad que entraña medir la pobreza, los datos sobre el número de pobres pueden variar mucho. Los gobiernos conservadores británicos del periodo 1979-97 trataron de ignorar el problema de la pobreza argumentando que «oficialmente la pobreza no existe en el Reino Unido. El gobierno no define un límite a partir del cual podamos hablar de pobreza. Argumentaba que “una definición objetiva es imposible y que cualquier intento de contar el número de pobres está destinado al fracaso, porque dependerá de las definiciones subjetivas que den los expertos de lo que es ser pobre”» (Frayman 1991: 2). Resulta inquietante que este es el mismo periodo durante el cual muchos observadores afirmaron que la pobreza, la exclusión social y la desigualdad habían aumentado de forma importante en el Reino Unido (Walker y Walker, 1997).

Pero también es cierto que las cifras de pobreza pueden variar ampliamente. En 1950 Rowntree llegó a la conclusión de que solo un 1,5 por ciento de los habitantes de York vivía en la pobreza, pero aplicaba criterios de medición absolutos y muy estrictos. Con los criterios de medición relativos que se emplean hoy, se estima que los niveles de pobreza oscilan entre un décimo y un tercio de la población. En 1993 Low Pay Unit estimó que alrededor de un tercio de la población británica vivía en situación de pobreza. Según las estimaciones de la OCDE, hay 12 millones de pobres en el Reino Unido (la cuarta parte de los 50 millones de pobres que viven en Europa). De otro lado, «un diez por ciento de la población británica (esto es, 5,6 millones de personas) ha solicitado ayudas o subsidios de apoyo» (Skellington, 1996: 105-11).

Cuando el gobierno laborista llegó al poder en 1997, fijó una serie de objetivos para reducir la pobreza relativa radicalmente. A finales de 1999, el estudio Rowntree sugería que un 26 por ciento de la población británica vivía en la pobreza (medida en términos de bajos ingresos y de la privación de varias necesidades). Desde entonces, sin embargo, la pobreza ha ido lentamente disminuyendo gracias a ciertas medidas como el establecimiento de un sueldo mínimo, la reducción de impuestos para las familias trabajadoras, las devoluciones de impuestos para los pensionistas y las ayudas para pagar facturas energéticas en invierno. En 2003, la fundación Rowntree podía declarar que: Entre 1996-1997 y 2000-2001 la pobreza relativa disminuyó, gracias en gran medida a las mejoras en los índices de paro y en las cuantías de algunas ayudas públicas. En términos absolutos, la pobreza disminuyó en un millón de personas, incluyendo medio millón de niños… A igualdad de otras condiciones, las políticas introducidas entre 1997 y 2003-2004 probablemente reducirán la pobreza infantil en 1,3 millones de niños. La pobreza entre los pensionistas no cambió significativamente en el periodo comprendido entre 1996-1997 y 2001, pero se redujo de manera significativa entre 2001 y 2003-2004.

(Joseph Rowntree Foundation, 2003:1; Sutherland et.al., 2003).


La pobreza en Europa

En la Unión Europea, y a pesar de los programas para combatirla, la pobreza y la exclusión social han ido en aumento. En 1975, se estimaba que había 38 millones de pobres, pero en los años noventa se calculó que eran 50 millones los europeos que podrían estar viviendo bajo el umbral de pobreza. Esta cifra representa el 15 por ciento del conjunto de la población de la Unión Europea. Normalmente se considera que se encuentran en situación de pobreza aquellos con rentas por debajo del 50 por ciento de las rentas medias nacionales.

La pobreza no afecta a todos los países europeos de igual manera. Podemos distinguir tres grupos de países:

● Bajo (menos del 13 por ciento): Noruega, Islandia, Suecia, Finlandia, Eslovaquia, Eslovenia, Austria, Holanda, Luxemburgo, Francia, Alemania y la República Checa.

● Medio (14-18 por ciento): Bélgica, Estonia, Chipre, Malta y el Reino Unido.

● Alto (en torno al 19 por ciento): Irlanda, Grecia, España, Italia, Letonia, Lituania, Polonia y Portugal (véase www.eurostat.ec.europa.eu) Las desigualdades eran significativas. En términos generales, el 20 por ciento de los ciudadanos de la UE con las rentas más altas ingresaban una cantidad cinco veces mayor a la del 20 por ciento de los ciudadanos europeos con las rentas más bajas. Los niveles más altos de desigualdad se recogieron en Polonia; los más bajos, en los Países Nórdicos, la República Checa, Hungría y Eslovenia.


Unas notas sobre la pobreza en Estados Unidos

En Estados Unidos, uno de los países más ricos del planeta, el nivel de pobreza relativa es muy alto. En 2001, un total de 32,9 millones de hombres, mujeres y niños (esto es, un 11,7 por ciento de la población), vivían oficialmente en condiciones de pobreza. Una familia típica viviendo en la pobreza tenía que sobrevivir con unos 11.000 dólares al año en 2001. Las tasas oficiales de pobres disminuyeron durante los años 60, pero se han mantenido estables desde entonces (US Bureau of the Census, 2002).


¿Quiénes son los pobres?

Aunque no es posible ofrecer una descripción única que abarque a toda la gente pobre, sí se puede decir que la pobreza está más extendida en determinadas categorías de la población. Suele afectar a personas que tienen alguna desventaja (los trabajadores con salarios bajos, los desempleados, los minusválidos). Nos vamos a centrar a continuación en cuatro grupos principales: los niños, las minorías étnicas, las mujeres y los ancianos. Todos ellos presentan un alto riesgo de caer en una situación de pobreza. Cuando estas categorías se solapan, el riesgo es todavía mayor.


La edad: los niños y los ancianos

Hace solo unas décadas la tercera edad era el grupo que mayor riesgo corría de caer en la pobreza. Todavía es un grupo de riesgo, pero las últimas investigaciones han llegado a la conclusión de que los niños y los jóvenes tienen también una probabilidad alta de terminar siendo pobres.

En el Reino Unido, el número de ancianos necesitados de asistencia social descendió de 1,8 millones en 1974 a 1,4 millones en 1991. En nuestros días, son los niños las principales víctimas de la pobreza. En el Reino Unido, el número de jóvenes menores de 16 años necesitados de asistencia aumentó de 800.000 en 1974 a 2,3 millones en 1991. El diez por ciento de los niños británicos está por debajo del límite de la pobreza (Funken y Cooper, 1995:12) El estudio Rowntree sugiere que las tasas de pobreza infantil eran más altas en las siguientes situaciones:

● hogares sin trabajadores.

● familias con padre o madre soltera.

● familias numerosas.

● familias en las cuales hay un miembro con una enfermedad de larga duración.

● familias que no son blancas (minorías étnicas).

● familias que viven en viviendas de protección social.

● hogares que reciben ayudas del Estado (por desempleo o rentas bajas).

Lo mismo puede decirse del resto de Europa (véase la Figura 10.4). En los Estados Unidos la situación es aún más grave. En 2001 el 16,3 por ciento de las personas menores de 18 años eran pobres (11,7 millones, niños). Esto quiere decir que en los Estados Unidos aproximadamente cuatro de cada diez pobres son menores de 18 años (US Bureau of the Census, 2002).


Raza y Etnia

Los estudios sobre pobreza sugieren que las minorías étnicas son especialmente proclives a sufrir «privaciones múltiples» y, así, vivir en una situación de pobreza mucho más grave. La investigación que llevó adelante la Joseph Rowntree Foundation (1995) acababa mostrando «una especial preocupación (…) por lo que está sucediendo con las minorías étnicas». En concreto, en el Reino Unido, uno de cada tres individuos de las minorías étnicas está en el cinco por ciento de la población más pobre. Pero quizá sean más significativas las tasas de desempleo (sobre todo entre la población de origen pakistaní y bengalí) y las dificultades a las que se enfrentan las mujeres de estas minorías, en especial las madres solteras de origen afro-caribeño. Muchos de estos grupos han contribuido al surgimiento de una subclase en el Reino Unido. Un estudio reciente de Lucinda Platt (2002) sugiere que poco ha cambiado en los últimos años.

La etnia también es un factor importante de la pobreza en otras partes del mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, dos tercios de la población pobre son de raza blanca, pero esto es en términos absolutos. En términos relativos, los afro-americanos tienen tres veces más probabilidad de ser pobres que los blancos. En 2001, el 22,7 por ciento de los afro-americanos (8,1 millones de personas) vivían en la pobreza, en comparación con un 21,4 por ciento de hispanos (ocho millones), un 10,2 por ciento de asiáticos y de personas precedentes de las islas del Pacífico (1,3 millones), y un 7,8 por ciento de blancos (15,3 millones).

El 30 por ciento de niños afro-americanos son pobres (US Bureau of the Census, 2002).


Género y formas de convivencia familiar

El término feminización de la pobreza describe la tendencia de las mujeres a representar una proporción cada vez mayor en el conjunto de la población pobre. Peter Townsend (1987) ha identificado cuatro categorías de mujeres que tienen mayor riesgo de vivir en situación de pobreza:

● las madres solteras o divorciadas.

● las pensionistas.

● las mujeres que tienen a su cuidado niños u otras personas dependientes.

● las mujeres con salarios bajos.

La feminización de la pobreza es parte de un fenómeno más amplio: el número creciente de hogares (de todas las clases sociales) encabezados por madres solteras. Esta tendencia, junto con el hecho de que los hogares encabezados por mujeres tienen una mayor probabilidad de ser pobres, explica por qué las mujeres (y sus hijos) representan una proporción cada vez mayor de los pobres en Europa. Las mujeres de origen africano están presentes en todas estas categorías y para ellas la probabilidad de ser pobres resulta aún mayor (véase Glendinning y Millar, 1992).


La discapacidad

Comparados con quienes no tienen discapacidad, los discapacitados tienen una probabilidad mayor de ser pobres.

A menudo han sido excluidos de las actividades cotidianas del día a día, y tienen menos probabilidad de tener un trabajo (bien remunerado). Suelen tener rentas por debajo de la media y además se ven obligados a enfrentar los gastos «extras» de su discapacidad (Townsend, 1979; Barnes et al.,1999:134).


● El debate sobre «el fin de las clases»

En los últimos 50 años han sido tantos los cambios en el entorno socioeconómico que resultaría sorprendente que la composición y naturaleza de las clases sociales, o el modo de entenderlas o estudiarlas, hubieran permanecido inalteradas. Los sociólogos llevan mucho tiempo debatiendo sobre la importancia de las clases sociales o acerca de la manera de estudiarlas. Mientras que algunos afirman que «las clases siguen siendo la pieza fundamental para entender la estructura de la sociedad» (Scott, 1994:19), otros afirman que «la clase es un concepto obsoleto para la sociología» (Pahl, 1989). ¿Cuál de estas dos afirmaciones es más acertada?


¿El fin de las clases?

Algunos sociólogos afirman que, de manera gradual, las sociedades modernas han ido desdibujando la vieja frontera entre las clases hasta el punto de que el concepto de «clase social» ha perdido utilidad. Según estos autores el concepto de clase no puede incorporar la magnitud de cambios que ha experimentado el mundo (pos)moderno.

No es que no existan las desigualdades: todos están de acuerdo en que sí existen, y muchos afirman que están aumentando. Pero la cuestión es, según estos autores, si estas desigualdades se pueden explicar únicamente en términos de clase.

Por ejemplo, hemos visto anteriormente que en la sociología tradicional las mujeres eran excluidas. Muchas teorías acerca de las clases sociales ignoraban el tema de género y, por tanto, resultaban, cuando menos, parciales o incompletas. Ciertamente, si incluimos a las mujeres, el análisis de clase cambia de enfoque, incluyendo preguntas como: ¿De qué modo incluimos en la estructura laboral las tareas domesticas y el cuidado de los niños? Es más, las mujeres en su conjunto suelen ganar menos que el conjunto de los hombres, aun cuando tienen niveles de educación y experiencia similares. Aunque la discriminación de género es ilegal en la Unión Europea (y en la mayoría de países industrializados), las mujeres siguen siendo relegadas a los trabajos peor remunerados, como trabajadoras sociales, auxiliares de enfermería, cuidadoras infantiles y secretarias (véase el Capítulo 12 para más detalles). Todo esto significa que, como mínimo, el género tiene que ser un factor importante en el análisis de la desigualdad. Como veremos en el capítulo siguiente, lo mismo se puede decir de la etnicidad.

Un (¿ex?) marxista, André Gortz (1982) ha dado a uno de sus libros el significativo título de Adiós al proletariado. Si la clase social se entiende sobre todo en términos económicos, incorporando la posesión de algún tipo de conciencia de clase, y si es vista como un factor causante del cambio social, entonces el concepto «clase social» ha perdido relevancia. En este sentido el poder (o la falta del mismo) asociado a ciertos grupos o movimientos sociales (grupos étnicos, de discapacitados, de mujeres, de ancianos, etc.), ha cobrado mucha más importancia. Pautas culturales de consumo y estilos de vida también juegan un papel significativo en la vida cotidiana. Los nuevos movimientos sociales posiblemente estén produciendo más cambios sociales que la clase social (Waters, 1997; véase también el capítulo 16). Además, ciertos fenómenos sociales, como el aumento del número de personas que invierte en bolsa, el incremento de movilidad social a través de la educación y la flexibilidad del llamado sistema de producción posfordista (véase el Capítulo 15), han contribuido a reconfigurar el orden social.

Quizás el argumento más conocido sobre el fin de las clases sociales sea el que afirma que las viejas comunidades de clase trabajadora, tales como los que trabajaban en las minas o en la industria del acero, han desaparecido, y están siendo sustituidas por una nueva generación de trabajadores con mayor poder adquisitivo y pautas culturales típicamente consumistas. La cultura de clase obrera parece un recuerdo del pasado. Las organizaciones de clase, como los sindicatos, han perdido capacidad de movilización y tienen cada vez menos afiliados. Durante el gobierno de Margaret Thatcher, la tradicional asociación de la clase trabajadora y la izquierda se erosionó de tal manera que ni siquiera sigue existiendo un vínculo claro entre la clase trabajadora y el voto al Partido Laborista (Crewe, 1992).


La tesis de «aburguesamiento»

Uno de los primeros estudios de gran envergadura que analizó la naturaleza cambiante de las clases sociales en el Reino Unido fue realizado por David Lockwood, John Goldthorpe, Frank Beckhoffer y Jennifer Platt, quienes examinaron el cambio en la naturaleza de clase entre los trabajadores de la industria automovilista de Luton en los años sesenta (Goldthorpe et al., 1968). El propósito explícito del estudio consistía en examinar la tesis del «aburguesamiento», que afirma que hoy día «todos pertenecemos a la clase media». Esta era una de las primeras teorías sobre el declive de la importancia de la clase social, que afirmaba que el proletariado tradicional estaba perdiendo su identidad y se estaba pareciendo más a la clase media a medida que aumentaban sus ingresos. En general el estudio de Goldthorpe et al. desestimaba esta tesis. Es cierto que la investigación documentaba cambios importantes: los trabajadores estaban relativamente bien remunerados, podían permitirse adquirir bienes de consumo duraderos y eran propietarios de sus viviendas. Pero la clase media había avanzado a la par. Además, los trabajadores de la industria automovilística seguían votando al Partido Laborista y no habían adoptado el estilo de vida de la clase media. Se habían transformado en una nueva clase trabajadora: mucho más centrados en sus familias y concibiendo el trabajo meramente como una forma de ganarse la vida, carente de la satisfacción personal que reportan los trabajos de la clase media (Goldthorpe et al., 1968). Su argumento entonces no era que la clase social como tal desaparecía o se debilitaba si no que cambiaba con el tiempo. Sin embargo, este estudio se realizó hace 40 años.

Investigaciones más recientes señalan que las divisiones sociales importantes se centran en las pautas de consumo y los estilos de vida, y que estas diferencias atraviesan las líneas tradicionales de división de clase. Ray Pahl, en su estudio sobre hogares de clase trabajadora en Kent, observó que la clase trabajadora se dividía cada vez más entre aquellos que tenían trabajo estable y aquellos que tenían empleo de forma más esporádica. Pahl afirma que «si la catedral del siglo XIX era la chimenea de la fábrica, la del siglo XX es el centro comercial». (Pahl, 1984: J. Pahl, 1989).

Hoy día, las líneas divisorias más importantes diferencian a los trabajadores de los propietarios de los medios de producción; a los que están integrados en el mercado de trabajo de los que viven gracias los programas y subsidios estatales y a los que poseen su casa en propiedad de los que viven de alquiler; a los que tienen un contrato indefinido de los que están desempleados o trabajan con contratos precarios y a los que tienen buenos sueldos de los que cobran salarios de miseria. En la actualidad las clases tienen que ser entendidas en relación con el tejido cultural y la importancia de los movimientos sociales (mayoritariamente de clase media), como el movimiento ecologista.

Para estos sociólogos, entonces, el análisis de las clases sociales se ha complicado hasta tal punto que ya no está claro lo que uno está estudiando. Según estos autores, existen multitud de variables que son relevantes para estudiar la desigualdad, y el concepto de «clase social» no puede abarcarlas todas. Las «clases» están siendo sustituidas por los «estilos de vida», las «identidades» o las desigualdades asociadas a la etnia o al género (véanse los Capítulos 11 y 12). El análisis de clase, al no incorporar estos factores, se ha ido debilitando y es, según estos autores, el último reducto de algunos sectores académicos.


La clase social todavía importa

No obstante, un segundo grupo de sociólogos, como John Scott, sigue considerando que el concepto de clase social es relevante para el análisis sociológico. Ciertamente, la naturaleza y la composición de las clases sociales puede haber cambiado en las últimas décadas, pero las clases siguen siendo la fuente principal de la articulación de intereses en las sociedades complejas. Este segundo grupo de sociólogos, antes que cuestionarse la existencia de las clases, estudia los cambios que están sucediendo a este nivel. Entre estos cambios, cabe señalar:

1. La relevancia decreciente de la distinción entre trabajadores manuales y el resto de los trabajadores, dado que muchos empleos manuales están desapareciendo.

2. La extinción de la vieja clase trabajadora (en concreto, de las comunidades de clase trabajadora).

3. La expansión cuantitativa de las clases medias así como el aumento de su heterogeneidad interna, debido fundamentalmente al crecimiento del sector servicios.

4. La existencia de las subclases, que se encuentran fuera del sistema de clases y marginadas de la sociedad.

5. La importancia creciente del género y la etnia como elementos que añaden complejidad al análisis de clase.

Como puede observarse, este segundo grupo de sociólogos ha tratado de incorporar muchas de las observaciones que han hecho los que defienden la obsolescencia del análisis de clase, pero, lejos de llegar a la conclusión de que sea una categoría caduca, este segundo grupo de sociólogos mantiene que la clase social y el análisis de clase siguen siendo todavía instrumentos útiles para el análisis sociológico y la comprensión de los cambios sociales que están teniendo lugar. Puede que la línea divisoria entre las clases se haya desdibujado, pero resulta exagerado afirmar que vivimos en una sociedad sin clases, ya que sigue existiendo una clase alta claramente definida, poderosa y fuerte. De hecho, todavía pervive en Europa una fuerte identificación de clase toda vez que nuevas divisiones y polarizaciones siguen surgiendo.


Identidades fragmentadas

En una aportación importante, Harriet Bradley (1996) ha tomado una postura conciliadora entre las viejas teorías de clase y las nuevas explicaciones. Bradley está influenciada por el posmodernismo, y por tanto descarta cualquier tipo de teoría que pretenda abarcar todo bajo una sola «verdad». Los antiguos teóricos de clase prestaban demasiada importancia al concepto de clase social, restringiendo de esa manera su visión. Pero Bradley es muy consciente de las importantes divisiones sociales en la sociedad contemporánea. Para Bradley y para otros, como Beverly Skeggs (1997) el camino a seguir consiste en reconocer que todos tenemos identidades fragmentadas: identidades que no son unitarias ni esenciales, si no variables, cambiantes y plurales (véase el Capítulo 5). La conciencia de clase social ya no se deriva solamente de la clase social, sino que la gente concibe sus vidas vinculadas a toda una serie de desigualdades: la clase social, sí, pero también la etnicidad, el género, la edad y otros factores como la discapacidad o la sexualidad. Bradley sugiere que las identidades de clase actualmente son muy fragmentadas. La clase social entonces, sigue siendo un área importante de análisis sociológico.

Estudios recientes, sin embargo, proponen que su naturaleza es cambiante y que hay que estudiarla a la par que toda una serie de transformaciones sociales e identidades nuevas.


La ciudadanía y el surgimiento de los Estados de bienestar

Un aspecto importante de las sociedades modernas capitalistas ha sido la evolución de lo que se conoce como «Estado de bienestar». En un sentido restringido, el Estado de bienestar implica «la intervención del Estado en el sistema de seguridad social y los servicios sociales» (Cochrane y Clarke, 1993:4). En un sentido más amplio, otras definiciones del Estado de bienestar incluyen un compromiso con el pleno empleo y todo un conjunto de políticas relacionadas con la educación, la salud, la familia o la vivienda. Los Estados de bienestar, por tanto, tienen como objetivo mejorar la calidad de vida de los ciudadanos de una sociedad y reducir las desigualdades.

La mayor parte de las naciones industriales son Estados de bienestar, es decir, sus gobiernos intentan paliar problemas sociales con fondos públicos. En el Reino Unido en 1981, el 56,3 por ciento del presupuesto del Estado se destinó a este tipo de políticas. En 1993 ya era el 64,1 por ciento. Lo sorprendente es que este incremento ha ocurrido bajo el mandato de los conservadores, quienes en principio parecían querer recortar el Estado de bienestar (en realidad, parte de este incremento se debió al crecimiento de los costes de desempleo generado por el aumento del paro).

Algunos países industrializados, como los países escandinavos, por ejemplo, tienen políticas o programas de bienestar muy generosos, mientras que en otros países, como Estados Unidos, el Estado ofrece, comparativamente hablando, muy pocas prestaciones sociales. En cualquier caso, un rasgo característico de las sociedades industriales contemporáneas es que destinan un buen porcentaje de su presupuesto a financiar las políticas de bienestar.

Una pregunta central relacionada con el funcionamiento de los Estados de bienestar es hasta qué punto son gestionados por medio del mercado o por medio del Estado (véase el Capítulo 15). Cuando predomina el mercado se habla de la mercantilización del Estado de bienestar: en este caso funciona bajo un sistema económico basado en los principios del mercado, incluyendo la oferta, la demanda, la libre elección y la competencia.

El Thatcherismo (descrito en el Capítulo 16) intentó introducir mecanismos de mercado en todos los aspectos de la vida, incluyendo gran parte del Estado de bienestar.

Así, como veremos, tanto la educación (Capítulo 20) como la sanidad (Capítulo 21) se regían bajo los principios del mercado. Hasta la gestión de las cárceles se ha privatizado y han pasado a funcionar según la lógica del mercado (Capítulo 17).


La perspectiva de los derechos del ciudadano

El origen de las políticas de bienestar coincide con el desarrollo de las sociedades industriales. Según algunos autores optimistas, el desarrollo del Estado de bienestar equivale al desarrollo o ampliación de los «derechos del ciudadano». El más destacado entre ellos fue el sociólogo británico T. S. Marshall (1893-1981), que pensaba que la industrialización dio lugar a la extensión de los derechos de los ciudadanos en tres áreas en concreto. Estas son:

1. los derechos civiles, que son los que garantizan las libertades individuales básicas (libertad de expresión, libertad de creencias, etc.), así como el derecho a la propiedad o la igualdad ante la ley. Las instituciones encargadas de garantizar estos derechos y libertades son los tribunales de justicia.

2. los derechos políticos, como el derecho de reunión y asociación, o el derecho a elegir o ser elegido para los cargos públicos. Las instituciones clave son aquí las cámaras legislativas y los órganos de gobierno representativos, y la extensión del sufragio.

3. los derechos sociales, que son los derechos a disfrutar de unos mínimos de bienestar y seguridad económica o, en términos amplios, a vivir el tipo de vida que la sociedad considera digna. Las instituciones educativas y las agencias de bienestar son aquí las instituciones encargadas de garantizar estos derechos.

Según Marshall, estos tres tipos de derechos surgen en periodos distintos. En la Edad Media estos derechos estaban débilmente aceptados. Los derechos civiles surgieron en el siglo XVIII, los políticos en el XIX y los sociales en el XXi1. Son muchos los que no están de acuerdo con la periodicidad establecida por Marshall y argumentan que su modelo se fundamenta en el estudio de un solo caso: el del Reino Unido. Bryan Turner (1990), por ejemplo, señala que en Francia, Alemania y Suecia esta periodicidad no está tan clara y apunta que los cimientos sobre los que están fundamentados los derechos cambian según el país. En cualquier caso, el modelo de Marshall subraya algunas de las cuestiones claves acerca de la evolución de los derechos y las responsabilidades en las sociedades modernas.


La perspectiva marxista

Algunos sociólogos de orientación marxista ven el Estado de bienestar desde una óptica muy distinta. Para ellos, el objetivo de las políticas de bienestar no es el de promover la igualdad, sino facilitar o reproducir el funcionamiento del capitalismo. Para que el capitalismo funcione, necesita de una mano de obra bien formada y relativamente sana. El Estado de bienestar garantiza precisamente esto. Los servicios sociales y los programas de bienestar, según los sociólogos de esta orientación, sirven para «ganarse» a los trabajadores y conseguir así su aquiescencia (Piven y Cloward, 1972).


Los tres modelos del Estado de bienestar capitalista

En 1990, Gösta Esping-Andersen publicó un estudio sobre los distintos modelos de Estado de bienestar que sigue siendo muy controvertido. Según este autor, «el sistema de bienestar no es solo un mecanismo que interviene en (...) la desigualdad, sino que es, por derecho propio, un sistema de estratificación» (1990:23). Según EspingAndersen, existen tres modelos básicos de sistemas de bienestar, aunque estos se asemejan a tipos ideales (véase el Capítulo 1). Pueden ser evaluados como sistemas de desmercantilización, medidos en términos del grado de libertad respecto a los efectos del mercado de las prestaciones sociales. La mercantilización, por contraste, convierte a las prestaciones sociales en mercancías y mercados de necesidades. Los tres modelos principales que destaca son:.

1. El modelo socialdemócrata. Es un modelo universalista, esto es, está basado en los derechos universales, la igualdad y una particular noción de «solidaridad universal». Tiene como objetivo corregir, y no solo paliar, los efectos de las fuerzas del mercado, y asume muchas de las responsabilidades tradicionalmente atribuidas a las familias. Los países escandinavos son los que en mayor medida se aproximan a este modelo.

2. El modelo corporatista o bismarckiano. El objetivo original de este modelo reside en proteger a la clase trabajadora y a sus familias de contingencias como el desempleo, la enfermedad o la muerte del cabeza de familia. Las empresas y el Estado son los encargados de financiar estos beneficios. No se pretende entonces redistribuir los recursos, sino mantener el modelo familiar tradicional. Originalmente conservador, el modelo corporatista o bismarckiano ha ampliado la provisión de beneficios hasta hacerse en la práctica muy semejante al modelo universalista anterior. Los Estados de bienestar de Austria, Francia, Alemania e Italia eran originalmente corporatistas o bismarckianos.

3. El modelo liberal. Este modelo tiene como principio interferir lo menos posible en el funcionamiento de las leyes del mercado, y las prestaciones sociales está lo 16). Además, ciertos fenómenos sociales, como el aumento del número de personas que invierte en bolsa, el incremento de movilidad social a través de la educación y la flexibilidad del llamado sistema de producción posfordista (véase el Capítulo 15), han contribuido a reconfigurar el orden social.

Quizás el argumento más conocido sobre el fin de las clases sociales sea el que afirma que las viejas comunidades de clase trabajadora, tales como los que trabajaban en las minas o en la industria del acero, han desaparecido, y están siendo sustituidas por una nueva generación de trabajadores con mayor poder adquisitivo y pautas culturales típicamente consumistas. La cultura de clase obrera parece un recuerdo del pasado. Las organizaciones de clase, como los sindicatos, han perdido capacidad de movilización y tienen cada vez menos afiliados. Durante el gobierno de Margaret Thatcher, la tradicional asociación de la clase trabajadora y la izquierda se erosionó de tal manera que ni siquiera sigue existiendo un vínculo claro entre la clase trabajadora y el voto al Partido Laborista (Crewe, 1992).


El Estado de bienestar en el Reino Unido

El Reino Unido se aproxima bastante al modelo liberal, pero en realidad es, al menos en términos históricos, una mezcla de los tres modelos. Sus raíces están en la ley de pobres (Poor Law) de la Inglaterra Isabelina y Tudoriana, donde el gobierno empezó a imponer un marco social rudimentario en un ámbito tradicionalmente cubierto por las Iglesias y las instituciones caritativas. Pero estas ayudas rudimentarias para los enfermos terminaron con la llegada de la industrialización y el capitalismo. En 1834 el Acta de Enmienda a la Ley de Pobres convocó una comisión que desarrolló un sistema que con el tiempo fue abarcando educación pública y sanidad. Poco a poco, un sistema que era muy laissez-faire se convirtió en uno más centralizado y controlado por el Estado. A comienzos del siglo XX, leyes tales como la Ley de Pensionistas de 1908 y la Ley de Seguro Nacional de 1911 garantizaban ayudas para enfermos y subsidios de desempleo para algunos trabajadores, introduciendo principios actuariales (basado en seguros) en el sistema social de seguridad británico.

El periodo de 1945-75 se puede considerar el del «Estado de bienestar clásico». Fue impulsado por el trabajo de William Beveridge quien realizó una serie de informes importantes. Luchando contra los cinco grandes males: «Necesidad, Enfermedad, Ignorancia, Escualidez y Holgazanería», su plan de seguridad social tenía como objetivo abolir la Necesidad, pero solo si se podían abolir los demás males al mismo tiempo (Beveridge, 1942: párrafo 8). Hubo una época de compromiso con una economía mixta, pleno empleo y un Estado de bienestar que garantizaría derechos universales. Entonces el Estado de bienestar se aproximaba más al modelo socialdemócrata. Había requisitos previos para obtener las ayudas, pero el sistema se basaba en los derechos universales.

En este periodo también se estableció el sistema de sanidad nacional. Era una época muy distinta a la nuestra, cuando la mayoría de personas alquilaban sus casas, nadie tenía televisor y escuchaban la radio, pocos se podían permitir vacaciones en el extranjero, muy pocos tenían teléfonos, ninguno ordenadores, y pocos tenían coches, así que dependían del transporte público. Pensadores socialdemócratas pensaron que el Estado de bienestar podría crear derechos para todos y que lucharía contra la desigualdad. Pero para mediados de los años setenta, a medida que aumentaban las tasas de desempleo y se avecinaban importantes cambios económicos, quedó demostrado que el Estado de bienestar había fracasado en su intento de redistribuir la riqueza. De hecho, muchos observadores afirmaron que gran parte de las ayudas beneficiaban a las clases medias (Le Grand, 1982).

Un nuevo periodo empezó a mediados de los años setenta. Sobre todo desde 1979, pudo percibirse una actitud anti-Estado de bienestar. En las palabras de la Primera Ministra Margaret Thatcher, se manifestó en un claro rechazo al Estado «nodriza». La teoría monetarista (de la cual hablaremos en el Capítulo 15) se puso en práctica y se pasó a «mercantilizar» el Estado de bienestar.

Cuando el partido laborista (New Labour) accedió al poder en 1997 con mayoría absoluta, muchos pensaron que se invertirían las políticas liberales del gobierno de Thatcher. Sin embargo, aunque estableció una Unidad de Exclusión Social que tenía como propósito velar por ciertos grupos necesitados (como los sin techo) y de proveer servicios integrados para ellos, en general mantuvieron las medidas liberales en las cuales el mercado desempeña un papel central.


Mirando hacia el futuro: la clase social en el siglo XXI

En este capítulo hemos afrontado muchos temas relacionados con la clase social y su función en las sociedades industriales modernas. Hemos visto que existen muchos problemas a la hora de definirla, y hemos examinado dos perspectivas sociológicas opuestas: una que piensa que la clase social sigue siendo el concepto fundamental de las sociedades modernas y otra que opina que es un factor en declive.

Para los autores de este libro, parece incontrovertible el papel importante que sigue teniendo la clase social en la vida social. La clase está presente en la pobreza, las rentas bajas, desigualdades extremas de riqueza, sistemas de prestigio y estatus y disparidades en el nivel de autonomía en los ámbitos laborales y de la vida cotidiana. Sin embargo, la clase está cambiando y nuevas pautas están emergiendo. Al mismo tiempo, una de las lecciones más importantes de los últimos años es que el concepto de clase, utilizado de forma descontextualizada, es muy débil. Hace falta examinarlo en circunstancias específicas y en relación con otros factores importantes como la exclusión social, el género, la etnia y la edad. Estos son los conceptos que examinaremos en los siguientes capítulos.


RESUMEN

1. La desigualdad social implica disparidad en una serie de variables entre las que se incluyen la renta, el patrimonio y el poder. Para los sociólogos de orientación marxista, el indicador más relevante para clasificar a las personas en el sistema de clases es de tipo económico. En concreto se clasifica a las personas en virtud de si son propietarias o no de los medios de producción. Los sociólogos de orientación weberiana, por su parte, analizan una serie de variables, incluyendo el tipo de trabajo y la situación en el mercado.

2. El tipo de profesión u ocupación de una persona es un indicador frecuentemente utilizado para ubicarla en la escala de estratificación social. La escala del Registrador General del Censo es el sistema más utilizado en el Reino Unido. Recientemente este sistema ha sido actualizado y denominado el Sistema Nacional de Clasificación basada en Estadísticas Socio-Económicas (NS-SEC). Otros indicadores son la renta y el patrimonio.

3. Las clases altas, que representan un porcentaje pequeño de la población (apenas un cinco por ciento), incluyen a las familias más poderosas y ricas. El patrimonio de los miembros de la clase alta-alta (los viejos ricos) ha sido transmitido por herencia de generación en generación. Por el contrario, el patrimonio de los miembros de la clase alta, o nuevos ricos, es fruto de sus ingresos profesionales. Las clases medias incluyen al 40 o 50 por ciento de la población. Los miembros de la clase media-alta tienen rentas superiores, trabajos de mayor prestigio y una mejor formación que las personas del resto de las clases medias. La clase trabajadora (a veces denominada la clase media-baja) abarca alrededor de un tercio de la población del Reino Unido. Con rentas inferiores a la media, las familias de clase trabajadora tienen una situación económica más insegura que las de las clases medias. En el Reino Unido se ha calculado que solo un tercio de los hijos de clase trabajadora realizan estudios universitarios, y la mayor parte termina como trabajadores de cuello azul o trabajadores de cuello blanco en ocupaciones de escaso prestigio. Existe un sector creciente de la población que vive al margen del mercado y la estructura de clases propiamente dicha. Los que se ubican aquí son miembros de lo que se ha denominado las «subclases».

4. La clase social influye en prácticamente todos los aspectos de la vida de una persona: desde la esperanza de vida hasta la cultura y los hábitos de vida, o incluso las pautas familiares.

5. Desde principios de los años 70, los cambios en la economía han empeorado el nivel de vida de familias con rentas bajas y moderadas. Una tendencia contemporánea importante es el declive del sector industrial y la creación de nuevos empleos peor remunerados en el sector servicios.

6. Oscar Lewis y Charles Murray desarrollaron la tesis de la «cultura de la pobreza», expresión que sugiere que los programas asistenciales dirigidos a los pobres pueden generar unas pautas culturales de dependencia que reducen la capacidad de estas personas para salir adelante por sí mismas. William Ryan, por el contrario, piensa que la pobreza se debe a una distribución desigual de la riqueza.

7. Un desarrollo importante de las sociedades capitalistas modernas ha sido el surgimiento de los Estados de bienestar, junto a la idea de los derechos de ciudadanía.


CUESTIONES DE PENSAMIENTO CRÍTICO

1. Evalúe la posición social de su familia. ¿Puede decir que en su familia las distintas dimensiones de estratificación social coinciden? ¿Por qué cree que a la gente le incomoda hablar de su posición social? Identifique algunos de los efectos de la estratificación social en la salud, los valores, las preferencias políticas y las pautas familiares.

2. ¿Cree que el concepto de «clase social» es obsoleto? Si es así, ¿por qué?

3. ¿Cuáles son los grupos de individuos que presentan un alto riesgo de caer en la pobreza en Europa? ¿Existe alguna evidencia para apoyar la afirmación de que los pobres son los principales responsables de su situación? O, por el contrario, ¿piensa que es más sensato argumentar que la sociedad es la principal responsable de la pobreza?

4. Compare los tres modelos de Estado de bienestar. ¿Por qué los programas de ayuda a los pobres levantan más controversias en unos países que en otros?

Macionis y Plummer: Clases, pobreza y bienestar (Cap. 10)
Macionis y Plummer: Clases, pobreza y bienestar (Cap. 10)

Macionis, John J.; Plummer, Ken. Sociología. Pearson Educación, Madrid, 2011.

Macionis, John J.; Plummer, Ken. Sociología. Pearson Educación, Madrid, 2011.




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