George Ritzer: La metateorización sociológica y el esquema metateórico para el análisis de la teoría sociológica (Teoría sociológica clásica, 1993)

La metateorización sociológica y el esquema metateórico para el análisis de la teoría sociológica

Apéndice de Ritzer, George (1993). Teoría sociológica clásica. 3ra edición. McGraw-Hill, Madrid.

Ritzer, George (1993). Teoría sociológica clásica. 3ra edición. McGraw-Hill, Madrid.
Ritzer, George (1993). Teoría sociológica clásica. 3ra edición. McGraw-Hill, Madrid.

LA METATEORIZACION EN SOCIOLOGIA

Ventajas de la metateorización

Críticas a la metateorización

La explosión actual del interés por la metateorización


LAS IDEAS DE THOMAS KUHN


LA SOCIOLOGIA: UNA CIENCIA MULTIPARADIGMATICA

Los grandes paradigmas sociológicos


HACIA UN PARADIGMA SOCIOLOGICO MAS INTEGRADO

Niveles de análisis social: una revisión de la literatura

Niveles de análisis social: un modelo

En el capítulo segundo vimos que uno de los más recientes desarrollos de la teoría sociológica es la explosión del interés por la metateorización. Mientras el objeto de la reflexión de los teóricos es el mundo social, los metateóricos se centran en el estudio sistemático de la estructura subyacente a la teoría sociológica. Entre los objetivos de este Apéndice figura examinar la explosión del interés por la metateorización en sociología y los parámetros fundamentales de este enfoque.

Si no fuera por el hecho de que la estructura de este libro descansa sobre un conjunto específico de perspectivas metateóricas desarrolladas por su autor (Ritzer, 1975a, 1981a), un análisis de tal desarrollo reciente estaría fuera de lugar en este texto sobre teoría sociológica clásica (aunque, como podremos comprobar, muchos de los teóricos clásicos hicieron trabajo metateórico). Como el objetivo primordial del presente libro es la teoría sociológica clásica, se decidió que este esquema organizativo ocupara poco espacio y fuera claro. Por tanto, es posible leer todos los capítulos y el libro en su conjunto sin tener conocimiento del esquema organizativo en que se sostiene. Sin embargo, este esquema puede despertar interés en algunos estudiantes, bien al principio o al final de la lectura del texto. Así, otro objetivo del Apéndice es presentar las ideas metateóricas que impregnan el libro, pero antes hacerlo es preciso exponer una idea general de la metateorización en sociología.


LA METATEORIZACION EN SOCIOLOGIA

Comenzamos por precisar que los sociólogos no son los únicos que hacen metaanálisis, es decir, no son los únicos que estudian a conciencia su propia disciplina. Entre los que lo hacen se cuentan los filósofos (Radnitzky, 1973), los psicólogos (Gergen, 1973, 1986); Schmidt et al., 1984), los politólogos (Connolly, 1973), algunos científicos sociales (varios ensayos de Fiske y Schweder, 1986), y los historiadores (White, 1973). Algunos de sus esfuerzos se asemejan bastante a ciertos tipos de metaanálisis en sociología, mientras otros difieren considerablemente de la clase de trabajo que se hace en sociología. La cuestión clave es que el estudio de la propia disciplina no es terreno exclusivo del sociólogo.

Además del hecho de que el metaanálisis puede encontrarse en otras áreas, también está la cuestión de que varios tipos de sociólogos, no sólo los metateóricos, realizan tal análisis. Podemos agrupar los diversos tipos de metaanálisis sociológico bajo el encabezamiento de «metasociología», que puede definirse como el estudio profundo de la estructura subyacente a la sociología en general y sus diversos componentes: áreas sustantivas (por ejemplo, la perspectiva de Hall [1983] sobre la sociología de las ocupaciones), conceptos (el análisis de Rubenstein [1986] del concepto de «estructura»), métodos (metamétodos; por ejemplo, los esfuerzos de Brewer y Hunter [1988] y de Noblit y Haré [1988], por sintetizar los métodos sociológicos), datos (metaanálisis de datos 1; por ejemplo, Fendrich, 1984; Hunter, Schmidt, y Jackson, 1982; Polit y Falbo, 1987; Wolf, 1986) y teorías. La metateorización es la que nos interesa en este Apéndice.

Lo que distingue el trabajo en este área no es tanto el proceso de la metateorización (o el estudio sistemático de las teorías, común a todos los metateóricos) sino la naturaleza de los productos finales. Hay tres variedades de metateorización, definidas en buena medida por las diferencias que presentan los productos finales (Ritzer, 1990d, 1991). El primer tipo, la metateorización como medio para obtener una comprensión más profunda de la teoría (M,j), implica el estudio de la teoría para producir una teoría mejor, una comprensión más profunda de la teoría existente (Ritzer, 1988)2. M y se ocupa, más específicamente, del estudio de las teorías, de los teóricos y las comunidades de teóricos, así como de los contextos sociales e intelectuales de las teorías y los teóricos. El segundo tipo, la metateorización como preludio al desarrollo de la teoría (Mp) implica el estudio de las teorías existente para producir una teoría sociológica nueva.

(En este segundo tipo de metateorización se solían centrar los teóricos clásicos). Y finalmente, existe un tercer tipo, la metateorización como fuente de las perspectivas que sostiene toda la teoría sociológica (MQ), que implica un estudio de la teoría orientado hacia la meta de producir una perspectiva, por ejemplo, una metateoría, que abarque cierta parte, o toda la teoría sociológica. (Como veremos, es este tipo de metateorización el que proporciona el marco de este libro). Dadas estas definiciones, pasemos a examinar cada tipo de metateorización.

El primer tipo de metateorización, se compone de cuatro subtipos básicos, que implican el estudio formal o informal de una teoría sociológica para obtener una comprensión más profunda de ella. El primer subtipo se centra en las cuestiones intelectuales o cognoscitivas internas a la sociología. Entre ellas se cuentan los intentos de identificar los principales paradigmas cognoscitivos (Ritzer, 1975a, 1975b; véase también el análisis presentado más abajo) y las principales «escuelas de pensamiento» (Sorokin, 1928), perspectivas más diná- micas de la estructura subyacente a la teoría sociológica (Harvey, 1982, 1987; Wiley, 1979) y el desarrollo de herramientas metateóricas generales para analizar las teorías sociológicas existentes y desarrollar nuevas teorías (Alexander et al., 1987; Edel, 1959; Gouldner, 1970; Ritzer, 1989, 1990a; Wiley, 1988).

1 Le he dado esta denominación (algo incómoda) para diferenciarlo del metaanálisis más general. En el meta análisis de datos el objetivo es buscar el modo de acumular resultados de investigación mediante estudios de investigación. En su introducción a Metaanálisis, de Wolf, Niemi define el metaanálisis como «la aplicación de procedimientos estadísticos a conjunto de hallazgos empíricos procedentes de estudios individuales que tiene el propósito de integrarlos, sintetizarlos y darles sentido» (Wolf, 1986:56).

2 Mientras en mis primeras obras (Ritzer, 1987, 1988) tendía a igualar este tipo con toda metateorización, ahora lo considero como uno de los tres tipos principales. También, mi deseo aquí es analizar la metateorización como un proceso general más que como una metateoría, que es, como veremos, sólo uno de los tres productos finales posibles de la metateorización.


El segundo subtipo (interno-social) también mira hacia el interior de la sociología, pero se centra en los factores sociales en lugar de en los cognoscitivos. Lo principal es que acentúa los aspectos comunes de diferentes teorías sociológicas e incluye esfuerzos para identificar las principales «escuelas» de la historia de la sociología (Bulmer, 1984, 1985; Tiryakian, 1979, 1986), el enfoque más formal de redes sobre el estudio de los vínculos entre los grupos de sociólogos (Mullins, 1973, 1983), así como los estudios de los propios teóricos que examinan sus afiliaciones institucionales, sus carreras, sus posiciones dentro del campo de la sociología, etc... (Gouldner, 1970). El tercer tipo (externo-intelectual) busca en otras disciplinas académicas ideas, herramientas, conceptos y teorías que pueden utilizarse para el análisis de la teoría sociológica (por ejemplo, Brown, 1987, 1990). Finalmente, el enfoque externo-social asciende a un nivel más macro para analizar la sociedad en su conjunto (nivel nacional, nivel sociocultural, etc.) y la naturaleza de su influencia sobre la teorización sociológica (por ejemplo, Vidich y Lyman, 1985).

La mayoría de la metateorización en sociología no es M ^ antes bien, suele ser del segundo tipo, la metateorización como preludio para el desarrollo de una teoría sociológica (Mp). Gran parte de los teóricos clásicos más importantes desarrollaron sus teorías, al menos en parte, sobre la base de un estudio meticuloso de la obra de otros teóricos y de su reacción a ella. Entre los ejemplos más importantes se cuentan la teoría del capitalismo de Marx (véase el quinto capítulo), inspirada en la filosofía hegeliana, así como en otras ideas relativas a la economía política y el socialismo utópico; la teoría de la acción de Parsons (véase el capítulo undécimo), desarrollada a partir de un estudio sistemático de la obra de Durkheim, Weber, Pareto y Marshall; la teoría multidimensional y neofuncional de Alexander, basada en un estudio meticuloso de la obra de Marx, Weber, Durkheim y Parsons; y la teoría de la comunicación de Habermas (1987), basada en su análisis de la obra de varios teóricos críticos, así como de la de Marx, Weber, Parsons, Mead y Durkheim. Como el libro presente trata de la teoría clásica, pasemos a examinar más profundamente la M p tal y como la practicaron dos teóricos clásicos analizados en este libro: Marx y Parsons.

En los Manuscritos de economía y filosofía de 1844, Marx (1932/1964) desarrolló su perspectiva teórica sobre la base de un análisis meticuloso y detallado y de una crítica de la obra de economistas políticos como Adam Smith, Jean-Baptiste Say, David Ricardo, y James Mili; de la de filósofos como G.W.F. Hegel, de la de los Jóvenes Hegelianos (por ejemplo, Bruno Bauer), y Ludwig Feuerbach; de la de socialistas utópicos como Etienne Cabet, Robert Owen, Charles Fourier, y Pierre Proudhon; y de las ideas de varias otras escuelas y representantes intelectuales de mayor o menor importancia. Es evidente que los Manuscritos de 1844 constituyen casi por entero un tratado metateórico en el que Marx desarrolla sus propias ideas a partir de su inspiración en una variedad de sistemas de ideas.

¿Y qué ocurre con otras obras de Marx? ¿Son empíricas?, ¿Menos metateó- ricas? En su prefacio a La ideología alemana (Marx y Engels, 1845-46/1970), C.J. Arthur describe que esta obra comprende «las polémicas detalladas línea por línea contra los escritos de algunos de sus contemporáneos [de Marx y Engels]» (1970: 1). De hecho, el propio Marx describe La ideología alemana como un esfuerzo por «desarrollar juntos nuestra concepción en oposición a la concepción ideológica de la filosofía alemana; de hecho, para explicar nuestra antigua conciencia filosófica. La intención adoptó la forma de una crítica de la filosofía poshegeliana» (1859/1970: 22). La sagrada familia (Marx y Engels, 1845/1956) es, sobre todo, una crítica extensa a Bruno Bauer, los Jóvenes Hegelianos, y su tendencia a una «crítica crítica» especulativa3. En su prefacio, Marx y Engels explicitaron que este tipo de trabajo metateórico constituía un preludio a su teorización futura: «Por lo tanto, presentamos esta polémica como un preliminar a las obras independientes en las que... presentaremos nuestra visión positiva» (1845/1956: 16). En los Grundrisse, Marx (1857-58/1974) elige como antagonistas metateóricos al economista político David Ricardo y al socialista francés Pierre Proudhon (Nicolaus, 1974). A lo largo de las páginas de los Grundrisse, Marx lucha para resolver una serie de problemas teóricos, en parte mediante una crítica a las teorías y a los teóricos mencionados más arriba, y en parte mediante una aplicación de ideas derivadas de Hegel. Aludiendo a la introducción a los Grundrisse, Nicolaus señaló que «refleja en cada línea la lucha de Marx contra Hegel, Ricardo y Proudhon. De ahí extrajo Marx el objetivo más importante de todos; a saber, la formulación de los principios básicos que permitirían escribir la historia dialécticamente» (1974: 42). La Contribución a la crítica de la economía política (Marx, 1859-1970) constituye, como sugiere el título, un esfuerzo por construir un enfoque económico distintivo sobre la base de una crítica de las obras de los economistas políticos.

Incluso El Capital (1867/1967) —que supuestamente es una de las obras más empíricas, puesto que se ocupa directamente de la realidad del mundo capitalista y recurre a las estadísticas e informes oficiales— se inspira en el trabajo metateórico previo que realizó Marx y contiene algún elemento de metateorización propio. De hecho, el subtítulo, Una crítica de la economía política, no deja ninguna duda de sus raíces metateóricas. Con todo, Marx gozó en El Capital de libertad para ser mucho más «positivo»; es decir, para construir su propia orientación teórica distintiva. Esta libertad se debe, en parte, a que había hecho mucho trabajo metateórico en sus primeras obras. Además, gran parte del trabajo metateórico nuevo deriva del denominado cuarto volumen de El capital, publicado con el título de Teorías de la plusvalía (Marx, 1862-63/1963, 1862-63/ 1968). Teorías comprende muchos extractos de la obra de los principales economistas políticos (por ejemplo, Smith, Ricardo), así como análisis críticos realizados por Marx. En suma, se puede decir sin temor a equivocarse que Marx fue, en buena parte, un metateórico, y quizás el teórico clásico de la sociología más metateórico.

3 De hecho, el libro se subtitula Contra Bruno Bauer y compañía.


La estructura de la acción social de Parsons (1937) es el ejemplo más puro (salvo, tal vez, la obra del neoparsoniano Jeffrey Alexander) de Mp. Una buena parte de La estructura de la acción social está dedicada al estudio de la obra de Alfred Marshall, Vilfredo Pareto, Emile Durkheim, y Max Weber4. Y Parsons utiliza esa obra metateórica para comenzar a desarrollar su propia teoría de la acción. Las raíces de la obra de Parsons no se encuentran en el mundo empírico, sino en lo que, desde su punto de vista, eran las ideas convergentes de los teóricos mencionados más arriba.

De hecho, Parsons explícito su enfoque Mp. Consideraba La estructura de la acción social como una «monografía empírica» y afirmaba que los fenómenos estudiados «eran teorías que ciertos escritores habían sostenido sobre otros fenómenos... las teorías que han sido analizadas [constituyen] cuestiones de hecho como cualquiera otras, que requieren verificación mediante el mismo método, el de la observación. En este caso, los hechos se refieren a las obras publicadas de esos escritores» (1949: 697). Pero Parsons no se da por contento con analizar las teorías existentes; su estudio «también ha hecho cierta teorización explícita propia» (1949: 697). En el prefacio a la segunda edición de La estructura de la acción social Parsons subraya esta misma cuestión cuando reflexiona sobre su obra una década después de su publicación: «Resultó un vehículo conveniente para la clarificación de problemas y conceptos, de implicaciones e interrelaciones. Era un medio de hacer inventario de las fuentes teóricas a nuestra disposición... La clarificación obtenida de esta inventarización ha abierto la posibilidad de un ulterior desarrollo teórico de suficiente alcance, de modo que su impulso no se ha agotado en absoluto por el momento» (1949: B).

Sólo dos años depués de la publicación de la segunda edición de La estructura de la acción social, Parsons y Shils (con la ayuda de Olds) explicitaron las raíces metateóricas de la teoría revisada de la acción. En Toward a General Theory of Action [Hacia una teoría general de la acción] (1951), en la primera nota a pie de página, situada junto a la cuarta palabra del libro, afirmaban:

La exposición presente de la teoría de la acción representa, en muy buena medida, una revisión y una extensión de la posición defendida por Parsons en La estructura de la acción social... particularmente a la luz de la teoría psicoanalítica, de los desarrollos en la psicología de la conducta y de los que se han producido en el análisis antropológico de la cultura. (Parsons y Shils, 1951: 53)

En el lapso que media entre la publicación de La estructura de la acción social (1937) y las obras que realizó sobre la teoría de la acción a principios de la década de 1950, Parsons enmendó y cambió su orientación teórica.


4 También comprende el estudio de varias tradiciones filosóficas; por ejemplo, del utilitarismo, el positivismo y el empirismo.


Tal vez esos cambios se debieron a cambios producidos en el mundo social, pero, sin lugar a dudas, las ideas teóricas de Parsons cambiaron a medida que trataba metateóricamente la aportación de varios teóricos, entre ellos el psiquiatra Sigmund Freud5, el antropólogo Franz Boas 6, el conductista Edward Tolman, etc...

Sobre todo, Parsons elaboró su teoría sobre la base de un reanálisis metateórico de su propia obra y de las críticas que ésta había recibido. Así, por ejemplo, al final de su carrera, Parsons (1966, 1971) se orientó hacia la teoría de la evolución a partir de un análisis propio de las deficiencias que los críticos habían señalado en su primera obra1. Parsons precisa esta cuestión en una de sus primeras obras sobre el cambio:

Debo abordar el problema del cambio social. Me gusta hacerlo debido a la importancia intrínseca de la cuestión y a que el lugar que ocupa en mi obra ha supuesto una fuente de preocupación, e incluso de polémica. Además, ahora dedico una atención más explícita a este asunto que antes, y algunas de las ideas que voy a exponer son, desde mi punto de vista, nuevas. (Parsons, 1961:219).

Aunque hemos escogido a Marx y a Parsons para analizarlos en detalle, el hecho es que virtualmente todos los teóricos clásicos (y contemporáneos) eran metateóricos y, más específicamente, practicaban la Mp.

Hay varios ejemplos que ilustran el tercer tipo de metateorización, Mo. Entre ellos se cuentan la «matriz disciplinar» de Wallace (1988), el «paradigma sociológico integrado» de Ritzer (1979, 1981a) (véase más adelante), la metasociología positivista de Furfey (1953/1965), la metasociología «neodialéctica» de Gross (1961), la «lógica teórica general de la sociología» de Alexander (1982) y los supuestos y modelos del estado (derivadas de Alexander) de Lehman (1988).

Los trabajos de Wallace y de Ritzer pertenecen a la categoría Mo debido a que sus perspectivas más importantes se derivan de un estudio meticuloso de la teoría sociológica. En cambio, las obras de Furfey y Gross defiende que sus orientaciones preceden e informan la teoría sociológica. Finalmente, los trabajos de Alexander y Lehman representan tipos mixtos de metateorización. Su adopción de un enfoque multidisciplinar precede el estudio de la teoría, mientras su análisis de la acción y el orden se derivan más bien de un enfoque Mo. A pesar de estas diferencias, los seis trabajos producen perspectivas teóricas englobadoras.


5 De hecho, en el prefacio a la segunda edición de La estructura de la acción social, Parsons analiza la necesidad de hacer un «análisis completo del desarrollo teórico de Freud dentro del contexto de la 'teoría de la acción social'» (1949).

6 Sin embargo, Parsons no considera a Boas «un teórico de la misma talla teórica» que Freud, Durkheim o los otros pensadores destacados que analizó (1949).

7 En términos de su trabajo metateórico, ni siquiera he mencionado las incursiones de Parsons en M^ en sus frecuentes ensayos sobre el estado general de la teoría sociológica, como «Las perspectivas de la teoría sociológica» (1954a) y «Posición actual y perspectivas de la teoría sistemática en sociología» (1954b). También merece mención el papel que desempeñó Parsons como primer editor del American Sociologist original, fundado como principal órgano de difusión del trabajo metateórico.


Las tres variedades de metateoría son tipos ideales. En la realidad suele darse un solapamiento considerable de los objetivos de los trabajos metateóricos. No obstante, los que hacen un tipo determinado de metateorización tienden a interesarse menos por alcanzar los objetivos que persiguen los otros dos tipos.

Por supuesto, hay sociólogos que en algún momento han hecho los tres tipos de metaeorización. Por ejemplo, Alexander (1982-1983) crea perspectivas englobadoras ( M 0 ) en el primer volúmen de Theoretical Logic in Sociologyi las utiliza en los siguientes tres volúmenes para alcanzar una mayor comprensión ( M u ) de los teóricos clásicos y más recientemente ha intentado contribuir a la creación del neofuncionalismo (Mp) como sucesor teórico del funcionalismo estructural (Alexander, 1985b; Alexander y Colomy, 1990).


Las ventajas de la metateorización

La metateorización poroporciona tres ayudas totalmente esenciales para la teoría sociológica. Primera, la Mu ofrece métodos sistemáticos para la comprensión, la evaluación, la crítica y la mejora de las teorías existentes. Segunda, Mp representa una de las bases importantes para la creación de una nueva teoría.

Tercera, Mo brinda a los teóricos (así como a los profesionales e investigadores) perspectivas teóricas englobadoras útiles. Pasemos a analizar cada una de estas tres funciones.

La responsabilidad distintiva de la metateorizazión (Mu) es aumentar el nivel de comprensión de todas las teorías sociológicas. Mientras los sociólogos leen teoría superficialmente, los metateóricos estudian sistemáticamente la teoría y realizan análisis meticulosos (y con frecuencia, comparativos) de toda una serie de teorías sociológicas. Los metateóricos tienen a su disposición un arsenal de herramientas, que les permiten descubrir muchas cosas acerca de la teoría sociológica, que no son visibles para el estudioso ordinario de teoría. Además de facilitar una comprensión más profunda de la teoría, la metateorización sistemática les permite evaluar más adecuadamente y analizar críticamente las teorías existentes. En último, y tal vez más importante lugar, los metateóricos tienen mayor capacidad para descubrir la manera de mejorar ciertas teorías específicas, así como la teoría en general.

El uso de las herramientas de la Mu permite a los metateóricos descubrir cosas interesantes, importantes y, a veces, sorprendentes acerca de las teorías y los teóricos. Por ejemplo, las herramientas de la Mu que se utilizan en los análisis comparados muestran que la teoría sociológica ha pasado por cuatro periodos principales durante las cuatro últimas décadas (Ritzer, en prensa b). El concepto de paradigma nos permite describir la década de los sesenta como un periodo multiparadigmático, con divisiones teóricas y conflictos entre y dentro de los paradigmas (Ritzer, 1975a, 1975b). La distinción micro-macro caracteriza tanto el surgimiento de las teorías microsociológicas durante los años setenta (Ritzer, 1985), como los esfuerzos teóricos invertidos en la síntesis micro-macro de los años ochenta. Estas últimas observaciones han conducido a la identificación de la emergencia de una amplia serie de esfuerzos sintéticos que caracterizan los inicios de la década de los noventa (Ritzer, 1990b).

Estos análisis, tomados en conjunto, no constituyen una historia de la teoría sociológica reciente, pero sí representan un análisis metateórico de esa historia.

No los hemos expuesto como una alternativa a la historia de la teoría sociológica. En efecto, la combinación de los análisis metateóricos y de los que son más propiamente históricos, aumenta probablemente nuestro nivel de comprensión de la teoría.

El Mu no sólo mejora la comprensión de la teoría sociológica, sino que permite también a los metateóricos evaluar y criticar sistemáticamente las teorías. Por ejemplo, el concepto micro-macro utilizado en un examen crítico (Ritzer, 1985) de la obra de Randall Collins sobre las cadenas de interacción rituales (1981a, 1981b) descubre que esta obra falla debido a su reduccionismo micro. En un trabajo posterior Collins intenta rectificar este desequilibrio dando más importancia a los fenómenos macro.

El análisis M u no sólo permite a los metateóricos comprender y evaluar mejor las teorías, sino también puede contribuir directemente a la mejora de las teorías sociológicas. Por ejemplo, el análisis metateórico del movimiento actual hacia las síntesis teóricas sugiere que la teoría sociológica mejoraría si algunos de los defensores de virtualmente todas la teorías sociológicas se alejaran de su adherencia a una teoría específica o a un nivel particular de análisis. (Sin embargo, esto no quiere decir que todos los teóricos deban orientarse hacia la síntesis. Las perspectivas teóricas específicas tienen cierta utilidad). El modelo podría ser, por ejemplo, el funcionalismo estructural, que se ha extendido debido al esfuerzo de algunos pensadores (Alexander, 1985b; Alexander y Colomy, 1990) por integrar ideas procedentes de otras perspectivas teóricas (por ejemplo, la teoría del conflicto, la etnometodología). Al mismo tiempo, el enfoque tradicional del funcionalismo estructural sobre los fenómenos macro (la estructura social, la cultura), incluye ahora un mayor interés por los fenómenos micro. Esta doble extensión ha transformado el funcionalismo estructural en neofuncionalismo y ha aumentado su alcance y poder. El resultado de esta extensión es ora el triunfo de un neofuncionalismo más integrado, ora una bifurcación por la que, por un lado, el funcionalismo estructural sigue comprometido con un enfoque en el nivel macro, y por otro, vemos el neofuncionalismo como una perspectiva integradora distintiva. Este tipo de cosas se han producido en las fronteras de muchas otras perspectivas teóricas (por ejemplo, en el interaccionismo simbólico [Fine, 1990]).

La segunda gran aportación de la metateorización es la creación de una nueva teoría. Mientras esta es la meta distintiva de la Mp , la creación de una teoría también puede resultar de la My . La línea divisoria entre una teoría mejorada y una nueva teoría suele ser confusa. Por ejemplo, hemos señalado que Alexander, en parte a través del análisis Mv , se embarcó en un esfuerzo por mejorar el funcionalismo estructural. Sin embargo, hay algunos (por ejemplo, Turner y Maryanski, 1988) que aprecian tantas diferencias entre el funcionalismo estructural tradicional y el neofuncionalismo, que consideran éste último como una nueva teoría.

También puede ocurrir que los trabajos en la línea MQ conduzcan a la creación de una nueva teoría. Perspectivas englobadoras tales como el positivismo, el antipositivismo y el pospositivismo han contribuido a generar en el transcurso del tiempo una amplia serie de teorías. Teorías tales como el funcionalismo estructural y la teoría del intercambio tienen raíces claras en el positivismo, mientras muchas variedades de la teoría neomarxista y la fenomenología están más bien arraigadas en las perspectivas englobadoras del antipositivismo. El pospositivismo puede ser considerado la base del posmodernismo, del posestructuralismo, y tal vez incluso del neofuncionalismo.

La creación de una nueva teoría constituye la función distintiva de la Mp. La reflexión metateórica sobre la obra de otros teóricos ha sido, continúa siendo, y siempre debe ser una fuente importante para la creación de una nueva teoría. Una de las funciones más importantes de la metateorización, especialmente de la Mp , para la sociología es la producción constante y continuada de nuevas teorías.

La tercera función de la metateorización es la producción de perspectivas teóricas englobadoras. Mientras que este es el papel distintivo de la Mo , la Mu y la Mp pueden también servir a este fin. Por ejemplo, el trabajo de la Mu (Ritzer, 1975a) sobre la estructura paradigmática de la sociología condujo a la generación de una orientación trascendental, al paradigma sociológico integrado (Ritzer, 1981a). Sin embargo, la Mo se dirige específicamente hacia la generación de perspectivas englobadoras. En una era que se caracteriza por el análisis específico de síntesis de teorías y niveles de análisis, es importante (por muy deseable que sea aquel trabajo) que, al menos, algunos sociólogos produzcan estas perspectivas trascendentales (véase Antonio, 1990; Kellner, 1990). Estas perspectivas englobadoras son esenciales para no perder de vista los parámetros de la disciplina.


Críticas a la metateorización

Hasta mediados de la década de los ochenta, los aspectos más visibles de la metateorización fueron probablemente las críticas, con frecuencia duras, que se han hecho a la metateorización (R.Collins, 1986; Skocpol, 1986; J.Turner, 1985a, 1986; para una exposición y análisis de estas críticas, véase Ritzer, 1988). Es este un evento infrecuente en la historia de los círculos académicos: la aparición de críticas altamente visibles e influyentes antes de que fuese atacada la emergencia total de este campo. Por supuesto, lo que esto significa es que este campo simpre ha existido, al menos en un estado incipiente. Se ha realizado mucho trabajo metateórico bajo una amplia serie de otras denominaciones —«sociología de la sociología», «sociología de la ciencia», «sociología del conocimiento», «historia de la sociología»— y, más notablemente, como parte constituyente de la teoría sociológica. De hecho, la mayoría de las críticas han sido realizadas por metateóricos cerrados (por ejemplo, R. Collins, Skocpol, J. Turner), que tal vez carecían de una concepción nítida de lo que estaban criticando. Pasemos a analizar las tres críticas más importantes que se han hecho a la metateorización sociológica.

Jonathan Turner critica la metateoría, principalmente por razones pragmáticas aduciendo que, desde su punto de vista, «se empantana con frecuencia en cuestiones sumamente filosóficas e inmoviliza la construcción teórica... la metateoría suele bloquear tanto como estimula la actividad teórica, porque enreda a los teóricos en controversias intrínsecamente insuperables y siempre discutibles» (1986: 10; véase también J. Turner 1985a). Más tarde, Turner califica la teoría de «interesante, pero contraproducente» y sostiene que los que la proponen y defienden «nunca se han acercado al desarrollo de una teoría» (1986: 26).

En una recensión crítica de un libro (Alford y Friedland, 1985) sobre sociología política, Theda Skocpol (1986) señala que, en su opinión, en este subcampo lo idóneo y útil es la producción de teoría e investigación sustantiva. Describe peyorativamente la obra de Alford y Friedland como «quinientas páginas de nada más que metateoría» (Skocpol, 1986: 10). Critica duramente a los autores por «encasillar» la obra de los sociólogos de la política, por defender la necesidad de una teoría integrada inspirada en cada una de las casillas sin especificar el contenido de esa teoría, por defender que los diferentes tipos de enfoque se ajustan a los distintos niveles de análisis, y por ignorar el hecho de que la mejor tarea que se ha realizado en sociología política ha sido analizar la interrelación entre estos niveles. Expresa su deseo de que Alford y Friedland regresen al trabajo sustantivo en el campo de la sociología política, mientras predica «que el Señor proteja a otros sociólogos de la política y les haga desear la muerte final de la metateoría» (Skocpol, 1986: 11-12). El uso de la expresión «la muerte final» en esta frase, así como en el título de su recensión, implica claramente que Skocpol no confiere ningún papel productivo a la metateoría dentro de la sociología.

Tal vez la crítica más interesante de las que ha recibido la metateoría sea la de Randall Collins (1986). Al principio, Collins asociaba la metateoría con un antipositivismo irrelevante. Sin embargo, pronto elaboró una crítica más general:

No me sorprende que la metateoría no vaya a ninguna parte; es, en lo fundamental, una especialidad reflexiva, capaz de hacer comentarios sobre otros campos, pero dependiente de la vida intelectual de aquellos campos que puede formalizar.... o criticar. Esto explica por qué la mayoría del trabajo intelectual de nuestros días consiste en hacer comentarios sobre obras del pasado en lugar de construcciones creativas por sí mismas. (R. Collins, 1986: 1343).


A pesar de su crítica a la metateoría, Collins procede a hacer lo que él mismo condena: emprende un análisis metateórico de una variedad de obras del pasado (reciente).

Más que conseguir la dilación del desarrollo de la metateorización en sociología, las críticas de esta índole han surtido el efecto contrario, han legitimado el trabajo de los metateóricos y han conducido al florecimiento del trabajo metateórico.


La explosión actual del interés por la metateorización

Por explosión actual del interés por la metateorización , la idea que queremos expresar es el enorme aumento que ha experimentado la cantidad de trabajos que son explícita y autoconscientemente metateóricos. La evidencia más objetiva nos la proporciona un estudio realizado por Fuhrman y Snizek (1990) acerca de las publicaciones que han aparecido durante la última década, que indica que existe un fuerte y creciente interés por la metateorización en sociología. Una relación numerosa del trabajo de ambos incluye obras que han sido recientemente publicadas o están en prensa. Inmediatamente después de terminar su estudio han aparecido muchos otros trabajos metateóricos (por ejemplo, Berger, Wagner, y Zelditch, 1989; J. Turner, 1989a). Este aumento se refleja también en el proceder de la revista Sociological Theory, que dedica cada vez más espacio a ensayos explícitamente metateóricos (por ejemplo, Fararo, 1989; Levine, 1989; Ritzer, 1988).

Además, una serie de libros recientes (y en prensa) también son explícita-mente metateóricos (Fiske y Schweder, 1986; Osterberg, 1988; Ritzer, 1991; J. Turner, 1989b), y muchos, tal vez la mayoría, de los libros de teoría sociológica son implícitamente metateóricos. En marzo de 1990, Sociological Forum dedicó un ejemplar monográfico a la metateorización en sociología (Ritzer, 1990c), y en 1992, la editorial Sage ha publicado un libro dedicado a estudios metateóricos (Ritzer c, en prensa). Aparte de estos trabajos, hay toda una serie de obras (cuya cantidad aumenta) que han tratado cuestiones metateóricas más específicas, tales como el vínculo micro-macro (Alexander et al., 1987; R. Collins, 1981a, 1981b, 1988; Ritzer, 1990a), la relación entre acción y estructura (Archer, 1982, 1988; Bernstein, 1971; Giddens, 1984), y los niveles del análisis social (Ritzer, 1989; Wiley, 1988, 1989). Si bien es posible que todo esto represente el auge de la metateorización en sociología, hay muchas razones para creer que representa más bien el despegue de una amplia variedad, y un número creciente, de obras metateóricas en el campo de la sociología.

Una vez que hemos expresado esta idea, ahora retornamos al enfoque metateórico específico implícito en este libro. Como veremos, implica una combinación de Mu y MQ . Comenzaremos con un breve análisis de la obra de Tilomas Kuhn, y luego examinaremos mi análisis (Mu ) de los múltiples paradigmas de la sociología. Finalmente, analizaremos la herramienta metateórica —el paradigma sociológico integrado (M0)— que constituye la fuente de los niveles de análisis utilizados para estudiar las teorías sociológica analizadas en este libro.


LAS IDEAS DE THOMAS KUHN

En 1962 el filósofo de la ciencia Thomas Kuhn publicó un pequeño libro titulado The Structures of Scientific Revolutions [La estructura de las revoluciones científicas]. Como este libro se enmarcaba en la filosofía, parecía estar destinado a tener un estatus marginal dentro de la sociología. Y era así porque se centraba en las ciencias duras (la física, por ejemplo) y parecía tener escasa relación directa con las ciencias sociales. Sin embargo, las tesis del libro demostraron ser de sumo interés para estudiosos de una amplia serie de campos (por ejemplo, Hollinger, 1980 en historia; Searle, 1972 en lingüística; Stanfíeld, 1974 en economía), y para ninguno cobró tanta importancia como para los sociólogos. En 1970, Robert Friedrichs publicó la primera y más importante obra desde una perspectiva kuhniana, A Sociology of Sociology [Sociología de la sociología]. Desde entonces ha habido una producción constante de trabajos desde esta perspectiva (Eckberg y Hill, 1979; Effrat, 1972; Eisenstadt y Curelaru, 1976; Falky Zhao, 1989, 1990; Friedrichs, 1972a; Greisman, 1986; Lodahl y Gordon, 1972; Phillips, 1973, 1975; Quadagno, 1979; Ritzer, 1975a, 1975b, 1981b; Rosenberg, 1989; Snizek, 1976; Snizek et al., 1979). Es indudable que la teoría kuhniana constituye una variedad importante de la My, pero, ¿cuál era exactamente el enfoque de Kuhn? Una de las metas de Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas era desafiar las suposiciones comunes acerca del modo en que la ciencia cambia. Desde el punto de vista de la mayoría de los profanos y de muchos científicos, la ciencia avanza de un modo acumulativo, de manera que cada avance se construye inexorablemente sobre todos los que le han precedido. La ciencia ha alcanzado su estatus presente a través de aumentos lentos y constantes de conocimiento. Y avanzará incluso más en el futuro. Esta concepción de la ciencia había sido enunciada por el físico Isaac Newton, quien afirmó que «Si he logrado ver más lejos, ha sido encaramándome a hombros de gigantes». Pero Kuhn creía que esta concepción del desarrollo acumulativo de la ciencia era un mito, e intentó destruirlo.

Kuhn admitió que la acumulación jugaba cierto papel en el avance de la ciencia, pero los principales cambios resultaban de las revoluciones. Kuhn ofreció una teoría de cómo se habían producido los principales cambios científicos.

Creía que la ciencia estaba siempre dominada por un paradigma específico (definido hasta ese momento como una imagen fundamental del objeto de la ciencia). La ciencia normal consiste en un periodo de acumulación de conocimientos en el que los científicos trabajaban para extender el paradigma dominante. Este trabajo científico inevitablemente genera anomalías, o hallazgos, imposibles de explicar mediante el paradigma dominante. Si estas anomalías aumentan se produce una etapa de crisis, que puede desembocar en una revolución científica. El paradigma dominante se abandona y se reemplaza por otro nuevo, que ocupa su lugar en el núcleo de la ciencia. Nace un nuevo paradigma dominante, y de nuevo se repite el ciclo. La teoría de Kuhn se puede describir esquemáticamente como sigue:

Paradigma I > Ciencia normal > Anomalías > Crisis > Revolución > Paradigma II.

En los periodos de revolución es cuando se producen los grandes cambios en la ciencia. Esta idea sitúa evidentemente a Kuhn frente a la mayoría de las concepciones del desarrollo científico.

El concepto clave del enfoque de Kuhn y de este Apéndice, es el de paradigma. Desgraciadamente, Kuhn ofrece una definición vaga de paradigma.

Margaret Masterman (1970) señala que Kuhn utilizó el término en, al menos, veintiún sentidos diferentes. Pero nosotros emplearemos una definición de paradigma que creemos fiel al significado y espíritu de su obra.

Un paradigma sirve para diferenciar una comunidad científica de otra. Se puede utilizar para distinguir la física de la química o la sociología de la psicología. Estos campos tienen paradigmas distintos. También se puede utilizar para distinguir entre etapas históricas diferentes en el desarrollo de una ciencia. El paradigma reinante de la física en el siglos XIX difiere considerablemente del que la dominó a principios del siglo xx. Hay un tercer uso del concepto de paradigma, que constituye el más útil para nosostros aquí. Los paradigmas pueden servir para distinguir entre grupos cognoscitivos dentro de una misma ciencia. En el psicioanálisis contemporáneo, por ejemplo, se pueden distinguir los paradigmas de Freud, de Jung y de Horney (entre otros) —es decir, hay múltiples paradigmas en el psicoanálisis— y lo mismo ocurre en la sociología y en muchos otros campos.

Pasemos a ofrecer una definición de paradigma que creemos fiel al significado de la obra original de Kuhn:

Un paradigma es una imagen básica del objeto de una ciencia. Sirve para definir lo que debe estudiarse, las preguntas que es neceario responder, c ó m o deben responderse y qué reglas es preciso seguir para interpretar las respuestas obtenidas. El paradigma es la unidad más general de consenso dentro de una ciencia y sirve para diferenciar una c o m u n i d a d científica (o subcomunidad) de otra. Subsume, define e interrelaciona los ejemplares, las teorías [cursivas añadidas], y los métodos e instrumentos disponibles. (Ritzer, 1975a: 7).

Con esta definición podemos proceder al análisis de la relación entre los paradigmas y las teorías. Las teorías son sólo parte de los grandes paradigmas.

Dicho de otro modo, un paradigma puede abarcar dos o más teorías, así como diferentes imágenes del objeto, los métodos (e instrumentos), y los ejemplares (obras específicas del trabajo científico que constituyen modelos para todos los que lo siguen). Uno de los objetivos de este Apéndice es identificar los paradigmas fundamentales de la sociología.


LA SOCIOLOGIA: UNA CIENCIA MULTIPARADIGMATICA

La idea de que la sociología es una ciencia multiparadigmática ha recibido cierto apoyo empírico (Lodahl y Gordon, 1972), pero la mayoría de los análisis realizados sobre el estatus paradigmático de la sociología son conceptuales.

En la primera aplicación sistemática de las ideas kuhnianas a la sociología, Robert Friedrichs (1970) presentó dos imágenes diferentes del estatus paradigmático de la sociología, pero ambas reafirmaban la idea de que la sociología era una ciencia multiparadigmática. Por una parte, Friedrichs señaló que, a pesar del gran consenso que existió en el pasado, la sociología se había dividido entre un paradigma sistémico (que acentúa la integración societal y el consenso) y un paradigma del conflicto (que acentúa la desintegración societal y la coerción), con una amplia serie de perspectivas diferentes que constituyen paradigmas potenciales. Estos paradigmas se basan en las imágenes fundamentales del objeto de la sociología, pero Friedrichs pensaba que tenían una importancia secundaria frente a los otros dos paradigmas que se centraban en las imágenes que tenían los sociólogos de sí mismos como agentes científicos. Estos eran el paradigma profético y el sacerdotal. Mientras los sociólogos proféticos se consideraban agentes del cambio social, los sociólogos sacerdotales se calificaban de científicos «libres de valores». La cuestión más importante para nuestros propósitos es que, en sus análisis tanto de las imágenes del objeto de la sociología como de las que tienen los sociólogos de sí mismos, Friedrich concluye que la sociología es una ciencia multiparadigmática.

Andrew Effrat (1972) se alineó abiertamente con los que consideraban la sociología como una ciencia multiparadigmática, aunque se equivocó al confundir teorías específicas con paradigmas. Effrat concluyó su trabajo presentando una lista algo confusa de paradigmas que incluía el marxista, el freudiano, el durkheimíano, el weberiano, el fenomenològico, el etnometodológico, el del interaccionismo simbólico y el de la teoría del intercambio. Como veremos, todos ellos constituyen más bien componentes teóricos de los paradigmas múltiples de la sociología. Sin embargo, Effrat acertó en su imagen multiparadigmática de la sociología.

S.N. Eisenstadt y M. Curelaru (1976) distinguieron entre el paradigma discreto, el del sistema cerrado, y el del sistema abierto. Distinguieron estos paradigmas en función del desarrollo histórico del campo. El primero es el paradigma discreto, que se centra en entidades concretas separadas tales como las propiedades ecológicas, el tamaño de los grupos, o las características raciales y psicológicas. Con esta imagen del mundo como conjunto de unidades aisladas, los que operaban con este paradigma tenían dificultades a la hora de analizar cuestiones relaciónales tales como la emergencia, la innovación y la creatividad. Este antiguo paradigma primitivo dejó sólo una débil huella en el desarrollo de la sociología, y persiste hoy exclusivamente en ciertas áreas aisladas. Con el correr de la historia fue sustituido por el modelo del sistema cerrado, cuyos defensores contemplan la sociedad como compuesta de elementos separados, pero interrelacionados. Los que trabajan de acuerdo con este paradigma tienden a creer que un elemento domina a los demás. En la opinión de Eisenstadt y Curelaru (el autor de este libro disiente de ellos), Marx operó de acuerdo con este paradigma debido a su hincapié en el sector económico. Este paradigma, a su vez, fue reemplazado por el modelo del sistema abierto, que se centra en la «dinámica interna del sistema, las interconexiones, y la retroalimentación continua entre los componentes del orden social» (Eisenstadt y Curelaru, 1976: 92).

Aunque la evolución de estos paradigmas no sigue «un camino simple, natural y cronológico», y se produce un «solapamiento temporal y operativo considerable de los diferentes enfoques», hay en la perspectiva de Eisenstadt y Curelaru una tendencia hacia el paradigma de sistema abierto.

Charles Lemert afirmó que, más que estar constituida de paradigmas múltiples, la sociología está unificada por su homocentrismo, «la idea decimonónica de que el hombre es la medida de todas las cosas» (1979: 13). Aunque es cierto que la sociología se centra en las personas, es cuestionable si eso constituye una prueba de que la sociología está unificada. Una conclusión igualmente plausible es la de que hay paradigmas múltiples en sociología y de que las fuentes de sus diferencias se derivan de las diversas interpretaciones de la humanidad. En mi opinión, las ideas del homocentrismo y de los paradigmas múltiples no son recíprocamente excluyentes.

Lemert concluyó que, a pesar de su homocentrismo unificador, se dan importantes diferencias paradigmáticas entre los diversos modos del discurso sociológico. Distinguió estos modos a partir de una base lingüística. El primero es la sociología léxica, cuya orientación es fundamentalmente técnica. El segundo, la sociología semántica, que se centra en la interpretación del significado que sólo las personas (no los animales) son capaces de producir. Finalmente, está la sociología sintáctica, cuya orientación es fundamentalmente política.

Así, para Lemert, existen paradigmas múltiples, al menos en la sociología contemporánea.


Los grandes paradigmas sociológicos

Aunque todas las perspectivas que acabamos de presentar tienen cierta utilidad, mi trabajo inicial sobre el estatus paradigmático de la sociología (Ritzer, 1975a, 1975b, 1980) proporciona la base para la perspectiva metateórica, que ha guiado el análisis de la teoría sociológica clásica a lo largo del presente libro. Igual que la mayoría de los autores que acabamos de estudiar, yo concibo la sociología como una ciencia multiparadigmática. En mi opinión, hay tres paradigmas que dominan la sociología, junto a otros muchos que potencialmente pueden alcanzar el estatus de paradigma. Los denomino el paradigma de los hechos sociales, el de la definición social y el de la conducta social.


El paradigma de los hechos sociales

1. Ejemplar: El modelo para los partidarios del paradigma de los hechos sociales es la obra de Emile Durkheim, particulamente Las reglas del método sociológico y El suicidio.

2. Imagen del objeto: Los partidarios del paradigma de los hechos sociales analizan lo que Durkheim denominó hechos sociales, o las grandes instituciones y estructuras sociales. Los que se adhieren a este paradigma se centran no sólo en estos fenómenos, sino también en su influencia sobre el pensamiento y la acción individuales.

3. Métodos: Quienes defienden este paradigma suelen tender más a utilizar el método del cuestionario-entrevista8 y los métodos históricos comparados que los que se adhieren a otros paradigmas.

4. Teorías: El paradigma de los hechos sociales abarca varias perspectivas teóricas. Los teóricos del análisis estructural-funcional tienden a considerar que los hechos sociales están estrechamente interrelacionados y que el orden se mantiene mediante el consenso general. Los teóricos del conflicto tienden a subrayar el desorden entre los hechos sociales, y comparten la idea de que el orden se mantiene mediante fuerzas coercitivas de la sociedad. Aunque el funcionalismo estructural y la teoría del conflicto son las teorías dominantes de este paradigma, hay otras, entre ellas, la teoría de sistemas.


El paradigma de la definición social

1. Ejemplar. Para los partidarios del paradigma de la definición social, el modelo unificador es la obra de Max Weber sobre la acción social.

2. Imagen del objeto: La obra de Weber suscita un interés entre los estudiosos de la definición social por el modo en que los actores definen sus situaciones sociales y la influencia de estas definiciones en la acción y la interacción consecuentes.

3. Métodos: Si bien muchos defensores del paradigma de la definición social utilizan el método del cuestionario-entrevista, suelen tender más a utilizar el método de la observación que los que se adhieren a otros paradigmas. En otras palabras, la observación es el método distintivo de los partidarios de este paradigma.

8 William Snizek (1976) ha demostrado que el cuestionario de entrevista es dominante en todos los paradigmas.

4. Teorías: Hay muchas teorías que pueden incluirse en el paradigma de la definición social: la teoría de la acción, el interaccionismo simbólico, la fenomenología, la etnometodología y el existencialismo.


El paradigma de la conducta social

1. Ejemplar: El modelo para los sociólogos que se adhieren al paradigma de la conducta social es la obra del psicólogo B.F. Skinner.

2. Imagen del objeto: El objeto de la sociología para los conductistas sociales es la conducta irreflexiva de los individuos. Las recompensas que provocan conductas deseables y los castigos que inhiben las conductas indeseables son de gran interés para los conductistas sociales.

3. Métodos: El método distintivo del conductismo social es el experimento.

4. Teorías: Dos enfoques teórico-sociológicos pueden incluirse bajo la denominación «conductismo social». El primero es la sociología conductista, estrechamente relacionada con el conductismo psicológico puro; y el segundo, y más importante que el primero, la teoría del intercambio 9.


9 Entre los análisis que se han realizado a partir del esquema de paradigmas de Ritzer, figuran Eckberg y Hill (1979), Friedheim (1979), Harper, Sylvester, y Walczak (1980), Snizek (1976), y Staats (1976).


HACIA UN PARADIGMA SOCIOLOGICO MAS INTEGRADO

Además de especificar la naturaleza multiparadigmática de la sociología, otro objetivo de mis primeros trabajos era defender una mayor integración paradigmática en el área de la sociología. Aunque hay razones que demuestran la utilidad de los paradigmas existentes, también se percibe la necesidad de un paradigma más integrado. Los paradigmas existentes tienden a ser parciales y se centran en niveles específicos del análisis social, y no consideran, o lo hacen ligeramente, los demás paradigmas. Esta cuestión se refleja en la preocupación de los defensores del paradigma de los hechos sociales por las macroestructuras; la preocupación de los partidarios de la definición social por la acción, la interacción y la construcción social de la realidad; y la preocupación de los conductistas sociales por la conducta. Es este tipo de parcialidad lo que conduce a lo que yo percibo como un creciente interés por un enfoque más integrado entre numerosos sociólogos (Ritzer, en prensa, b). (Lo cual no es sino una parte de lo que considero un creciente interés por la integración entre varias ciencias sociales; véase especialmente Mitroff y Kilmann, 1978.) Por ejemplo, Robert Merton, representante de los defensores de los hechos sociales, percibió que la perspectiva de los hechos sociales y la de la definición social eran mutuamente enriquecedoras, y «opuestas sólo en el sentido en el que se oponen los huevos y las patatas: son preceptivamente diferentes, pero mutuamente enriquecedores» (1975: 30). Entre los partidarios de las definiciones sociales, Hugh Mehan y Houston Wood afirman que uno de los componentes teóricos de su perspectiva (la etnometodología) acepta al menos uno de los principios básicos del paradigma de los hechos sociales: «La realidad de un mundo externo y constrictivo» (1975: 180). Entre los conductistas sociales, Arthur Staats (1976) se esfuerza por integrar los procesos mentales creativos (elemento central de las definiciones sociales) con el conductismo tradicional. La demanda general de un paradigma más integrado es importante, pero lo que se requiere es intentar definir cómo debería ser tal paradigma.

La clave de un paradigma integrado es la noción de los niveles del análisis social (Ritzer, 1979, 1981a). Sin lugar a dudas, el lector es consciente de que el mundo social no está, en realidad, dividido en niveles. De hecho, la realidad social se contempla como una enorme variedad de fenómenos sociales, que experimentan una continua interacción y un constante cambio. Los individuos, los grupos, las familias, las burocracias, la política, y muchos otros fenómenos sociales altamente diversos representan una cantidad desconcertante de fenó- menos que constituyen el mundo social. Resulta harto difícil poder controlar tal número de fenómenos sociales de tantos tipos y tan mutuamente relacionados.

Se requiere algún esquema conceptual, y los sociólogos han desarrollado varios esquemas de este tipo para analizar el mundo social. La idea de los niveles de análisis que utilizamos aquí puede ser considerada como uno de los numerosísimos esquemas que se pueden utilizar, y han sido utilizados, para estudiar las complejidades del mundo social.


Niveles del análisis social: una revisión de la literatura

Aunque la idea de los niveles está implícita en una buena parte de la sociología, ha recibido relativamente poca atención explícita. Al centrarnos en los niveles, simplemente vamos a hacer explícito lo que ha estado implícito en la sociología.

Este Apéndice se cierra con una conceptualización de los principales niveles del análisis social. Pero para comprender adecuadamente esa conceptualización, es preciso hacer ciertas diferenciaciones preliminares. Como veremos, en el desarrollo de los principales niveles del mundo social es útil señalar dos continua de la realidad social. [El primero es el continuum microscópico-macroscópico.] Es relativamente fácil considerar que el mundo social está constituido de una serie de entidades que oscilan desde las más grandes a las más pequeñas. En su vida cotidiana la mayoría de las personas conciben el mundo social en estos términos. Y en el mundo académico algunos pensadores han trabajado con un continuum micro-macro (entre ellos, Alexander et al., 1987; Blalock y Wilken, 1979; Bosserman, 1968; Edel, 1959; Gurvitch, 1964; Johnson, 1981; Korenbaum, 1964; Ritzer, 1990a; Wagner, 1964). Tanto para los profanos como para los académicos, el continuum se basa en la idea simple de que los fenómenos sociales varían enormemente en magnitud. En el extremo macro del continuum figuran fenómenos sociales de gran escala tales como los grupos de sociedades (por ejemplo, los sistemas mundiales capitalistas y socialistas), las sociedades y las culturas. En el extremo micro del continuum figuran los actores individuales y sus pensamientos y acciones. En medio hay una amplia serie de grupos, colectividades, clases sociales y organizaciones. Encontramos cierta dificultad para reconocer estas distinciones y reflexionar sobre el mundo en términos micro-macro. No existen líneas divisorias marcadas entre las unidades microsociales y las macrounidades. Lo que vemos con claridad es un continuum que va desde el extremo micro al extremo macro.

El segundo continuum es la dimensión objetivo-subjetivo del análisis social. En cada extremo del continuum micro-macro podemos diferenciar entre componentes subjetivos y objetivos. En el micronivel, en el extremo individual, están los procesos mentales subjetivos de un actor y las pautas objetivas de acción e interacción con las que el actor se encuentra comprometido. Lo subjetivo se refiere aquí a algo que ocurre aisladamente en el reino de las ideas, mientras lo objetivo hace referencia a eventos reales y materiales. Esta misma diferenciación también la encontramos en el extremo macro del continuum.

Una sociedad se compone tanto de estructuras objetivas, como el gobierno, las burocracias y las leyes, como de fenómenos subjetivos tales como las normas y los valores. El continuum subjetivo-objetivo es más complicado que el continuum micro-macro, e incluso es, como veremos, más complicado de lo que parece en esta introducción. Para intentar clarificar las cosas, y para alcanzar una mayor complejidad, procedamos a examinar ejemplos concretos, así como trabajos de varios sociólogos sobre el continuum objetivo-subjetivo.

Consideremos, por ejemplo, la compra de un automóvil nuevo. En el nivel microsubjetivo analizaríamos las actitudes y las orientaciones del comprador, que influyen en el tipo de automóvil que va a comprar. Sin embargo, el comprador podría desear (estado subjetivo) adquirir un coche deportivo y, en realidad, comprar (acto objetivo) un modelo económico; ésa es, precisamente, la diferencia principal entre los niveles microsubjetivo y microobjetivo. A algunos sociólogos les preocupan los estados mentales subjetivos, y a otros los actos objetivos. En muchos casos resulta útil e importante entender la interacción entre estos dos niveles micro.

El nivel macro también tiene una dimensión objetiva y otra subjetiva. Durante muchos años la mayoría de los estadounidenses compartía una serie de preferencias por los coches grandes y potentes. Era ese un conjunto subjetivo de actitudes compartido por una inmensa cantidad de personas. Más tarde, una serie de cambios objetivos acaecidos en el nivel societal influyó en estas actitudes compartidas. Se formó la OPEP, el suministro de petróleo a los Estados Unidos menguó y el gobierno intervino para jugar un papel más activo en las cuestiones relativas al petróleo. Estos y otros cambios estructurales macro produjeron cambios en las preferencias compartidas de multitud de personas. De la noche a la mañana, muchas comenzaron a apreciar los automóviles pequeños y de bajo consumo. Este cambio, a su vez, condujo a una alteración considerable en la estructura de las compañías de automóviles estadounidenses. También cambiaron los pensamientos y las acciones de muchos estadounidenses. Así, la compra de un coche, como muchas otras actividades mundanas y extraordinarias, implica la compleja interacción de los componentes micro-macro y objetivo-subjetivo de la vida social.

Pasemos ahora a analizar la obra de algunos sociólogos sobre el continuum objetivo-subjetivo. Como vimos en los capítulos primero y quinto, el idealismo alemán, en particular la obra de G.W.F. Hegel, influyó poderosamente en la obra de Karl Marx. La dialéctica hegeliana constituía un proceso subjetivo que se situaba en el reino de las ideas. Aunque influyó sobre Marx y sobre los Jóvenes Hegelianos, la dialéctica no les satisfizo porque no estaba arraigada en el mundo material y objetivo. Marx, que partió de la obra de Ludwig Feuerbach y otros, sintió la necesidad de extender la dialéctica al mundo material. Por una parte, le preocupaban más los actores reales y conscientes que los sistemas de ideas. Por otra, le interesaban también las estructuras objetivas de la sociedad capitalista, fundamentalmente la estructura económica. Marx se centró en las estructuras materiales reales del capitalismo y en las contradicciones que existían entre y dentro de ellas. Esto no significa que perdiera de vista las ideas subjetivas; de hecho, las nociones de conciencia de clase y de falsa conciencia desempeñan un papel crucial en su obra. La división entre el materialismo y el idealismo, tal y como se manifestó en la obra de Marx y otros, constituye una de las raíces filosóficas más importantes del continuum objetivo-subjetivo de la sociología moderna.

Aunque adoptó una forma diferente, también podemos encontrar este continuum en la obra de Emile Durkheim (capítulo sexto). En su obra clásica sobre metodología Durkheim distinguió entre los hechos sociales materiales (objetivos) y los no materiales (subjetivos). En El suicidio, Durkheim señaló «El hecho social se materializa a veces de manera que se convierte en un elemento del mundo externo» (1897/1981: 313). Analizó la arquitectura y el derecho como dos ejemplos de hechos sociales materiales (objetivos). Sin embargo, el grueso de la obra de Durkheim se centra en los hechos sociales no materiales (subjetivos):

Con todo, es incontestable que toda la conciencia social no llega íntegramente a exteriorizarse y a materializarse así. Toda la estética nacional no está en las obras que inspira; toda la moral no se formula en preceptos definidos. La mayor parte permanece difusa. Hay una vida colectiva que está en libertad; toda clase de corrientes van, vienen, circulan en varias direcciones, se cruzan y se mezclan de mil maneras diferentes, y, precisamente porque se encuentran en un perpetuo estado de movilidad, no llegan a concretarse en una forma objetiva. Hoy, es un viento de tristeza y de decaimiento el que sopla sobre la sociedad; mañana, por el contrario, un impulso de alegre confianza vendrá a levantar los corazones. (Durkheim, 1897/1951: 315).

Estas corrientes sociales no tienen una existencia material; sólo pueden existir dentro y entre las conciencias de los individuos. En El suicidio, Durkheim analizó ejemplos de este tipo de hecho social. Relacionó las diferencias en las tasas de suicidio con las variaciones en las corrientes sociales. Por ejemplo, allí donde hay fuertes corrientes de anomía (ausencia de normas), se pueden apreciar tasas altas de suicidio anómico. Corrientes sociales tales como la anomía, el egoísmo y el altruismo carecen de existencia material, pero sí pueden tener una influencia material y producir variaciones en las tasas de suicidio. Sin embargo, son fenómenos intersubjetivos que sólo pueden existir en la conciencia de las personas.

Peter Blau (1960) se ha situado a la cabeza de los que emplean el continuum objetivo-subjetivo. Su distinción entre instituciones (entidades subjetivas) y estructuras sociales (entidades objetivas) pertenece a este tipo. Definió las instituciones subjetivas como «Los valores y las normas comunes que se encarnan en una cultura o subcultura» (Blau, 1960: 178). En el extremo opuesto hay estructuras sociales, que son «las redes de relaciones sociales mediante las cuales se organizan los procesos de interacción social y se diferencian las diferentes posiciones sociales de individuos y subgrupos» (Blau, 1960: 178).

Puede afirmarse que el continuum objetivo-subjetivo desempeña un papel crucial en el pensamiento de autores como Marx, Durkheim, Blau y muchos otros. Pero hay un problema interesante en el uso que hacen del continuum: lo emplean casi exclusivamente en el nivel macroscópico. Sin embargo, también puede aplicarse en el nivel microscópico. Antes de poner un ejemplo que ilustre su empleo en este último nivel, es preciso decir que no sólo debemos estudiar los continua microscópico-macroscópico y objetivo-subjetivo, sino también la interacción entre ellos.

Un ejemplo que clarifica el uso del continuum objetivo-subjetivo en el nivel microscópico, lo constituye el estudio que realizaron Mary y Robert Jackman (1973) sobre lo que ellos denominaron «el estatus social objetivo y el subjetivo». Su preocupación microsubjetiva era la «percepción de los individuos de su propia posición en la jerarquía de estatus» (Jackman y Jackman, 1973: 569). La microsubjetividad en este estudio hacía referencia a los sentimientos, las percepciones y los aspectos mentales de las posiciones de los actores en el sistema de estratificación. Estos guardan relación con diversos componentes del reino microobjetivo, entre ellos el estatus socioeconómico del actor, sus contactos sociales, la cantidad de capital que posee, la pertenencia a un grupo étnico, o el estatus como cabeza de familia o miembro de un sindicato. En lugar de analizar los sentimientos del actor, estas dimensiones se refieren a las características más objetivas de los individuos: las pautas de acción y de interacción que siguen realmente.

En un nivel más general, el aspecto microscópico del continuum objetivosubjetivo se manifiesta en los paradigmas de la definición social y la conducta social, así como en las diferencias entre ellos. Aunque ambos tienden a analizar las pautas microobjetivas de la acción y la interacción, se diferencian en la dimensión microsubjetiva. Todos los componentes teóricos del paradigma de la definición social (por ejemplo, el interaccionismo simbólico, la etnometodología y la fenomenología) comparten su interés por la microsubjetividad, por los sentimientos y los pensamientos de los actores. Sin embargo, los conductistas sociales rechazan la idea de que es preciso estudiar los componentes microsubjetivos de la vida social. Este rechazo se refleja en el ataque de B.F. Skinner (1971) contra lo que él denominaba la idea del «hombre autónomo». Para Skinner, el concepto de hombre autónomo incluye una persona a la que se le atribuyen ideas tales como pensamiento, consciencia, libertad y dignidad. Suponemos que las personas tienen algo parecido a un núcleo interior del que emanan sus acciones. Son capaces de iniciar, originar y crear debido a la existencia de este centro interior de microsubjetividad. Para Skinner, la idea de que las personas tienen un núcleo interior y autónomo es una postura metafísica mística, que tiene que desaparecer de las ciencias sociales: «El hombre autónomo sirve para explicar sólo las cosas que no podemos explicar de otra manera. Su existencia depende de nuestra ignorancia, y lógicamente pierde su estatus en cuanto conocemos su conducta» (1971: 12). Aunque es obligado rechazar esta especie de diatriba política, la cuestión clave es que el nivel microscópico contiene ambas dimensiones, la subjetiva y la objetiva.


Niveles de análisis social: un modelo

El pensador más importante que trató la cuestión de los niveles del análisis social fue el sociólogo francés Georges Gurvitch. Aunque no utilizó esta terminología, Gurvitch (1964) concibió ambos continua, el micro-macro y el objetivo-subjetivo. Y lo que es más importante aún, fue muy consciente del modo en que estos dos continua estaban relacionados. A su favor señalaremos también que se negó abiertamente a considerar ambos continua y sus interrelaciones como herramientas estáticas y se sirvió de ellos para recalcar la naturaleza dinámica de la vida social. Sin embargo, el trabajo de Gurvitch plantea una dificultad importante: su esquema analítico es extremadamente complejo y confuso. El mundo social es muy complejo, y para poder comprenderlo, se requieren modelos relativamente simples.

El modelo simple que estamos buscando se deriva de la intersección de los dos continua de los niveles de la realidad social analizados en las últimas páginas. El primero, el continuum microscópico-macroscópico, lo describimos en la Figura A. 1.

El continuum objetivo-subjetivo plantea más dificultades, aunque no es menos importante que el micro-macro. En general, un fenómeno social objetivo tiene una existencia material real. Los siguientes fenómenos, entre otros, pueden considerarse fenómenos sociales objetivos: los actores, la acción, la interacción, las estructuras burocráticas, el derecho y el aparato del estado. Es posible verlos, tocarlos o describirlos. Sin embargo, existen fenómenos sociales que existen exclusivamente en el reino de las ideas; carecen de una existencia material.

Figura A.1. El continuum microscópico-macroscópico, con algunos de sus puntos clave.
Ritzer, George (1993). Teoría sociológica clásica. 3ra edición. McGraw-Hill, Madrid.


Figura A.1. El continuum microscópico-macroscópico, con algunos de sus puntos clave.


Se trata de fenómenos sociológicos tales como los procesos mentales, la construcción social de la realidad (Berger y Luckmann, 1967), las normas, los valores y muchos elementos de la cultura. La dificultad que presenta el continuum objetivo-subjetivo reside en que hay muchos fenómenos entre los dos extremos que contienen tanto elementos objetivos como subjetivos. La familia, por ejemplo, tiene una existencia material real y también aparece como una serie de entendimientos mutuos, normas y valores subjetivos. Asimismo, la política se compone de leyes y estructuras burocráticas objetivas, así como de normas y valores políticos subjetivos. De hecho, es probable que la inmensa mayoría de los fenómenos sociales sean tipos mixtos que representan cierta combinación de elementos objetivos y subjetivos. Así, lo más útil es considerar el continuum objetivo-subjetivo como formado por dos tipos polares con una serie de tipos mixtos compuestos de diversos elementos que se sitúan entre los extremos. Algunos de estos tipos pueden tener más características subjetivas que objetivas, mientras otros pueden presentar la combinación inversa. La Figura A.2 muestra el continuum objetivo-subjetivo.

Aunque estos dos continua son harto interesantes, lo que nos concierne aquí es la interrelación entre ambos. La Figura A.3 constituye una representación esquemática de la intersección de estos continua y los cuatro niveles principales de análisis social que se derivan de ella.

Figura A.2. El continuum objetivo-subjetivo, con algunos de sus tipos mixtos.
Ritzer, George (1993). Teoría sociológica clásica. 3ra edición. McGraw-Hill, Madrid.

Figura A.2. El continuum objetivo-subjetivo, con algunos de sus tipos mixtos.


FIGURA A.3. Los grandes niveles de análisis social.
Ritzer, George (1993). Teoría sociológica clásica. 3ra edición. McGraw-Hill, Madrid.


FIGURA A.3. Los grandes niveles de análisis social.


La idea que defendemos aquí es que un paradigma sociológico integrado debe incluir los cuatro niveles básicos de análisis social especificados en el esquema y sus interrelaciones (para modelos similares, véase Alexander, 1985a; Wiley, 1988). Debe incluir entidades objetivas macroscópicas tales como la burocracia, realidades macrosubjetivas tales como los valores, fenómenos microobjetivos tales como las pautas de interacción, y hechos microsubjetivos como el proceso de la contrucción de la realidad. Debemos recordar que en el mundo real, todos ellos se mezclan gradualmente con otros, formando parte del gran continuum social, y que lo que hemos construido son más bien diferenciaciones bastante arbitrarias para poder analizar la realidad social. Estos cuatro niveles de análisis social han sido diseñados para propósitos heurísticos y no aspiran a ser descripciones detalladas del mundo social. Surge, por tanto, la cuestión obvia de cómo se relacionan estos cuatro niveles con los tres paradigmas analizados anteriormente, así como con el paradigma integrado. La Figura A.4 relaciona los cuatro niveles con los tres paradigmas.

Figura A.4. Niveles de análisis social y los grandes paradigmas sociológicos.
Ritzer, George (1993). Teoría sociológica clásica. 3ra edición. McGraw-Hill, Madrid.

Figura A.4. Niveles de análisis social y los grandes paradigmas sociológicos.

El paradigma de los hechos sociales se centra fundamentalmente en los niveles macroobjetivo y macrosubjetivo. El paradigma de la definición social se ocupa principalmente del mundo microsubjetivo y de la parte del mundo microobjetivo que depende de los procesos mentales (la acción). El paradigma de la conducta social se interesa por la parte del mundo microobjetivo que no incluye los procesos conscientes (la conducta). Mientras los tres paradigmas existentes cruzan los niveles de la realidad social horizontalmente, otro paradigma los cruza verticalmente. Esta descripción deja claro por qué un paradigma integrado no reemplaza (invalida) los otros. Aunque cada uno de los tres paradigmas existentes se ocupa de uno o más niveles en profundidad, el paradigma integrado analiza todos los niveles, pero no examina ningún nivel con el mismo grado de intensidad que cada uno de los otros paradigmas. Así, la elección de un paradigma depende del tipo de cuestión que se aborde. No todas las cuestiones sociológicas requieren un enfoque integrado, pero es bien cierto que algunas sí lo precisan.

Lo que hemos descrito en estas últimas páginas es un modelo para la imagen del objeto de un paradigma sociológico integrado. Este esquema requiere una mayor precisión, que se logrará dentro de unos años. Sin embargo, esta es otra tarea (véase Ritzer, 1981a). La meta de este análisis no es el desarrollo de un paradigma sociológico nuevo, sino la presentación de un esquema metateórico englobador (Mo), que nos permita analizar la teoría sociológica de una manera coherente. El modelo desarrollado en la Figura A.3 constituye la base de este análisis.

Hemos analizado la obra de varios teóricos clásicos utilizando los cuatro niveles del análisis social descritos en la Figura A.3. Esta figura nos proporciona una herramienta metateórica que puede utilizarse en el análisis comparado de los teóricos de la sociología. Nos ayuda a analizar los temas fundamentales de un teórico y cómo deben relacionarse con los de cada uno de los demás teóricos de la sociología.

Hay que evitar por todos los medios identificar a un teórico con un nivel específico del análisis social. Si bien es cierto que, dada la descripción que acabamos de realizar del actual estatus paradigmático de la sociología, los teóricos de la sociología que se adhieren a un paradigma determinado suelen estudiar varios niveles específicos de análisis social; no se les hace justicia si se iguala el conjunto de su obra con uno o más niveles. Por ejemplo, a Karl Marx se le suele considerar un pensador que se centró en el análisis de las estructuras macroobjetivas; en particular, en el de las estructuras económicas del capitalismo. Pero el uso del esquema de los diversos niveles de análisis social nos permite apreciar que Marx hizo fructíferas incursiones en todos los niveles de la realidad social y en sus interrelaciones. Igualmente, se suele considerar el interaccionismo simbólico como una perspectiva que se ocupa de la microsubjetividad y la microobjetividad, aunque sin embargo incluye también ideas que se sitúan en los niveles macroscópicos de análisis social (Maines, 1977).

Es importante también que el lector recuerde que el uso de los niveles de análisis social para estudiar la obra de un teórico tiende a romper el todo, la integridad y la consistencia interna del conjunto de la obra. Aunque son útiles para comprender una teoría y compararla con otras, uno puede encontrarse en dificultades a la hora de analizar la interrelación entre los niveles y la totalidad teórica de la obra de un pensador.

En suma, el esquema metateórico presentado en la Figura A.3, cuyo desarrollo hemos explicado en este Apéndice, proporciona la base para el análisis de los diversos teóricos de la sociología que hemos analizado en el presente libro.

Ritzer, George (1993). Teoría sociológica clásica. 3ra edición. McGraw-Hill, Madrid.
Ritzer, George (1993). Teoría sociológica clásica. 3ra edición. McGraw-Hill, Madrid.

Ritzer, George (1993). Teoría sociológica clásica. 3ra edición. McGraw-Hill, Madrid.

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