Mario Bunge: Filosofías y filosofobias (Evaluando filosofías, 2012)

Filosofías y filosofobias

Mario Bunge

Tomado de Evaluando Filosofías (2012)


A. Protesta

Una doctrina filosófica puede facilitar la búsqueda de la verdad u obstruirla. Por ejemplo, el realismo es propicio a la exploración de la realidad, mientras que el constructivismo-relativismo es hostil a ella. Una filosofía también puede ser ambivalente: iluminista en algunos respectos y oscurantista en otros.

Por ejemplo, Leibniz fue avanzado en lógica y gnoseología pero su panpsiquismo y su monadología fueron retrógrados. Rousseau fue progresista en filosofía política pero reaccionario en lo que respecta a la ciencia. El Romanticismo fue revolucionario en arte pero retrógrado en filosofía. El positivismo exaltó la investigación científica pero de hecho la obstaculizó al pretender limitarla al estudio de las apariencias. Y el marxismo benefició a las ciencias sociales por subrayar la importancia de los llamados factores materiales, pero las dañó al subestimar otros factores y al adoptar los disparates de la dialéctica hegeliana.

Además, una filosofía que empieza siendo progresista puede convertirse en conservadora al oficializarse, como ocurrió con el aristotelismo, el cartesianismo, el leibnizianismo y el marxismo. Para ayudar al avance de las ciencias y técnicas, una filosofía debe renovarse junto con ellas en lugar de osificarse.

Lo anterior sugiere que los filósofos debieran prestar más atención a la ciencia y a la técnica, y los científicos y técnicos debieran evaluar las filosofías por sus frutos. Por ejemplo, en lugar de tratar a la fenomenología y a la filosofía lingüística conforme al llamado principio de caridad, debieran averiguar si han ayudado a comprender algo o si, por el contrario, han obstaculizado el avance del conocimiento.

En lo que sigue echaremos un vistazo a algunas de las principales filosofías en su relación con la búsqueda de la verdad, con el fin de aquilatar la propuesta de juzgarlas según el criterio pragmático "Por sus frutos las conoceréis".


1. Parteras

Todo investigador serio, en cualquier terreno, procura razonar y escribir correctamente, o sea, con claridad y coherencia. Por lo tanto, las filosofías racionalistas favorecen la investigación. En cambio, las piruetas verbales de los Husserl, Heidegger, Sartre, Derrida, Deleuze, Vattimo, Kristeva e Irigaray son, ya absurdas, ya triviales. Por ejemplo, en su celebrada Crisis de las ciencias europeas (Parte III A, §54b), Edmund Husserl escribió: "Como ego primigenio, yo constituyo mi horizonte de otros trascendentales como cosujetos dentro de la intersubjetividad trascendental que constituye el mundo". Por si quedara duda, Husserl aclara en la página siguiente que "el "yo" inmediato, que ya perdura en la esfera primordial perdurable, constituye en sí mismo a otro como otro. La auto-temporalización mediante la depresentación, por decirlo así (a través del recuerdo), tiene su análogo en mi autoenajenación (la empatía como una depresentación en un nivel superior-depresentación de mi presencia primigenia meramente presentificada". Como advirtiera Goya, "el sueño de la razón produce monstruos".

En todo caso, el postmodernismo, en particular la fenomenología, el existencialismo y el "pensamiento débil", son contrarios al progreso de las ciencias porque simulan pensar y hacen que los estudiantes se limiten a memorizar fórmulas que toman por profundas porque no las entienden. Sus profesores no se atreven a decirles que el rey está desnudo.

Sin un mínimo de racionalidad no vamos a ninguna parte. Ahora bien, cuando lo que se investiga es un objeto ideal, tal como un sistema de números o una teoría matemática, la razón es necesaria y suficiente. Pero cuando el objeto a investigar es concreto (material), el racionalismo radical, como el de Leibniz, es inadecuado, ya que equivale al apriorismo, que es tan arbitrario como el irracionalismo.

En las ciencias y técnicas fácticas tampoco sirve el empirismo radical porque subestima la teorización acerca de cosas, propiedades y procesos que, aunque reales, son imperceptibles, tales como electrones y relaciones sociales. Cuando se intenta estudiar o controlar algo real, la estrategia indicada es el racioempirismo, o sea, una síntesis de racionalismo y empirismo, que favorezca la combinación de imaginación con observación, de cálculo con experimento.

Pero no vale cualquier síntesis del racionalismo con el empirismo. Por ejemplo, Kant combinó lo malo del racionalismo, a saber, el apriorismo, con lo malo del empirismo, o sea, el fenomenismo (el atenerse a las apariencias). Por el contrario, el realismo científico combina la exigencia empirista de contrastación empírica con el impulso racionalista de construir hipótesis y teorías para explicar las apariencias en lugar de limitarse a ellas.

En resumen, la síntesis racioempirista más favorable a la exploración de la realidad es el realismo que adopta el enfoque científico. Parafraseando lo que dijera Engels sobre Hegel, puede afirmarse que lo que las ciencias y técnicas deben aprovechar del racionalismo y del empirismo son sus métodos (el razonamiento hipotético-deductivo y la contrastación empírica respectivamente), no sus sistemas (la ontología idealista y el fenomenismo respectivamente).

Obviamente, quien procura explorar la realidad no puede limitarse a rechazar doctrinas, tales como las versiones radicales del racionalismo y del empirismo: también necesita hacer suposiciones sobre lo que desea y puede llegar a conocer. Estas suposiciones son de dos tipos: ontológicas y gnoseológicas. Por ejemplo, el investigador supondrá que el universo es un continuo o bien que está compuesto de corpúsculos; también podrá suponer que es totalmente cognoscible o básicamente misterioso.

Desde los comienzos de la modernidad se ha tendido a concebir las cosas como sistemas o componentes de tales, así como a suponer que se las puede conocer de a poco. En otras palabras, las ciencias y técnicas modernas han adoptado, de manera creciente, la hipótesis sistémica. Esta afirma que todos los objetos son, ya sistemas, ya constituyentes de tales. Baste recordar los descubrimientos de los sistemas planetarios y estelares, cardiovascular y nervioso, el supersistema neuro-endocrino-inmune, así como los ecosistemas y los sistemas sociales, desde la familia hasta el sistema internacional.

La hipótesis sistémica invita tanto a analizar totalidades como a buscar o neutralizar los entes que pueden interactuar con ellas. Ahora bien, hay sistemas de distintos tipos: conceptuales, tales como las teorías y las clasificaciones; materiales, tales como las moléculas y los organismos; y semióticos, tales como textos y diagramas.

Hay un acuerdo tácito en que los sistemas naturales son materiales, y por lo tanto no pueden ser influidos por ideas puras. Por ejemplo, se confía en que los instrumentos de medición no obedecen los deseos de quienes los usan. No es que los naturalistas nieguen lo mental: sólo niegan que pueda existir fuera del cerebro.

Es verdad que en los estudios sociales sigue pisando fuerte la idea de que todo lo social es espiritual, de donde el nombre Geisteswisesnschaften o ciencias del espíritu. Esta hipótesis invita a centrar la atención en los aspectos simbólicos de la sociedad: lengua, mitos, normas, ritos, etc. Pero también es cierto que lo primero que averigua un buen antropólogo contemporáneo es cómo sobreviven los miembros de su tribu favorita: primum vivere. Las pinturas rupestres pueden o no haber tenido una finalidad práctica, pero no hay duda de que sus autores fueron humanos de carne y hueso que hicieron labores manuales para procurarse sustento, abrigo, compañía y seguridad.

No cabe duda de que los presocráticos prepararon el terreno para el nacimiento de la ciencia antigua, al esbozar una cosmovisión naturalista y, en particular, una teoría atómica. También es verdad que, al mismo tiempo, la India produjo una concepción similar y, sin embargo, no engendró la ciencia. Esto sugiere que el naturalismo (o materialismo), aunque necesario para inspirar ciencia, es insuficiente. También hacen falta la curiosidad y el coraje intelectual que caracterizaron a los pensadores y comerciantes de la antigua Grecia.

Además, como lo subraya Carmen Dragonetti, los helenos no tenían escrituras presuntamente sagradas que, como el Veda, pretendían explicarlo todo. Tampoco tenían una casta sacerdotal, la de los brahmanes, encargada de difundir ese texto y de vigilar que se cumpliesen sus prescripciones. Mientras los intelectuales indios estaban sometidos a esa casta y siguieron mayoritariamente atados al pensamiento mágico-religioso, los pensadores griegos originales se tomaron la libertad de cuestionar dogmas y de exigir pruebas: fueron filósofos en el sentido originario de esta palabra.


2. Maestras

Los filósofos pueden ayudar a los científicos a analizar y refinar sus conceptos, así como a poner al descubierto sus presuposiciones. También pueden ayudar a razonar mejor y a cuestionar hipótesis, métodos y resultados que parecen obvios por ser añejos o por haber sido propuestos por grandes sabios. La crítica filosófica puede contribuir al progreso, al identificar obstáculos al mismo. Recordemos algunos ejemplos recientes de desmalezamiento.

En física sigue de moda la teoría de cuerdas, pese a no haber producido nada plausible en el transcurso de cuatro décadas. El epistemólogo tiene derecho a sospechar que esta teoría es seudocientífica, ya que viola un principio metodológico básico: las nuevas teorías no debieran abandonar las adquisiciones firmes de las anteriores (el que los entusiastas de las revolucions científicas, tales como Bachelard, Kuhn y Feyerabend, hayan ignorado este principio hace sospechar de sus especulaciones). Pero la teoría de cuerdas, al postular que el espacio-tiempo tiene 11 dimensiones y no 4, choca con toda la física, lo que la hace implausible.

Análogamente, la física digital, al postular que los constituyentes básicos del universo son bits, y por lo tanto símbolos en lugar de cosas físicas, viola la definición de que todo lo físico tiene propiedades exclusivamente físicas, tales como energía.

La interpretación de Copenhague de las teorías cuánticas sostiene que todas sus fórmulas se refieren a situaciones experimentales. Pero un examen de las fórmulas básicas de estas teorías no revelan tal referencia al experimento ni, menos aún, al observador. Además, la astrofísica da por sentado que dichas teorías valen en regiones del universo, tales como el interior de las estrellas, en las que no es posible hacer experimentos. Al identificar y descalificar los ingredientes subjetivistas de la física cuántica, el epistemólogo prepara el terreno para reformulaciones objetivistas (realistas) de la misma.

En los tres casos mencionados, el epistemólogo puede corregir al científico, e incluso puede informarle que, sin saberlo, ha adoptado elementos de filosofías extravagantes, tales como el idealismo subjetivo de Berkeley y Kant.

Ha habido, pues, institutrices filosóficas competentes y útiles. Pero más han abundado las maestras ciruelas: las que no saben leer y ponen escuela. Recordemos un puñado de filósofos que intentaron enmendarles la plana a los científicos. Ejemplo 1: Kant pretendió corregir la mecánica celeste newtoniana, al inventar una fuerza repulsiva que equilibraría a la atracción gravitatoria, explicando así en forma intuitiva las órbitas planetarias. Ejemplo 2: Hegel embistió contra toda la ciencia posterior a Kepler, incluyendo las mecánicas de Newton y Euler y la química atómica de Dalton y Berzelius. Ejemplo 3: El intuicionista Henri Bergson escribió un libro contra la teoría especial de la relatividad, aunque tuvo la decencia y la prudencia de hacerlo retirar de la circulación. Ejemplo 4: Wittgenstein desahució a la naciente psicología biológica, afirmando que es peligroso (sic) pensar que la mente tenga algo que ver con el cerebro. Example 5: Popper sostuvo durante varias décadas que la teoría de la evolución no es científica sino metafísica; que la mente y el cerebro interactúan entre sí; y que la microeconomía neoclásica es verdadera. Ejemplo 6: Jerry Fodor acaba de anunciar que Darwin no entendió el concepto de selección natural.


3. Porteras

Una de las tareas tradicionales de la filosofía ha sido proteger sus propias fronteras, en particular de las incursiones de teólogos y esoteristas. También ha habido filósofos que han procurado mantener la independencia de la filosofía respecto de la ciencia. Finalmente, hay quienes han alertado contra las pseudofilosofías y pseudociencias. Las primeras dos tareas, de patrullaje de fronteras, se cumplieron con éxito: las filosofías religiosas fueron marginadas desde el Renacimiento tardío, y las filosofías científicas apenas existen como aspiración. Aunque el neopositivismo fue presentado como filosofía científica, no fue tal, como se verá en la sección 7.

La tercera tarea, la de advertir contra las confusiones de juego de palabras con filosofía, y de pseudociencia con ciencia, estará siempre vigente, porque enhebrar palabras es más fácil que inventar cosmovisiones, y porque todo avance científico importante parece provocar una reacción oscurantista. En efecto, recordemos que la peor caza de brujas empezó al culminar la Revolución Científica; que la Contra-Ilustración, en particular la componente filosófica del Romanticismo alemán, fue una reacción contra el cientificismo triunfante en la Francia revolucionaria; y que el existencialismo nació al mismo tiempo que la mecánica cuántica y la teoría sintética de la evolución.

Creo que el filósofo tiene el deber de denunciar al palabrerío postmoderno que se pretende hacer pasar por filosofía profunda. También creo que el epistemólogo tiene el deber de denunciar a las pseudociencias y explicar por qué son fraudes intelectuales y a menudo también estafas comerciales. En la sección 2 citamos dos largos párrafos esotéricos de Husserl, el abuelo del posmodernismo. Los masoquistas gozarán leyendo a sus nietos Derrida y Deleuze, quienes lograron superar las acrobacias verbales de Hegel, Fichte y Schelling. Recordemos rápidamente unos pocos ejemplos.


4. Cárceles y prisioneras

Toda escuela filosófica que rechace novedades que ponen en duda sus principios es retrógrada, aun cuando en sus comienzos haya sido progresista. Recordemos algunos casos ejemplares de doctrines carceleras.

Los aristotélicos tardíos rechazaron los descubrimientos de Galileo porque éstos refutaban ciertas afirmaciones del Estagirita. Berkeley se burló del cálculo infinitesimal porque era imperfecto como todo infante. Hume criticó la mecánica de Newton por ir más allá de las apariencias. Kant reforzó el fenomenismo de Hume y proclamó la imposibilidad de la psicología y los estudios sociales como ciencias, por creer que no eran matematizables ni sometibles al experimento. Hegel se opuso a todas las novedades científicas de su tiempo por violar su "lógica objetiva". Y Nietzsche negó toda la modernidad, en particular la ciencia y la democracia.

Comte, Mach, Duhem, Ostwald y otros positivistas condenaron la atomística por postular la existencia de entes imperceptibles. Bergson afirmó que la matemática y el método científico no es aplicable fuera de la física. El neohegeliano Giovanni Gentile, cuando fue ministro de Mussolini, liquidó la escuela italiana de lógica matemática. Edmund Husserl opuso su fenomenología (o egología) a todas las ciencias por ser realistas. Martin Heidegger, su principal discípulo, rechazó toda la ciencia por la misma razón y porque, según él, ella no piensa. Los filósofos soviéticos de la década de 1930 rechazaron la lógica matemática por estática y condenaron las teorías relativistas y cuánticas por creer la versión subjetivista de las mismas que exponían los empiristas lógicos y algunos divulgadores. Y los nazis combatieron la física moderna por no ser intuitiva, como lo era el espíritu ario.

Ninguna de esos ataques filosóficos o pseudofilosóficos a las nuevas ciencias impidió su desarrollo, pero todas ellas lo obstaculizaron. En particular, el neokantismo retardó considerablemente el desarrollo de las ciencias sociales, al inventar una muralla entre las ciencias sociales y las naturales (como si no existieran ciencias biosociales, tales como la demografía y la epidemiología); al proclamar la superioridad de la Verstehen ("comprensión" o "interpretación") sobre la explicación; y al adoptar el individualismo metodológico, que pasa por alto las propiedades globales o emergentes de los sistemas sociales, tales como la familia, las empresas y el Estado. Sus rivales, los marxistas, se mantuvieron durante un siglo al margen de las ciencias sociales "burguesas": se ocuparon solamente de leer y comentar a los clásicos del marxismo, así como de criticar a sus rivales, en lugar de estudiar las sociedades posteriores a Marx y Engels.

Bertrand Russell escribió una historia crítica de la filosofía occidental, que circuló en los círculos científicos pero fue mal recibida por los filósofos porque su autor juzgó severamente a los oscurantistas. Aquí nos limitaremos a exhibir una muestra de las filosofías (y pseudofilosofías) que merecen llamarse misosofías, porque desprecian, temen u odian el saber.

Mario Bunge: Filosofías y filosofobias (Evaluando filosofías, 2012)
Mario Bunge: Filosofías y filosofobias (Evaluando filosofías, 2012)

Se dirá acaso que el neokantismo, la fenomenología y el existencialismo fueron fecundos, ya que inspiraron a Max Weber (sociología comprensiva), Alfred Schutz (sociología fenomenológica) y Viktor Frankl (psiquiatría existencialista) respectivamente. Pero la adhesión de Weber a Dilthey via Rickert fue puramente verbal, puesto que de hecho fue objetivista; y, aunque exageró la importancia de lo simbólico, Weber no ignoró lo material. En cuanto a la sociología fenomenológica, fue más psicología social casera que sociología, ya que se limitó a la vida diaria (Lebenswelt), en particular la conversación: se desentendió explícitamente de los procesos macrosociales, tales como los conflictos de clase, los ciclos económicos y las guerras. Y la psiquiatría existencialista es ineficiente en el mejor de los casos, porque ignora los avances de la psiquiatría biológica, la que hace uso de los resultados de la investigación psico-neuro-endocrino-inmuno-farmacológica. Tampoco ha sido constructiva la influencia de Wittgenstein, ya que se redujo a rechazar el enfoque científico de lo social y a reducir las relaciones sociales a conversaciones.

En resumen, ninguna de las escuelas filosóficas mencionadas ha contribuido al avance del conocimiento: todas ellas han sido carceleras o aún peor, como en el caso del escepticismo radical, se han comportado como disuasorias de la exploración científica del mundo. Esto vale en particular para la versión contemporánea del escepticismo radical, a saber, el constructivismo-relativismo popularizado por los sociólogos de la ciencia opuestos a la escuela científica de Robert Merton. El constructivismo-relativismo obstaculiza la búsqueda de verdades objetivas porque niega que éstas puedan existir: según ella cuanto existe es una invención arbitraria o una construcción social.

Finalmente, una doctrina merece ser llamada prisionera cuando sirve los intereses de una religión, un partido político o un grupo económico. Sus partidarios no buscan la verdad, porque creen poseerla ya. Sólo les interesa propagar la fe, defenderla de las críticas, y criticar a los infieles. Desconfían de todas las ideas que circulan fuera de su grupo. Se comportan así como los miembros de una tribu primitiva: se aferran a la tradición y castigan a quienes adoptan costumbres extranjeras.

Los casos más conocidos de filosofías prisioneras de organizaciones religiosas, políticas o económicas son el tomismo, el marxismo y la filosofía política conservadora. Todas ellas asumieron el papel de guardianas de la llama y denunciaron, excomulgaron o persiguieron a los "desviacionistas". Se privaron así del placer de descubrir, inventar y educar para la innovación. En suma, se esforzaron por frenar el progreso, por lo cual quedaron rezagadas.


5. Engañadas

Entiendo por ‘engañada (o cornuda) una doctrina que ama a una disciplina que le es infiel. Dos casos obvios, a los que aludimos anteriormente, son el positivismo y el materialismo dialéctico. En efecto, aunque ambas se proclaman cientificistas, las ciencias no se ajustan al fenomenismo inherente al positivismo ni a la dialéctica marxista: van más allá de las apariencias y admiten tanto la cooperación, sin la cual no puede haber sistemas, como el conflicto generado por la escasez de recursos, sea de un reactivo en una reacción química, o de un lote de tierra en un grupo humano.

También el pragmatismo puede considerarse como una filosofía engañada, esta vez por la técnica moderna. En efecto, ésta, a diferencia de la artesanía tradicional, se funda sobre la ciencia, de modo que no da prioridad a la praxis sino como prueba suprema de eficacia. Por este motivo, el pragmatismo no sirve como filosofía de la técnica moderna.

Un cuarto ejemplo de infidelidad es lo que puede llamarse panlogismo o imperialismo lógico. Esta es la creencia de que la lógica es necesaria y suficiente para abordar cualquier problema. Quien adopta este punto de vista cree poder abordar todos los problemas filosóficos sin otra herramienta que la lógica, pese a que ésta es neutral respecto de los contenidos. Es así cómo se ha visto a lógicos pontificar sobre problemas que exigen conocimientos de los que carecen, desde la mecánica cuántica hasta la historia. Pero quienquiera que adopte el punto de vista lógico sólo verá esqueletos, ya que eso es lo que suministra el análisis lógico: forma. Por ejemplo, verá "a > b" tanto en "a es preferible a b" como en "a es más tarde que b". En el capítulo 19 examinaremos un ejemplo de panlogismo: la confusión entre existencia real y existencia conceptual.


6. Mercenarias

La auténtica investigación filosófica es tan desinteresada como la matemática: no es autocentrada ni se hace primariamente para ganar dinero o poder, ni siquiera en homenaje a una causa que no sea la de hallar la verdad. Filosofar es una actividad tan espiritual como demostrar teoremas o hacer música.

Sin embargo, la escolástica y la militancia filosóficas, que procuran defender o propagar una doctrina antes que analizar ideas y buscar nuevas verdades, sigue prosperando en nuestro tiempo tanto como durante la Edad Media cristiana, cuando la filosofía era considerada explícitamente como sirvienta de la religión dominante.

Por ejemplo, durante la Guerra Fría hubo dos Hegel-Gesellschaften, cada cual con su anuario: una en la República Federal Alemana y otra en la República Democrática Alemana, y cada una dedicada a ordeñar a Hegel para su propia causa política. Esto se explica, ya que, en su Filosofía del Derecho, Hegel había ensalzado al Estado, al declarar que éste era nada menos que "la marcha de Dios en el mundo". El mismo filósofo también había adoptado el positivismo jurídico de Hobbes y Bentham, al sostener que "la historia mundial es el tribunal universal": o sea, la fuerza hace al Derecho. Sin duda, esta es una tesis histórica defendible; pero no sirve como fundamentación filosófica del Derecho. Para peor es una filosofía cortesana. Y los filósofos cortesanos merecen aún menor respeto que los bufones de corte, ya que éstos, a diferencia de los primeros, se atrevían a decir la verdad.

¿Qué más mercenaria que una doctrina que, como las de Friedrich Nietzsche, Hans Kelsen, Carl Schmitt, y H. A. L. Hart, no distinguen el mal del bien y niegan que pueda haber justicia fuera de los códigos legales? Sólo se les compara en maldad y servilismo al "egoismo racional" que predicaba la filósofa pop Ayn Rand, y que practican los economistas del status quo.

Finalmente, no olvidemos que, además de intelectuales mercenarios, ha habido filósofos obedientes. Entre estos se destacan quienes combatieron en la Guerra Fría, marchando al paso que les marcó la CIA o la KGB. El filósofo fiel a su vocación rompe filas, huye, cambia de oficio, o bebe la cicuta.

En suma, las doctrinas mercenarias truecan la verdad por la servidumbre, de modo que no merecen ser llamadas filosóficas, del mismo modo que los cortesanos no merecen llamarse estadistas.


7. Escapistas

Entiendo por ‘filosofía escapista’ la que rehúye los problemas más importantes e interesantes. Los casos modernos más obvios de escapismo filosófico son la fenomenología, la filosofía lingüística y la metafísica modal. La primera es escapista por centrarse en el yo; la segunda, por negar que haya problemas filosóficos; y la tercera, por fabricar pseudoproblemas, tales como lo que ocurre con los nombres propios cuando se salta de un mundo a otro. Ninguna de ellas enfrenta de manera realista los problemas ontológicos, gnoseológicos y éticos que plantean las ciencias, las técnicas ni la acción social. Por consiguiente, no favorecen el avance del conocimiento ni de la sociedad.

Mi rechazo de la filosofía lingüística no implica el rechazo del análisis filosófico sino, muy por el contrario, la afirmación de que los análisis de esa escuela son superficiales porque no utilizan ninguna herramienta analítica potente, tal como el cálculo de predicados o el álgebra abstracta. Por ejemplo, el concepto de parte no se analiza averiguando el uso de la palabra parte’ en distintos grupos humanos: el uso no hace al significado sino al revés.

La teoría de semigrupos permite construir la siguiente definición rigurosa del concepto de parte. Sea Å una operación binaria en un conjunto S de objetos de una clase cualquiera, tales como cuerpos o palabras. La concatenación x Å y de los elementos x e y de S suele llamarse su ‘suma mereológica’. Estipulamos que, si x e y pertenecen a S, entonces x es una parte dey, ó x < y, si y sólo si x nada agrega a y, o sea, si la concatenación de x con y es igual a y.

Puesto en símbolos: x < y = (x Å y = y).

Además, sostengo que el análisis no es sino un medio: que la meta suprema del filosofar es la síntesis, o sea, la construcción de teorías filosóficas. También creo que, puesto que el significado de una idea sólo puede hallarse descubriendo qué la implica y qué implica, el mejor análisis es la síntesis, en particular la ubicación de la idea por analizar en un sistema hipotético-deductivo. Por ejemplo, el concepto de tiempo no se dilucida averiguando cómo se usa la palabra ‘tiempo’ en una tribu dada, ni siquiera la de los físicos, sino construyendo una teoría del tiempo o, aún mejor, del espacio-tiempo.

En cuanto a la tercera de las filosofías escapistas mencionadas, la de los mundos posibles, nada enseña sobre la realidad, puesto que no se ocupa de ella. Su motivación inicial no fue comprender la realidad sino encontrarles aplicación a las lógicas modales, o lógicas de la posibilidad. El lógico Saul Kripke propuso la siguiente interpretación de la expresión " p es posible": existe algún mundo en el que p es verdadera. Nada se nos dice acerca de la manera de verificar en mundos distintos del nuestro.

Esta interpretación tiene la ventaja de que abre las puertas a la imaginación incontrolada. Por ejemplo, si alguien sostiene que los cerdos pueden volar, en lugar de sacarle del error se le dice: Vd. tiene razón, hay un mundo, llamado Porcalia, en el que los cerdos vuelan. Y si alguien objetase que los cerdos no pueden volar porque carecen de alas, se le contestaría que esto no importa, ya que la teoría de marras no impone restricciones de ningún tipo. Ni siquiera define el concepto clave de mundo posible. En esa teoría, todo es posible y por lo tanto todo vale excepto la contradicción. El mundo es un fumadero de opio (o de marihuana).

Un ejemplo aún más famoso es el de los zombis, o seres humanos carentes de vida mental. Se arguye que puede haber zombis porque no es lógicamente necesario que la ideación sea un proceso cerebral. Del mismo modo, podría afirmarse que hay mesas sin patas, que hay máquinas de movimiento perpetuo, fantasmas, etc. Puesto que la teoría no distingue la posibilidad física de la conceptual, cualquier cosa es posible.

En suma, aparte del suicidio hay por lo menos tres maneras en que el filósofo puede olvidar la realidad: poniéndola entre paréntesis (la de la fenomenología), concentrándose en palabras (filosofía lingüística) y fantaseando imposibles (mundos posibles). Los abates y psiquiatras siempre han sabido de personas que le huyen del mundo, pero nunca en tal cantidad ni en nombre de la filosofía.

Acaso se diga que las doctrinas escapistas son inofensivas. Pero esto no es cierto. Si se las practica en soledad, las doctrinas escapistas son tan auto-destructivas como otras tácticas escapistas, tales como el abuso del alcohol, de la televisión, de Internet, o de la ensoñación diurna en reemplazo del trabajo. Y si se las practica desde la cátedra, las doctrinas escapistas desvían la atención de los estudiantes de los problemas interesantes, todos los cuales exigen más y dan más. Es propio de parásitos pasarse la vida soñando.


8. Ambivalentes

Hay filosofías ambivalentes: progresistas en algunos respectos y retrógradas en otros. Recordemos brevemente tres de ellas: platonismo, aristotelismo y marxismo. El gran Platón desestimó el estudio de la naturaleza por creer que el "mundo sublunar" (terrestre), al ser "corruptible" (cambiante), no está sujeto a leyes. En cambio, ensalzó a la matemática, el reino del orden, y también proclamó su independencia respecto del mundo. Es así cómo el idealismo objetivo y racionalista, de Platón a Leibniz, y de Bolzano a Frege y Russell, contribuyó poderosamente al desarrollo y prestigio de la matemática, al mismo tiempo que obstaculizó el avance de las ciencias de la realidad.

Aristóteles, en cambio, estimuló todas las ciencias y cultivó él mismo la biología y la politología. Más aún, combinó el racionalismo de su maestro con una versión tímida del materialismo presocrático. Sus discípulos Teofrasto y Alejandro de Afrodisia reforzaron el naturalismo de su maestro. Pero poco después de ellos el aristotelismo, aunque siempre sirvió para combatir el oscurantismo y subjetivismo de Agustín y los neoplatónicos, se osificó: se convirtió en escolástica estéril. Sólo la nueva ciencia de Galileo, Harvey, Vesalius, Kepler, Boyle, Huygens, y los miembros de la Accademia del Cimento, todos ellos racionalistas, naturalistas, realistas y cientificistas, logró superar al aristotelismo osificado.

Otro ejemplo: Marx y Engels renovaron los estudios sociales y la filosofía política al estudiar el capitalismo industrial nacido apenas medio siglo antes y elogiar sus avances y denunciar sus desequilibrios e iniquidades. Desgraciadamente, contaminaron su trabajo científico con el globalismo (o "historicismo’), la dialéctica, la manía profética que se habían contagiado de Hegel, y la ideología siniestra de la "dictadura del proletariado".

A los filósofos marxistas les fue aún peor: osificaron lo que había sido una filosofía tosca pero fresca y rebelde, y se opusieron inicialmente a las grandes novedades científicas del siglo pasado, desde las relatividades y la cuántica hasta la genética y la sociología. Afortunadamente hubo algunas excepciones importantes: los arqueólogos, antropólogos e historiadores que se inspiraron en el materialismo histórico (no el dialéctico) para hacer importantes contribuciones. Las hicieron porque empezaron por preguntarse cómo se ganaban la vida los pueblos que estudiaban.

Otros casos importantes de ambivalencia fueron Rousseau, Hume, y los positivistas. Los dos primeros atacaron a las ciencias naturales, pero adoptaron posiciones progresistas en política y religión respectivamente. El positivismo pretendió recortar las alas de la física, pero en los estudios sociales sirvió de filtro para separar la ciencia de la palabrería y la especulación infundada. El intuicionista Henri Bergson escribió páginas razonables sobre las raíces de la moral y de la religión; y, al abandonar la fenomenología, Nicolai Hartmann dijo cosas interesantes sobre las categorías y los niveles de organización de la realidad.

En resumen, antes de elogiar o condenar en bloque una escuela filosófica, veamos si ha dejado algo positivo. Al fin y al cabo, puede ser que en filosofía no haya filones, sino solamente pepitas de oro. Los buenos orfebres intentarán crear con ellas diademas dignas de coronar la cultura intelectual de su tiempo.


Conclusión

Es sabido que las ciencias, aunque difieran en sus referentes, son metodológicamente una: todas buscan la verdad y la generalidad mediante claridad, rigor y pruebas. ¡Qué contraste entre la unidad y armonía de las ciencias y la cacofonía de las filosofías! Cada filósofo define nuestra disciplina a su manera, de modo que puede descalificar a las doctrinas que no le gusten. Pero es raro el filósofo que use un criterio objetivo para evaluar filosofías. En este libro sugerimos uno: Por sus frutos las conoceréis.


Notas

1. Nota del Director de Universum: este trabajo puede considerarse una primicia, ya que corresponde a lo que será el primer capítulo del próximo libro de Mario Bunge, Evaluando filosofías. Es, además, el texto de una de las conferencias pronunciadas por él en la universidad de Peking en octubre de 2011. La versión inglesa del libro, Evaluating Philosophies, ha sido publicada como el volumen 295 de Boston Studies in the Philosophy of Science. Dordrecht: Springer, 2012. Desde aquí, agradecemos al profesor Bunge por enviarnos tan relevante contribución.

Mario Bunge: Filosofía y filosofobias (Evaluando filosofías, 2012)
Mario Bunge: Filosofías y filosofobias (Evaluando filosofías, 2012)

Evaluando filosofías (2012)

Filosofía y filosofobias

Mario Bunge

Gedisa




Textos de Mario Bunge en Leer Sociología

Mario Bunge: La relación entre pseudociencia y política (Materia y mente, 2015)

Aportaciones de Mario Bunge a la sociología de la ciencia: Breve esbozo del programa de la sociología científica (1999)

Mario Bunge: El efecto San Mateo (1991)

Mario Bunge: La filosofía marxista hoy (Vistas y entrevistas. Opiniones impopulares sobre problemas de actualidad, 1987)

Mario Bunge: La naturaleza humana es del todo antinatural (Las ciencias sociales en discusión, 1997)

Mario Bunge: Complicar (100 Ideas. El libro para pensar y discutir en el cafe, 2006)

Mario Bunge: Filosofías y filosofobias (Evaluando filosofías, 2012)

Mario Bunge: Inventario de las principales características de la ciencia (La ciencia, su método y su filosofía, 1960)

Aportaciones de Mario Bunge a la Sociología de la Ciencia: Breve esbozo del programa de la sociología científica

Mario Bunge: Buscar la filosofía en las ciencias sociales. Prefacio (1996)

Mario Bunge: Razón y pasión (Una filosofía realista para el nuevo milenio 2007)

El último humanista: Una entrevista a Mario Bunge por Gustavo Romero (2015)

Mario Bunge: Controversias filosófica en las ciencias sociales (Buscar la filosofía en las ciencias sociales, 1996)

Mario Bunge: Las ciencias sociales tienen algo de filosofía (1996)

Mario Bunge: La relación entre la sociología y la filosofía (Reseña [1]) (2000)

Mario Bunge: La relación entre la sociología y la filosofía (Reseña [2]) (2000)




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Berger y Luckmann: Resumen de La sociedad como realidad subjetiva (Cap. 3 de La construcción social de la realidad, 1966)

Zygmunt Bauman: Sociología y sentido común (Pensando sociológicamente, 1990)

Berger y Luckmann: La reificación (Extracto del Cap. 2 de La construcción social de la realidad, 1966)

La laicidad según Reina Reyes

Bronislaw Malinowski: Una teoría científica de la cultura (1944)

Herbert Blumer: La posición metodológica del interaccionismo simbólico (El Interaccionismo Simbólico: Perspectiva y método, 1969)

Macionis y Plummer: Desigualdad y estratificación social (Cap. 8)

Stuart Hall: ¿Quién necesita «identidad»? Cap. 1 de Cuestiones de identidad cultural (1996)

Peter Berger: La sociología como un pasatiempo individual (Introducción a la sociología, 1963)